Mientras bebe una lata de cerveza y devora una orden de patatas
fritas en la habitación de un hotel de Bruselas, Eliot Higgins no parece un
tipo capaz de involucrarse en conflictos armados. Este inglés tiene cara de
bebé, los hombros caídos y un suave acento de Midlands. Pero en los últimos
tres años, este hombre de 36 años de edad, ex administrador y jugador obsesivo
de videojuegos ha pasado cientos de horas recorriendo la Internet para
averiguar la verdad sobre las guerras lejanas, desde el uso de armas químicas
en Siria hasta la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas, todo ello
desde la comodidad de su sofá.
Utilizando publicaciones en las redes sociales y videos de
YouTube como las piezas de un rompecabezas, él y sus ocho voluntarios,
conocidos colectivamente como Bellingcat, han podido reunir la información
faltante sobre lo que ha pasado en distintos campos de batalla en todo el
mundo. Estos analistas de inteligencia autodidactas y de fuente abierta pueden
geolocalizar un video de Facebook del lanzamiento de un misil comparando el
paisaje con una imagen diferente de Google Earth, o utilizar mensajes de
Instagram para rastrear vehículos blindados mientras se desplazan por terrenos
accidentados.
Diversos de inteligencia occidentales han elogiado los
esfuerzos de Higgins (él viajó a Bruselas para compartir su trabajo con la
OTAN), pero su afición también le ha hecho ganarse algunos enemigos poderosos.
En 2013, este nativo de Leicester utilizó videos de YouTube para exponer el uso
de armas químicas por parte del gobierno sirio. Un año más tarde, el Estado
Islámico atacó su página web después de que publicó el posible sitio donde un
militante decapitó a James Foley. Y ahora se ha convertido en un enemigo del
Estado ruso. Ejércitos de bots rusos lo “trolean” sin descanso en las redes
sociales y los medios de comunicación controlados por el Kremlin lo denuncian
con frecuencia. “Debemos estar haciendo que los medios de comunicación rusos se
jalen los pelos”, señala Higgins, “dada la cantidad de atención que nos
dedican.”
Lo que ha provocado la ira del Kremlin es principalmente el
trabajo de Bellingcat acerca del vuelo MH17, el Boeing 777 de Malaysia Airlines
derribado en el este de Ucrania el verano pasado, hecho en el que murieron las
298 personas que iban a bordo. Funcionarios rusos se apresuraron a culpar a las
fuerzas ucranianas de la destrucción del vuelo. Pero en el último año, Higgins
y sus secuaces han desacreditado sistemáticamente la versión de los hechos
presentada por Moscú. Mientras la Unión Europea revisa sus sanciones contra
Rusia antes del aniversario del accidente, ocurrido el 17 de julio, Higgins
está a punto de publicar un nuevo informe, “Las otras caras de MH17”, con la
esperanza de desacreditar aún más las afirmaciones de Moscú. “Dado que los
rusos mienten acerca de tantas cosas, hay mucho que desacreditar”, dice.
“Si no lo estuvieran haciendo… probablemente me habría aburrido
rápidamente.”
Las mentiras, señala Bellingcat, se iniciaron con una
conferencia de prensa realizada el verano pasado, durante la cual el Kremlin
afirmó que un jet de combate ucraniano Su-25 derribó el avión de pasajeros. El
Ministerio de Defensa de Rusia presentó datos de radar que parecían mostrar
otra aeronave en las inmediaciones del MH17, y la Unión Rusa de Ingenieros dijo
que los restos indican que el avión fue destruido por misiles termosensibles
aire-aire. Un hombre que dice ser controlador de tránsito aéreo español en Kiev
incluso dio entrevistas a los medios de comunicación rusos, diciendo que dos
aviones de combate ucranianos habían seguido al avión desde Malasia. Luego,
apareció una imagen de satélite que mostraba lo que, al parecer, era una
aeronave disparando contra el avión.
Sin embargo, poco a poco se fue demostrando que cada parte de
esta “evidencia” era fraudulenta. La Embajada española dijo que no había ningún
controlador de tránsito aéreo español en ninguno de los dos aeropuertos de
Kiev. Los expertos descartaron el sonido del radar diciendo que se debió a la
caída de basura del MH17. Uno de los diseñadores rusos del Su-25 declaró
públicamente que el avión no podía disparar a un blanco que volara a la altitud
del avión de pasajeros, y que sólo un misil tierra-aire podría hacer que el
avión se desintegrara como lo hizo. Por último, Bellingcat reveló que la imagen
satelital era un burdo montaje de imágenes de Google, y que el logotipo de
Malaysian Airlines ni siquiera había sido colocado correctamente en la
aeronave.
Para Higgins, la única teoría creíble de lo que ocurrió es la
versión de los hechos presentada por Kiev de que un lanzamisiles Buk
proporcionado y manejado por Rusia derribó al MH17. Fue uno de esos
lanzamisiles, detectados por The Associated Press en el territorio controlado
por los rebeldes cerca del lugar del accidente, el que en un principio despertó
su interés. El ejército de Ucrania señala que el lanzamisiles era parte de un
complejo sistema de defensa antiaérea que Rusia había estado construyendo en el
este de Ucrania desde el verano pasado. “En junio, llegaron tres Buks, situados
cerca de Donetsk, en Torez y al norte de Novoazovsk”, afirma Oleg Zakharchuk,
subjefe de la Fuerza Aérea de Ucrania. “[Nuestros aviones tienen] un sistema de
radar receptor de alertas, y nuestros pilotos en patrulla han tenido contacto
con la actividad del radar de vez en cuando. El piloto pudo ver en su cabina
que estaba dentro del área de actividad de un Buk. Esa fue exactamente el área
donde el Boeing fue derribado”.
Dado que nunca actúa sin un plan B, Rusia adoptó una teoría
diferente: el MH17 fue alcanzado por un misil Buk, pero éste fue lanzado desde
el territorio de Ucrania y fue disparado por las tropas leales a Kiev. Una vez
más, el Kremlin presentó imágenes de satélite para respaldar este argumento.
Pero Bellingcat compró sus propias imágenes de satélite, demostrando una vez
más que las de los rusos habían sido alteradas digitalmente. El Ministerio de
Defensa de Rusia no respondió a las llamadas telefónicas ni a los correos
electrónicos de Newsweek solicitando comentarios sobre los hallazgos de
Bellingcat.
“La técnica propagandística rusa consiste en inundar la web con
una enorme cantidad de información errónea en un esfuerzo por socavar los
hechos reales”, dice Vitaliy Naida, un alto funcionario del servicio de
seguridad estatal de Ucrania. “El objetivo es plantear constantemente nuevas
preguntas y hacer que la verdad absoluta parezca inalcanzable.”
Higgins señala que ha experimentado de primera mano la
estrategia del Kremlin. En los últimos meses, los medios de comunicación
estatales rusos le han perseguido para entrevistarlo y le han llamado cobarde
por negarse a hablar. Algunos críticos dicen que es un agente de la CIA. Otros
creen que ayudó a derrocar al gobierno pro-Kremlin en Kiev durante la
revolución euromaidán. Higgins sostiene que su grupo es independiente. “Tenemos
un ingeniero de software de Microsoft, un estudiante de derecho, e incluso alguien
que estaba en la Stasi [policía secreta de Alemania Oriental] hace 25 años”,
dice Higgins. “Tenemos gente de Finlandia, Polonia, Holanda, Alemania y Estados
Unidos”.
Una razón de esta atención no deseada por parte del Kremlin es
que Higgins ya no se contenta simplemente con desacreditar las afirmaciones de
Rusia. Durante meses, Bellingcat ha geolocalizado mensajes de las redes
sociales para rastrear los movimientos del lanzamisiles Buk detectado por The
Associated Press. La pista lo condujo desde el este de Ucrania controlado por
los rebeldes hasta su base en Rusia, por lo que los investigadores exploraron
los perfiles en redes sociales de los soldados rusos de la unidad que creen que
tripulaba el lanzamisiles. “Hemos recogido más de cien perfiles de redes
sociales de soldados con el fin de reconstruir la unidad”, señala Higgins,
“estableciendo quién es quién y quién estaba en el convoy que transportaba el
Buk MH17 hacia la frontera con Rusia.”
Por primera vez, Higgins y su equipo afirmen que pondrán nombres
y rostros detrás de la tragedia. Han entregado la información a un equipo de
investigadores de los Países Bajos, Malasia, Australia, Bélgica y Ucrania, que
dirigen una investigación criminal sobre el accidente. Los investigadores dicen
que aún es demasiado pronto para hacer comentarios sobre el informe Bellingcat,
pero no descartaron la posibilidad de que éste pudiera contribuir a entregar
citatorios, presentar solicitudes de extradición y realizar procesamientos
judiciales. “Estamos familiarizados con el informe”, dice Wim de Bruin,
portavoz del Ministerio Público de los Países Bajos, “pero tenemos que
establecer por nosotros mismos la causa del accidente de manera que tengamos
suficientes pruebas para ir a la corte, señalar a los sospechosos y ver si es
posible rastrearlos y perseguirlos”.
De vuelta en su habitación de hotel Bruselas, Higgins hace
énfasis en que nadie tiene que creerle sólo porque sí, que las pruebas contra
el Kremlin hablan por sí mismas. “Hay un gran debate acerca de lo que Rusia
realmente está haciendo, pero podemos decir: ‘Mira: aquí está la evidencia.
Aquí están las fotos. Aquí están los videos. Esto es lo que Rusia está
haciendo’.”