PARA poder pelear primero hay que escapar: librarse de los grilletes que raspan las muñecas. Cuando los ojos están vendados, las manos amarradas y la boca amordazada, contraatacar no es posible. Para liberar, primero hay que ser libres.
En Cuba, un país donde el concepto de “libertad” solo es una palabra casi desconocida, la posibilidad de huir partió hace tiempo, por lo que solo queda luchar. Con palos, gritos, nudillos o flores blancas, el futuro de la juventud cubana tiene los puños arriba y no está dispuesta a bajar la guardia.
Sin embargo, entre quienes sí pudieron salir de la isla cuando todavía hubo oportunidad encontramos al escritor y periodista Pablo J. Socorro. En su nuevo libro, Cuba 11-J-21: teníamos tanta hambre que nos comimos el miedo, el autor presenta un compendio de testimonios realizados por cubanos que sufrieron las consecuencias de la pandemia de covid-19 y de quienes se manifestaron el 11 de julio de 2021.
Además, la obra contiene reflexiones propias del autor, como la idea de los tres pilares que sostienen al régimen en Cuba: el gobierno de Estados Unidos, el gobierno de España y el Vaticano.
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Entre diversas entrevistas, Cuba 11-J-21… refleja el sufrir del pueblo cubano frente a las medidas sanitarias y las deficiencias que el régimen demostró en su pobre manejo de los viáticos y atención médica en la isla. Pero, más importante, el proyecto expresa lo ocurrido en la manifestación ocurrida durante el verano, desde sus antecedentes, causas, consecuencias y el alcance mediático que tuvieron alrededor del mundo.
“Hablé con la familia del único muerto que hubo en la manifestación, hablé con un muchacho que perdió a su esposa embarazada por covid-19″, manifiesta Pablo J. Socorro en entrevista con Newsweek México. “Es decir, el libro tiene muchas investigaciones y reflexiones de mi parte. La dictadura tiene un gran aparato propagandístico, medra en los diarios de la información del mundo, en contra de la voz de los disidentes de Cuba o de la gente del exilio”.
¿Pero por qué la manifestación del 11 de julio de este año fue el inicio de la marcha hacia la libertad? Responde el autor cubano: “Por la trascendencia mediática que tuvo el 11-J-21, la manifestación se extendió por medio de las redes sociales.
“Un muchacho lo pone en Facebook y salen más personas, tomando al gobierno por sorpresa —continúa—. El hecho de que la gente se lanzara a la calle espontáneamente, sin que nadie los convocara, es un indicio de que la gente ha perdido el miedo. Las armas con las que el pueblo está enfrentando al gobierno se las dio el propio Estado, los celulares. Esta generación no quiere irse de Cuba, quiere mejorarla”.
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Sobre la Marcha Cívica por el Cambio, sucedida este 15 de noviembre, el autor comparte que debería llamarse “Crónica de una marcha no autorizada”, ya que “los organizadores sabían que Cuba no iba a permitir la marcha”.
Añade a ese respecto: “El impacto mediático que tiene que ver con cómo el gobierno reprime, abiertamente, una marcha ensucia más al gobierno. Para eso la convocaron, para que el mundo vea la represión. La cultura del ‘debate’ se ha sustituido por la cultura del ‘bate’: si dialogas, te dan palo. Lo que vale no es que la gente salga a manifestarse, sino que el mundo vea lo represivo que es el gobierno con su pueblo”.
La manifestación, como bien se esperaba, fue apabullada por las fuerzas del Estado, que sitió en sus hogares a decenas de personas para evitar que ejercieran sus derechos en las calles de la isla. Uno de los líderes, Yunior García Aguilera, expresó que marcharía solo con una rosa blanca en la mano; acto siguiente, los partidarios del gobierno no le permitieron salir de su casa.
“Yo le reconozco su valentía (a Yunior) por llamar a la marcha y enfrentar al gobierno. Él se asomó vestido de blanco con una rosa por su ventana y le tapearon la ventana. Yo le diría que se cuide porque un héroe muerto no nos sirve de nada. Necesitamos gente como él, disidentes inteligentes. Ya hay muchos muertos, mucha gente que ha muerto en prisión de forma extraña”, comparte el autor.
UN DISIDENTE EN EL EXILIO
Pablo J. Socorro pasó de tumbar a Fidel Castro jugando baloncesto en la escuela, a tirarle piedras a la dictadura como un exiliado en Estados Unidos. Originario de la capital cubana, Socorro se graduó en La Universidad de La Habana como licenciado en periodismo. Pasó por diversos empleos, desde la Agencia Cubana de Información y la Prensa Latina hasta como taxista clandestino, y terminó por ser el único periodista, autorizado por el gobierno, para reportar el juicio por la causa No. Uno, el cual concluyó en el fusilamiento del General Arnaldo Ochoa, uno de los líderes de la División de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Incluso, en algún momento de su vida laboral, fue corresponsal de guerra en Angola y Nicaragua. Cuando comenzó a trabajar para el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación de la República de Cuba, la posibilidad de viajar a otros países se expandió, pero él tenía una meta específica en la cabeza: en cuanto pisara suelo estadounidense ahí se iba a quedar.
El Mundial de Lucha Grecorromana en Colorado Springs cambió la vida del periodista para siempre, pues la oportunidad que había estado cazando había llegado. Tras el evento, el avión hacía escala en Houston, Texas, antes de volar de regreso a Cuba. Decidido a escapar, se escondió en el baño y compró un pasaje a Miami.
En sus primeras semanas, ganaba algunos dólares cavando tumbas en un cementerio; poco después pintaba edificios en Miami Beach, manejaba limosinas y atendía gasolineras. Cuando su oportunidad como periodista en Estados Unidos apareció, viajó a Los Ángeles para trabajar con la Agence France Presse como corresponsal y editor de deportes, donde permaneció por varios años.
Cuando se jubiló, en 2017, ya establecido en Miami, publicó su primer libro, Hablar en cubano, una recopilación de anécdotas y cuentos de su vida. En 2019 fundó Editorial Lunetra, la cual publicó su nuevo título, Cuba 11-J-21: teníamos tanta hambre que nos comimos el miedo.
La situación en Cuba, reflexiona, lleva años estancada, parece que no hay forma de avanzar, pero ahora tampoco hay marcha atrás. A partir de ahora el pueblo cubano ya no tolera tener seis huevos al mes para vivir.
“Paso a paso se le va quitando un ladrillo al muro que ha erigido la dictadura cubana, hasta que se caiga. Pero este muro no se va a derrumbar, a este muro se le tumba”, concluye el autor. N