Para Mariana Mirelman el tango es la posibilidad de tener una conexión con otra persona a un nivel especial, en tiempos donde el intercambio cara a cara y cuerpo a cuerpo escasea. La bajista de la banda LeBaron llegó a las milongas de la capital mexicana ante su necesidad de tener un espacio de conexión consigo misma y con sus raíces argentinas.
Arribó al seductor mundo de las milongas gracias a su hermana, luego de solicitarle que la desconectara por un rato de las extenuantes sesiones con su banda de rock.
“Surgió de una forma muy natural, con LeBaron siempre era un proceso muy mental y de alguna forma sedentario, necesitaba algo que moviera mi cuerpo, mi hermana me invitó al recién remodelado Parque México a una clase y ahí empezó todo, después ya no pude parar, se volvió una rutina de seis horas diarias, lo que además me dio una conexión profunda con mi país que dejé a los dieciséis años, la cual sentía un poco perdida”, confiesa Mariana.
Christian Díaz, la inseparable pareja de baile de Mariana en el tango y en su proyecto conjunto Tango Discovery (tangodiscovery.com/mexico/), dice que los mexicanos tienen una conexión especial con el mundialmente famoso baile argentino, siendo quizá México el país que más disfruta el tango
—desde luego, después de Argentina— dada la familiaridad de ritmos como la salsa, la bachata y el mambo.
“Las generaciones anteriores en México escuchaban música de Gardel y otros grandes cantautores argentinos, lo cual es sorprendente porque llegan a las clases personas de todas las edades con esa nostalgia porteña y traen en la mente la letra desde la niñez y en el cuerpo el ritmo quizá sin saberlo”, comenta Christian. Al igual que Mariana, también es bonaerense radicado en la Ciudad de México desde hace más de ocho años.
Mariana, una rubia de hermosos ojos verdes, toma la palabra de inmediato e insiste, como si debiera quedar claro: “Lo lindo del tango es poder compartir un momento con una persona que tal vez conoces o no, y te abrazas y compartes tres minutos que dura la canción, la gente lo vive muy bien”.
“Quienes escuchan tango y nunca lo han bailado, quizá sólo conocen la mitad de la íntima experiencia que representa el tango más allá de una melodiosa voz”, añade Christian, mientras su compañera de baile, a un lado suyo, asiente con la cabeza y una tenue sonrisa.
En la Ciudad de México en los últimos años ha habido un “boom” de milongas y espacios públicos para practicar el tango. En el Parque México de la Condesa, la maestra Consuelo Conde y su esposo, Jorge Amador, dan clases entre semana y los domingos organizan milongas bajo los reinaugurados portales del mismo parque a un costo sumamente accesible.
“Lo importante es acercarse y vivir la sensación de poder descubrir la música que te gusta, metida en el cuerpo, que es realmente una experiencia muy fuerte… y si a la vez con quien bailas es alguien a quien adoras o quieres descubrir, el tango es una manera increíble de hacerlo… y vivir la historia”, asegura Christian mientras parece recordar alguna tarde de tango en el centro del DF, lugar donde da clases con Mariana gracias a un acuerdo con Fundación UNAM.
“El momento del baile en que estás completamente conectado es como si el tiempo se desbaratara a tu alrededor, y ese tipo de momentos son una terapia de conexión con lo desconocido. Es un baile social, aunque se entienda que es de pareja, hay reglas específicas para no chocar y para llevar un ritmo en esa marea de sensaciones… es un mundo que te pone a girar sin poder salir”, cierra Mariana.
—¿La última vez que bailaste tango?
—Apenas ayer, en la reapertura de una milonga en la Roma, fue una noche maravillosa con los amigos, no paramos hasta la madrugada.
—¿La última vez que fuiste a tierras pamperas?
—A Argentina fui en enero de este año a visitar a mi familia (…) siempre que llego le hablo a mis amigos y nos vamos a beber algo y, claro, a bailar a las milongas de Buenos Aires.
—¿La última vez que algo te conmocionó?
—Muchas cosas, pero quizás el éxito que tuvimos con LeBaron, éramos unos chicos que de pronto comenzamos a sonar en la radio y en un mes ya estábamos de gira por Estados Unidos.
—Tu último tango…
Espero bailar muchos años más, es mi pasión más grande. Me veo a los setenta y ocho años bailando mi último tango bajo la luna en una playa paradisiaca.