El escenario político de los últimos años nos contrasta la idea y realidad de las movilizaciones sociales, por un lado, los “encapuchados” que han roto todas las vidrieras de los centros históricos de todas las ciudades, por ejemplo; y, las banderas, orden y aseo de la ciudadanía que ahora se manifiesta en el mismo espacio, “la derecha”; ambas tienen como referente las decadencias discursivas del poder, dado que cada gobierno impone su particular modo de gobierno dañando así las instituciones. Se les olvida que son el único patrimonio de la sociedad. En centro de todo está la palabra, es preciso navegar en sus expresiones de palabras y acciones. Es preciso mirar con cuidado el lenguaje. La confrontación entre vandalismo y civismo. Un imaginario político que atribuye inercias y desarrollos de formas de gobierno y, sobre todo, la falta de coherencia en las políticas públicas.
Pueblo bueno, pueblo sabio, pueblo a secas; clase social buena, sabia, o a secas clase social. Ahí inicia el periplo del lenguaje para mostrar el torbellino de los diccionarios que nutren los discursos políticos en que el pueblo o la clase se manifiestan en el sentido de la necesidad, y la demanda de lo necesario. El planteamiento muestra las relaciones de poder, los déspotas, los oprimidos, y sus proyectos de transformación social, confirma ontológicamente “lo cósico” solo adquiere su naturaleza de SER solo desde las formas del lenguaje. Veámoslo en perspectiva pedagógica, una pintura en aerosol, arma dilecta de la violencia de “manifestantes en la vía pública”, el frasco no tiene en su ser pintarrajear monumentos, edificios y comercios; empero, tiene la posibilidad de la intensión de hacerlo, la destrucción y la violencia son efectos reales que tiene. En las manifestaciones “de izquierda y de derecha” el lenguaje es dominado por las ideologías que los impulsan, difícilmente en la necesidad común. Se muestran sus “demandas” generalmente desde la oferta, es decir, la clase dirigente manipula lo que debe ser, no la demanda colectiva, podemos decir, que la masa en calidad de pueblo o clase solo come sopa de fideo o sopa de fideo, ¡puede escoger!
La esencia está en que las reivindicaciones no se pueden comprender sin el requerimiento político de las necesidades y el discurso de la manifestación para satisfacer lo necesario, contenido basto de la política, en la escena de la “clase” o el “pueblo”, la primera en sentido de lo apartado, las características que la definen, por ejemplo clase obrera, que otrora asociaba a luchadores sociales de izquierda o a Fidel Velázquez; la segunda, asociada a los sin reivindicaciones, a los pobres, el producto que más se vende en política; en realidad la rentabilidad política está en tomar como eje del discurso “a los pobres”, los cuales en masa convertida en público generalmente poco reclaman, y los políticos pueden seguir medrando a nombre de ellos, los subsumidos, los sin trabajo o asalariados, en el mejor de los casos, el discurso político los hace “pueblo” hoy “bueno” como categoría política; claro, sin reflexiones sobre sus complejidades, niveles y las relaciones con las clases o el pueblo restante.
La reflexión profunda en sentido político, el pueblo oprimido, excluido, con todas sus contradicciones, basta decir que el aspecto económico, cultural, educativo…, un pueblo con permanencia a modos de producción de los impactos culturales que hace posible la distinción histórica. Ocurre si nos explicamos qué le mueve a FRENA, un disenso con el Jefe del Ejecutivo Federal; se muestra desde las luchas de la calle, de la misma manera que lo hacen las izquierdas. En la toma de instalaciones y manifestación pública hacen su bandera. La paradoja es que hoy como gobernante le molesten esos disensos. En realidad esta es la historia del poder de los gobernantes, la primera contradicción es que la fuerza de su discurso que cosecho la simpatía política es abandonada por nuevas formas de interpretar el poder público. Este disenso de una parte cuestiona las hegemonías dominantes en sus formas de disponer el poder político. El problema central es la pauperización del Estado de Derecho.
Los disensos con el poder público, dígase cualquier de los poderes, como acurre hoy con la actuación de la SCJN a la que se le olvidó el artículo 21 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y decidió que ya no tiene contenido pues la democracia directa lo sustituirá. Entonces las luchas populares dígase clase o pueblo, tiene que situar el trasfondo, siempre velado, de la dinámica de clases, se muestran en función del poder económico. Si el gobernante puede entender que el pueblo como tal es una construcción colectiva atada a las ideologías de las correspondencias de fuerzas sociales; ello une la idea de pueblo y clase, pues la lucha tiene núcleo en las formaciones populares.