En los pasillos del hospital no hay un momento de calma.
Desde marzo se respira miedo, tristeza, cansancio y desgaste emocional. Sin embargo, no hay tiempo para expresarlo ni para recibir terapia psicológica y emocional. Tampoco está presente el abrazo de los padres, el beso del esposo ni las caricias y mensajes de ánimo de los hijos…
La doctora Jiménez*, que labora en un Centro Covid del sistema federal en Aguascalientes, sabe que cada minuto que pasa puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Su vocación por salvar a la mayor cantidad de pacientes es lo único que la mantiene a flote.
Este es su testimonio:
– ¿En este momento, cuáles son sus sentimientos como personal médico que se encuentra laborando en la contingencia del Covid-19?
Al inicio del Covid en México, durante marzo, sentí miedo de morir por una nueva y extraña enfermedad, no a la muerte en sí, sino a dejar a mis tres hijos desamparados.
Sin embargo, en el mes de mayo y junio dejé de sentir miedo porque protegí a mi familia con distanciamiento, pero sentí la impotencia de no convencer a la gente de la verdadera existencia del coronavirus y su gravedad, además de ser una enfermedad sin un medicamento que la cure.
Sentí impotencia de sólo ofrecer medicamentos que calmaran la fiebre y el dolor, pero para algunos ni el oxígeno suplementario es suficiente para salvarlos, ni el tener camas disponibles o personal médico, ninguna de esas cosas es garantía para salvarlos, el darte cuenta de esta realidad, es frustrante.
Me da tristeza ver pacientes que, sin merecerlo, han sufrido adentro el encierro en espera de algo incierto.
Me siento desgastada, cansada, agotada de tanto paciente en sufrimiento, escuchando gritos de dolor, desesperación en todos los hospitales.
– ¿De qué forma ha impactado el Covid-19 en su vida diaria?
El Covid 19 llegó a mi vida profesional con un fuerte impacto como médico, aunque siempre he trabajado, rebasada por la cantidad de pacientes de un pueblo enfermo, el Covid ha rebasado mi habilidad profesional por victimas masivas, donde sólo los pacientes de mayor posibilidad de sobrevivir y los que requieren menos equipo son atendidos.
– ¿Qué actividades cotidianas ha tenido que modificar?
He tenido que modificar mi vida cotidiana, toda esta es alrededor del Covid 19, transformando mi esencia humana como esposa, madre, hija, hermana y amiga de último término.
– ¿Tiene contacto con su familia?
El contacto es meramente virtual, lo que me hace sentir cerca de ellos; me olvido del coronavirus por un instante, pero extraño los abrazos de mis padres, el tierno beso de mi esposo y las caricias de mis hijos, ellos me hacen fuerte, aunque por dentro tengo un nudo en la garganta.
– ¿Ha tenido estrés, agotamiento, ansiedad o depresión durante los meses de la contingencia? ¿Cómo ha sobrellevado esos episodios?
Agotamiento mental en potencial ascenso, no me doy el lujo de resolver el cansancio, aunado el estrés y la ansiedad ocasionada por la distante respuesta de la sociedad que no ve, no siente y no escucha la dura realidad de que su vida está en riesgo.
– ¿Ha recurrido a atención psicológica especializada o a algún tipo de terapia?
No, porque no me queda tiempo, ni puedo darme el lujo de rendirme porque me sentiría toda mi vida en desacierto, solo me queda tiempo para el Covid 19 y descansar para seguir sirviendo.
– ¿Cómo es su día a día?
Mi jornada es de seis horas, está marcada con horarios establecidos en consulta de examinar al paciente hospitalizado gravemente enfermo, ahora en el coronavirus es encierro, realizando el apego al manejo, vistiendo y desvistiendo paso a paso un equipo de protección para evitar contagiarse.
Además es examinar y realizar procedimientos de alto riesgo para mi salud y la de todo el personal, realizar notas al salir, tomar un baño improvisado de agua fría, sales a descansar por lo devastado de los enfermos.
Se ha desatado un ambiente de sentimientos externos, somos labilidad, hemos llorado, hemos orado, pero no reclamado.
– ¿Cómo se encuentra la capacidad hospitalaria donde usted labora? ¿Hay camas y personal suficientes?
Los hospitales de México siempre están en su máxima capacidad.
El personal de salud en mi hospital, con el Covid no es suficiente porque para atender a un paciente y moverlo, se requiere de cuatro o más personas.
– ¿Ha padecido el Covid-19 en algún momento, o alguna persona de su entorno más próximo (familiares, amigos…)? ¿Cómo vivió ese momento?
Yo no he dado positiva al virus, pero he tenido familiares cercanos que sí han presentado la enfermedad y grave; reconozco que es por indisciplinados y no llevar las medidas sugeridas para prevenir esta enfermedad.
– Descríbanos lo primero que usted observa al llegar al hospital, ¿cómo se ven las instalaciones?, ¿descríbanos el rostro del personal médico?
Las instalaciones son idóneas para atender a los pacientes que requieren una cama o un ventilador, lo cual no es garantía para sobrevivir.
El rostro de mis compañeros ha evolucionado de impotencia a rostros cansados, agotados, debilitados, devastados, pero no derrotados.
– ¿Qué mensaje envía a las personas que en este momento han dejado de acatar las medidas sanitarias?
Agradezco a las personas que nos han apoyado siguiendo las recomendaciones de la Secretaría de Salud. Les pido que sigan firmes a estas medidas que llevan en su mente y corazón, y para las personas que no creen en la existencia del coronavirus les digo que estaré de corazón atendiendo hasta el último caso de Covid sobre la tierra.
Que sepan que en mi caso lo hago de vocación, sin recibir nada a cambio, puesto que es mi trabajo, que sólo me queda invitarlos a que tengan un tiempo de solidaridad, para el gremio de salud, siguiendo las actuales recomendaciones, pedirles además que me escuchen con un poco de su tiempo, abriendo su mente y espíritu fraterno porque vida y muerte sólo hay una.
* Nombre asignado para preservar la identidad y privacidad de la entrevistada.