El secuestro de 276 niñas nigerianas ha puesto a Boko Haram en el candelero. Pero ¿qué quieren ellos?
Hice un viaje de tres semanas por el norte de Nigeria en 2002, el año en que Boko Haram se fundó.
El grupo islamista, que era poco conocido entonces, ha cobrado fama mundial tras secuestrar a 276 niñas. Boko Haram, que más o menos se traduce como “La educación occidental está prohibida”, fue fundado por un clérigo musulmán, Mohammed Yusuf.
El grupo fue influenciado por una frase reveladora del Corán: “Cualquiera que no se rija por lo que Alá ha revelado está entre los transgresores”, lo cual significa que está prohibido participar en actividades sociales o políticas asociadas con Occidente. Esta prohibición de todo lo occidental incluye enviar a los niños a escuelas seculares, en lugar de musulmanas, e incluso participar en elecciones democráticas.
Al paso de los años, el grupo se ha fortalecido y sus métodos se han vuelto más osados, como lo demuestra la audacia con que reunió a tantas niñas y huyó con ellas a plena luz del día.
El método habitual de Boko Haram para asesinar solía consistir de gatilleros en motocicletas que asesinaban policías o a cualquier otra persona que se opusiera al grupo. Pero la captura de las niñas el 14 de abril en la propia escuela de ellas en Chibok puso a Boko Haram en el candelero internacional.
El secuestro de las 276 niñas provocó una avalancha de indignación a lo largo y ancho del mundo, con una ira de muchos y dolorosos grados. Según John Campbell, un exembajador de EE UU ante Nigeria, no fue solo la gran cantidad de niñas sino la posibilidad de que sean traficadas como esclavas, así como el asalto a la noción misma de educar a las mujeres.
William Hague, secretario del exterior británico, dijo a Newsweek: “El secuestro de las niñas nigerianas por Boko Haram es un acto vergonzoso e inmoral. La impunidad con la que ellos sienten que pueden actuar es perturbadora y debe ser abordada por las autoridades nigerianas. Pero todos tenemos un papel que cumplir”.
Hague añadió: “Ya hemos enviado un equipo a Abuja. Y le hemos ofrecido aviones de vigilancia a Nigeria, un equipo militar para incorporarlo al ejército nigeriano en su cuartel general, así como un equipo para que trabaje con expertos de EE UU para analizar la información sobre el paradero de las niñas”.
El próximo mes en Londres, junto con Angelina Jolie, enviada especial de la ONU, Hague presidirá la Cumbre Global para Acabar con la Violencia Sexual en Conflictos. Jolie, actriz, activista de derechos humanos y madre de tres niñas, está igual de horrorizada por el crimen.
“Uno de los porqués del horror de que estas niñas hayan sido secuestradas es la cultura de la impunidad”, dijo ella a CNN. “Los perpetradores creen que se pueden salir con la suya. Y si se salen con la suya, mientras el mundo observa, ello le daría a entender a otros que también pueden cometer ataques similares”.
Jolie añadió que el “crimen no puede quedar impune; de lo contrario, sucederá una y otra vez”.
Entonces, ¿qué hay detrás del rapto de las niñas? ¿Cómo se podría explicar una conducta tan horrenda? ¿Qué tiene que ver el islam con un crimen tan despreciable? ¿Y qué puede hacerse para evitar que este incidente se vuelva una característica habitual de vida en los países donde el islam está imponiéndose?
Cuando comencé mi viaje en 2002, hacía tres años que la ley de la sharia fue implementada por algunos estados del norte de Nigeria, y junto con ella los castigos hudud —lapidaciones y amputaciones— con el fin de acabar con la corrupción y dar justicia a los ciudadanos comunes.
Pero lo que vi en el norte de Nigeria tenía poco que ver con la justicia. Arriba y debajo de los caminos rojos y sin pavimentar, dentro y fuera de los poblados, tugurios y centros urbanos, una sensación sofocante de miedo lo permeaba todo.
Para entonces, en el norte ya se habían cometido tres amputaciones y cuatro personas habían sido sentenciadas a muerte por lapidación, y 11 niños estaban a la espera de que les amputasen un miembro por hurto.
Algunos de los niños que esperaban a que les serrasen los brazos se habían robado una vaca. Pero la mayoría solo se había llevado artículos pequeños, como una camisa. Todo este salvajismo se daba a pesar de que la constitución federal nigeriana prohíbe los castigos crueles, como la lapidación o la amputación.
Siempre ha habido una especie de sharia en Nigeria, antes de que los británicos incursionaran en el país entre 1900 y 1960 y la proscribiesen. De los 36 estados del país, 12 tienen la ley de la sharia hoy día. La diferencia crucial es si se la usa para casos civiles o criminales.
En Gusau, la capital del estado de Zamfara en el noroeste, pasé frente a una corte rural donde un hombre fue hallado culpable de robar un collar barato para venderlo y alimentar a su familia.
Tuvo suerte: en vez de amputarlo, lo sentenciaron a 40 latigazos a la vista de todos. Todos nos apretujamos afuera para presenciar cómo colocaban al hombre en el cepo, donde fue azotado, una y otra vez.
Después, el juez me permitió acercarme al hombre, quien estaba conmocionado y no podía hablar. “Él nunca volverá a robar”, me dijo el juez con orgullo.
Akbar Ahmed, un comentarista islámico, me explicó las discrepancias entre lo que la sharia pretendía conseguir y el terror que en realidad estaba creando.
“Idealmente, la sharia da justicia y compasión a la sociedad. Sin embargo, la realidad hoy día es —desde Nigeria hasta Pakistán— que la gente común puede esperar poca justicia y nada de compasión. Esto es particularmente cierto en lo que respecta a las mujeres”, dijo Ahmed.
“La sharia, las costumbres tribales y la ley del gobierno central inspirada en fuentes occidentales se traslapan, chocan y se yuxtaponen. Una prioridad para los líderes musulmanes debe ser el poner fuentes legales diferentes en consonancia con las exigencias de la vida en el siglo XXI”, dijo él.
Nigeria, el país más poblado de África y la principal economía de África Occidental gracias a sus reservas petroleras, desde hace mucho ha sido conocida por su corrupción, con gobernantes que son elitistas y no tienen conexión con la gente que vive en la miseria en los poblados, sin electricidad o agua limpia. Así, parecía natural que los desposeídos optasen por la sharia, la cual ofrecía ostensiblemente una justicia real. Pero la ley de la sharia impuesta por rebeldes islamistas beligerantes trajo consigo un grado diferente de terror.
En 2013, EE UU declaró oficialmente a Boko Haram, cuya meta es derrocar al gobierno nigeriano y crear un estado islámico, como una organización terrorista. Desde 2009, ha sido encabezado por Abubakar Shekau, un exestudiante de teología que recrudeció la campaña de terror como una represalia por el asesinato de Yusuf por el gobierno.
Aun cuando el secuestro de las 276 niñas le ha dado fama internacional a Boko Haram, el grupo no solo discrimina a las niñas. Se opone a cualquier forma de educación, salvo que se realice en las madrazas, donde a los niños se les enseña únicamente a memorizar el Corán.
En febrero, Boko Haram degolló a 59 niños. El incidente horrendo fue reportado en la prensa nigeriana pero en gran medida fue ignorado por todo el mundo. Según Patrick Smith, editor del boletín informativo Africa Confidential: “En los últimos cinco años, se cree que por lo menos de 4000 a 5000 personas han muerto por actos de terrorismo, [por] tiroteos entre tropas nigerianas y Boko Haram”. Amnistía Internacional dice que por lo menos 1500 personas han muerto solo este año.
En Nigeria, 11 millones de niños no van a las escuelas tradicionales, para aprender a leer y escribir y todas las demás cosas que los niños aprenden en el resto del mundo. La región norteña del país, donde Boko Haram ha encontrado apoyo, alberga a la mayoría de ellos. Los niños a menudo son enviados por sus padres a las madrazas de Boko Haram, las cuales fungen como centros de reclutamiento de yihadistas.
“O están con nosotros… o están con Obama, François Hollande, George W. Bush, Clinton… Ban Ki-moon y su gente… ¡Matar! ¡Matar! ¡Matar!”, dijo burlonamente Shekau en uno de sus videos propagandísticos. En otro, hecho público después del rapto de las niñas, se rio mientras amenazaba: “Por Alá, las venderé y me casaré con ellas”.
Shekau debe ser considerado una amenaza mundial, dice Campbell, el exembajador. “Su retórica está dirigida a la gente muy pobre del norte, quienes casi siempre son analfabetas. Y él es una amenaza directa a la integridad del estado nigeriano y el gobierno de [el presidente Goodluck] Jonathan”, dice Campbell.
El islam se estableció en Nigeria hace más de 900 años, difundido por las caravanas que atravesaban el Sahara y las guerras santas. El país ahora está dividido a la mitad entre musulmanes y cristianos. Según un informe de 2012 del Centro de Investigación Pew, 49 por ciento de los nigerianos es cristiano y 48 por ciento, musulmán. Desde que llegó la sharia, las tensiones entre los dos grupos han aumentado.
“La gente se ha vuelto más intolerante”, me dijo Gabriel Oja, un pastor de la Primera Iglesia Bautista en Kano, en 2002. Él me presentó a uno de los pocos parroquianos que le quedaban, Peter Ajayi, cuyos tres hijos fueron asesinados cuando fundamentalistas musulmanes le prendieron fuego a su hogar. Ajayi se hallaba en un viaje de negocios en esa noche fatídica.
“Venimos a matarlos porque son cristianos”, dijeron los hombres, empapando su casa con gasolina. La esposa de Ajayi, Christiane, sobrevivió al saltar por una ventana pero sufrió quemaduras graves.
Los tres niños perecieron, junto con un primo. El pastor nunca le mostró a Ajayi la fotografía que tenía guardada en una caja fuerte, en la cual se ven los cuatro cuerpecitos carbonizados yaciendo juntos después del fuego.
Masacrar a inocentes se ha vuelto el recurso favorito de Boko Haram. Pero el secuestro parece haber tomado a todos, incluido el gobierno nigeriano, por sorpresa. Este es un crimen de tal escala, en un terreno tan difícil, por un grupo tan incomprensible, que no es fácil de resolver.
La posibilidad de recuperar vivas a todas las niñas es cada vez más remota. Aun cuando Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá e Israel han enviado equipos de especialistas para ayudar en las negociaciones o la captura, poco se sabe con respecto a dónde están las niñas o en qué condiciones están cautivas.
Los expertos analizan atentamente el video más reciente de ellas, el cual muestra a algunas de las niñas vestidas con hiyabs. Se dice que se las ha obligado a convertirse al islam. “En algunos casos, sus destinos serán individuales”, dice Campbell. “Lo cual es desalentador”.
Algunos analistas concuerdan con Jolie en que las raíces del problema deben abordarse, o habrá más incidentes trágicos como este. Hasta entonces, las expectativas de las niñas son sombrías. En enero de 2012, después de llevar a cabo un ataque en Kano en el que murieron 180 personas, Shekau transmitió un mensaje espeluznante: “Disfruto matando a cualquiera que Alá me ordene matar, de la misma manera que disfruto matando pollos y carneros”.