Dos meses y 15 días han pasado desde que Julian Assange, fundador y portavoz del sitio web WikiLeaks, violara su libertad condicional para tocar la puerta de la embajada de Ecuador en Londres con la esperanza de que la nación sudamericana entendiera su situación y compartiera sus temores. Desde entonces, poco ha cambiado y él continúa tan lejos —aproximadamente a 9219 kilómetros de distancia de la capital ecuatoriana, Quito— y tan cerca de suelo sudamericano, viviendo en la embajada de Ecuador en Reino Unido, ubicada en el barrio londinense Knightsbridge.
Si bien es cierto que desde el momento mismo en que Assange fundó, en 2006, WikiLeaks su vida se convirtió en un sinfín de luchas, descalificaciones y desafíos, fue en agosto de 2010 cuando empezaron sus problemas legales con la apertura de una investigación dirigida por las autoridades suecas en su contra por supuestos abusos sexuales, violación y coacción cometidos en contra de dos mujeres suecas, de 20 y 30 años, que cuatro meses después terminaría con una orden de captura emitida por la Interpol. Poco más de una semana permaneció en la cárcel y logró salir bajo fianza —240 000 libras—, en libertad condicional, para irse a vivir con su amigo y protector Vaughan Smith, fundador del foro dedicado a la lucha por una prensa independiente, Frontline Club, en una mansión ubicada en el pueblo de Bungay.
A partir de entonces, el expirata cibernético y periodista australiano de 41 años tuvo que comparecer día con día, entre las dos y cinco de la tarde, en una comisaría de la Policía inglesa en espera de que las autoridades analizaran la petición de extradición de los suecos, quienes desde un principio no estuvieron conformes con la concesión de libertad condicional de Assange, pues ellos querían mantenerlo preso. El 19 de junio, dichas comparecencias quedaron en el olvido y la embajada ecuatoriana se convirtió en el hogar del poseedor de los premios Amnesty International UK Media Award, Sam Adams Award, Sydney Peace Foundation Gold Medal, Martha Gellhorn Prize for Journalism y Walkleys, en la categoría “Most outstanding contribution to journalism”, por su trabajo en la defensa de la libertad de expresión.
Según ha declarado el mismo aludido y autoridades ecuatorianas, como el presidente de Ecuador, Rafael Correa, y el canciller de Relaciones Exteriores, Ricardo Patiño, la resistencia de Assange a rechazar su extradición a Suecia no es por temor a enfrentar a las autoridades suecas —él se sabe inocente—, sino el miedo a que, una vez en el país nórdico, sea nuevamente extraditado, pero esta vez a Estados Unidos, para ser juzgado por la filtración de miles de cables diplomáticos que, se considera, han comprometido la diplomacia y seguridad nacional de Estados Unidos, y condenado a muerte. Entre las filtraciones más relevantes de 2010, y por las que se cree que EE UU quiere juzgarlo, están informaciones sobre el ataque aéreo de Bagdad, los diarios de guerra de Afganistán, los registros de guerra de Irak y los papeles del Departamento de Estado denominados “cablegate”.
Pese a las repercusiones diplomáticas por demás claras que la publicación de tales informaciones pudieron haber tenido, los delitos por los que lo acusa el gobierno norteamericano para haber iniciado una investigación abierta por el Pentágono y el FBI en su contra, hasta ahora son inciertos. Sin embargo, el exjuez de la Audiencia Nacional española y abogado del australiano desde el pasado 19 de julio, Baltasar Garzón, presume que puede ser por lo que podrían considerar como espionaje, conspiración, traición y colaboración con el enemigo. Garzón ha asumido la defensa de Assange pro bono, sin honorarios de por medio, porque cree en su “inocencia y su causa”.
Mientras se obtiene respuesta a tal interrogante, el gobierno ecuatoriano no quiso esperar para otorgarle el asilo a quien considera un perseguido político, además de que ha urgido a la unión latinoamericana a que apoye su causa de protección y asilo político a Assange y defienda su derecho de soberanía ante la reciente “amenaza” de Reino Unido de invadir el recinto diplomático para hacerse del australiano y extraditarlo a Suecia. Inglaterra, por su parte, se mantiene firme ante la negativa de otorgarle un salvoconducto a Assange que le permita salir de su encierro y tomar un avión hacia Ecuador sin que Scotland Yard lo aprese.
El sí de una nación “valiente e independiente”
Los deseos de Ecuador por conceder asilo político a Julian Assange ya se hacían latentes desde tiempo antes de que la resolución a la solicitud del líder de WikiLeaks, fechada en Londres el 19 de junio del 2012 y complementada mediante comunicación del 25 de junio, se hiciera pública, el pasado 16 de agosto, pues tanto el presidente Rafael Correa como el canciller Ricardo Patiño no dudaron en dar a conocer su afinidad con los ideales de Assange y su temor por el destino de este en territorio norteamericano al considerarlo “víctima de una persecución política por su trabajo como activista de la libertad de expresión”.
Tras la resolución de la cancillería ecuatoriana, fue Patiño quien informó al mundo sobre la concesión de asilo político a Julian Assange basada en 11 consideraciones de carácter humanitario y jurídicas que, asegura, fueron planteadas con el fin de explicar el temor que le infunde al australiano una posible persecución política que termine convirtiéndose en una situación de menoscabo y violación de sus derechos con riesgo para su integridad y seguridad personal, y colaborar con la protección y promoción de los derechos humanos tal como lo dispone la Carta de las Naciones Unidas de 1945.
Tales consideraciones argumentan que Julian Assange es un profesional que ha luchado a favor de la libertad de expresión, la libertad de prensa y los derechos humanos en general, compartiendo públicamente información documental privilegiada que afectó a funcionarios, países y organizaciones; que existen serios indicios de retaliación por parte de los países que produjeron la información divulgada y que estos pueden generar represalia en su contra; que no hay garantías suficientes por parte de Suecia y EE UU para proteger su vida, seguridad e integridad y que, por tanto, existe la certeza de que es factible su extradición sin las debidas garantías a un tercer país —EE UU—, en donde no tendría un juicio justo y podría ser juzgado por tribunales especiales o militares y condenado a cadena perpetua o a la pena capital; que Suecia impidió el total ejercicio de su legítimo derecho de defensa menoscabando sus derechos procesales durante la investigación; que se encuentra sin la debida protección y auxilio de su Australia natal; que Gran Bretaña, Suecia y EE UU no respetarían convenciones ni tratados internacionales en caso de ser extraditado; y, finalmente, que si es reducido a prisión preventiva en Suecia se iniciaría una larga cadena de sucesos que impedirían su protección para la no extradición a un tercer país.
“Con estos antecedentes, el gobierno de Ecuador, fiel a su tradición de proteger a quienes buscan amparo en su territorio o en los locales de sus misiones diplomáticas, ha decidido conceder asilo diplomático al ciudadano Julian Assange”, informó Patiño, quien agregó que “atendiendo a sus propios dichos y argumentaciones, hace suyos los temores del recurrente, y asume que existen indicios que permiten presumir que puede haber persecución política, o podría producirse tal persecución si no se toman las medidas oportunas y necesarias para evitarla”.
Según dijeron a Newsweek en Español fuentes oficiales del gobierno de Ecuador, quienes solicitaron el anonimato, antes de emitir dicha resolución el país no solo solicitó a la justicia sueca que tome las declaraciones de Assange en el local de la embajada en Londres mediante una videoconferencia, sino que “auscultó” la posibilidad de que el gobierno sueco estableciera garantías para que no se extraditara a Assange a EE UU, ante lo cual recibió negativas. Ecuador, además, dirigió una comunicación al gobierno de EE UU para conocer su posición sobre el caso de Assange en lo referente a qué tipo de legislación, en qué condiciones y bajo qué penas máximas estaría sujeto, y si existe la intención de solicitar su extradición a Estados Unidos; la nación norteamericana respondió que “no puede ofrecer información al respecto” alegando que es un asunto bilateral entre Ecuador y Reino Unido.
Gracias, Ecuador; por favor, Estados Unidos
A primera hora del pasado jueves 16 de agosto, Assange siguió el pronunciamiento desde la embajada de Ecuador en Londres, y al conocer las buenas nuevas no dudó en decir que no había sido ni el Reino Unido, “ni mi propio país, Australia, los que han permanecido firmes para protegerme de esta persecución, sino una nación latinoamericana valiente e independiente […] hoy hemos asistido a una victoria histórica, pero nuestra lucha solo acababa de empezar […]; la lucha para proteger a WikiLeaks, a su equipo, a sus seguidores y a sus fuentes continúa”.
Tres días después de la noticia, Assange siguió con el mismo hilo discursivo y emitió, desde el balcón de la embajada ecuatoriana, un pronunciamiento ante sus seguidores y la prensa internacional en el que agradeció al presidente Rafael Correa por “el coraje que ha mostrado al considerar concederme asilo político”; asimismo, y pidió al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que haga lo correcto y que su país renuncie a “la cacería de brujas” contra WikiLeaks: “Los EE UU deben prometer al mundo que no perseguirán a periodistas por arrojar luz sobre los crímenes secretos de los poderosos”.
También recordó que el 15 de agosto el soldado Bradley Manning, arrestado por colaborar con WikiLeaks, cumplía 815 días de detención sin juicio justo, así como la sentencia de tres años impuesta a Nabeel Rajab, presidente del Centro de Derechos Humanos de Bairén, por la publicación de un tuit, y el encarcelamiento por dos años de las integrantes de la banda femenina rusa Pussy Riot por haber interpretado una canción en la que se “burlaban” del presidente Vladimir Putin. “Hay unidad en la opresión, debe haber determinación y unidad absoluta en la respuesta”, invitó.
Su madre, Christine Assange, se dijo enormemente agradecida con el gobierno de Ecuador, y reiteró que no hay duda alguna de que las acciones que se han llevado a cabo en contra de su hijo forman parte de una persecución política y que el gobierno de EE UU siente que “puede poner cargos en contra de mi hijo y probablemente ejecutarlo por hacer el trabajo de un buen periodista, decir la verdad acerca del poder”.
Reino Unido no dará su brazo a torcer
Un día antes de que Ecuador diera a conocer la resolución de la petición de asilo político y protección a favor de Assange, el gobierno británico, a través de un documento entregado a la cancillería ecuatoriana, informó a Ecuador que entraría por la fuerza a la embajada para detener al expirata cibernético y periodista, un hecho que fue calificado por el gobierno ecuatoriano como una amenaza a la que respondería “con la mayor contundencia diplomática”.
A partir de entonces, el conflicto diplomático desatado desde que Assange se refugió en la sede diplomática escaló y captó en mayor medida la atención del mundo, lo que obligó a Inglaterra a explicar su postura y asegurar que las fuerzas de seguridad británica no irrumpirían en ningún caso en el recinto diplomático pese a que consideren que la legislación británica les brinda cobertura para ello a través del Acta de Recintos Diplomáticos y Consulares de 1987, aprobada por el Parlamento nacional, en donde se incluye la posibilidad de revocar la inmunidad diplomática a la embajada de un país extranjero.
La respuesta del gobierno de Rafael Correa ante tal “amenaza” fue denunciar frente a la comunidad internacional que, de llevarse a cabo la irrupción en el local diplomático, la decisión sería calificada por su gobierno como una violación a su soberanía y un acto hostil e intolerable que se enfrentaría contundentemente. Julian Assange asegura que si las autoridades británicas no han entrado por él es porque, gracias a la presencia de la prensa, el mundo ha estado mirando.
Inglaterra, por su parte, ha descartado la idea de utilizar la fuerza para tomar preso a Assange, pero se mantiene firme ante su decisión de no otorgar un salvoconducto para que el asilado abandone Reino Unido y se dirija a tierras sudamericanas.
“Es nuestra obligación legal extraditar a Julian Assange a Suecia y estamos decididos a cumplirla”, sentenció el secretario del Foreign Office, William Hague, quien también aseguró que, dado que el país nórdico es una de las democracias más desarrolladas del planeta, los derechos de Assange están totalmente garantizados por la ley en materia de extradición; algo que a los ojos del mundo no resulta del todo creíble.
Ecuador moviliza a la diplomacia latinoamericana
Tras recibir la “amenaza” del gobierno británico, las autoridades ecuatorianas no se hicieron esperar para movilizar a la diplomacia latinoamericana y sumar esfuerzos a favor de la inmunidad diplomática que le confiere a Ecuador la Convención de Viena de 1961 y de la que Inglaterra pretende despojar a la nación andina argumentando que esa protección no debe amparar a personas acusadas de delitos comunes. Para Inglaterra, Assange es acusado por un delito común, mientras que para Ecuador es víctima de una persecución política.
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (Alba) mostró su rechazo a la “aberrante posición británica” y dio su apoyo a Ecuador desde el mismo 15 de agosto, cuando supo de la “amenaza” de Inglaterra; lo mismo hicieron los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Uruguay y Argentina. El ministro de Exteriores venezolano, Nicolás Maduro, dijo rechazar la arrogancia y prepotencia demostrada por el gobierno británico, mientras que el presidente de Bolivia, Evo Morales, calificó la supuesta amenaza como una “agresión a toda Latinoamérica”.
Posteriormente, el 19 de agosto, tuvo lugar en Guayaquil, Ecuador, una sesión extraordinaria del Consejo de Ministros de Exteriores de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), para considerar la situación suscitada en la embajada ecuatoriana en Londres. Después de alrededor de 20 minutos de reunión se resolvió manifestar su solidaridad y respaldar a Ecuador ante la “amenaza” de violación del local de su misión diplomática, y exhortar a las partes para que continúe el diálogo y la negociación directa en procura de una solución mutuamente aceptable con arreglo al Derecho Internacional.
Al igual que la Unasur, la Organización de Estados Americanos (OEA) atendió, a través de su Consejo Permanente, el llamado de Ecuador y se reunió el pasado 23 de agosto en su sede en Washington. Tras cinco horas de debate y enmiendas a la resolución, resolvió, con 23 votos a favor y tres en contra —Estados Unidos, Canadá y Trinidad y Tobago— respaldar la inmunidad diplomática de Ecuador en Londres y rechazar cualquier intento que ponga en riesgo la inviolabilidad de los locales de las misiones diplomáticas, además de reiterar su respeto a la soberanía y su renuncia a recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza para dirimir los conflictos. Estados Unidos y Canadá, aunque no se opusieron al consenso, expresaron sus reservas a la resolución con dos notas al pie de página indicando la desaprobación sobre la “solidaridad y respaldo” y al texto en su conjunto, respectivamente.
Ante tal respuesta, Ecuador se dijo arropado por sus naciones hermanas y ahora se encuentra a la espera de la petición emitida por su Asamblea Nacional para que se lleve a cabo una reunión urgente con el Consejo de Seguridad de la ONU. Assange habló del apoyo latinoamericano como “un alza en el espíritu de independencia de América Latina”.
Han pasado tan solo 18 días desde que Julian Assange recibió las buenas nuevas por parte del gobierno de Rafael Correa; sin embargo, parece ser una eternidad para el creador del sitio web WikiLeaks, fundado en 2006 y que ayer cumplió 638 días de bloqueo bancario sin proceso; su fundador, 635 de detención sin cargos; su colaborador, Bradley Manning, 832 días sin derecho a juicio, y 718 días del juicio secreto en contra de WikiLeaks sin transparencia alguna.
Tic, toc, tic, toc, tic, toc… Mientras Reino Unido asegura que la resolución del caso llevará una cantidad de tiempo considerable, las horas, los días y los meses transcurren y Assange permanece recluido en la embajada de Ecuador en Londres a la espera de que llegue el momento en que pueda poner un pie fuera de la cancillería sin que los agentes de Scotland Yard vengan a su caza.