Parusía es “el advenimiento glorioso de Jesucristo al final de los tiempos” (RAE). Nuestra sociedad compleja y saturada de imágenes, audios, notas, datos, emociones encontradas, ánimos precipitados, contradicciones cotidianas, falsedades…, nuestro mundo requiere de la llegada de una generación que renueve y revitalice el mundo de la vida política, un advenimiento político glorioso. Nada sería mejor. La instrucción pública no lo hará, es la hora ciudadana, las y los, deberemos hacer nuestro mejor esfuerzo con rango de la actividad educativa, detonar la pedagogía del siglo XXI, la ciber-pedagogía, que no quiere aparecer.
La noción moderna de ciudadanía abre el “Mar rojo”: el paso de súbdito a ciudadano. El agotamiento del discurso de la revolución mexicana fertiliza ruptura y creatividad. En ese crisol está una nueva interpretación de ciudadanía, centro de la política del siglo XXI. El boleto de un viaje a los derechos que son ejercidos frente al poder del Estado. El ser humano titular de derechos públicos subjetivos. La política que transite en nuevas avenidas en las que ya no se puede calzar viejos paradigmas, métodos, rutinas, necedades, porque son inoperantes, por una razón simple: el Derecho es un atributo del individuo. Acontecimiento que singulariza al Estado de Derecho: el Estado de los ciudadanos.
Aspirar a la nación de los iguales, a la extensión de la ciudadanía, implica la institucionalización de principios abstractos de igualdad en la que el político sea el primero entre los pares, por la razón de que el político es el guía. El político es la clave de la idea de inclusión universal e igualdad en el ejercicio del poder político, mediante una fórmula simple y contundente: “a un ciudadano un voto”. La fuente de la ciudadanía es la razón y la autonomía de la voluntad.
Estas condiciones son trascendidas por la globalización. Así lo dice Habermas: “un espacio público planetario, consecuencia de una comunicación global, que apela a la opinión mundial.” Aparecen nuevas formas de exclusión y desigualdad: la exigua igualdad de derecho y la irrealizable igualdad de hecho. Lo que vuelve a los hombres iguales es la condición de ciudadanos, es un atributo exclusivo del ciudadano por su pertenencia a la comunidad política. Sin espacio público no hay ciudadanía igualitaria. Arendt nos dice que los individuos son diferentes en la esfera privada, aunque iguales en la esfera pública. Ello implica la necesidad de un mínimo de igualdad económica.
Las nuevas realidades empujan la parusía política. Esta asignatura pendiente requiere políticos profesionales y de tiempo completo. Cada quien desde su sitio piense lo que hace y sepa lo que dice, lo que discute, hoy debemos convocar y alentar ese advenimiento. Sin duda ese político deberá interpretar de manera actualizada los conceptos de la política. En consecuencia desentrañar una laica “Trinidad” política: Isonomia (El Padre): igualdad ante la ley; Isocracia (El Hijo): igualdad de poder; Isegoria (El Espíritu Santo): igualdad de palabra. No dar cabida a ciudadanos parciales y nominales. Un “éxodo” a la democracia como forma de vida. Nuevos “Mandamientos” que dirijan el dialogo.
La democracia no ha podido distribuir el poder político, ni ha podido corregir las desigualdades. La parusía política, sin duda, terminará con ciudadanos enajenados por imágenes, mentiras, falacias, y un largo etcétera. Reconstrucción de la democracia y la ciudadanía a través de la EDUCACIÓN Y LA CULTURA el “Maná” renovado de la política.
La película “Guasón” muestra la necesidad de la Parusía, es un espejo cruel que muestra los sufrimientos de las personas en singular y en plural, la enfermedad mental que la modernidad hereda y la posmodernidad hace epidémica, el “síndrome de Tourette”, es una escena cotidiana de una risa incontenible como coronación de la ausencia del otro, una soledad en medio de las multitudes que se abrazan a idolatrías irresponsables, efímeras y ante cualquier circunstancia. La vida compartida de “Guasón” con su madre recrea los remolinos de las confusiones, los engaños, la falta de confianzas mutuas; la vida laboral, la de payaso, muestra el discurso de la mentira y la trampa de una ruta de la competencia, la ausencia de una educación que permita, ser, llegar a ser, compartir como eje de alteridad, esos impulsos de nausea lo hacen soñar en ser comediante. La indiferencia social crea escenas de humillaciones, de violencias…, esa violencia, engendra más violencia, muestra de la necesidad de lo necesario, la medicina de la Parusía política, que posibilite la prudencia como virtud, para que el sufrimiento de “Arthur/Guasón”, la del cuerpo social sea la muestra cruel de la violencia que no se puede justificar, no obstante que la película aliente su comentario social. Todas las imágenes muestran la sociedad que somos y la vida compartida que llevamos, tenemos la necesidad de existir y dotar de reconocimiento a la Parusía política para las angustias de la condición humana.