Por Luis Enrique Mercado
La más reciente crisis del sistema financiero se quedó ya en la memoria histórica de 1994. A partir de entonces, la banca mexicana en particular ha sufrido una transformación profunda para convertirse en uno de los sistemas bancarios más sólidos del mundo.
El 1 de enero de 2013 entraron en vigor las nuevas reglas para la capitalización de los bancos, conocida como Basilea III, en el que se establece que las instituciones de banca múltiple deben tener un índice de capitalización (ICAP) superior al 10.5 por ciento.
A septiembre de 2018 el sector bancario mexicano tenía un índice de capitalización promedio de 15.85 por ciento, 5.35 puntos arriba del requerimiento mínimo exigido por Basilea III.
Los bancos que menos ICAP tienen están en 12, y hay instituciones con ICAP ligeramente superior a 20 por ciento.
En el financiamiento a la economía, el crédito bancario es la principal palanca para las empresas, los hogares y la construcción de vivienda.
Datos a octubre del año pasado indican que el financiamiento bancario a las empresas es tanto como el 25.5 por ciento del producto interno bruto (PIB); que el crédito a los hogares, en forma especialmente de crédito al consumo, representa tanto como el 16.2 por ciento del PIB y que el crédito a la vivienda llegó al 10.4 por ciento del PIB.
Es evidente que desde la crisis de 1994 el crédito bancario al sector privado ha crecido consistentemente y deberá crecer en los siguientes años para llegar a estándares mundiales.
Por ejemplo, en la zona euro el crédito bancario al sector privado llega a 87 por ciento del PIB, y en Asia alcanza el equivalente a 134 por ciento, lo cual revela que en México uno de los grandes retos de la banca es aumentar la penetración crediticia en el sector privado que, en total, entre los créditos a las empresas, al consumo y a la vivienda, significa el 47.3 por ciento del producto interno bruto.
El otro gran reto del sistema bancario en México es la bancarización de la sociedad.
Datos del Banco de México indican que solo cuatro de cada diez adultos tienen una cuenta bancaria, lo cual pone serios obstáculos, por ejemplo, para la dispersión de los apoyos sociales creados en este sexenio.
En la mayor parte de las economías avanzadas y en economías similares a la de México el uso del efectivo va cayendo en favor de cuentas bancarias y plásticos para el manejo del dinero.
En México la tendencia es al revés.
Un análisis del Centro de Investigación y Docencia Económica revela que, mientras en 2009 el efectivo promedio per cápita era de 4,500 pesos, para 2013 había aumentado a 5,500 pesos, y para 2013 subió a 8,000.
Todo parece indicar que este aumento del efectivo per cápita tiene que ver con la creación de la factura electrónica y que, para huir de la fiscalización, la sociedad prefiere el manejo de dinero en efectivo que por el sistema financiero.
El bajo índice de bancarización en México se debe no solo al temor a la vigilancia del fisco, sino a una menor cobertura de sucursales bancarias.
México es el tercer país con mayor número de sucursales en América, poco más de 12,700, mientras que Estados Unidos tiene 82,000 sucursales bancarias, y Brasil, 32,000. Pese a la diferencia en el número de habitantes, en México apenas hay 15 sucursales por cada 100,000 habitantes.
Colocar más crédito y lograr que la mayor parte de los ciudadanos tenga al menos una cuenta en el sistema financiero parecen ser los dos principales retos de la banca mexicana en este 2019.
Pero, sin duda, el camino para una mayor penetración bancaria no está en la apertura de nuevas sucursales, sino en el uso de las nuevas tecnologías que permitan que los usuarios lleguen al sistema vía on line.
Esta evolución del sistema bancario de sucursales, o presencial, hasta el actual sistema “en línea” ha sido una evolución constante.
Desde el teleproceso de los años 90 que la banca utilizó para bajar costos y darles rapidez y precisión a algunas operaciones se pasó a la banca electrónica, que soportada en computadoras y redes se pasó a la banca on line hasta lo que se conoce como omnicanalidad. En esta, el cliente tiene acceso a sus recursos a través de teléfonos inteligentes a través de los cuales puede, desde hacer algo tan sencillo como consultar saldos, hasta realizar operaciones más complejas como transferir, comprar por internet y utilizar su aparato para pagar a través de él.
Nadie duda de que el futuro es por ahí; hay convencimiento de que las sucursales físicas son cosas del pasado, aunque aún se necesitan en muchos puntos por problemas de conectividad. Pero en la medida que el gran público acepte que lo mejor para todos es trabajar dentro del sistema bancario formal, crecerá el crédito y la mayor parte de la población estará bancarizada.
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El autor es periodista especializado en economía y finanzas y fundador del periódico El Economista. Actualmente dirige Grupo Imagenzac.