Cierro los ojos y visualizo el último foro de negocios al que asistí. Un auditorio lleno de trajes oscuros, apretones de manos firmes y conversaciones sobre inversiones, desarrollos inmobiliarios y financiamiento. El aroma a café y a tabaco: un mundo que, aunque ha evolucionado, sigue oliendo a hombre.
Si bien las mujeres hemos avanzado en el mundo del liderazgo y los negocios, la realidad es que seguimos siendo una notable minoría en los espacios donde se toman decisiones. Lo veo en mi día a día y lo constato cuando asisto a reuniones de socios de despachos de abogados, área en la que me desarrollo: no es raro que mi colega de toda la vida, Tere Paillés, y yo seamos las únicas mujeres en la sala.
A lo largo de mi carrera he conocido a mujeres brillantes en este ámbito: abogadas, financieras, ingenieras, administradoras de fondos. Todas ellas, mujeres con un conocimiento profundo del mercado y de sus áreas de práctica, con habilidades estratégicas y un ojo clínico para los detalles. Sin embargo, son pocas las que llegan a liderar negocios. En México me resulta difícil identificar mujeres desarrolladoras de proyectos. Nosotras asesoramos, estructuramos, supervisamos contratos, analizamos riesgos. Pero cuando se trata de estar al frente, de tener la última palabra en las decisiones clave, este sigue siendo terreno masculino.
En esta industria la confianza lo es todo y, muchas veces, esa confianza se construye en espacios informales, en dinámicas que van más allá de la oficina. Un partido de golf, una comida de tres horas, unos tragos y un puro después de la junta. No es un cliché: es la realidad. Y ahí las mujeres seguimos teniendo acceso limitado.
A LAS MUJERES EN POSICIONES DE LIDERAZGO SE NOS PONE A PRUEBA
No se trata de victimizarnos ni de lamentarnos, simplemente es hacer visible la realidad con la que convivimos. En mi vida profesional he aprendido a moverme en este entorno y a ganarme un lugar en la mesa, pero es innegable que el escrutinio es distinto. A las mujeres en posiciones de liderazgo se nos pone a prueba constantemente; demostrar que merecemos estar ahí no es un ejercicio ocasional, sino un desafío continuo.
Sin embargo, no todo es pesimismo. Las mujeres hemos demostrado que, cuando se nos da la oportunidad, aportamos valor estratégico y visión de largo plazo; que somos meticulosas, analíticas y resolutivas, y estamos en los equipos que logran que los proyectos salgan adelante. El reto ahora es que no solo estemos en la ejecución, sino también en el liderazgo y la decisión.
No hay una fórmula única para lograrlo, pero sí pistas clave. Es fundamental abrir más espacios para que las mujeres accedan a posiciones de liderazgo y se conviertan en referentes. Al mismo tiempo, el mundo de los negocios necesita evolucionar: ampliar las formas en que se construyen las relaciones y fomentar entornos donde las mujeres podamos fortalecer nuestras redes e influencia.
El desafío es grande, pero el cambio es posible. En lo personal, quiero ver a más mujeres liderando las grandes decisiones. Quiero entrar a un foro y no sentir que irrumpo en un club de caballeros, sino que formo parte de un espacio diverso, dinámico y representativo del talento.
El camino aún es largo, pero si algo hemos demostrado las mujeres en puestos de liderazgo es que llegamos aquí para quedarnos. N
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María Esther Rey es socia de Pérez-Llorca en el área de Derecho Inmobiliario. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.