Estimados lectores, estamos comenzando el año 2023 y prácticamente en el mundo entero -aunque quizá en China con menos avance-, nos encontramos en una etapa postpandemia que nos ha permitido reiniciar todas nuestras actividades humanas con cierta normalidad, probablemente nueva normalidad, en donde estamos confrontando nuestros viejos paradigmas versus las nuevas realidades en materia de negocios.
Por ejemplo, los gobiernos occidentales han visto con preocupación creciente que las decisiones tomadas antes de la pandemia por COVID 19 por parte de distintas empresas de alta tecnología, para ubicar sus factorías en países asiáticos y así aprovechar los costos ínfimos de la mano de obra, han causado que los fabricantes de semiconductores, entre otros productos, al ver interrumpidas sus cadenas de suministro, generaran graves problemas en la industria automotriz, en la electrónica y en la de electrodomésticos, entre otras; esto a la postre ha creado una nueva tendencia denominada como “nearshoring”, que no es otra cosa que reubicar las plantas de manufactura de una gran cantidad de suministros como los descritos en el norte de nuestro país, a fin de seguir aprovechando el bajo costo de la mano de obra, pero con centros de producción más cercanos a los centros de manufactura de bienes y productos de alto valor y demanda por parte de los consumidores de alto poder adquisitivo en los Estados Unidos y Canadá.
Este cambio de paradigma, sin duda, nos está brindando oportunidades para empresas mexicanas que pueden convertirse en integrantes de las nuevas cadenas de suministro de Norteamérica, con lo cual se logrará generar una cantidad importante de empleos de alta calificación, mejor remunerados y que podría crear una mejor derrama económica para nuestro país, lo cual a todas luces será positivo en un contexto en donde no existe una política económica orientada a aprovechar esta coyuntura de relocalización de inversiones.
Por otro lado, nos encontramos con una gran disyuntiva en donde los trabajadores en general, especialmente en las grandes urbes, se cuestionan la conveniencia de seguir acudiendo a sus centros de trabajo, conforme a las jornadas laborales previas a la pandemia; es decir, al menos 8 horas diarias, durante cinco o seis días a la semana. Este cuestionamiento enfrenta una incapacidad generalizada por parte de los pequeños y medianos empresarios (las excepciones siempre confirman la regla y deben ser resaltadas de manera especial) de planear y organizar el trabajo en función a objetivos, en lugar de horas, y, por tanto, para establecer los indicadores del desempeño que expresen con claridad los logros de la compañía, conforme a su misión empresarial.
En la medida en que logremos cambiar este paradigma y nos concentremos en los objetivos, en lugar de en el número de horas establecido en los contratos de trabajo, podremos tener una productividad incremental, debido a una mejor organización de las actividades, incluyendo el evitar el desperdicio de tiempo de traslados, especialmente en las llamadas horas pico.
Asimismo, al lograr una claridad en los objetivos y desarrollar una adecuada planeación estratégica podremos también establecer los indicadores del desempeño que reflejen con claridad los avances de cada uno de los colaboradores de la empresa, mismos que, al tener un propósito claro de su trabajo, harán que mejoren las condiciones económicas de ambas partes.
Así es, cuando hablamos de Pandemias y Negocios lo único cierto es que debemos estar listos para desarrollar los nuevos paradigmas para el futuro que estamos construyendo desde hoy.
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Por Jaime Salazar Figueroa,
CEO de Comexposium para LatAm