Extraordinario, único, bondadoso y compasivo son los adjetivos más frecuentes con los que se describe al ingeniero Ignacio Holtz Hale, quien el pasado 24 de octubre falleció después de cambiar la vida de miles de personas en México.
Deborah Holz, la mayor de sus tres hijas, lo describe como “el gozo mismo de la vida”, y recuerda las tardes en las que escuchaban música juntos: la década de 1960 llegaba a sus últimos años e, inevitablemente, toda la familia era beatlemaniaca. En casa de los Holtz la música era el centro de reunión; don Ignacio, dotado con oído absoluto, era un enamorado de las notas y, en especial, disfrutaba de los soundtracks de las películas. Desde que eran pequeñas, sus hijas fueron aleccionadas sobre los compositores musicales detrás de sus películas favoritas.
Ignacio Holtz fue un importante ingeniero que, junto con su colega Emilio Rosenblueth, desarrolló un método para calcular la elasticidad de estructuras (edificios) altas con características simétricas. Este método era una manera muy rápida de calcular una serie de valores para identificar si la estructura sería resistente a movimientos sísmicos.
Eso le dio gran reconocimiento en México y en todo el mundo. Era calculista y un amante del diseño, la pintura y la arquitectura. Además, durante varios años estudió arduamente sobre psicoanálisis, lo que después le dio mucha sensibilidad para comprender a quienes se acercaban a él a pedir consejo o ayuda.
PASIÓN POR EL ARTE Y EL DISEÑO
El diseño y el arte lo apasionaban, así que en cada una de las casas en las que vivió se entregaba a un estilo distinto. Una de las más grandes obras de su vida fue la casa que creó junto con su esposa y compañera de vida, Beatriz Mendivil: la casa art nouveau más grande que existe en el mundo.
La pasión se desarrolló al comprar una pieza y, después, unos candelabros con un reloj. Más tarde, él y Beatriz recorrieron rincones de todo el mundo hasta dar con las piezas que habitan en ese hogar. Pero lo más importante de todo es que durante cinco años planearon cada detalle que compondría su futuro hogar: desde los barandales de las escaleras hasta las manijas de las puertas, lámparas, vitrales, apagadores de luz y mesas.
Beatriz llegó a la vida de Ignacio y se complementaron de manera muy natural y orgánica. Tal fue su compaginación que cuando a él lo diagnosticaron con insuficiencia renal, ella fue la donadora que le regaló a su marido muchos años más de vida.
Al llegar el diagnóstico, Holtz se anotó en una lista para recibir un órgano cadavérico, pero al cabo de un año de estar en esa lista se dio cuenta que podían pasar hasta siete años antes de que le tocara un órgano compatible. Su vida se veía interrumpida por las sesiones de diálisis y toda la familia dormía todas las noches pidiendo que llegara el riñón.
EL RIÑÓN DE BEATRIZ
Al final, el riñón de Beatriz fue compatible y, tras una exitosa cirugía, Ignacio Holz volvió a la vida. Muchas personas, después de una operación como esta, se dedican a disfrutar por completo o trabajan frenéticamente aprovechando la segunda oportunidad. Holtz no. Él se comprometió a hacer todo lo que estuviera en sus manos para que otros no murieran en el proceso de encontrar un donador.
Esta experiencia lo llevó a escribir el libro El riñón de Beatriz, en el que, además de contar su experiencia y homenajear a su esposa donadora y a todos los médicos y personas que han participado en su labor altruista, habla de la desalentadora situación que viven los enfermos con insuficiencia renal crónica en México, exponiendo el cabildeo que se ha hecho durante años para crear una nueva Ley de Trasplantes, los costos de realizar un trasplante de este tipo y los poquísimos hospitales públicos en México que tienen las condiciones para realizar un procedimiento de esta naturaleza.
Fue ahí cuando creó el programa diez sonrisas, en el que diez padrinos donaron el dinero para trasplantar a un niño que necesitaba un riñón. En ese momento empezó lo que sus familiares describen como “una de las labores más impresionantes”. Organizó —junto con la fundación de la familia Slim y el programa Solo por Ayudar, de Lolita Ayala— un programa para trasplantar a personas sin recursos en el hospital ABC y en el Instituto de Trasplantes de Cuernavaca. Con estos programas se llegó a trasplantar a más de 1,500 personas de escasos recursos.
IGNACIO HOLTZ, ROTARIO
Después se volvió rotario que, en su libro, El riñón de Beatriz, describe como “una organización mundial de voluntarios conformada por líderes empresariales que prestan servicio humanitario en sus comunidades y promueven el trabajo social”.
Al ingresar en el Club Rotario Cuajimalpa, que se convirtió en su segunda familia, se dio cuenta de que era posible unir el club con el programa de trasplantes. Después de mucho esfuerzo y de años de mostrar los increíbles resultados que tenían los trasplantes en las personas que anterior a ellos vivían en diálisis, consiguió llegar a Estados Unidos, en donde propuso a un grupo de rotarios buscar un apoyo para la realización de trasplantes en México.
Así consiguió una subvención proveniente del señor Beahon, un estadounidense próspero que falleció de insuficiencia renal y dejó un fondo para esa causa. En 2016, nació el Holtz-Beahon Kidney Transplant Program, que hasta el día de hoy ha logrado trasplantar entre 30 y 40 personas cada año en México.
El ingeniero Ignacio Holtz llevaba las cosas hasta el límite y lo hacía siempre bajo la premisa de ayudar, de compartir conocimiento y también de disfrutar de la vida y de las personas que lo rodeaban. Sin duda, será profundamente extrañado por sus familiares, pero su obra vivirá por siempre y seguirá cambiando vidas por mucho tiempo más. N