ONU-Hábitat ha señalado la importancia que tienen los vecinos para transformar positivamente a sus barrios, y de la coordinación que estos deben manejar con sus autoridades para lograrlo. Y es que debemos estar conscientes de que no todo siempre se debe dejar en manos del Estado o del gobierno, sino que se deben diseñar los esquemas e instituciones que empoderen a la ciudadanía con políticas de transparencia y participación efectiva.
Estos programas participativos detonan el trabajo proactivo y generan una línea de comunicación y de administración más eficiente entre barrios y autoridades, lo cual es un factor relevante que lleva a las ciudades a convertirse en inteligentes.
Actualmente, existen dos incisos filosóficos en el mundo en cuanto a la dirección de las ciudades inteligentes. El primero se enfoca en la preocupación de que una ciudad que se digitalice haga que la gobernanza se vuelva “fría”, sin que exista una interacción humana entre autoridades y ciudadanos, y con un gobierno con cada vez mayor control y supervisión de sus ciudadanos. Además, es una a la que le inquieta la libertad del ciudadano y el manejo de la transparencia.
La otra dirección es la opuesta, en la que las políticas públicas y las herramientas digitales empoderan al ciudadano y a la comunidad más que a la autoridad. Es convertir a los barrios en espacios inteligentes entendiendo la importancia de solucionar sus problemas locales y no solo los problemas regionales. Y atendiendo los temas micro, no solo los macro, que muchas veces las autoridades no contemplan.
PARTICIPACIÓN DE LOS BARRIOS
Para este objetivo se deben consolidar esquemas no solo de participación barrial, sino de autogestión, donde cada comunidad no solo pide ayuda del gobierno, sino que más bien toma acción para resolver sus propios retos comunitarios y con mayor eficiencia.
Esto se inicia con consejos de desarrollo comunitario, donde hay ciudadanos activos que interactúan con el gobierno respecto a sus problemas, y se capacitan para generar soluciones técnicas considerando las necesidades a largo plazo para la comunidad, y manteniendo a esta informada, activa y corresponsable.
Otro paso indispensable es generar planes y programas de barrios, no solo de ciudad, con un panorama a 5, 10 y 20 años que defina el rescate de zonas de desastres naturales o de riesgo, la creación de espacios públicos estratégicos, intervenciones de conectividad vial, rediseño de calles, ampliación de aceras y cruceros, infraestructura, entre otros.
Afortunadamente, por medio de la tecnología es ahora más fácil georreferenciar retos y necesidades a escala de barrio, con herramientas colaborativas que apoyan la planeación de soluciones concretas a problemas específicos de calle por calle, y barrio por barrio.
Otro elemento a considerarse son los presupuestos participativos, pero con una perspectiva barrial, y que son fondos de gobierno que la alcaldía etiqueta para ser gastados en las prioridades que la ciudad decide año con año por medio de votaciones. Sin embargo, las ciudades inteligentes deben ir un paso mas allá, etiquetando fondos de barrio por barrio, de manera que los recursos y la participación se enfoque en la solución de necesidades y preferencias barriales, y que recompense ya no a los barrios que van a generar más conveniencia electoral, sino a las comunidades más participativas y proactivas. Esta evolución es fundamental para la creación de ciudades inteligentes.
FONDOS CON ESTRUCTURA
El siguiente paso que se visualiza es darles estructura a esos fondos. Se deben definir con claridad los tipos de ingresos que deben ser etiquetados, y que pueden ser un porcentaje de sus impuestos prediales, de parquímetros, concesiones que se tengan en su sector, o incluso de derechos de desarrollos inmobiliarios, entre otros.
Hablamos de recursos adicionales que salen de esa misma colonia, pero que se quedan y se invierten en esta, en lo que la misma comunidad necesita en ese momento o para implementar los planes y programas de barrio que estos elaboraron.
Esto ayuda a la transparencia, ya que cada barrio decide conforme ciertos parámetros lo que sí califique y lo que no, para no gastarse en cuestiones que no den rentabilidad o un retorno adecuado. Además, forja una cogobernanza que es el siguiente paso de la transparencia, ya que primero es la rendición de cuentas, pero el objetivo es empoderar a los ciudadanos para que ellos resuelvan la mayor cantidad de sus problemas con tan solo la ayuda indispensable de parte del gobierno. N
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Marco Martínez O’Daly es especialista en planeación urbana y digital y es asesor de la Fundación Friedrich Naumann. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.