A mitad de la noche, Santi, de seis años, despierta aterrado. Grita, llora de miedo, pide ayuda desesperadamente y trata de defenderse como si algo o alguien lo estuviera atacando. Sus padres se despiertan desconcertados y rápidamente se dirigen a la habitación de su hijo. Al llegar, encienden la luz y ven a Santi de pie completamente solo. Se acercan con prisa al pequeño solo para darse cuenta de que está empapado en sudor y tiene los ojos abiertos y las pupilas dilatadas.
Su madre lo abraza y trata de calmarlo, pero no lo consigue. Su padre, con voz firme, lo llama por su nombre, pero tiene la misma suerte que su esposa. No entienden qué le ocurre a su hijo y comienzan a tener miedo de lo que ven. Finalmente, después de varios minutos, el pequeño reacciona y ve a sus padres aterrados, preocupados e igual de desconcertados que él al preguntar, ¿qué hacen aquí?
Al día siguiente, durante el desayuno, María, la mamá de Santi, le pregunta a su hijo sobre lo que pasó en la noche. Pero su hijo no entiende de qué le está hablando, él no recuerda nada. Esto deja aún más desconcertada y preocupada a María, quien comienza a creer que todo esto se trata de un suceso paranormal producto de la brujería.
Por la tarde, después de clases, Santi y su madre van al café tarot de su colonia para que la vidente cure de “espanto” al pequeño. María cree que con eso será suficiente, pero está muy equivocada. Durante las próximas dos semanas, por las noches, Santi continúa presentando conductas aterradoras en más de una ocasión.
NO ES BRUJERÍA, NI MAGIA
María y Pablo, su esposo, están muy preocupados. Acuden una y otra vez con la vidente, tanto que el caso de Santi comienza a ser tema de conversación en el café tarot. Hasta que una joven mesera, estudiante de psicología, se les acerca para decirles que el caso de su hijo se asemeja mucho a uno de los trastornos del sueño de los que hablaron en su clase de neurofisiología. Así que les recomienda acudir a una clínica del sueño.
Los padres de Santi están tan preocupados por su hijo que sin pensarlo aceptan la recomendación de la joven. De modo que al día siguiente acuden a una clínica del sueño donde los especialistas comienzan la consulta haciendo un historial clínico de Santiago.
¿Qué le ocurre a su hijo?, ¿con qué frecuencia suceden los eventos?, ¿cuánto duran los eventos?, ¿pueden despertar a su hijo con facilidad?, ¿su hijo recuerda los eventos al despertar?, son algunas de las preguntas que los especialistas realizan a los padres de Santi para averiguar qué ocurre con el pequeño.
La información recabada durante la entrevista es más que suficiente para que los doctores determinen que los eventos indeseables y extraños que Santi está padeciendo mientras duerme es lo que se conoce como terrores nocturnos.
¿QUÉ SON LOS TERRORES NOCTURNOS?
Entrevistados por Newsweek en Español, la Dra. Yoaly Arana, coordinadora de Atención Clínica en el Centro de Sueño y Neurociencias, y el Dr. Reyes Haro, director del Instituto Mexicano de Medicina Integral del Sueño, coinciden en que los terrores nocturnos son eventos que suelen presentarse en el primer tercio de la noche, durante una etapa del sueño muy particular: el sueño de ondas lentas.
En dicha etapa tiene lugar el periodo de sueño más profundo, en el que más se descansa físicamente. Por eso, cuando María y Pablo trataban de despertar a su hijo les costaba mucho trabajo, y cuando lograban hacerlo, Santi se encontraba completamente desorientado.
Los terrores nocturnos se presentan con mucha mayor frecuencia en niños que en adultos. Los síntomas comienzan alrededor de los tres o cuatro años y generalmente desaparecen alrededor de los 11 o 13 años, cuando se inicia la pubertad y ha acabado o reducido el neurodesarrollo.
La Dra. Arana explica que, “durante los eventos de terrores nocturnos, los pacientes, aun dormidos, comienzan a gritar de miedo o se sientan o salen de la cama repentinamente en busca de ayuda”.
LLORAR, GOLPEAR…
Por su parte, el Dr. Haro añade que “los pacientes también pueden comenzar a llorar inconsolablemente, lanzan golpes como tratando de defenderse y muestran signos de actividad autonómica excesiva como taquicardia, taquipnea, tensión muscular y sudoración”.
Y ambos especialistas coinciden en que, durante un evento de terrores nocturnos, los pacientes son difíciles de despertar y pueden permanecer así durante cuatro o cinco minutos antes de volver a dormir.
La Dra. Arana también precisa que “puede haber noches en las que se presente una activación mayor.” La especialista explica que a veces se puede presentar un evento corto, y con una activación física no tan intensa en la que tal vez el paciente solo se siente en la cama y empiece a hablar con un poco de miedo.
Pero habrá noches en las que puede tener una activación aparatosa en donde, con toda claridad, el paciente grite, pida ayuda, patalee, dé golpes y que dicha activación dure más tiempo.
El Dr. Haro hace hincapié en que los terrores nocturnos incluso son considerados parte del desarrollo de los infantes como lo es el sonambulismo u orinarse dormidos. “Este trastorno del sueño generalmente es transitorio e incluso muchos autores de la literatura especializada, alrededor del mundo lo consideran parte del desarrollo de los niños”, puntualiza el experto.
ESTUDIO POLISOMNOGRÁFICO
A la pregunta de cómo se diagnostican los terrores nocturnos, la coordinadora de Atención Clínica en el Centro de Sueño y Neurociencias, la Dra. Yoaly Arana, comenta que, “en la mayoría de los casos, basta con hacer una historia clínica para identificar los síntomas que indican que se trata de terrores nocturnos”.
Solo en algunos casos, continúa, “se llega a hacer un estudio polisomnográfico. Pero este no se hace para confirmar el terror nocturno, sino para descartar la presencia de otros trastornos del sueño”.
Por su parte, el director del Instituto Mexicano de Medicina Integral del Sueño, el Dr. Reyes Haro, explica que “durante un estudio polisomnográfico al paciente se le colocan sensores electrodos que registran, segundo a segundo, 14 variables fisiológicas del organismo, entre las cuales se encuentran la actividad cerebral, muscular, respiratoria y ocular.
“Adicionalmente se hace una grabación en video que permite identificar las etapas de sueño del paciente”, sostiene el experto.
DEUDA DE SUEÑO
Al preguntarle a los especialistas cuáles son las causas que desencadenan los terrores nocturnos, ambos coinciden en que son consecuencia de la deuda de sueño o algún trastorno respiratorio durante el dormir, como los ronquidos.
La Dra. Arana comenta que a muchos padres se les olvida que los niños requieren más tiempo de sueño. “Muchas veces los padres hacen que el tiempo de descanso de los niños coincida con el suyo. Esto va generando una deuda de sueño en los infantes y es el principal factor que desencadena los terrores nocturnos”, explica la especialista.
Por su parte, el Dr. Haro refiere que, en ocasiones, el cambio de nivel escolar, pasar de preescolar a escolar, el cambio de casa, algún cambio en la familia o problemas en la dinámica familiar percibidos por los niños también pueden detonar los terrores nocturnos.
Finalmente, La Dra. Arana comenta que durante periodos de estrés o de ansiedad puede haber un incremento en los episodios nocturnos. “La ansiedad puede ser producto de exponer a los pequeños a información de contenido violento en las noticias, películas, series o programas de terror. Pero también puede ser ocasionada por eventos buenos, como acudir a una fiesta infantil”, detalla la doctora.
¿CÓMO CURARLOS?
El Dr. Haro explica que, una vez que se diagnostican los terrores nocturnos, el tratamiento consiste, principalmente, en implementar un programa de higiene del sueño. Este consiste en identificar y modificar aquellas conductas que generan la privación de sueño con el fin de aumentar el tiempo total de sueño de los pequeños.
De acuerdo con la National Sleep Foundation, los niños en edad preescolar (3-5 años) deben dormir entre 10-13 horas. Mientras, los niños que se encuentran en edad escolar (6-13 años) deben dormir entre 9 y 11 horas diarias.
Sin embargo, “en México, por lo regular, los niños duermen menos de lo que necesitan, hasta una hora y media o dos menos de lo que necesitan por noche”, afirma Haro.
Por otra parte, La Dra. Arana recomienda a los padres no intervenir durante los eventos de terror nocturno, pues comenta que “varios estudios han demostrado que cuando hay una intervención parental durante los eventos, estos duran más”.
VIGILAR, NO INTERFERIR
Por lo tanto, la especialista aconseja no interferir en los momentos de activación, sino únicamente vigilar que los pequeños no se hagan daño.
Por último, añade la Dra. Arana, “si en la historia clínica se observan indicios de que el niño está padeciendo algún otro trastorno del sueño, como los ronquidos, entonces también hay que atenderlos y monitorear si con eso los terrores nocturnos se reducen”.
Los especialistas insisten en que, en el tratamiento de los terrores nocturnos en infantes, recurrir a fármacos es lo último en lo que se piensa porque prácticamente no hace falta.
Sin embargo, la Dra. Arana explica que “solo cuando los eventos son muy intensos, sí se utilizan medicamentos que reducen la expresión de la tercera etapa de sueño”.
En tanto, el Dr. Haro señala que hacer esto es muy delicado, pues “reducir esa etapa tiene serias implicaciones, podría afectar algunas funciones en los infantes, pues es la etapa en la que se produce la hormona del crecimiento y en donde el cuerpo produce la mayoría de las sustancias con las que funciona”.
TERRORES NOCTURNOS O PESADILLAS
Los terrores nocturnos pertenecen al grupo de las parasomnias de activación. Las parasomnias son episodios físicos no deseables que ocurren durante el sueño y que toman la forma de sucesos autonómicos con diversos grados de despertar. Se deben a una activación de sistemas fisiológicos como el sistema motor, sistema nervioso autónomo o sistema cognitivo en momentos inapropiados del ciclo sueño vigilia.
Existen otras parasomnias con las que se confunden los terrores nocturnos. Por ejemplo, “suelen confundirse mucho con las pesadillas, que básicamente son sueños de contenido ansioso, y en las cuales los pacientes pueden llegar a tener conductas defensivas como resultado de lo que están soñando”, detalla el Dr. Haro.
“Entonces, a veces, los terrores nocturnos son confundidos con pesadillas porque los papás, al presenciar estos eventos, tratan de despertar al paciente y lo presionan para que este les diga qué es lo que estaba soñando y por la presión, el niño termina diciendo que estaba soñando algo”, explica la Dra. Arana.
Sin embargo, la Dra. Arana explica que la diferencia más clara entre las pesadillas y los terrores nocturnos es que cuando el paciente despierta de una pesadilla, puede saber con toda claridad que estaba soñando, relatar lo que estaba soñando y qué es lo que le estaba generando miedo.
Por otro lado, el Dr. Haro explica que, en un episodio de terror nocturno, el paciente nunca recuerda lo ocurrido.
Esta diferenciación se debe a que “las pesadillas ocurren durante la etapa del sueño mor (movimiento ocular rápido), que es la etapa del sueño en la que soñamos. Y los terrores nocturnos ocurren en la etapa del sueño de ondas lentas, la etapa más profunda”, señala Dra. Arana.
LA IMPORTANCIA DE ESTAR INFORMADOS
Así como Santiago, uno de cada cuatro niños presenta trastornos del sueño, entre ellos, los terrores nocturnos que se presentan en 3 por ciento de los niños de 1 a 14 años, con frecuencia máxima entre los 2 y los 4 años.
La Dra. Arana precisa que “es importante conocer sobre este padecimiento porque no solo quien padece terrores nocturnos experimenta una situación aterradora, sino también quienes presencian los eventos, generalmente los familiares”.
La Dra. Arana y el Dr. Haro concluyen con la importancia de entender que los trastornos del sueño nos acompañan a lo largo de la vida. Entonces, si algo está perturbando el dormir de un niño, es muy importante corregirlo, pues de no hacerlo puede verse afectado su desarrollo físico y sus funciones cognitivas como el aprendizaje, la memoria e incluso la conducta.
“Afortunadamente, hoy conocemos muy bien los trastornos del sueño y todos tienen un tratamiento que suele ser muy sencillo y rápido”, finaliza el Dr. Haro. N