Cuando pensamos en nuestra mortalidad nos resulta menos aterrador e indoloro imaginar que morimos de viejos y estando dormidos. Pese a ello, no debemos olvidar que la muerte en el sueño puede alcanzarnos a cualquier edad, causar tremenda sorpresa a parientes y amigos, y dejar muchas preguntas sin respuesta.
¿A qué se debe, exactamente, que algunas personas fallezcan mientras duermen? ¿Es posible prevenir esas muertes?
Aunque numerosas investigaciones apuntan a que dormir en exceso o muy poco se asocia con un mayor riesgo de mortalidad general, no hay pruebas contundentes de que la cantidad de sueño contribuya a la muerte nocturna.
Diversos expertos señalan que buena parte de las muertes que sobrevienen durante el sueño son consecuencia de problemas de salud bastante comunes. De modo que tenemos la posibilidad de reducir nuestro riesgo de morir dormidos.
“En términos generales, las muertes que ocurren durante el sueño suelen estar relacionadas con problemas cardiacos, pulmonares o cerebrales”, informa el Dr. Milind Sovani, neumólogo y consultor en medicina respiratoria del Hospital Universitario de Nottingham, parte del sistema de salud NHS Trust, Gran Bretaña.
“No obstante, también se sabe de individuos diabéticos que mueren mientras duermen a causa de una disminución drástica de los niveles de glucosa en sangre”, añade.
Sovani señala que a veces intervienen estados de salud más complejos. Y, al respecto, cita el caso de un hombre de poco menos de 40 años, quien murió durante el sueño a consecuencia de la enfermedad de Pompe, un trastorno genético del metabolismo de la glucosa que ocasiona debilidad muscular y dificultades respiratorias.
FACTORES DE RIESGO Y CONSERVACIÓN DE LA SALUD
Aun así, precisa, lo más común es que la muerte nocturna sea resultado de padecimientos que pueden controlarse médicamente.
Sovani hace notar que muchas personas duermen en posición supina (boca arriba), postura que incide en el volumen pulmonar. Sin embargo, el neumólogo agrega que la respiración en estado de reposo también puede verse afectada por trastornos como parálisis del diafragma, músculo que desempeña un papel crítico en la respiración.
Entre tanto, la epilepsia y otros problemas neurológicos pueden representar un riesgo de muerte nocturna.
Quienes padecen de epilepsia refractaria tienen mayor riesgo de presentar un síndrome conocido como “muerte súbita inesperada en la epilepsia” (SUDEP). Este es atribuido a convulsiones que afectan la frecuencia respiratoria y cardiaca, así como la actividad eléctrica del cerebro.
En ese sentido, una investigación publicada en 2018, en la revista Frontiers in Neurology, halló que la probabilidad de un incidente SUDEP se incrementaba durante la noche y hacia el amanecer.
Por otra parte, la hipertensión arterial mal controlada aumenta el riesgo de accidentes cerebrovasculares, los cuales pueden ocurrir mientras dormimos. Muchas veces, con consecuencias mortales.
Otros problemas que pueden agravarse durante las horas de sueño incluyen la insuficiencia cardiaca y, especialmente, la apnea del sueño. Este es un trastorno que ocasiona episodios repetidos en que la respiración se interrumpe unos segundos para luego reanudarse.
APNEA OBSTRUCTIVA DURANTE EL SUEÑO
En 2017, una investigación de la Clínica Cleveland determinó que las personas que sufren de una forma de apnea conocida como “apnea obstructiva del sueño” tienen una probabilidad 2.5 veces mayor de sucumbir a la “muerte súbita cardiaca” entre la medianoche y las seis de la mañana.
Por último, el mismo estudio descubrió que el riesgo de sufrir una muerte súbita cardiaca aumenta después de los 60 años de edad.
Aun cuando las formas leves de apnea pocas veces requieren de tratamiento, los casos más graves deben tratarse con un dispositivo conocido como “CPAP” (siglas en inglés de “presión positiva continua en las vías respiratorias”). Esta es una máquina que bombea aire a través de una mascarilla con la que el paciente debe cubrir su boca y nariz mientras duerme.
Sovani hace énfasis en que existen alteraciones del corazón que pueden resultar peligrosas si no se tratan, incluidas las arritmias y otros trastornos del ritmo cardiaco.
Es común que los individuos que adolecen de estos problemas requieran de marcapasos o desfibriladores implantables. Los marcapasos son dispositivos que envían señales para que el corazón vuelva a su ritmo normal. En tanto, los desfibriladores controlan el ritmo cardiaco y emiten una descarga eléctrica cuando detectan arritmias peligrosas.
Por último, las enfermedades crónicas —como hipertensión, diabetes y obesidad— afectan la salud e incrementan la probabilidad de desarrollar complicaciones.
A fin de disminuir el riesgo, es necesario tratar estos padecimientos y llevar un estilo de vida saludable. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).