MÉXICO y Perú recién vivieron este domingo una jornada electoral importante, cada una con sus particularidades y diferentes aristas, propias de las reglas y condiciones políticas, sociales y económicas en cada nación.
En medio de una pandemia, la ciudadanía ha salido a ejercer su derecho al voto, bajo los protocolos sanitarios establecidos por las autoridades competentes. México llamó a las urnas a más de 93 millones de votantes en elecciones intermedias, con una participación ciudadana de 52 por ciento, superior a las intermedias de 2015, que arrojaron un 47 por ciento, pero inferior a las presidenciales de 2018, con un 63 por ciento.
¿Qué estaba en juego en esta elección? Quince gubernaturas y elecciones locales tanto de diputaciones como ayuntamientos, pero, a nivel federal, la composición de una cámara baja cuya mayoría ostenta el partido político Morena del ejecutivo presidencial y que incrementó drásticamente tras las elecciones de 2018.
Por su parte, Perú llamó a votar a más de 25 millones de electores en elecciones presidenciales de segunda vuelta, país en donde el voto es obligatorio y que en esta ocasión obtiene un 76 por ciento de participación ciudadana, mayor al 70 por ciento de la primera vuelta.
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¿Cuál era el contexto de esta elección? Una gran polarización con dos propuestas y perfiles radicalmente opuestos en las candidaturas contendientes, un país con cuatro presidentes en un lapso de cinco años, y una profunda desigualdad entre la sociedad peruana. Además, enmarcada por una primera vuelta donde las dos candidaturas que quedaron en primer lugar obtuvieron apenas 18 y 13 por ciento de la votación; y un altísimo 18 por ciento sumado de votación nula y votos en blanco.
De los resultados de esta elección, para México se desprende un repunte de la alianza conformada por los partidos políticos que históricamente habían sido mayoría y que habrían perdido curules en 2018; además de tres partidos políticos nacionales de reciente creación que probablemente no logren conservar su registro, pues difícilmente obtendrán el 3 por ciento de votación requerido; y quienes no destacaron en esta elección fueron las candidaturas independientes.
Por otra parte, es muy probable que, por primera vez, al menos cinco mujeres queden al frente como gobernadoras en las entidades federativas, una realidad que avanza en materia de paridad desde la reforma político electoral de 2014. Un aspecto que es imposible dejar de observar se refiere a la violencia política que empañan los procesos electorales y que este 2021 no ha sido la excepción, con más de 90 personas asesinadas.
Respecto a Perú, en una contienda donde los resultados que estamos conociendo para la segunda vuelta, con menos de 1 por ciento de diferencia entre las dos candidaturas, y donde aún faltan por procesar las actas del voto en el extranjero y de algunas zonas rurales, no hay nada dicho todavía.
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Se vislumbra un panorama complejo; por una parte, que quien no resulte vencedor en esta elección acepte y reconozca los resultados ante una diferencia tan estrecha, así como el reto tan grande que adquiere quien resulte ganador. Por otra parte, gobernar un país con un muy bajo porcentaje de apoyo en la primera vuelta, y prácticamente con un empate técnico en la segunda, además, el reto de tratar de unificar a un país sumamente dividido y polarizado.
¿Qué sigue tras la elección? Administrativamente aún faltan los cómputos distritales y municipales, a fin de determinar los resultados electorales definitivos y entregar las constancias a quienes resulten ganadores, así como las impugnaciones que puedan presentarse tanto en México como en Perú. Posterior a ello, entonces irán quedando firmes los resultados de las votaciones. En el ámbito institucional, hoy más que nunca, queda de manifiesto la importancia que sostienen las instituciones democráticas, su profesionalismo y eficiente desempeño.
Por su parte, la participación ciudadana demuestra que, a pesar de una pandemia, ejerce su deber cívico de elegir, salir a votar y plasmar su derecho a ello en las urnas. Mención aparte merecen las y los ciudadanos que han fungido como funcionariado en mesas de casillas, quienes se involucraron para recibir y contar los votos de la ciudadanía en una larga jornada electoral; todo el reconocimiento para esas personas.
En el ámbito político, queda claro que las propuestas y candidaturas deben replantearse, con miras a que las boletas presenten opciones a la altura de la ciudadanía; basta con dar cuenta de los votos nulos y en blanco, y de una participación que podría ser mejor.
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Por último, llega el momento en que las campañas terminan y la propaganda se retira; sin embargo, no deben quedar en el olvido las promesas realizadas y el ímpetu de servir a la gente por parte de quienes resultan electos; tampoco para la ciudadanía debe quedar guardada en un cajón la democracia hasta las próximas elecciones; debemos seguir trabajando por ella, cuestionando, evaluando y exigiendo resultados.
Si bien México y Perú tienen cada uno sus particularidades y reglas, ambos países guardan el anhelo de que quienes gobiernen asuman con responsabilidad honesta el enorme reto de trabajar para toda la ciudadanía; de dejar a un lado el discurso divisorio y polarizado; además, pugnar por establecer políticas públicas incluyentes, de desarrollo social y económico, dignas de una ciudadanía que ha participado y que se ha involucrado en estas elecciones; pues finalmente quienes son realmente protagonistas de una democracia son sus ciudadanas y ciudadanos. N
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Gema N. Morales Martínez es consultora en democracia, elecciones y participación ciudadana. Consejera Electoral 2014-2020. Secretaria de Investigación y Estudios Electorales AMCEE. Coordinadora de publicaciones sobre participación ciudadana, educación cívica, voto nulo, pueblos originarios y juventud. Miembro de la Red de Politólogas y docente del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.