En la naturaleza no existe un depredador del escurridizo colibrí. Pero el ser humano se ha encargado de arrancar sus plumas, destruir sus ecosistemas o convertirlo en amuleto.
EL COLIBRÍ es un ave pequeña asociada con deidades mexicas como Huitzilopochtli. Es su alter ego, su representación. De ahí su crucial importancia y porque, junto con las mariposas, son seres que pueden ir y venir del mundo de los muertos.
Además, según narra en entrevista Tomás Villa, arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), los colibríes son parte del alma de los guerreros fallecidos, los cuales regresan cuatro años después en forma de esta avecilla o de mariposas nocturnas. Traen lo mejor del mundo y viven de la cosa más dulce de esta tierra: el néctar de los dioses.
Por más de tres décadas, la Dra. María del Coro Arizmendi Arriaga ha dedicado su carrera, tanto universitaria como científica, al estudio, observación, cuidado y conservación de los colibríes, aves que se dedican a visitar las flores y ayudan a las plantas a realizar su reproducción sexual. Consumen néctar, por lo que 90 por ciento de su dieta se especializa en agua con azúcar.
Son aves muy pequeñas y tienen un pico largo y puntiagudo. Sus alas son extensas y están adaptadas para volar en todas las direcciones. Incluso, pueden quedarse quietos mientras vuelan para visitar las flores y obtener su néctar. En su recorrido logran polinizar una gran cantidad de plantas y flora.
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De acuerdo con investigaciones de Del Coro, también directora de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, los colibríes se distribuyen exclusivamente en el continente americano con 330 especies descritas a la fecha. Se encuentran en casi todos los ecosistemas, con excepción de zonas con climas muy fríos.
En el libro Colibríes de México y Norteamérica, la Dra. Del Coro y Humberto Berlanga explican que existen más especies de colibríes en zonas tropicales que en zonas templadas. Tan solo en México viven 58 especies que residen tanto en playas y costas como en zonas áridas, selvas húmedas y secas, bosques templados y páramos de montaña. En zonas urbanas estas aves vuelan entre parques y jardines.
Como parte del grupo de polinizadores de la naturaleza, el rol de los colibríes es vital. Los humanos dependen de las especies que visitan las plantas para producir frutos y comerlos. Alrededor de 90 por ciento de las plantas con flor requieren de un polinizador para poder producir sus frutos.
Sin embargo, los colibríes, al igual que otros polinizadores como las abejas, mariposas y murciélagos, se encuentran en peligro por cuestiones naturales como el cambio climático y la actividad humana que arremete contra sus ecosistemas, usa pesticidas y ejerce prácticas agrícolas y ganaderas que podrían traer efectos negativos a largo plazo.
Para mantener el equilibrio de vida y conservación de los polinizadores como el colibrí, especialistas tanto de la academia como investigadores en México y Norteamérica emprendieron un proyecto de jardines botánicos en las ciudades urbanizadas, como la Ciudad de México y otras entidades del país. Incluso, tienen iniciativas desde casa para ayudar a aves, insectos y mamíferos a continuar con la cadena de polinización en las plantas, flora y flores frutales.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), en México se tienen contabilizados 40 jardines botánicos agrupados en la Asociación Mexicana de Jardines Botánicos (AMJB), organización científica que se estableció en 1985.
Las entidades en las que se encuentran estos jardines son Aguascalientes, Baja California, Campeche, Chiapas, Ciudad de México, Coahuila, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán y tienen el objetivo de contribuir a la conservación vegetal del país.
“En esta última década hemos hecho un esfuerzo grande por fomentar la existencia de los jardines botánicos que favorecen la presencia de las grandes familias de polinizadores: insectos, mamíferos, mamíferos voladores, aves, para reconocer la crisis que enfrentan a escala mundial y que la gente los conozca —de primera mano— con los elementos y los seres vivos que el planeta comparte con nosotros”, explica el maestro en Ciencias y gerente del Jardín Botánico “Francisco Javier Clavijero”, del Instituto de Ecología, A. C. (Inecol), Orlik Gómez García, en entrevista con Newsweek México.
POLINIZAR PARA FLORECER Y ALIMENTAR
“La polinización es un proceso que parte de dos agentes: los no vivos como el viento y el agua, y los agentes vivos, que son nuestros polinizadores. Tenemos roedores, lagartos, polillas de diferentes tipos, mariposas, avispas, moscas que juegan un papel importante en la polinización de muchos tipos de cultivos”, ilustra por su parte Carlos Cultid Medina, Dr. en Ciencias-Biología, Cátedra CONACyT en el Instituto de Ecología.
En tanto, para la Dra. Del Coro Arizmendi, especialista en el estudio de colibríes, entre los polinizadores de cultivos las abejas son muy importantes. Los colibríes también lo son, pero como polinizadores de algunas plantas de cultivo y, mayormente, de las que están en los ecosistemas naturales. Sin embargo, si los seres humanos pierden esas plantas y los ecosistemas naturales, se pierde la integridad de sus sistemas hasta acabar con la biodiversidad y extinguirse del planeta”, señala.
“Es un hecho que esto está pasando porque estamos irrumpiendo en procesos tan importantes como la polinización. Sin ella nos quedamos sin frutos. Entonces, debemos cuidar nuestra relación con la naturaleza”, advierte Del Coro, quien ha trabajado con la Campaña para la Protección de los Polinizadores en América del Norte (NAPPC, por sus siglas en inglés).
Según cifras de Orlik Gómez, presidente de la Asociación Mexicana de Jardines Botánicos (AMJB), 90 por ciento de las plantas dependen de un polinizador para su reproducción para la permanencia y persistencia de los ecosistemas. Por eso la labor de los jardines botánicos es crucial.
Para la AMJB, los jardines botánicos de México y los polinizadores son vitales al ser espacios que no solo conservan la vida vegetal y animal, sino que también educan y enseñan a la gente a reconectar con los elementos vivos que lo rodean y de los cuales depende su vida.
“Siempre le decimos a la gente que las plantas nos alimentan, nos visten, nos curan, nos perfuman. Si los polinizadores entraran en una crisis —de tal magnitud que sus poblaciones declinaran tremendamente—, la producción agrícola de cultivo como los guisantes, el chile, las almendras, manzanas o el frutal que se te ocurra escasearía, porque uno de cada tres alimentos en la mesa depende de los polinizadores. Incluso la carne, ya que con la alfalfa alimentan el ganado”, añade Orlik Gómez.
CAMBIO CLIMÁTICO Y OTRAS AMENAZAS
De las 58 especies de colibríes cinco están clasificadas como microendémicas, es decir, se encuentran en lugares muy pequeños del territorio nacional, como la Coqueta de Atoyac (Lophornis brachylophus), un colibrí tan pequeño que solo pesa 3 gramos, aproximadamente. Vive en 40 kilómetros cuadrados de la sierra de Atoyac, en el sur de Guerrero.
“Es tan chiquita su distribución que cualquier cosa que le pase a su hábitat tendrá problemas en su supervivencia porque ahí están todos y no hay otro lugar donde encontrarlos. Así se encuentran otras cinco especies que dependen, completamente, de qué hagamos con sus hábitats. Si fragmentamos, construimos carreteras o hacemos hoteles, todo eso se está llevando parte de los hábitats naturales de los colibríes”, señala María del Coro, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel II.
Otro evento que podría afectar a los colibríes es el cambio climático, como un fenómeno antrópico, que también tiene que ver con cambios naturales en el clima de la tierra. La preocupación de los investigadores de polinizadores tiene que ver con la posible ruptura en la relación que existe entre los colibríes y sus plantas, pues necesitan que se produzcan las flores para poder alimentarse de ellas durante la secuencia de floración anual en los ecosistemas.
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“Los colibríes pueden volar hasta 50 kilómetros en un día buscando flores, pero tiene que haber flores. Si por alguna razón las plantas comienzan a florecer de manera anticipada —porque en el cambio climático así sucede, al ser más caliente— y los colibríes llegan después de que pasó la floración, morirán de hambre. Para sobrevivir necesitan comer cada diez minutos”, explica.
Los colibríes vienen del norte del continente americano y pasan por las Montañas Rocallosas, en Estados Unidos; por la Sierra Madre Occidental, luego, el Eje Neovolcánico Transversal y la Sierra Madre del Sur, en México. “Todo eso debe tener un corredor de flores con una floración secuencial, de manera que los colibríes, conforme van volando, van encontrando sus flores hasta que llegan al sur de la distribución”, describe la investigadora.
PESTICIDAS Y AMARRES, AMENAZAS
El uso de pesticidas es una de las amenazas que enfrentan los polinizadores, como los colibríes y las abejas, pero también los seres humanos. Cultivar como se hace hoy día requiere de usar pesticidas. “Estamos acostumbrados a usar muchos agroquímicos para el cultivo y muchos de estos pesticidas resultan peligrosos para los colibríes y para nosotros”, añade Del Coro.
Si hay pesticidas, en cuanto las abejas llegan a la flor, toman el néctar y ahí mismo mueren, porque son muy pequeñas. Los colibríes no mueren al instante, sino que acumulan estas sustancias venenosas en su organismo hasta que pierden la vida.
“El glifosato en los pesticidas que se usan es muy malo para los polinizadores porque, si se lo echan a las plantas, estos compuestos se quedan en las flores y los colibríes acaban comiéndoselos”, señala.
Según datos de la Campaña para la Protección de los Polinizadores en América del Norte (NAPPC), se teme que, en la actualidad, las poblaciones de polinizadores tiendan a declinar tanto en número como en estado de salud, lo cual representa una amenaza importante a la biodiversidad, a las cadenas alimentarias establecidas en el mundo y a la salud de la población humana.
De acuerdo con la NAPPC, la pérdida de polinizadores se atribuye a diversos factores, entre los que destaca el uso indebido de plaguicidas y herbicidas. Además de la fragmentación, perdida y degradación de los hábitats, que a su vez disminuye la cantidad de alimentos disponibles y los lugares de aparejamiento, nidación y migración. Incluso, la diversidad floral disminuye.
En 2002, el Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas estableció una iniciativa internacional para la conservación y el uso sostenible de los polinizadores a manera de respuesta ante la denominada “crisis de la polinización” que científicos e investigadores alertaron en su momento.
En un artículo de la Organización de las Naciones Unidad para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), titulado “Protección a los polinizadores en 2005”, se señala que, de las poco más de 100 especies de cultivos que proporcionan 90 por ciento del suministro alimenticio para 146 países, tan solo 71 son polinizadas por abejas y muchas otras por avispas, moscas, escarabajos, polillas y otros insectos. También estimó que, por lo menos, 20 géneros de animales, aparte de las abejas, funcionan como polinizadores para los cultivos en el mundo.
En términos monetarios, es difícil cuantificar cuánto de la producción de alimentos para consumo humano depende de los servicios naturales que proporcionan los polinizadores. Sin embargo, se estima que el valor monetario anual en la agricultura mundial podría ascender a 200,000 millones de dólares.
Los amarres con colibríes forman parte de otro de los peligros a combatir, ya que a estas aves siempre se les ha relacionado con el amor, la buena suerte y los pensamientos positivos. Percibirlos de esta manera se debe a su relación íntima con la naturaleza y que ayudan a que se logre la reproducción natural de las plantas.
Esta creencia ha motivado la venta de plumas, aretes y dijes de colibríes, que se ofrecen como amuletos para tener buena suerte en el amor. Recientemente, la Dra. María del Coro denunció una actividad que, por estas creencias, pudo afectar la permanencia de estos polinizadores, tras detectarse en el servicio postal de Texas, en Estados Unidos, unos 300 paquetes que contenían una bolsa de plástico con un envoltorio dentro.
Se trata de un “amarre para atraer el amor”. Dentro de la bolsa había un trapo que envolvía unos colibríes amarrados pico con pico —y del cuello— con un listón rojo. Todo esto venía metido en un líquido viscoso, como si fuera miel.
“Alguien les dijo que lo compraban por internet a una señora que los vendía en la Ciudad de México. Ella les decía que podía casarlos con la persona que fuera el sueño de su vida. Pedía 300 dólares más el envío y ella enviaba un amarre con el que les aseguraba matrimonio. Bastaba con enviarle un calzón de él o ella por correo a la señora”, explica Del Coro.
Para la investigadora en colibríes, esos amarres son muy preocupantes, pues si se popularizan y la gente comienza a pensar que con eso resuelve su vida —por 300 dólares—, se vuelve un negocio que puede acabar con poblaciones gigantes de estas aves.
De acuerdo con la Convención sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), en México hay 2,364 especies dentro del Apéndice II, en el que este medio contabilizó 55 de las 330 especies de colibríes que existen en el continente.
Este apéndice contempla especies que no necesariamente están amenazadas de extinción, pero cuyo comercio debe controlarse para evitar que así sea. También incluye especies que necesitan regularse por su similitud con otras. El comercio internacional se permite, pero bajo ciertos requisitos.
Incluso, dentro de la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010 dedicada a la protección ambiental y especies nativas de México de flora y fauna silvestres, este medio contabilizó al menos 19 especies de colibríes catalogados en amenaza y que requieren protección especial para su cuidado.
JARDINES PARA ALIMENTAR Y CONSERVAR COLIBRÍES
El proyecto nació tras el crecimiento de las ciudades. Cada vez más gente tiene la necesidad de vivir en zonas urbanizadas, y para que los colibríes no peligren en esta necesidad urbana, miembros de la Campaña Norteamericana para la Protección de los Polinizadores (NAPPC, por sus siglas en inglés) gestaron la iniciativa de jardines de polinizadores para tratar de aliviar un poco la situación de las avecillas y darles un oasis dentro de las ciudades.
La NAPPC al tener miembros de Canadá, Estados Unidos y México, la Dra. Del Coro Arizmendi propuso la idea a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con un proyecto que resultó bajo en costo en la FES Iztacala donde, en 2014, se plantó un jardín con plantas para colibríes, es decir, plantas con flores largas y tubulares de colores llamativos, entre rojas, moradas y rosas y que tuvieran una floración secuencial y todo el año hubiera flores de colibríes.
Ante el éxito de este primer jardín en la FES Iztacala, Del Coro Arizmendi y colaboradores, en su mayoría estudiantes, instalaron oasis para colibríes en los Institutos de Educación Media Superior (IEMS) campus Iztapalapa, Iztacalco, Tlalpan y Milpa Alta.
En noviembre de 2019, el Gobierno de la Ciudad de México y la Secretaría de Medio Ambiente de esta entidad lanzaron el taller “Jardines por la vida” para sembrar jardines de polinizadores donde capacitaron a personas de diversas edades que gustan de la jardinería.
Orlik García Gómez, presidente de la AMJB en México y miembro del Inecol, por su parte recomienda sembrar en los jardines plantas nativas de la región, porque ahí van a llegar muchos grupos de polinizadores, tanto insectos como vertebrados.
“Lo que no debemos hacer, en lo posible, es usar pesticidas. Pero sí enseñar y educar a nuestros visitantes con palabras simples el porqué ocurre la polinización y entender que la vida de las plantas depende de los polinizadores y que nosotros dependemos de las plantas”, señala.
En estos tiempos, cuando la pandemia del COVID-19 ha mantenido en casa a gran parte de la población para mitigar los contagios, la Dra. Del Coro Arizmendi señala, con esperanza, que tener un colibrí cerca cuando visita los jardines o las plantas que las personas colocan en las ventanas de los edificios “provoca alegría entre tanta tristeza que tenemos”.
En cuanto a la conservación y cuidado de los polinizadores, Orlik García Gómez, quien se encuentra en Xalapa, Veracruz, señala que estos dependen del esfuerzo que hagamos hoy dentro de nuestra cotidianeidad y de la labor de sembrar jardines botánicos que fortalezcan la manera en que se relacionan los humanos con la naturaleza y los recursos vegetales que nos alimentan.
Para Carlos Cultid, desde Pátzcuaro, Michoacán, el acceso a nuevas tecnologías de comunicación permiten que el problema de la biodiversidad sea más evidente y que la creación de aplicaciones como NaturaLista permiten que cualquier persona tome la foto de un animalito, planta u hongo para reconocerlos con ayuda de expertos y debates en torno a ello. “Es casi un Pokédex”, compara.
“El último conteo de jardines para colibríes en la CDMX resultó en 300, ¡es mucho! y está superbién. Observar colibríes —o aves en general— es un pasatiempo muy bueno porque no cuesta, te da felicidad y nos puede tener contentos y felices durante un fin de semana sin gastar y hacer ejercicio cuando se sale a caminar por ahí”, concluye Del Coro Arizmendi.
¿PONER BEBEDEROS PARA COLIBRÍES?
Para que los bebederos sean buenos para los colibríes hay que saber usarlos. Estos contenedores sirven para alimentarlos, pero en exceso y con un uso equivocado “es como ponerles mucha comida junta”, advierte la Dra. María del Coro Arizmendi.
En las ciudades, poner bebederos de colibríes es darles alimento concentrado como consecuencia de la actividad antrópica que quitó las flores de los ecosistemas que antes estaban; “entonces solo estamos restituyendo lo que ya había ahí”, añade.
Para alimentar a un colibrí que te visite durante su viaje o migración, toma en cuenta las indicaciones que hace la Dra. Del Coro, especialista y observadora de colibríes. Los bebederos deben ser lavados por lo menos una vez a la semana y contener néctar fresco y que no esté fermentado.
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El néctar de los bebederos debe tener azúcar con agua, es decir, 20 por ciento de azúcar de mesa. No granadina. No refresco. No miel. Solo azúcar de mesa que usas para endulzar. Asegúrate de que sean cuatro cucharadas de azúcar en un litro, aproximadamente, en el bebedero.
Si tu bebedero está cerca del sol corre el riesgo de fermentarse. Cuando hace mucho calor y les da el sol directo a los bebederos hay que cambiar el néctar cada dos o tres días, máximo.
Al ser agua con azúcar quedan residuos, para evitarlo debes lavar el bebedero una vez a la semana, por lo menos. “Sí representa trabajo, pero hay que mantenerlos limpios”, instruye la especialista.
Ahora, lo que debes evitar es usar el néctar que venden en las tiendas de mascotas, ya que lo único que contiene es azúcar pintada de rojo y la pintura roja es mala para todos, incluidos los humanos.
“No son malos los bebederos, pero si viven en un área natural protegida [o con naturaleza nativa] donde hay flores, entonces no es recomendable el uso de los bebederos porque están atrayendo a los colibríes a ese recurso concentrado y los distraen de su labor como polinizadores”, previene la especialista.
Lo mejor es que si hay plantas naturales a su alrededor no se pongan bebederos y mejor se observe los colibríes que visitan las plantas. Incluso, se pueden sembrar plantas con flores llamativas de la región en la que se vive para alimentar de manera natural a los colibríes: salvias (Salvia), trompetillas (Penstemon), aretillos (Fuchsia) o colorines (Erythrina), todas ellas representan la forma tubular típica del agrado de estas avecillas.