No vale nada la vida, / la vida no vale nada. / Comienza siempre llorando, / y así, llorando se acaba. / Por eso es que en este mundo / la vida no vale nada: José Alfredo Jiménez.
Pareciéramos estar en la canción de José Alfredo. Entre pandemias, temblores y crímenes se siente que nos jugamos la vida cada minuto. Diariamente se rompe el record de muertes o contagios por el COVID-19. La principal función de un gobierno es cuidar la integridad de sus gobernados, pero los funcionarios de la 4T corren y se atropellan como gallinas descabezadas para justificar sus dislates mientras desatienden esa responsabilidad fundamental.
La jefa de gobierno Claudia Sheinbaum dice, sin que las cifras soporten su dicho, que ya bajaron las cifras de muertes y contagios. Cambia por esto el semáforo de rojo a naranja. Al mismo tiempo, López-Gatell dice que no dijo lo que dijo, confirmando que la pandemia durará hasta octubre; paralelamente, su tocayo y dueño del circo, López Obrador, dice que la pandemia está domada y responsabiliza al respetable público de su salud (la salud del respetable, no la de López), queriendo abrir una economía que se tambalea en la cuerda floja del desorden administrativo.
Las declaraciones de nuestros dirigentes se contraponen con las de quienes dan la batalla a la pandemia. En una nota de Natalia Vitela, en Reforma, la jefa de enfermeras de urgencias en el INER, Elizabeth Zagal Chávez, dice: “La pandemia no está cediendo, al contrario, estamos en el pico alto”, y el secretario de Hacienda apoya el dicho de la enfermera dando positivo a la enfermedad.
Los registros de Secretaría de Salud informan que ya superamos las 25,000 muertes. A este número se le debe aplicar un factor de corrección debido al retraso natural en el registro de los datos. La propia Secretaría admitió un factor de corrección de tres o cuatro. Por su parte, el periódico The New York Times, en un artículo que analiza la pandemia del COVID-19 en México, dio un factor de corrección de ocho a diez.
Es decir, los muertos por la epidemia deben ser entre 75,000 y 200,000 en nuestro país. Esto se agravará cuando la gente salga, en esta anaranjada semana, a buscar el pan de cada día ignorando las medidas de seguridad elemental como “Susana Distancia”, la cual es imposible en el transporte público, y el “cubrebocas obligatorio”, costumbre que no se ha generalizado en la población. Así las cosas, veremos aumentar las muertes por la epidemia hasta que se alcance la inmunidad colectiva.
A la epidemia le siguió un temblor de 7.5 grados en la escala de Richter, el cual golpeó severamente al estado de Oaxaca. Si el gobernador del estado sabe contar, que no cuente con los recursos del fondo de previsión para esta contingencia, pues el presidente eliminó los fondos de previsión.
¿EL ENEMIGO ESTÁ EN CASA?
Por su parte, el Cártel Jalisco Nueva Generación fue, presuntamente, el autor de un atentado contra el secretario de Seguridad Ciudadana de CDMX. El atentado tiene varias peculiaridades. La primera, que el gobierno federal sabía que Nemesio Oseguera, el Mencho, planeaba un atentado de alto perfil para vengarse de la extradición de su hijo, Rubén Oseguera, el Menchito; la segunda, que en las cámaras del C5 se puede ver cómo llegan en una camioneta los sicarios con sus armas y se apostan en la ruta del secretario; la tercera, que el aviso al secretario llegó tarde, cuando prácticamente estaba en la zona de asalto.
Ahí surgen dos preguntas: ¿no hubo nadie revisando las cámaras de la ruta para prevenir al convoy de la llegada de individuos sospechosos y armados en el camino del secretario? Y ¿tiene Omar García Harfuch al enemigo en casa?
Para cerrar la semana, una tormenta de arena del desierto del Sahara llegó a nuestro país. La naturaleza y el crimen parecen conspirar en nuestra contra y, si esto no fuera suficiente, la economía también está haciendo de las suyas.
El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, dijo que el mundo vive un desastre económico, y es verdad. Lo que no dijo es que el desastre en México se agrava por las políticas económicas de la 4T, que —con una epidemia fuera de control y una economía, que entre el capricho político y la realidad epidemiológica, abre y cierra intermitentemente— se aferra a un discurso que genera desconfianza, aumentando así las variables de riesgo; lo que obliga a la calificación crediticia a disminuir.
Desde su campaña, AMLO dejó ver que le temía a tres temas: Trump, una desgracia mayor en su periodo y a enfermarse.
Trump le cargó la mano al ordenar detener la migración centroamericana. Para darle gusto se dedicó la guardia nacional a este fin. El control de los grupos criminales en el país sufrió un vacío. En consecuencia, la presencia de estos se fortaleció.
Ahora Donald le pide a Andrés que lo vaya a visitar para levantar el rating de una campaña de reelección que languidece. Confía el yanqui en que la sumisión del presidente mexicano lo haga ver como el patrón en México y esto reavive su imagen de mandatario fuerte.
La tan temida desgracia, la epidemia, esa nomás no quiere salir de casa. Y la enfermedad, esa por más que AMLO la busca, afortunadamente no la encuentra.
“VAMOS REQUETEBIÉN”
El cambio de régimen que López Obrador está implementando está inspirado en los de Hugo Chávez y Evo Morales. Pero son distintos pueblos, distintos tiempos y distintas geografías. Las diferencias, por tanto, son abismales. Por ejemplo: las principales fuentes de ingresos de Chávez y Morales las generaban las empresas petroleras PDVSA de Venezuela y YPFB de Bolivia. Andrés Manuel se ha impuesto la misión de rescatar Pemex, pero Pemex es un fardo en la economía nacional que cuesta más de lo que deja. No obstante lo cual se están destinando una cantidad exorbitante de recursos para rescatar de la bancarrota a nuestra petrolera. Evo contó con otro puntal de ingresos, la empresa de electricidad que es propiedad del Estado Boliviano, pero en México la CFE está como Pemex, quebrada y no rinde utilidades. Es como si se estuviera usted ahogando y alguien le aventara una piedra para salvarlo.
La naturaleza, la economía y el crimen nos tienen entre la espada y la pared mientras López Obrador, ajeno a la realidad, dice: “vamos requetebién”, y se aferra a un proyecto de cambio inoperante a todas luces. En sus conferencias Lopezsiánicas, el presidente ha dejado ver que su teoría económica se fundamenta en absurdos. Cuando se ocupó del secuestro, dijo: “No secuestran a un pobre, secuestran al que tiene, entonces ¿como evitamos el secuestro? con una sociedad más justa”. No sé usted, pero yo interpreto que lo que el presidente quiso decir fue que, en una sociedad donde todos sean pobres, no habrá secuestro. En otra de sus conferencias dijo que no eran necesarios los lujos y que en lugar de ir a restaurantes de lujo había que comer tortilla. Paralelamente, su hijo Andrés y su esposa —una atractiva brasileña que vive en Houston y se dedica, ¡oh coincidencia!, al negocio del petróleo— vuelan en aviones privados y se dan una envidiable vida de lujos. Claro que, a la hora de traer al mundo al nieto presidencial, México no era un país adecuado y escogieron, ¡por supuesto!, la ciudad de Houston. Lo cual le da al presidente de México un nieto gringo.
Un rosario de contradicciones, dentro de una ideología inamovible, tienen a un presidente marxista anclado en un proyecto que le impide contemplar la realidad. Ese es el problema del socialismo idealista y, en contraste, la gran diferencia con el capitalismo.
En el capitalismo el éxito está amarrado a la realidad. Al primero que se percata de los cambios del mercado y se adapta a ellos lo recompensa invariablemente el éxito. El que se aferra a sus ideas e ignora al mercado se hunde en el fracaso.
El presidente pudo optar por un socialismo práctico. Como en su momento lo hiciera el español Felipe González. Pero una terquedad aferrada lo trajo al poder, fija el rumbo de su mandato e imposibilita atender las condiciones de la economía, y mucho menos de la salud del pueblo que, para su desgracia, lo entronizó. Para el presidente lo primero es su proyecto, ¿Y el pueblo? Al cabo el pueblo lo sabe, lo sabe: Aquí se juega la vida / y se respeta al que gana. / Aquí, como en León Guanajuato, / la vida no vale nada.
VAGÓN DE CABÚS
Estados Unidos está viendo cómo la epidemia repunta en los estados que se han apresurado a abrir sus economías. Las pruebas masivas no son suficientes si no se hace un seguimiento de los contactos de las personas infectadas. El presidente Trump mandó quitar en sus “rallys” las advertencias de sana distancia; y en el pecado habrá de llevar la penitencia. Te lo digo a ti, mija; óyelo tú, mi nuera.
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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.