En un templado 28 de septiembre, el senador Lindsey Graham fue a jugar golf con el presidente Donald Trump en el club de golf privado de este en Sterling, Virginia, alrededor de 48 kilómetros de Washington.
Mientras jugaban en el campo lleno de árboles en la ribera del río Potomac, Graham le aseguró a Trump que los republicanos en el Senado lo apoyarían en la investigación formal de juicio político que está en macha en la Cámara de Representantes.
Pero el mensaje principal de Graham ese día se enfocó en Irán, principalmente en la necesidad de castigar militarmente a la República Islámica por lo que Trump y muchos otros creen que fue un ataque con drones y misiles de crucero contra dos importantes instalaciones petroleras saudíes dos semanas antes.
“Haga que Irán pague el precio”, Graham recordó que le instó a Trump, en su aparición al día siguiente en Face the Nation de CBS. El republicano de Carolina del Sur dijo que también le comentó al presidente que las órdenes de último minuto en junio de cancelar un ataque planeado en represalia porque Irán derribó un dron estadounidense no habían conseguido moderar la conducta de Irán.
“Usted tuvo una respuesta mesurada cuando ellos derribaron el dron. No funcionó, señor presidente”, le dijo Graham a Trump. “Están desenfrenados, los iraníes. Métalos de nuevo al orden”.
Hasta ahora, Trump se ha contenido, preocupado por una guerra mucho más amplia en Oriente Medio que, advierten algunos partidarios, podría hundir sus posibilidades de reelegirse. Pero los analistas dicen que la región se encamina a una conflagración importante a pesar de la templanza del presidente. He aquí por qué: desde el año pasado, cuando Trump renunció a un acuerdo nuclear de 2015 que él reprendió como un “mal negocio”, ha aporreado a Irán con sanciones que han reducido considerablemente sus exportaciones de petróleo, disparando tanto la inflación como el desempleo. Con su jactancia habitual, Trump predice que su llamada política de “máxima presión” obligará a Teherán a regresar a la mesa de negociaciones, donde no tendrá más opción que tragarse controles más estrictos a sus ambiciones nucleares y regionales.
Pero a pesar de sus adversidades económicas, Irán ha respondido con su propia campaña de máximo desafío. Las acciones de Teherán han incluido el acoso y embargo de buques petroleros cercanos al golfo Pérsico, un alto a su cumplimiento de algunas disposiciones del acuerdo de 2015, el derribo de un dron estadounidense y, más recientemente, el ataque a instalaciones petroleras saudíes, un escalamiento considerable que ha sacado del mercado 5 por ciento de las reservas mundiales de petróleo de un jalón.
“Si un día ellos quieren evitar la exportación de petróleo iraní, entonces nada de petróleo será exportado del golfo Pérsico”, advirtió el presidente iraní Hassan Rouhani.
Los expertos en Oriente Medio temen que mientras Trump mantenga sus sanciones paralizantes, Estados Unidos e Irán continuarán enganchados en un ciclo ascendente que llevará a una confrontación militar importante.
“Usted tuvo una respuesta mesurada cuando ellos derribaron el dron. No funcionó, señor presidente”.
“El presidente Trump ha demostrado que es un minimalista en seguridad nacional que posiblemente no se apresure a una guerra”, dijo a Newsweek Ryan Crocker, exembajador de Estados Unidos ante Líbano, Siria, Irak, Kuwait, Afganistán y Pakistán. “El problema es que él y su equipo persiguen una política maximalista de sanciones que los iraníes interpretan como una política de cambio de régimen. Así, ellos van a sentirse inclinados a dar una respuesta maximalista con la cual el presidente no está preparado para lidiar”.
“ARRANCARLE UN BRAZO O UNA PIERNA”
Según Patrick Theros, exembajador de Estados Unidos ante Catar, la campaña iraní de desafío se basa en una valoración estratégica de dos décadas de que no puede impedirles a las fuerzas navales estadounidenses asegurar el estrecho de Ormuz, el canal estrecho que controla la salida y entrada de las vías marinas en el golfo Pérsico; tampoco puede evitar que los ataques aéreos estadounidenses destruyan la infraestructura vital del país.
Entonces, dice Theros, Teherán desarrolló una estrategia que afectaría a Estados Unidos mediante aprovechar la dependencia de la economía mundial en el petróleo y gas del golfo Pérsico. A partir de 1990, continúa Theros, Irán reforzó sus misiles y fuerzas anfibias para que pudiera destruir la producción de petróleo e instalaciones exportadoras de Arabia Saudita, Catar, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, todos ellos miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) proestadounidense.
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“En algún momento de 2016, Irán le informó al CCG sobre sus capacidades y les dijo a los estados árabes que fueran a decirles a los estadounidenses que si Estados Unidos atacaba Irán, este respondería eliminando 20 por ciento del petróleo comerciado internacionalmente y la capacidad de exportación de gas”, expresó Theros en un comentario del 24 de septiembre, publicado en el sitio web del Foro Internacional del Golfo, un grupo de investigadores con oficinas en Washington donde él funge como asesor estratégico.
Los iraníes, comentó, emplearían esta estrategia solo en circunstancias extremas, más o menos como el difunto presidente francés Charles de Gaulle, quien usó la misma justificación para que su país desarrollase armas nucleares.
“Francia no necesitaba destruir una amenaza a su existencia, solo ser capaz de arrancarle un brazo o una pierna”, según citó Theros a De Gaulle.
Hasta ahora, Trump ha respondido al dron derribado con un ataque cibernético que afectó los sistemas iraníes para monitorear el tráfico petrolero en el golfo Pérsico. Él también ha apilado más sanciones económicas y ha enviado fuerzas estadounidenses adicionales a la región. Según funcionarios de la administración, Trump favorece un segundo ataque cibernético en respuesta al ataque saudí.
“Si un día ellos quieren evitar la exportación de petróleo iraní, entonces nada de petróleo será exportado del golfo Pérsico”.
Durante la reciente Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, Trump les aseguró a los líderes nerviosos del CCG durante una cena privada que no estaba considerando un ataque militar estadounidense, según Ian Bremmer, el bien conectado presidente del Grupo Eurasia, una consultora de riesgo político.
“Definitivamente se le puso cierre a la cuestión más amplia de la posibilidad de un escalamiento estadounidense tras los ataques recientes contra instalaciones exportadoras de petróleo de Arabia Saudí”, dijo Bremmer a sus clientes en un correo electrónico. “Trump dijo que está dispuesto a asumir una línea más dura en las sanciones con Irán si ellos se niegan a negociar, pero que definitivamente no quiere la guerra, comentarios que fueron bien recibidos por casi todos los asistentes”.
Trump también ha defendido su renuencia a usar la fuerza contra Irán. “Para todos aquellos que dicen: ‘Oh, deberían hacerlo; muestra debilidad’, en realidad, en mi opinión, muestra fuerza”, dijo a los reporteros.
Pero las sanciones solo provocarán que Irán aumente su resistencia. “Si las cosas continúan con este rumbo, algún tipo de intercambio militar es inevitable”, dijo a Newsweek Ariane Tabatabai, una analista de Irán para la Corporación Rand, un grupo de expertos que trabaja estrechamente con el Pentágono.
ÓPTICA INACEPTABLE
Mientras tanto, otros han tratado de convertir el aumento en las tensiones con Irán en una negociación, pero sin éxito.
A finales de agosto, el presidente francés Emmanuel Macron invitó al ministro del exterior iraní, Javad Zarif, a la cumbre del G7 en Biarritz, Francia, con la esperanza de arreglar una entrevista con Trump. Pero una vez allí, Zarif se negó a reunirse con el presidente estadounidense, diciendo que una sesión fotográfica no era un sustituto de negociaciones sustanciales. En septiembre, después de otro intento francés de mediar las negociaciones, Trump supuestamente le insinuó a Teherán su disposición a retirar todas las sanciones, pero solo después de que Rouhani se reuniera con él al margen de la Asamblea General de Naciones Unidas y aceptase negociaciones bilaterales dirigidas a un nuevo acuerdo. Ese intento también se hundió, esta vez por los términos de Trump, los cuales Teherán vio como humillantes y desventajosos.
Rouhani dijo después en su sitio web que cualquier reunión con Trump antes de que se retiraran las sanciones daría la apariencia de que Irán estaba negociando “en la atmósfera de máxima presión y sanciones”, una humillación que Irán se negaba a aceptar. Rouhani también dijo que rechazaba la exigencia de Trump de negociaciones bilaterales, diciendo que Irán estaba dispuesto a dialogar con los estadounidenses siempre y cuando estos regresaran primero al acuerdo de 2015 y se unieran a una reunión que incluyese a sus otros suscriptores: Gran Bretaña, China, Francia, Alemania y Rusia.
“La óptica de [la reunión propuesta por Trump] no era el tipo de óptica que sería aceptable para nosotros”, comentó Rouhani en su sitio web.
En respuesta, Trump culpó a Teherán por esta diplomacia fallida: “Irán quería que yo retirara las sanciones que les impusimos en aras de reunirnos con ellos. Por supuesto, dije: ¡NO!”
A pesar de estos fracasos, funcionarios franceses dicen que continuarán tratando de mediar una reunión entre Trump y Rouhani. Y fuentes diplomáticas dicen que la amenaza creciente de una guerra en el golfo Pérsico ha hecho que los estados del golfo, Rusia, China, la Unión Europea e India, consideren nuevos arreglos de seguridad para el golfo Pérsico que no dependan de Estados Unidos. “La alternativa es un conflicto importante en el golfo”, dijo un funcionario a Politico.
Algunos analistas que siguen a Irán dicen que, a pesar de la diplomacia fallida en Naciones Unidas, tanto Trump como Rouhani seguían interesados en conversar, y que el obstáculo principal de las negociaciones entre Estados Unidos e Irán ahora parece ser una cuestión de secuencia.
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Pero otros señalan que el espacio de maniobra política de Rouhani está limitado severamente por la ira de los iraníes hacia Estados Unidos a causa de las sanciones y por la gente de línea dura —incluido el Líder Supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei—, quienes desconfían profundamente de Estados Unidos y saltarían sobre Rouhani por humillar a Irán si él aceptara reunirse con Trump bilateralmente antes de que se retiren las sanciones.
“Con su jactancia habitual, Trump predice que su llamada política de ‘máxima presión’ obligará a Teherán a regresar a la mesa de negociaciones”.
Estos analistas también señalan que, a pesar del dolor provocado por las sanciones a las ventas de petróleo de Irán, la economía del país no está en absoluto cerca del colapso, como han predicho en repetidas ocasiones Trump y sus asesores. Según Esfandyar Batmanghelidj, un economista y editor de la revista comercial, con oficinas en Londres, Bourse & Bazaar, Irán tiene una economía diversificada que incluye una gran base industrial no petrolera, comercio importante con países vecinos y una pericia en contrabando pulida en más de 40 años de varias sanciones estadounidenses e internacionales.
“La economía es mucho más fuerte de lo que Washington nos quiere hacer creer”, dijo Batmanghelidj en una entrevista telefónica, añadiendo que su fortaleza le ha dado a Rouhani más margen para aumentar las respuestas de Irán a las sanciones de Trump.
Mientras tanto, Trump no parece estar de ánimo para retirar las sanciones antes de obtener una reunión —y una sesión fotográfica— con Rouhani.
NADA DE ZANAHORIA, SOLO PALO
Que se intensifique el estancamiento entre Washington y Teherán no augura nada bueno para la paz en Oriente Medio, dicen expertos independientes y exfuncionarios.
A Tabatabai, de la Corporación Rand, le preocupa que la política de máxima presión de Trump esté desprovista de incentivos para mitigar el riesgo de guerra.
“Hay una razón por la cual los palos y las zanahorias van juntas en la diplomacia”, dijo ella. “Necesitas mostrar que estás dispuesto a poner algunas zanahorias en la mesa si el otro bando cambia su conducta. Al momento, este no es el caso. Desde la perspectiva de Irán, sin importar su cumplimiento del acuerdo nuclear, termina con los palos. Así que podría no cumplir”.
Jarrett Blanc, ex alto funcionario del Departamento de Estado, dice que la política de Trump con Irán basada en sanciones es una receta para la guerra. “Los iraníes han demostrado una tolerancia al riesgo alarmantemente alta en sus acciones recientes”, dijo en una entrevista, refiriéndose al derribo del dron estadounidense y el ataque a las instalaciones petroleras saudíes. “Me preocupa que pudieran cruzar una línea con Estados Unidos que pudiera llevar a un conflicto”.
Blanc, quien supervisó la puesta en práctica del acuerdo nuclear de 2015, también dijo que semejante conflicto sería difícil de contener. “Los iraníes tienen socios en todo Oriente Medio”, comentó, aludiendo a las milicias chiitas entrenadas, equipadas y apoyadas por los iraníes en Líbano, Siria e Irak. “Si los iraníes se sienten amenazados por nuestra abrumadora superioridad militar, van a usar sus activos asimétricos para responder. Y ello significa que el conflicto se propague en toda la región”.
Cualquier estallido de guerra entre Estados Unidos e Irán pondría a los tres suscriptores europeos del acuerdo nuclear en una posición difícil. Por una parte, Francia, Alemania y Gran Bretaña están entre los aliados más cercanos de Estados Unidos y, en circunstancias diferentes, podría esperarse que intervengan militarmente del lado estadounidense. Por otra parte, se estableció un precedente de oposición aliada a la política estadounidense en 2003, cuando Francia y Alemania se negaron a unirse a las fuerzas estadounidenses en la invasión a Irak.
En el caso de Irán, los europeos también se opusieron a que Trump se retirara del acuerdo nuclear de 2015 e incluso desarrollaron un mecanismo financiero que le permitiría a Irán darles la vuelta a algunas de las sanciones, aunque las amenazas estadounidenses han evitado cualquier transacción hasta ahora.
Aun así, en una posible insinuación de otra negativa de luchar junto con los estadounidenses en contra de Irán, Francia y Alemania no se han unido a una coalición naciente, encabezada por Estados Unidos, para asegurar la libertad de navegación en el golfo Pérsico.
ECOS DE PEARL HARBOR
Algunos observadores comparan la campaña de máxima presión de Trump en contra de Irán con el embargo del presidente Franklin D. Roosevelt a las ventas de petróleo y hule a Japón en la década de 1930, como una medida de detener su expansionismo en el este de Asia. Como con Irán, las sanciones endurecieron la resolución de Japón de resistirse a la interferencia estadounidense en asuntos regionales. Para defender su posición como una importante potencia asiática, Japón con el tiempo atacó la base naval estadounidense de Pearl Harbor, metiendo a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
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Chas Freeman, exembajador de Estados Unidos ante Arabia Saudita y estudiante de historia diplomática, llamó a la campaña iraní de escalamiento en sus provocaciones contra las sanciones de Trump como una “advertencia muy clara de lo que sabemos de la historia, principalmente que si arrinconas a un país, incluso si no es tu igual militarmente, en algún momento pagas el precio por ello. En algún momento te atacan”.
Citando el ejemplo de Pearl Harbor, Freeman señaló que Estados Unidos empleó lo que ahora se llama máxima presión con Japón.
“Ellos lo vieron como una amenaza a su existencia, y respondieron”, dijo en una entrevista. “Resulta que la máxima presión no confiere inmunidad a sus consecuencias”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek