Asolada por el cólera y los sismos, la sociedad civil haitíana se organiza para preservar proyectos educativos, de salud e integridad de sus habitantes.
PARA RECORRER 20 kilómetros de Puerto Príncipe, capital de Haití, a la comunidad de Boutin se necesitan tres horas en moto o en pick up. Los caminos son terregosos e irregulares. La dificultad de acceso convierte al pueblo en una isla que vive en un tiempo paralelo a la vida urbana de siglo XXI.
Los habitantes de Boutin comen lo que siembran. La escuela es hasta sexto de primaria y quien quiera estudiar más, se debe mudar al siguiente poblado en Croix-des-Bouquets. La diversión solo está en las actividades escolares o de la iglesia.
Después del temblor que devastó la isla en 2010, millones de dólares en ayuda internacional llegaron (tan solo Estados Unidos donó 100 millones de dólares y el gobierno de España 3 millones de euros), pero al recorrer la isla parece que se desvanecieron en el aire. Los brotes de cólera se convirtieron en epidemia causando la muerte, desde el temblor hasta 2017, de 10,000 haitianos, según cifras de Naciones Unidas. Entonces, fundaciones y esfuerzos aislados empezaron a trabajar para salvar a la población.
También te puede interesar: Cosechar agua de lluvia: Solución para la escasez
Hoy, según el director ejecutivo de Fundación Avina, Gabriel Baracatt, América Latina tiene una deuda con Haití. De ahí que cuatro organizaciones de la sociedad civil que trabajan a lo largo del continente Americano fueron coordinadas por Fundación Avina, con el financiamiento de Fundación Coca Cola, para instalar baños secos con el fin no solo de prevenir enfermedades, sino de preservar las fuentes agua y asegurar que los nutrientes regresen al suelo.
Las niñas, los niños y los adultos de Boutin defecan al aire libre, lo cual es un foco de infección permanente. Asimismo, los desechos se filtran a las capas superficiales del agua subterránea, conocidas como napa. El agua contaminada se usa para riego y para ingesta humana. Los riesgos sanitarios son muy altos.
Con la coordinación y trabajo de las organizaciones civiles se logró que los habitantes de Boutin iniciaran el año con servicios sanitarios. Se inauguraron cuatro en escuelas, las cuales benefician directamente a 599 personas. Además de otros 26 baños en domicilios que benefician a, al menos, 192 personas. De manera indirecta se estima que se alcanza un beneficio para 3,150 personas, lo que equivale a 80 por ciento de la población de Boutín.
Cada organización aportó su expertise. América Solidaria (con proyectos en Chile, Uruguay y Haití) ya tenía camino andado sobre todo en el proceso de fortalecer la organización en Boutin y apoyar capacidades locales en agua, saneamiento e higiene desde que empezaron a combatir el cólera después del sismo de 2010; la Fundación Alfredo Zolezzi (Chile) participa con Avina desde la plataforma Innovación con Sentido para promover procesos de colaboración que generen soluciones a problemas sociales y medioambientales; SOIL inspiró el diseño de los baños secos ecológicos, que se llevó a cabo gracias a la coordinación con las otras organizaciones y Proyecto Universal (Chile, Haití, Bolivia, Venezuela, Uruguay y Kenia) fue el aliado encargado de la construcción de las unidades sanitarias que permiten separar orina de desechos sólidos.
Gabriel Bacaratt asegura que las organizaciones pueden demostrar que solo a través de la cooperación se genera un cambio sistémico. Con este modelo, explica, se prueba que gracias a las alianzas “somos capaces de construir procesos sostenibles que cambian vidas”.
La instalación de los baños es un caso de éxito en el que se ha involucrado a la comunidad desde el inicio. “El entramado entre comunidad y organizaciones es lo que garantiza un cambio; con acciones individuales separadas no se puede lograr. Es un proceso colaborativo para el desarrollo sostenible”, explica Sean McKaughan, presidente de Fundación Avina.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, dos terceras partes de la población de Haití vive en situación de pobreza. La misma proporción de la población depende de la agricultura y la pesca organizada de manera tradicional.
Los niveles de acceso de las poblaciones haitianas al agua potable y al saneamiento se encuentran entre los más bajos de la región de América Latina y el Caribe, 65% en el medio urbano y de tan solo de 48% en las zonas rurales, de acuerdo con la Dirección Nacional de Agua Potable y Saneamiento de Haití, 2016.
Esta situación es el resultado de la falta de interés en este sector durante largos períodos de sucesivas crisis que sacudieron al país en los últimos 30 años (dictadura, explosión demográfica, pobreza, deterioro ambiental general del país, inestabilidad política, corrupción generalizada, cataclismos naturales como terremotos, huracanes y tormentas tropicales, epidemias como el cólera y otras calamidades que han golpeado al país y su población.
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
Junior Stanley Hércules es un comunicólogo que trabaja para la organización América Solidaria. Narra que después del brote de cólera empezaron a trabajar con salud pública para curar a los enfermos. “Fuimos casa por casa, a las iglesias, explicando qué es el cólera, diciendo que se podía curar y así empezó el proyecto”.
Junior estudió la carrera en Cuba y ahora cursa una maestría en psicología. Habla creole, francés y español y vive en Puerto Príncipe. “Por Boutin pasa un río y en la napa hay mucha agua, hicimos perforación de suelo, junto con la organización hicimos cisterna de 60 metros cúbicos, con bomba que da agua para la comunidad, porque la que estaban usando estaba contaminada, construimos baños, un club comunitario para educación. Los facilitadores daban capacitación, higiene personal, baño limpio, tratamiento de agua, básicamente higiene personal, limpieza”, explica.
Cuando llegó la Fundación Avina, los esfuerzos de América Solidaria se sumaron a otros e hicieron los baños. Se eligió con la comunidad el diseño, se aseguró que fueran aceptados por los habitantes y que las personas aprendieran cómo manejarlos para evitar la contaminación de los acuíferos y al mismo tiempo asegurar que los nutrientes regresen al suelo..
Las tasas de cobertura de drenaje para baños son muy bajas en Haiti, en las zonas urbanas es de 34% y de 19% en el medio rural, según datos de la Organización Mundial de la Salud y de UNICEF. El acceso se da principalmente a través de soluciones individuales o compartidas (letrinas).
Lil Soto experta en agua de Avina y Celia García Albertos arquitecta de Proyecto Universal dicen que los proyectos de agua y saneamiento deben ir juntos para generar impacto en la comunidad y cuidar el ambiente y el recurso agua. Entonces, se organizaron en grupos de trabajo solidarios, agrega Lil Soto.
Cada grupo familiar participó en la construcción de las unidades, con el propósito de generar apropiación y responsabilidad en un sistema colectivo, explican las expertas.
El proyecto, agrega Lil, se basó en un modelo de trabajo solidario que contemplaba la participación directa de los habitantes de Boutin desde la fuerza laboral hasta la gestión que estaba a cargo de los líderes comunitarios.
Cuando los niños y niñas de Boutin llegaron a la inauguración de los baños traían sus uniformes perfectamente lavados y planchados. Sus sonrisas blancas y las caras limpias nunca remitirían a una comunidad sin agua potable.
Es un lugar con muchas dificultades, platica Junior Hércules, hay miles de problemas y se necesita mucho trabajo.
A los alrededores de Boutin se pueden ver las plantas de plátano, frijol, papaya. En 1925, Haití tenía el 60 por ciento de sus bosques originales destruidos. Hoy la cifra es de 98 por ciento, los árboles se usaron para combustible de cocina, en este proceso se destruyeron multitud de suelos fértiles. La vida de la comunidad de Boutin empieza muy temprano para aprovechar la luz del sol y termina al anochecer porque no hay electricidad.
La organización SOIL nació en Haití. En su página web, dice, “imagina que cada vez que necesitas ir al baño, pones en riesgo la salud de tu familia y envenenas el medio ambiente. Esa es la realidad de 75 por ciento de la población de Haití”.
SOIL ha generado el modelo de negocio en Haití, ofreciendo servicios de recolección de los desechos sólidos y proveyendo de aserrín de caña de azúcar , el cual se usa como dicen en SOIL “para bajarle al baño”. La organización cuenta con una planta de tratamiento y producción de composta con controles de calidad para ser utilizada en la agricultura.
La organización nació en 2006 y hasta la fecha 6,500 personas usan sus baños. Tan solo el año pasado produjeron 510 toneladas de composta utilizable en la agricultura.
LA CRISIS POLÍTICA
En los últimos días, la crisis política en Haití se ha agravado. Desde el 7 de febrero a la fecha hay un saldo de nueve personas fallecidas. Las protestas contra el presidente Jovenel Moise lo han orillado a anunciar medidas contra la corrupción, la reducción de los precios de los alimentos, un posible aumento del salario mínimo, así como la reducción del gasto en el gobierno.
El presidente se ha negado a renunciar y ha declarado que no dejará su país empobrecido en manos de narcotraficantes y bandas armadas. Pocos días antes del cierre de esta edición de Newsweek en español, filas de haitianos con garrafones de plástico esperaban poder conseguir agua para reunir las provisiones necesarias en caso de que continuaran las protestas.
También te puede interesar: 5 puntos clave para entender la crisis política en Haití
La organización SOIL publicó en su blog este 19 de febrero que la cobertura de los medios internacionales sigue siendo escasa, Haití está en una crisis política cada vez más profunda en condiciones cada vez más difíciles para la mayoría de la población.
“La inflación ha estado fuera de control, lo que dificulta aún más que las familias vulnerables de todo el país puedan pagar lo esencial. El combustible y la electricidad se han vuelto cada vez más escasos y las denuncias de corrupción contra muchos miembros del partido gobernante, incluido el Presidente, han provocado disturbios masivos. Las personas exigen responsabilidad y transparencia por los fondos de desarrollo que faltan.
“Las protestas han mantenido a la mayor parte de Haití bajo llave: las carreteras son inaccesibles, las escuelas han permanecido cerradas y las tiendas han sido cerradas. El sufrimiento en las comunidades a las que servimos y en todo el país se ha agudizado debido a que los camiones de agua no han podido pasar por los vecindarios y la comida se ha vuelto más difícil de acceder”.
Para las organizaciones civiles que trabajan en Haití, la intervención internacional no ha generado los beneficios e impactos esperados en la isla, pero también se ha comprobado que la ayuda internacional puede llegar y la colaboración es viable, dice Gabriel Baracatt. La deuda histórica con Haití está desde que se reprimió el primer levantamiento para que lograra su independencia, asegura.
Los retos para el país se vislumbran interminables. Quizá, como se ha probado con las organizaciones internacionales, la salida está en la sociedad civil y la población que ha aprendido a hacerle frente a las crisis para sobrevivir.
Como dice Junior Hércules, casa por casa, escuela por escuela, organizar e incluir a la gente. También como dice el presidente de Avina, Sean McKaughan (para el caso del saneamiento) el valor de construir procesos colaborativos es que son cuidados por las propias comunidades que jugaron un rol activo en los proyectos.
Con inclusión se generan condiciones de igualdad, con la exclusión, desigualdad y marginación.