Localizado en el norte de Chile, el desierto de Atacama es la región no polar más árida de la Tierra. En su centro yace un núcleo hiperárido que no había recibido lluvia en 500 años… hasta 2015, cuando esa zona experimentó precipitaciones aisladas.
Cualquiera pensaría que la lluvia habría propiciado un florecimiento repentino de vida, aun cuando esta se limita a poco más de una docena de especies microbianas. Sin embargo, un artículo publicado en la revista Scientific Reports revela que el agua tuvo el efecto contrario y arrasó con casi todos los microbios en dicha zona.
“Cuando las lluvias llegaron al Atacama, esperábamos encontrar floraciones majestuosas y desiertos que volvían a la vida”, informó Alberto Fairén, uno de los coautores del estudio de la Universidad de Cornell. “Pero ocurrió lo contrario, y descubrimos que la lluvia causó la extinción masiva de la mayor parte de las especies microbianas indígenas en el núcleo hiperárido del desierto de Atacama”.
“Antes de las lluvias, ese suelo hiperárido sustentaba hasta 16 especies microbianas antiguas. Pero después, solo encontramos entre dos y cuatro especies de microbios en las lagunas. Hablamos de un evento de extinción masiva”, agregó Fairén.
A decir del equipo de investigadores, una precipitación repentina y abundante en regiones que han sido hiperáridas a lo largo de millones de años es perjudicial para la mayor parte de las especies microbianas superficiales que se han adaptado para sobrevivir en condiciones inhóspitas. Y la razón es que la abundancia de agua altera el ciclo normal de los microbios mediante un proceso conocido como “choque osmótico”.
Se cree que el efecto del cambio climático en el océano Pacífico es la causa de que el núcleo hiperárido del Atacama haya recibido sus primeras lluvias en muchos siglos. Los eventos de precipitación sorpresivos se registraron el 25 de marzo y el 9 de agosto de 2015, y nuevamente el 7 de junio de 2017.
Debido a sus semejanzas con la superficie marciana, los astrobiólogos siempre han tenido interés en el Atacama, y este hallazgo podría tener implicaciones importantes para entender cómo evolucionó la vida microbiana en Marte (si es que alguna vez existió, por supuesto).
El planeta rojo tiene una complicada historia de cambios climáticos globales, los cuales incluyen un periodo inicial ocurrido hace 4.5 a 3.5 mil millones de años, cuando se presume que Marte albergó grandes cantidades de agua superficial. Con el tiempo, el clima se volvió cada vez más árido hasta que la superficie se transformó en el desierto enorme que conocemos en la actualidad.
No obstante, desde hace unos 3.5 millones de años, esa transformación estuvo interrumpida por varios episodios de enormes descargas de agua que inundaron diversas regiones superficiales del planeta.
Esto dio origen a “ecosistemas locales hipotéticos en algunas partes de Marte, los cuales se adaptaron a la creciente aridez de la superficie y el subsuelo del planeta, pero que, desde hace unos 3.5 mil millones de años, se habrían visto expuestos a eventos osmóticos aun más extremos que los sufridos por los microorganismos del Atacama”, escriben los autores.
Es posible que, “después de los primeros tiempos, la intermitencia de agua líquida en la superficie de Marte haya contribuido a diezmar los ecosistemas locales o regionales, en vez de dar oportunidad a que la vida volviera a florecer en las áreas anegadas”, agregan.
Por otra parte, los hallazgos recientes podrían explicar las controvertidas muestras obtenidas en 1976 por las sondas de aterrizaje Viking I y Viking II. Esos vehículos llevaron a cabo tres experimentos. En uno de ellos, detectaron rastros que indicaban la presencia de vida. Pero otro, hecho con la misma muestra, no identificó vestigios de material orgánico.
“Los resultados negativos de 1976, obtenidos con los instrumentos para detección de vida de los Viking, podrían explicarse fácilmente por el hecho de que los dos experimentos incubaron las muestras en soluciones acuosas”, señala el artículo de Fairén y sus colegas.
Los investigadores concluyen: “Hace millones de años que ninguna célula marciana habría estado expuesta a valores de actividad hídrica tan altos, de manera que la obtención de las muestras y su inclusión en los experimentos Viking habrían causado un estallido osmótico y la consiguiente destrucción de las moléculas orgánicas”.