El mes pasado, científicos canadienses anunciaron una manera de convertir los desechos humanos, la basura y las grasas ocultas dentro de las tuberías de desagüe, en biocombustible. Ahora, esto podría ser la clave para cuidar sustentablemente de los sistemas de drenaje, en especial en las grandes ciudades.
Pegotes de grasa, restos de comida, servilletas, condones, desechos humanos y aceite son solo algunos de los ingredientes que típicamente se hallan en un fatberg. Este es el término que se le da al amasijo desagradable y siempre creciente que tiene el potencial de obstruir algunas tuberías de desagüe y provoca que otras se desborden. En años recientes, los fatbergs fueron descubiertos en ciudades grandes como Londres o Baltimore.
Estos continúan creciendo cuando entran en contacto con más desechos, según un informe del Smithsoniano. Pero el mes pasado, científicos canadienses de la Universidad de British Columbia (UBC) hallaron una manera de convertir los fatbergs en energía. Sus hallazgos se publicaron en la revista Water, Air & Soil Pollution.
Aun cuando otros han trabajado con anterioridad en la misma área, el experimento más reciente ha mejorado la eficacia al hallar una manera de tratar los fatbergs cuando todavía están en el drenaje. Los científicos calentaron sus fatbergs experimentales entre 90 y 100 grados Celsius antes de añadir peróxido para forzar la desintegración de la materia orgánica. Las bacterias luego convirtieron los restos de fatberg en metano. El proceso es menos costoso que la alternativa: extraer las aguas residuales antes de convertirlas en biocombustible.
El metano de los desechos ya lo usan muchas otras industrias, incluida la agricultura.
Una compañía escocesa de biodiesel fue una de las primeras que sugirieron extraer y procesar un fatberg de 130,000 kilos, conocido como el fatberg de Whitechapel, hallado en Londres en septiembre de 2017, según un reporte de The Guardian.
El Museo de Londres actualmente transmite en vivo un pequeño trozo del fatberg de Whitechapel que incubó moscas, exudó y cambió de color mientras estaba en exhibición. Desde que se lo retiró de la exhibición, le creció un moho amarillo inusual y tóxico. A los visitantes no se les permitía oler los dos trozos del fatberg a causa de la volatilidad de la sustancia, y un informe del Smithsoniano dijo que las dos muestras del museo siempre estuvieron selladas dentro de un sistema de tres cajas y eran manejadas solo por personal del museo que usaba trajes protectores de cuerpo entero. La exhibición de los fatbergs en el museo fue una acción para hacer que la gente piense sobre su actual forma de vida.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek