La criptomoneda gana terreno y nuestro país avanza hacia lo que algunos denominan
la revolución tecnológica del siglo XXI; recientemente el Congreso mexicano aprobó
la ley para regular este tipo de instrumento financiero.
LAS PATAS de los chapulines parecen danzar sobre la masa azul añil recubierta de tomate y queso. Veinte minutos dentro de un horno que arde a más de 200 grados centígrados, la pizza queda lista. Se vende como única en el mundo porque su base está hecha de mazorca de maíz, sus ingredientes son de origen prehispánico y por una razón más: este producto alimenticio se puede adquirir con criptomonedas.
Pixza forma parte de un comercio que ya se subió al tren que conduce hacia la revolución tecnología del siglo XXI. Cuenta con un establecimiento que abrió sus puertas en julio de 2015 en la colonia Roma de la Ciudad de México. Y el porqué su propietario, Alejandro Souza, optó por la criptomoneda como una de sus opciones de pago, lo resume así: “Es una forma práctica, fácil y confiable”. Destaca que ni al cliente ni al comercio le significa comisión alguna, siendo que vía tarjetas bancarias los bancos se quedan con una comisión de entre 2 y 5 por ciento. Y, además, subraya, no tiene que preocuparse por fraudes dado que cada operación se valida en tiempo real.
Para pagar con criptomoneda basta que el cliente muestre el dispositivo donde aparece su wallet —así, en inglés—. Esta queda registrada en la cuenta del establecimiento, luego la plataforma valida la operación en la que al cliente se le resta lo consumido y al negocio se le suma. El comercio elige en qué momento recibir su capital, si lo prefiere en criptomoneda, también, o en peso —la moneda oficial que emite el Banco de México (Banxico)—. Resulta más simple de lo que se pensaría.
Como el de Alejandro Souza, en México cerca de 500 negocios ya aceptan las criptomonedas como opción de pago. Hoy es posible consumir café, acudir a restaurantes, pastelerías, comprar libros, discos, tecnología, hospedarse en hoteles de playa, adquirir bienes o pagar servicios sin usar el tradicional peso ni divisa alguna, ni tampoco la tradicional tarjeta bancaria. El nuevo “capital” no se lleva en la cartera, pues solo existe en algún sitio de ese universo paralelo que es la internet.
Aunque el número de establecimientos que actualmente reciben criptomonedas en México no es ni de cerca comparable con el de países como Japón, Corea, Estados Unidos y algunos europeos, cada día hay más empresarios convencidos de que son una posibilidad real de comercio y que ignorarlas les restaría potenciales clientes. Ellos comulgan con la idea de descentralizar la banca y prescindir de los intermediarios, “porque, además, de lo deficientes que son sus servicios, prácticamente cobran por todo”, considera Alejandro Souza. Y eso fue lo que motivó, hace ya diez años, que en el mundo surgiera la primera criptomoneda.
El administrador de empresas con posgrado en Estados Unidos no duda al ver a esta nueva moneda como “el futuro financiero”. Souza destaca los beneficios que brindan a los comercios: “En nuestro establecimiento, por ejemplo, casi 50 por ciento de los pagos son mediante tarjetas bancarias, y en cada transacción la institución financiera se queda con una comisión, en cambio con criptomonedas en el sistema de tecnología del blockchain no nos cuesta y tampoco al cliente, es segura y confiable, así que también podría revolucionar los servicios”.
Poco a poco el comercio con moneda desmaterializada va allanando camino en territorio mexicano. También se usan en transferencias, incluidas las remesas, porque, según usuarios, es mucho más rápido y económico que por el sistema tradicional. Pero su mayor uso —por el momento– es como reserva: dado el inusitado aumento del valor que algunas criptomonedas han alcanzado, algunos las atesoran anhelando volverse ricos de la noche a la mañana: el sueño de todo inversor. Por ello en internet se vive una fiebre por el nuevo oro intangible.
El precio de las criptomonedas inunda portales de indicadores financieros. Los criptofílicos prácticamente viven chequeando un minuto sí y otro también el valor de las que poseen.
Uno de ellos es Armando Aguirre, consultor de servicios de construcción, quien hace cuatro años comenzó a interesarse por las criptomonedas y religiosamente invierte parte de sus ingresos en estas. Las tiene como ahorro, y frente a su valor ascendente se muestra optimista. “Siempre estoy pendiente del precio, lo checo cada 15 minutos”, dice mientras muestra en su dispositivo la app que utiliza.
Pertenece a un chat de más de 200 compradores que se aconsejan en cuáles invertir y en cuáles no. Comparten todo tipo de información sobre este naciente universo financiero 24 horas al día siete días por semana. Son una especie de criptoadictos. Pero tienen una regla: la discreción. Semejan una logia. Y es que “el mundo todavía nos mira como locos”, dice Armando, y precisa que para los compradores de criptomonedas el anonimato es muy relevante en un país como México, “por cuestiones de seguridad”.
EL INSTANTE ‘EUREKA’
“Siempre se piensa en esa historia ideal del amigo que se hizo criptomillonario, y sí, pero es gente que se arriesgó muchísimo y cuando existía una sola moneda”, comenta por su parte Felipe Vallejo, economista y maestro en políticas públicas por la Universidad de Harvard que se desempeña como CEO de Bitso, una startup que en México lidera las plataformas digitales del mercado de criptomoneda.
Su historia personal ilustra lo que ha ocurrido con mucha gente que por inquietud o incredulidad se adentró a conocer la propuesta del dinero desmaterializado: sin gobierno ni bancos, bajo la convicción, explica, de que “los bancos se han vuelto un centro de prisión y las criptomonedas son una posibilidad de libertad”.
Después de años de memorizar las corrientes tradicionales de la economía en las que se subraya la potestad de los Estados para centralizar la banca, Felipe tuvo un quiebre salvajemente disruptivo el día en que transfirió dinero hacia Estados Unidos en solo tres minutos, sin depreciación al tipo de cambio entre un país y otro. “Fue —cuenta— mi momento eureka”.
Analítico por naturaleza, su “conversión” de economista tradicional a ferviente creyente de las cripto no resultó tan sencilla. “Cuando te dicen que existen estas cosas digitales piensas: ‘Es un fraude’, no crees y te enojas y dices: ‘A mí me enseñaron que el dinero es otra cosa’; y luego cavilas: ‘¿Y por qué hay tantos expertos que están interesándose en esto?’. Y te metes de lleno a conocer. Me tardé dos años en entender qué estaba pasando, hasta que envié dinero de México a Estados Unidos en tres minutos y al costo de menos de un dólar, dije: ‘¡Esto funciona!’. Y me di cuenta de que todo lo que me habían enseñado sobre el dinero eran construcciones sociales”.
LIBERTAD MONETARIA
La criptomoneda es un soporte digital privado basado en redes distribuidas y registros contables de la transferencia que no son tangibles, sino que existen solamente en la vía virtual de la red.
Operan en un sistema que procesa peticiones de pago apoyada en una red peer-to-peer, que permite la transferencia de información directamente entre dos o más usuarios en el mercado digital donde solo se emplean medios de cuenta digitales completamente independientes a los bancos de la estructura financiera tradicional. Las hay abiertas o convertibles, unidireccionales o bidireccionales, según su aceptación.
No las respalda, en su origen, ninguna banca centralizada o de gobierno. Pero ahora, ante su popularidad, aunque inicialmente las rechazaron, algunos gobiernos ya comienzan a echar ojo a ese sistema para capitalizarlo. Por ejemplo, recientemente Islas Marshall, en lo más recóndito del Pacífico, se convirtió en el primer país en adoptar una criptomoneda como segunda moneda oficial que circulará a la par del dólar, su moneda material. Cuando anunció el Sovering (soberano), abreviada como SOV —en tecnología blockchain— ese gobierno se denominó como “la primera nación del mundo en saltar a la era de las monedas digitales”.
Otros han emitido criptomoneda para capitalizar algún sector de su economía. Como en Venezuela, el Petro (PTR), que se respalda con las reservas de petróleo, gas, oro y diamantes.
Oficialmente la criptomoneda surgió en enero de 2008 cuando Satoshi Nakamoto, seudónimo de la persona que se atribuye la creación de la primera, publicó un algoritmo matemático en su sitio al que denominó bitcoin, refiriendo cómo se puede emitir dinero de manera electrónica y sin intermediario. La idea es de dos agentes que interactúan, uno que emite y otro que recibe; y como no está sujeta a política monetaria alguna, tampoco sufre impacto por inflaciones o devaluaciones, ni depende del tipo de cambio.
Surgió como una manifestación anárquica frente a la prerrogativa gubernamental de monopolizar la emisión de dinero, operado a su vez por un sistema bancario lo mismo público que privado cuyas prácticas son consideradas desventajosas para sus usuarios. La idea de este tipo de soportes la planteó en 1995 el economista John Matonis, en un artículo en el cual se refirió al digital cash, exponiéndolo como un sistema con el que los usuarios podrían tener mayor libertad en el uso de su dinero y la protección de sus propios recursos frente al Estado. Libertad monetaria.
Antes, el economista Friedrich von Hayek había puesto un buscapiés a los mandamientos de la economía enunciando que desde una perspectiva económica no era necesario el Estado como emisor de una moneda, tampoco para su uso o aceptación.
Es decir, la esencia original era decirle “no” al Estado como el único que controla la emisión de dinero. Aunque ahora, con decisiones de gobiernos de emitir criptomonedas parece que este sistema escribe un nuevo capítulo en su historia.
¿Pero las criptomonedas son o no dinero? Graham González Granada, uno de los pioneros en México en estudiar científicamente el tema en el posgrado de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN), concluye que sí.
Las funciones del dinero, nos explica, son “como medio de cambio que significa la posibilidad de la descentralización de las transacciones; como reserva de valor, que permite aplazar su poder adquisitivo del presente al futuro para guardar y postergar su gasto; y como unidad de cuenta o moneda de cambio, es decir, en términos del valor de cambio que tienen las mercancías”. Y todas estas, agrega, “las cumplen las criptomonedas, aunque no estén en soportes físicos sino desmaterializados, como el sistema de cuentas”.
Entre las ventajas de las criptomonedas, o lo que él denomina “soportes digitales”, el economista enlista que no se requiere de una banca central que garantice las unidades de cuenta, que ofrece privacidad —aunque al mismo tiempo hay transparencia pública en esas transferencias privadas ya que todas las transacciones quedan registradas, son verificadas y atribuidas a direcciones de abonos y cargos siendo posible su almacenaje y acceso en una base de datos distribuida: el llamado blockchain—; mayor velocidad de circulación de las unidades de cuenta y tasas bajas para las transferencias; y que dado su mecanismo de registro y sistema de verificación no es posible que terceros sin autorización congelen o dispongan de los fondos de la cuenta de un usuario.
Lo anterior contrasta con lo que ocurre con la banca tradicional en México, donde según datos de la Condusef, en 2017, 22 de 32 bancos e instituciones financieras registraron mayor número de quejas en su contra por transacciones no reconocidas por sus usuarios.
No obstante, el universo cripto tiene también sus desventajas. Entre ellas, que se requiere de cierto grado de comprensión técnica, su aceptación en el mercado, y la confianza tanto para el uso de la tecnología como en los emisores de estos soportes y medios de cuenta.
Aunque las criptomonedas son desmaterializadas, estas podrían digamos materializarse si, por ejemplo, se usan como medio para comprar algún objeto o bien que sí es tangible: como una pizza de maíz en un barrio céntrico de la Ciudad de México. O bienes inmuebles, casas y departamentos en países europeos como Reino Unido, Alemania o España que este año se han puesto a la venta con pago exclusivo en criptomoneda.
En México ya también es posible utilizar cajeros de criptomoneda, aunque estos aún se cuentan con los dedos de las manos.
Allí conversamos con algunos usuarios que explican que, frente a la inestabilidad del peso y la inflación, prefieren invertir su dinero en cripto por considerar que les da mayor certeza.
La exclusión financiera es otro detonador que abre paso a las criptomonedas en México. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), actualmente en el mundo 2,000 millones de personas no tienen acceso a servicios financieros. En nuestro país esto incluye al 32 por ciento de personas mayores de 18 años, según el Reporte de Inclusión Financiera más reciente (2017), elaborado por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores junto con otras dependencias.
Precisamente ese sector no bancarizado para acceder al comercio electrónico está optando por la criptomoneda, la cual no le exige más que fondear lo mismo que luego usa para sus compras.
Felipe Vallejo, de Bitso, comenta que las cuentas en esa compañía están creciendo significativamente por ese sector excluido del sistema financiero tradicional: “En 2017 aumentaron 20 veces las cuentas y muchas son de jóvenes que no tienen acceso al sistema bancario, pero quieren adquirir cosas en el comercio electrónico, así que se ha visto cómo también sirve para incorporar a las personas a la economía digital”.
Por estos días el mercado de criptomoneda se mueve en México con mayor intensidad, ya que los inversores piensan que la transición sexenal que tendrá lugar a finales de este año podría generar un panorama similar al de países en crisis en donde sus ciudadanos optaron por esta vía para “salvaguardar” sus ahorros.
En los chats de los criptofílicos se discuten casos como el de Grecia frente a la crisis de 2010. O el de Siria, donde la guerra que este marzo oficialmente cumple ya siete años hizo que algunos capitales fueran sacados mediante criptomoneda. O Venezuela, donde también se ha popularizado como una medida de reserva emergente ante la inflación.
¿TUMIN O CRIPTO?
Bajo el concepto de libertad financiera con que se concibió la criptomoneda el usuario tiene la opción de elegir el soporte según sus necesidades o conveniencias.
Actualmente, según datos de CoinMarket Cap, hay más de 1,500 criptomonedas en el mundo. Todas están disponibles en internet en plataformas de libre acceso —aunque no todas se basan en criptografía o en tecnología blockchain—. Basta que el interesado ingrese, genere un wallet y transfiera los fondos para comprar o vender directamente. También se puede hacer mediante plataformas que intermedian la compra, venta o intercambio. Y hay plataformas exclusivas para cambio de criptomonedas, como casas de cambio virtuales, exchanges.
En la década transcurrida desde su génesis, se ha tornado tan de moda que ahora son comunes ocurrencias de todo tipo como la Coinye West, con el dibujo del rostro del cantante Kanye West. O la KodakCoine lanzada por la compañía Kodak, Burger King su Whoppercoin. O a la islandesa Björk, quien el año pasado puso en circulación un álbum con audiocoin y sus discos a la venta con criptomonedas. Se escuchan además expresiones como la del pugilista Floyd Mayweather, quien se hace llamar “Crypto Mayweather”.
Cabe recordar que México no es ajeno a esas maneras alternativas de comerciar. Entre los pueblos mesoamericanos privaba el trueque o intercambio en especie. Y actualmente en algunas regiones se usa “dinero” alterno al oficial que emite Banxico.
Tal es el caso del Túmin, vocablo que en lengua totonaca significa “dinero”, que es una moneda físicamente de papel que comenzó a circular desde el año 2010 en el veracruzano pueblo de Espinal, en la sierra norte, para el comercio comunitario. Su paridad es la del peso, y ha tenido tal éxito que ya se usa en comunidades de 16 entidades, pese al rechazo de Banxico que incluso demandó a sus creadores.
Apenas en febrero surgió la Agrocoin, una criptomoneda que anuncia respaldarse con la producción y venta de chile habanero.
BLOCKCHAIN, PLATAFORMA MULTIUSOS
Economistas y profesionales de la tecnología avistan en estos soportes digitales los pasos a una transformación contemporánea semejante a lo que ocurrió con la Revolución Industrial del siglo XVIII. No se trata, dicen, solo del modelo de transacciones digitales, sino de la tecnología que utilizan: el blockchain, cuyos usos, que van mucho más allá del financiero, no están aún del todo explorados ni explotados.
Para conocer ese potencial hablamos con Marco Antonio Díaz Saucedo, ingeniero que labora para uno de los corporativos más importantes del mundo, en Silicon Valley, la llamada meca de la tecnología, en California. Le pedimos que nos explicara con palitos y bolitas eso que solo los criptofílicos parecen dominar.
“El blockchain es una tecnología que guarda información en una red de computadoras, pero esta red es descentralizada y distribuida, lo que significa que la información que guarda nunca se va a un lugar en específico, tampoco en un grupo particular de computadoras, sino en todas y cada una de las computadoras que participen en esta red, así que no tiene dueño, ni personas o grupos que la puedan controlar o modificar”. Y agrega: “De hecho, cualquiera puede unirse a la red y ayudar a mantenerla, en caso contrario, si tú quisieras eliminar o corromper un blockchain en particular, tendrías que desconectar todas las computadoras de esa red, que para términos prácticos es imposible; por eso se dice que un blockchain es inmutable o incorruptible.
“Probablemente —prosigue Díaz— en estos momentos hablar de una red descentralizada y distribuida que comparte información no llama mucho la atención porque ya tenemos internet, pero cuando internet apenas comenzaba en su uso abierto, no imaginábamos hasta dónde llegaría, y su evolución pasó de una red que tenía que conectarse de la computadora a un módem con un cable al teléfono fijo y en un tiempo de conexión lentísimo, y hasta la manera en la que ahora ya llevas el internet en cualquier dispositivo electrónico, a cualquier sitio y a velocidades cada vez más rápidas”.
Esa misma analogía, compara, ocurre en estos momentos con el blockchain, que fue inventado para servir como Ledger (Libro Mayor): un registro que lleva todas las transacciones que se han hecho, y cada nodo de la red (cada computadora que participa) puede generar y firmar digitalmente transacciones, “por lo que si yo quiero mandarte una criptomoneda desde mi computadora, esta transacción se propaga por toda la red y solo si los demás nodos confirman que es correcta —que yo sí tengo esa moneda y que no se lo mandé a nadie más— se agrega a un bloque y este bloque se convierte mediante ecuaciones matemáticas muy complejas en un hash —este valor es clave para mantener la identidad de cada bloque en blockchain, y así cada nueva transacción se transformará en otro bloque que incluirá como parte de su información el hash del bloque anterior, quedando estos bloques conectados o encadenados entre sí y verificados”.
Respecto al potencial tecnológico, el ingeniero de Silicon Valley explica que el blockchain es una panacea que va mucho más allá del uso financiero que hasta ahora se le ha visto.
“Son demasiados usos los que el blockchain puede tener y, definitivamente, lo que yo diga se quedará corto, porque es como recordar cuando apenas empezaba el internet y si le preguntabas a las personas en ese momento qué usos podríamos darle, les era imposible imaginarse todos los usos que le hemos dado hasta el día de hoy.
“El blockchain puede ser utilizado por los gobiernos para transparentar cualquier proceso incluido el manejo de las finanzas públicas, por ejemplo, los padrones de beneficiarios de programas sociales: se podría acreditar que existe el beneficiario y que en realidad recibió el programa y así se evitaría desvío de recursos porque se detectarían de inmediato. También para guardar información personal como tu archivero o bases de datos debidamente encriptadas; como una herramienta para proteger la propiedad intelectual: si tienes los derechos de algo y todas las personas saben que tú eres el creador, sería imposible que alguien más se apropiara de tu creación; también se puede usar como herramienta para manejar tu identidad en vez de tener un RFC, acta de nacimiento, pasaporte, número de seguro social, si manejemos un valor único que sirva para identificarte e imposible de falsificar”.
Actualmente, refiere, existe Golem, que es literalmente una supercomputadora descentralizada, en la cual los usuarios pueden generar tokens prestando parte de su procesador o tarjeta de video a esta red, o como consumidores también pueden gastar tokens para usar esta supercomputadora para realizar alguna tarea que requiera muchos recursos.
“Un uso que se podría aplicar a la perfección en México: imagínate estas próximas elecciones presidenciales, en las que en lugar de tener un PREP como sistema centralizado que capture los resultados preliminares de los votos, cada uno de nosotros tenga acceso a la cadena inmutable de valores con todos los votos que se vayan agregando al blockchain: que cada estado al contar sus votos agregue un nuevo bloque que incluya todos los votos de sus municipios, y se propague a cada nodo, que para este caso sería cada mexicano que con su computadora o celular quiera ser parte de esta red o monitorear en tiempo real las votaciones. Así se podría tener completa transparencia y un manejo descentralizado y distribuido de la información, por lo que, si una entidad o persona dice que ganó un candidato, pero todos los usuarios que son parte del blockchain tienen que ganó otro, no habría posibilidad de alterar los resultados, porque todo el blockchain se verificó y firmó antes de propagarse por la red, creando así un sistema completamente transparente imposible de corromper”.
CUATREROS EN LA RED
A diez años del surgimiento de la primer criptomoneda y su creciente proliferación, en ese mundo paralelo de la red se vive una fiebre del oro virtual. En tanto las cripto se mantienen como trending —en lo que no pocos también consideran una burbuja y otros un esquema estilo El lobo de Wall Street—, proliferan supuestas compañías que ofrecen materializar ese sueño del criptomillonario, también servicios de criptoasesoría o relacionados.
En algunos casos son defraudadores disfrazados de brokers cuyos alucinantes anuncios llegan masivamente a los cibernautas con la finalidad de engancharlos como inversores, pero que en realidad entrañan sistemas piramidales (o “bicicleta”, como le llaman en este ámbito cibernético) para estafar.
Hasta ahora los criptoinversores mexicanos prácticamente estaban indefensos frente a estos negocios, pero hace unos días el Congreso aprobó la Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera, más conocida como Ley Fintech, que entre otras busca regular a las empresas que hacen transacciones como plataforma con activos virtuales al igual que las que emitan criptomonedas, que a partir de la entrada en vigor de esta ley, deberán contar con licencias especiales, ofrecer seguridad a sus clientes, entre otras obligaciones.
El diputado Carlos Alberto de la Fuente, secretario de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, explica que “era necesaria esta ley porque ya hay una cantidad grande de millones de dólares que se mueven en el mercado electrónico financiero en México y que no estaba regulado”.
Con dicha ley, dice, “todo ese tipo de monedas ya pueden estar reguladas y podremos conocer qué tanta garantía tienen y cuáles son los riesgos, pero será el consumidor el que tendrá que tomar su propia decisión de acceder o no a esas criptomonedas cuando no estén garantizadas, porque se debe tener claro que no hay banco que las respalde”.
Por ahora los economistas aún discuten si es o no posible vivir en un mundo que no requiera de la moneda materializada. González Granada, del IPN, piensa que sí, no obstante, explica, “el obstáculo son los gobiernos que no estarán dispuestos a perder su poder y prerrogativa de controlar la vida económica de sus ciudadanos y los bancos su negocio”.
No obstante, con los pasos que países como Islas Marshall han dado, o la reciente legislación mexicana, parece que la tendencia será que los propios gobiernos promuevan la emisión directa de criptomonedas para subirse también a esa nueva ola que podría tornarse en el gran tsunami de las TIC, que ya el sociólogo y economista Manuel Castells ha definido como una revolución que va a mayor velocidad que las revoluciones tecnológicas anteriores, principalmente debido a su capacidad de penetración en todo el ámbito de la actividad humana.
Los libertarios tecnológicos piensan que el blockchain revolucionará la civilización este siglo, tal y como internet lo hizo en el siglo XX.
MINEROS DE CRIPTO
Los soportes digitales llamados comúnmente criptomonedas contemplan la posibilidad de crear algoritmos que instantáneamente revisen las transacciones financieras que van generando la información para definir cada bloque. En estos se utilizan valores hash para unir y llevar un registro de todas las transacciones. Ese hash tiene que ser el resultado de meter la información de las transacciones y el hash del bloque anterior, y se obtiene mediante una ecuación matemática, el encontrar la correcta se le denomina minar, y a quienes lo hacen, mineros. Por ejemplo, el blockchain de bitcoin genera cada diez minutos un nuevo bloque y le entrega bitcoins a la computadora que descubrió ese número hash para el nuevo bloque, pero ante la afluencia de mineros se incrementó la complejidad.
“Minar básicamente significa resolver una ecuación matemática para encontrar un valor de 64 caracteres que empiece con un determinado número de ceros y que refleje la información del bloque actual de transacciones más el hash del bloque anterior. Antes era más sencillo, pero ahora es casi imposible que uno solo con su computadora lo haga, porque se requieren computadoras cada vez más rápidas y con mayor potencia”, explica el ingeniero de Sillicon Valley, Diaz Saucedo, quien como minero de blockchain ha logrado embolsarse varias fracciones de BTC.
El minado se ha convertido en meta de ejércitos de expertos en tecnología que instalan granjas con potentes equipos con hardware y software especiales para minar. Hay también pools que trabajan juntos, y si descubren algo entre todos se reparten el botín, la pepita de oro virtual. El mayor problema es que requiere un uso de electricidad que raya en lo indiscriminado. Por ejemplo, países como Islandia —que debido a su clima invernal apropiado para enfriar naturalmente las computadoras— se han vuelto polos de atracción para que desde allí operen esos ejércitos de mineros convertidos ya en los principales consumidores de energía. El tema para los islandeses no es menor, incluso llegó a discusión a su parlamento como problema de Estado. N