“Cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira”: Juan 8:44.
Cuando el huracánHarvey inundó Houston y decenas de miles de personas huyeron, de entre las agitadas aguas surgieron buenos samaritanos. Propietarios de botes de lugares tan lejanos como Luisiana acudieron con todo tipo de embarcaciones a los lugares inundados, navegando por calles urbanas que se habían transformado en ríos, arriesgando su vida para rescatar a hombres, mujeres y niños. JimMattress Mack McIngvale, propietario de una tienda de muebles, abrió sus salas de exhibición a docenas de refugiados empapados y sus mascotas durante varias noches. Incluso los trabajadores de una panadería atrapados por el creciente nivel del agua pensaron primero en su prójimo y emplearon el tiempo que estuvieron aislados para hornear pan y darlo a los hambrientos y a quienes quedaron sin hogar.
Tales actos de valentía y caridad fueron tan alentadores como devastadora fue la tormenta. Sin embargo, ese espíritu de generosidad no fue universal. Cuando más de 9,000 personas desplazadas atestaron el Centro de Convenciones George R. Brown y casi duplicaron su capacidad, un espacio muy amplio, muy cálido, muy seco y muy cristiano permaneció cerrado. La megaiglesia de Lakewood, con una superficie interior de más de 184,708 metros cuadrados, no ofrecía refugio porque, según el pastor millonario Joel Osteen, estaba en riesgo de sufrir una inundación.
Aunque algunos reporteros entrometidos descubrieron pronto que su preciosa iglesia era accesible y estaba completamente seca, ni Dios ni los escribidores pudieron hacer que Osteen recibiera a las multitudes varadas. Pero Twitter sí lo hizo, en una oleada de desprecio enviada con elhashtag #OpenTheDoors (#AbranLasPuertas) (la iglesia era un refugio, sí, pero un refugio fiscal, decían los acusadores). Tras 48 horas de escarnio público, Osteen transigió, justo cuando comenzaba a salir el sol en Houston y las aguas empezaban a retirarse, llevándose con ellas su reputación de santidad.
El estilo de cristiandad a puertas cerradas de Osteen es cada vez más común en los márgenes conservadores del fundamentalismo estadounidense, en el que la rentabilidad se considera cercana a la devoción. Versiones de esa despiadada teología, llamada en ocasiones Evangelio de la Prosperidad, dominan el panel evangélico del presidente estadounidense Donald Trump, 25 pastores y conservadores religiosos que, en su mayoría, han prescindido de aquellas homilías del catecismo donde Jesús amaba a los enfermos y a los pobres, y respondía a los ataques poniendo la otra mejilla. Ellos predican que su Señor odia los programas de ayuda social, desde la protección social hasta el Obamacare, que el cambio climático es un invento de herejes paganos y que su Padre Celestial no tiene ningún problema con los ataques nucleares preventivos, siempre y cuando sea Estados Unidos quien los realice.
Y muchos de ellos creen que su mesías mortal es Donald J. Trump, quien durante mucho tiempo fue un vástago sibarita pero que ahora es el hombre que ha jurado solemnemente llevar a Estados Unidos a la tierra prometida de la desregulación, las rebajas fiscales y una nueva segregación.
ATRACCIÓN MASIVA: Los esfuerzos de Trump de aprovechar la fuerza política de los evangélicos se remontan al menos a 2011, cuando buscó la orientación de líderes religiosos sobre si debía enfrentarse al presidente Obama en su campaña para un segundo periodo. FOTO: CHIP SOMODEVILLA/GETTY
OJO POR OJO
El largo y en ocasiones confuso viaje espiritual de Trump comenzó en Jamaica, Queens, en la pequeñísima Primera Iglesia Presbiteriana y, más tarde, en la Iglesia Colegiada Marble de la Quinta Avenida en Manhattan, frecuentada principalmente por personas anglosajonas de raza blanca y de fe protestante, en la que el profeta de la prosperidad Norman Vincent Peale predicaba que es posible lograr el éxito mediante el propio pensamiento. En 1952, Peale publicóThe Power of Positive Thinking (El poder del pensamiento positivo), que fue el libro de mayor venta durante 186 semanas según elTheNew York Times, vendió más de 5 millones de copias y fue traducido a 15 idiomas. Ese libro, y la multitud de títulos que le siguieron, entrenaron a una generación de estadounidenses para sonreír y fingir mientras iban de camino al banco. Un buen resumen de su teología es el mantra con el que Fred Trump bombardeaba a su hijo Donald: “Eres lo máximo. Eres un rey”.
Esa perla pudo haber sido lo más cerca que el joven Donald estuvo de la Sagrada Escritura. Durante la reciente campaña presidencial, llamó “dos corintios” a la Segunda Carta de Pablo a los Corintios, una transgresión equivalente a referirse a la Santísima Trinidad como Los Tres Amigos. Ha dicho que la comunión es “mi copita de vino” y “mi galletita”. Lo más alarmante para las personas verdaderamente piadosas es que, durante la campaña, cuando se le pidió que mencionara su versículo preferido de la Biblia, no pudo mencionar ninguno, pero dijo que le gustaba la frase del Antiguo Testamento que dice “ojo por ojo”.
Trump también se aparta del cristianismo tradicional en formas más importantes. Por ejemplo, se jacta de nunca pedir perdón, aunque ese es uno de los principios básicos de los protestantes fundamentalistas, quienes piensan que todos los hombres son pecadores ante los ojos de Dios.
Durante muchas décadas, Trump fue la sudorosa encarnación del libertino de Manhattan, cliente frecuente de la discoteca Studio 54 que dirigía una agencia de modelos como su Tinder personal y que dijo riendo a Howard Stern que su Vietnam personal fue evitar las enfermedades de trasmisión sexual cuando era un desenfrenado soltero… y un desenfrenado hombre casado. No fue conocido por su fe religiosa sino hasta principios de la década de 2000, cuando llamó sin avisar a la teleevangelista Paula White, otra cristiana de la prosperidad, después de verla en televisión, y ambos se hicieron amigos (al igual que Trump, ella ha sido sometida a investigaciones federales y del Congreso en relación con sus finanzas). Pronto, White se convirtió en propietaria de un condominio en la Torre Trump con un valor de 3.5 millones de dólares, y pasaba tiempo con Trump cuando visitaba Nueva York. Explicó después que sabía que Trump era un verdadero cristiano en parte por la forma en que trataba a sus empleados.
En mayo de 2011, Trump le pidió que le hiciera un pequeño favor: que llevara a algunos líderes religiosos a la Torre Trump para que le aconsejaran sobre si debía competir contra Barack Obama por la presidencia. El grupo habló con él durante dos horas y media, que incluyeron una sesión de oraciones de 20 minutos, y le instaron a tener fe en Dios durante lo que denominaron “el proceso maligno” de desafiar a Obama. Después de esa charla, Trump aparentemente determinó que Dios no estaba listo para que él llegara a la Casa Blanca, pero cuatro años después debió darle su aprobación desde lo alto, pues el magnate decidió postularse. Las relaciones que cultivó con White y con los pastores que le asesoraron en 2011 le dieron una cobertura temprana favorable en los medios de comunicación cristianos y acceso a la amplia red de megaiglesias, todo lo cual dio buenos frutos en noviembre de 2016, cuando fue electo presidente de Estados Unidos. Los evangélicos, que constituyen la cuarta parte de la población estadounidense, lo pusieron en la cima, a pesar de sus “valores neoyorquinos”.
Es claro que Trump agradece ese apoyo y sigue tratando de ganarse el favor de su fiel rebaño. En 1 de julio encabezó el mitin de Celebración de la Libertad para dos de sus más ardientes grupos demográficos: los veteranos y los evangélicos. Después de que el coro de la Primera Iglesia Bautista de Dallas estrenó una canción original, “Make America Great Again” (Hacer que Estados Unidos sea grande otra vez), el espectáculo principal se encaminó hacia el podio. “Somos uuuna sola nación bajo la protección de Dios”, dijo el presidente con el tono meloso de un presentador de Las Vegas que anuncia a Liberace en el Sands. “En Estados Unidos no adoramos al gobierno. ¡Adoramos a Dios!” Aplauso caluroso. “Ustedes nuuunca serán olvidados”, juró. “No queremos ver que Dios sea echado de las plazas públicas, echado de nuestras escuelas o echado de nuestra vida cívica. ¡Queremos ver oraciones antes de los juegos de futbol si ellos desean orar!” Y, añadió, “¡Volveremos a decir ‘feliz Navidad’ otra vez!”.
Aquella fiesta en el Kennedy Center fue el punto más alto de un angustioso verano para Trump. En el evento, que se transmitió a escala nacional, se presentaron sus partidarios más pulcros: sin tatuajes, sin ropa de cuero al estilo de los motociclistas, ninguna cabeza rapada, ninguna antorcha, solo hombres, mujeres y niños corteses de raza blanca dándose un festín con castañas cristianas y patriótica carne roja.
Trump dijo exactamente lo que la multitud quería escuchar aquel día y mencionó a Dios docenas de veces, pero existen razones para cuestionar su sinceridad y su devoción. Por ejemplo, los creadores de Factba.se, una nueva base de datos de todas las palabras grabadas que Trump ha dicho en público, realizaron un análisis digital de audio de ese discurso, en el que midieron su nivel de estrés, y descubrieron que se muestra más estresado cuando habla acerca de lo que ahora profesa como su nuevo amor (Dios) y menos estresado cuando habla sobre el que es, supuestamente, su enemigo mortal,The New York Times.
Pero es posible que aún esté evolucionando espiritualmente. Después de todo, durante mucho tiempo Trump llevó una vida agresivamente secular, pero en estos días, el célebremente germanofóbico presidente se somete a una imposición de manos periódica en la Oficina Oval. En una fotografía reciente compartida por el pastor evangélico Rodney Howard-Browne de uno de esos rituales, los ojos de todo el mundo aparecen bien cerrados, mientras la asesora de Trump, Omarosa Manigault; el vicepresidente Mike Pence; el abogado de Trump, Michael Cohen; y un grupo de asesores religiosos visitantes invocan al Espíritu Santo. Todos los ojos están cerrados, excepto un par de ellos: Trump está espiando.
El presidente estadounidense ofreció otra imagen en relación con la profundidad de su devoción cuando se salió del guion en su discurso de aceptación el año pasado, pronunciado en la Convención Nacional Republicana en Cleveland. El texto preparado decía: “En este momento me gustaría agradecer a la comunidad evangélica, que ha sido tan buena conmigo y me ha apoyado tanto”. Pero lo que dijo realmente fue: “En este momento, me gustaría agradecer a la comunidad evangélica porque, les diré algo, el apoyo que me han dado, y que no estoy muy seguro de merecer totalmente, ha sido sorprendente. Y ha sido una importante razón para que me encuentre aquí esta noche”.
Todos los presidentes modernos han tenido consejos de fe de una forma u otra. En ellos se incluye generalmente a representantes de muchas fes (y razas), y su trabajo consiste en mantener un enlace entre la Casa Blanca y la enorme constelación de grupos religiosos de Estados Unidos. Sin embargo, el Consejo evangélico de Trump está compuesto casi totalmente por personas de raza blanca (una de raza negra) y está dominado por evangélicos. Trump le ha devuelto el favor a su congregación de admiradores al poner a ocho evangélicos de raza blanca en el Escuadrón de Dios de su gabinete (Ben Carson, el noveno evangélico del gabinete, es de raza negra). Y se han desempeñado con una pericia secular en casi todos los niveles (La Secretaría de Educación, Betsy DeVos, heredera de la fortuna de Amway, demostró que era la fanática adecuada para el trabajo cuando usó el dinero de su familia en un intento de demoler las escuelas públicas de Michigan en favor de las escuelas religiosas y la educación en casa).
Ahora, los fundamentalistas tienen un pase de acceso ilimitado a los más altos niveles del gobierno, y Trump ha hecho que su lista de deseos sea una prioridad. Uno de sus primeros actos como presidente fue ordenar al Servicio de Recaudación que dejara de supervisar las donaciones políticas a las iglesias. Esto les encantó a los pastores políticos y a los multimillonarios: los donadores conservadores ahora pueden blanquear, mediante sus iglesias, las donaciones provenientes de dinero sucio.
Su otra gran concesión a su devoto ejército fue elegir a Pence como su compañero en la contienda (y en la fe). Este nativo de Indiana, excesivamente sometido a su mujer y cuya carrera política parecía más muerta que Lázaro o que Myspace hace dos años, ahora está a un paso (o a una acusación de Robert Mueller) de convertirse en líder del mundo libre.
DOS NACIONES BAJO LA PROTECCIÓN DE DIOS: En enero, Trump pronunció el discurso de la ceremonia de entrega de premios de la Universidad Liberty, una escuela cristiana privada fundada por el teleevangelista Jerry Falwell en 1971. FOTOS: CHIP SOMODEVILLA/GETTY; CHIP SOMODEVILLA/GETTY
LA CARRERA RACISTA HASTA TOCAR FONDO
En agosto pasado, Trump tuvo un bautizo de fuego y azufre por decir que había “personas muy buenas en ambos bandos” de los disturbios ocurridos en Charlottesville, Virginia, iniciados por supremacistas blancos. Empresarios estadounidenses se desmarcaron y organizaciones de beneficencia cancelaron sus reservaciones en el centro vacacional de Mar-a-Lago, pero su consejo evangélico le mostró un apoyo inquebrantable. “Orgulloso de servir al @Presidente en su Consejo de la Iniciativa de Fe”, tuiteó el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, Robert Jeffress. “Ha hecho más en seis meses para proteger la libertad religiosa que cualquier otro presidente en la historia”. Paula White apareció en el programa de su colega, el teleevangelista Jim Bakker, para anunciar que Trump había sido “exaltado por Dios” para dirigir al país.
Para los historiadores, la respuesta de los líderes evangélicos no fue ninguna sorpresa, pues saben que el racismo estuvo detrás del surgimiento de los evangélicos como una fuerza política en Estados Unidos. “Si buscas la chispa fundamental que anima al movimiento cristiano de derecha, no es el aborto, sino el hecho de que las universidades privadas cristianas no puedan tener leyes que prohíban que los estudiantes pertenecientes a un grupo racial puedan tener una relación sentimental con un miembro de un grupo racial distinto”, dice Robert Jones, director del Instituto Público de Investigación de la Religión. Este investigador sabe que cuando el gobierno federal impuso la integración en las escuelas públicas del sur de Estados Unidos, los padres blancos sacaron a sus hijos y los matricularon en nuevas escuelas dirigidas por las iglesias, a las que se llamó “academias de segregación”. La salida de estudiantes de raza blanca fue rápida y devastadora. Por ejemplo, en Misisipi, la población blanca de la escuela del condado de Holmes cayó de 700 a 28 durante el primer año de la integración, y al año siguiente, se redujo a cero.
LOS INFLUYENTES DE LA ORACIÓN: White, considerada como la asesora espiritual más cercana a Trump. FOTO: MANDEL NGAN/AFP/GETTY
Para contrarrestar esta tendencia, el Servicio de Recaudación comenzó a negar la exención de impuestos a las academias de segregación. La Universidad Bob Jones, una de las más grandes escuelas evangélicas del país, enfrentó la pérdida de su exención fiscal debido a su prohibición de que los estudiantes que pertenecían a un grupo racial tuvieran una relación sentimental con miembros de un grupo distinto. Conforme crecía el pánico racial, un genio político republicano llamado Paul Weyrich, con el patrocinio del multimillonario cervecero segregacionista Joseph Coors, estableció alianzas con líderes religiosos del sur. De acuerdo con William Martin, autor deWith God on Our Side: The Rise of the Religious Right in America (Con Dios a nuestro lado: el surgimiento de la derecha religiosa en Estados Unidos), Weyrich se reunió con Jerry Falwell Sr. en la cafetería de un Holiday Inn de Lynchburg, Virginia, en 1979. “Weyrich le dijo a Falwell: ‘Existe una mayoría moral en este país que desea esto y aquello’, y Falwell respondió: ‘Repite eso que has dicho. ¿Qué fue lo que dijiste? Usaste una frase’. Weyrich dijo: ‘Existe una mayoría moral…’ Falwell respondió: ‘Eso es. Así es como la llamaremos. Formaremos una organización y ese es el nombre que le daremos’”.
En la elección presidencial de 1980, la mayoría moral de Falwell ayudó a impulsar a Ronald Reagan hacia la Casa Blanca. Reagan sabía lo que realmente deseaba esa comunidad temerosa de Dios, por lo que comenzó su campaña con un discurso en el que apoyaba los derechos de los estados en una feria rural de Misisipi. “Los derechos de los estados” habían sido un grito de batalla de los segregacionistas del sur durante décadas, y en caso de que alguien no se hubiera dado cuenta del mensaje en clave, Reagan pronunció ese discurso a tan solo 11 kilómetros del lugar donde tres trabajadores de derechos civiles fueron asesinados en la década de 1960. En la ruta de campaña, y en muchas ocasiones mientras estuvo en la Casa Blanca, Reagan se quejó frecuentemente de las “reinas de la asistencia social”.
Durante los siguientes años, el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo se convirtieron en los temas que los estrategas republicanos utilizaron para enardecer a esa mayoría moral y conducir a los cristianos de derecha hacia las urnas. Trump convirtió en un arma esta cínica estratagema durante la ruta de campaña. Encontró que le resultaría fácil abandonar su apoyo por el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo si ello significaba sellar la alianza con sus fervientes fundamentalistas.
EL PRESIDENTE y la primera dama salen de los servicios religiosos el día de la toma de posesión. FOTO: JABIN BOTSFORD/THE WASHINGTON POST/GETTY
EL REINO DE TRUMP
El principal asesor espiritual de Trump no es su vicepresidente, aquel piadoso zorro plateado que dice que nunca cena solo con una mujer que no sea su esposa. Esa sagrada tarea recae en los hombros de White, presidenta del panel evangélico de la Casa Blanca. Ella se ha casado tres veces (actualmente es esposa del rockero Jonathan Cain, tecladista del grupo Journey, cuya pieza “Don’t Stop Believin’” [No dejes de creer] fue uno de los himnos del rock de la década de 1980) y predica ante millones de personas a través de la televisión y, cuando está en Florida, lo hace ante su rebaño más pequeño de la Iglesia New Destiny Christian Center de Apopka. White y otros teólogos de la prosperidad han corregido el versículo del Nuevo Testamento que dice que es más fácil que un camello pase a través del ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos. Ella prefiere otro pasaje bíblico, “Cuando hayan entrado en la tierra que yo les doy, y hagan cosechas, llevarán al sacerdote la primera gavilla, o sea, los primeros frutos de su cosecha” (Levítico 23:10). Su página web, llamada First Fruits 2017 (Primeros frutos 2017) es una charola para limosnas en línea, decorada con una fotografía de uvas, granadas y naranjas, y botones que dicen: “¡Entrega hoy mismo la ofrenda de tus mejores primeros frutos!” y “¡Envía tu solicitud de oración hoy mismo!”, los cuales conducen a páginas con formularios para pagos con tarjeta de crédito (el vocero de White dijo que ella no estaba disponible para una entrevista conNewsweek).
La segunda voz divina más prominente en la Casa Blanca de Trump es Ralph Drollinger, pastor estudioso de la Biblia del gabinete, quien predica que, contrario a lo que ha enseñado la Iglesia durante varios milenios, Jesús no cree realmente que tengas que ayudar a los pobres si eres miembro del Congreso. En un texto titulado “Entitlement Programs Viewed Through the Lens of Scripture” (Los programas de beneficios sociales vistos a través de la óptica de la Escritura), que es el sermón de una de sus sesiones semanales de estudios bíblicos, el cual pronunció el año pasado en Capitol Hill, les dice a los miembros de su congregación política de alto nivel que la Biblia “es clara” en cuanto a que el cuidado de los pobres es responsabilidad de la familia y de la Iglesia, no del gobierno. “En ninguna parte del Nuevo Testamento se encuentra algún mandamiento explícito para que la Institución del Estado asuma dicha función”, escribió. “Jesús fue solo un modelo a imitar”.
WEYRICH, cofundador del movimiento de la Mayoría Moral y Falwell, en 1979. FOTOS: DENVER POST/GETTY; ROSARY: GETTY
En otra enseñanza, titulada “What Does the Bible Teach in Regards to Property Rights?” (¿Qué enseña la Biblia con respecto a los derechos de propiedad?), Drollinger escribió: “Podemos decir sin temor a equivocarnos que Dios es capitalista, no comunista” (la oficina de Drollinger declinó la solicitud de Newsweek para una entrevista, explicó que el pastor se encontraba en una caminata anual de 321 kilómetros en las Sierras).
Drollinger se ganó el afecto de Trump el año pasado cuando lo llamó a crear una “dictadura benevolente”. Este impulso antidemocrático resultó familiar para las personas que estudian a los evangélicos. Los especialistas en ciencia política han observado una creciente tendencia autoritaria entre los votantes estadounidenses y, particularmente, entre quienes votaron por Trump. En un metaanálisis realizado en 2011 con cientos de estudios en los que participaron miles de personas se encontró que “el fundamentalismo se relaciona positivamente con el autoritarismo, el etnocentrismo, el militarismo y los prejuicios”.
La afición de Drollinger por la sumisión abyecta se extiende incluso hasta el cambio climático. Él y varios de los teólogos de Trump predican que, aun cuando el mundo se está calentando, es arrogantemente pecaminoso creer que las actividades humanas tienen algo que ver con ello. Dice Drollinger: “Pensar que el hombre puede alterar el ecosistema de la Tierra, mientras que Dios sigue siendo omnisciente, omnipresente y omnipotente en los asuntos actuales de la humanidad es apoyar, de una forma más que sutil, una visión del mundo desmedidamente orgullosa y secular en relación con la supremacía y la importancia del hombre”.
Esta franja del movimiento evangélico, amante de los combustibles fósiles, entre la que se encuentra Scott Pruitt, director de la Agencia de Protección Ambiental, predica que los muchos movimientos cristianos ecologistas derivan de un engaño espiritual y son prueba de una “visión mundial demoniaca”, dice James Wanliss, profesor adjunto de física de la Universidad Presbiteriana de Carolina del Sur, quien afirma que los ambientalistas tienen como objetivo “la reconstrucción de un orden mundial pagano”.
A lo cual, el senador James Mountain Inhofe ha dicho “amén”. Inhofe, poderoso presidente del Comité del Senado sobre el Ambiente y Obras Públicas y uno de los más devotos negadores del cambio climático en el Capitolio, asigna la responsabilidad del cambio en la Tierra a Dios y solo a Dios. “Dios sigue estando allá arriba”, dijo en un programa de radio cristiano en 2015. “La arrogancia de las personas para pensar que nosotros, los seres humanos, podríamos ser capaces de cambiar lo que Él hace con el clima es indignante desde mi punto de vista”.
ESPÍRITU SANTO: La elección del célebremente piadoso Pence por parte de Trump para el puesto de vicepresidente fue considerada ampliamente como un enorme pago para sus partidarios evangélicos. FOTOS: SPENCER PLATT/GETTY; MARK MAKELA/GETTY
SERÉIS ELOCUENTES EN TWEETER
Actualmente, resulta obvio que Trump obtuvo un beneficio extraordinario sobre su inversión al cortejar a los evangélicos en 2011, pero ¿qué es lo que ellos vieron en él? Hasta una época muy reciente, su biografía parece ser antitética a todo aquello en lo que ellos creen. Jones, del Instituto Público de Investigación de la Religión, piensa que la respuesta está en la resolución de 2015 de la Suprema Corte, en la que se legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Los demócratas y los progresistas locales subestimaron en gran medida el evento nuclear que la decisión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo fue para los cristianos conservadores de raza blanca”, dice. “Fue algo que se encontraba muy en el centro de su participación política. Habían invertido todos sus recursos en esa lucha, y perdieron de manera decisiva en las cortes y ante la opinión pública”.
Entre los muchos milagros que Trump realizó durante su campaña estuvo el de aprovecharse del miedo de los cristianos conservadores de raza blanca. Los cristianos de raza blanca realmente están perdiendo terreno en el ámbito demográfico, aunque no su poder. Estados Unidos ya no será suyo por mucho tiempo debido a que son una porción cada vez más pequeña del electorado. Sin embargo, como lo demostró Trump al lograr un efecto sorprendente, ellos aún acuden a votar con índices más grandes que otros grupos demográficos más amplios. Y esto les da mayor peso a sus puntos de vista. En 2008, los evangélicos de raza blanca constituían 21 por ciento de la población, pero conformaron 26 por ciento de los votantes, dice Jones. En 2016, el número de evangélicos de raza blanca había disminuido hasta alcanzar 17 por ciento de la población, pero constituyeron 26 por ciento de los votantes. Dice que la elección de 2016 fue su “máquina del tiempo”, es decir, la oportunidad de los fundamentalistas cristianos de resucitar ante la opinión pública de 2008, cuando solo 40 por ciento de los estadounidenses apoyaban el matrimonio entre personas del mismo sexo, y no el 60 por ciento de la actualidad.
El número de fundamentalistas cristianos protestantes de raza blanca de Estados Unidos se reduce, y estos se extinguen como los dinosaurios que Dios puso en la Tierra junto con los seres humanos hace 6,000 años, antes de que decidiera desaparecerlos misteriosamente. (¿Y quién los eliminó del Génesis?) “Nuestro cálculo más aproximado es que la de 2024 será la primera elección en la que tengamos un electorado que ya no estará compuesto en su mayoría por personas de raza blanca y cristianas”, dice Jones.
Pero esto aún deja la pregunta de cómo pudieron los evangélicos apoyar a Trump. En 2011, en una encuesta se pidió a los participantes que dijeran si estaban de acuerdo o en desacuerdo con la afirmación de que si alguien que cometía un acto inmoral en su vida privada podía, aun así, tener un buen desempeño en un puesto público. Entre los evangélicos de raza blanca, solo tres de cada diez pensaban que ello era posible. En 2016, los encuestadores hicieron la misma pregunta, y 71 por ciento de los evangélicos de raza blanca estuvieron de acuerdo. “Los protestantes evangélicos de raza blanca pasaron de ser el grupo con menores probabilidades de estar de acuerdo en que ello fuera posible, a convertirse en el grupo con mayores probabilidades de estar de acuerdo”, dice Jones. “Según cierta forma de pensar, Trump puso de cabeza la ética evangélica, ya que ellos se habían basado en principios. Dejaron que el fin justificara los medios: necesitamos un presidente republicano, no importa cómo”.
ESTADOS RELIGIOSOS: La visita de Trump a Ciudad del Vaticano en mayo hizo que un confidente cercano del Papa escribiera una feroz condena de los evangélicos y de algunos católicos quienes, en su opinión, mezclan la religión y la política y promueven “un tipo de Estado teocrático”. FOTO: L’OSSERVATORE ROMANO/ANADOLU AGENCY/GETTY
Para muchos fundamentalistas, el disimulado libertinaje y las décadas de disipación de Trump son una prueba más de que su Señor actúa en formas misteriosas. Los partidarios evangélicos de raza blanca de Trump disculpan sus antecedentes de conducta inmoral comparándolo con diferentes héroes bíblicos cuyas vidas fueron menos que ejemplares pero que, sin embargo, hicieron el trabajo de Dios. Lance Wallnau, autor del exitoso libro sobre Trump llamadoGod’s Chaos Candidate (El candidato del caos de Dios), ha afirmado que Dios le habló y le dijo: “Donald Trump es una bola de demolición para el espíritu de la corrección política”.
Ahora viene la pregunta más impertinente, y quizás, incluso, herética, que un periodista puede hacer: ¿Qué es lo que Dios piensa acerca de Trump, quien, de acuerdo conThe Washington Post, ha dicho ya más de 1,000 mentiras desde que ocupó la Oficina Oval y que está en camino de llegar a las 2,000 para finales de año?
El mismo análisis digital de voz que midió el nivel de comodidad de Trump al hablar de Dios y del supuestamente ateoTheNew York Times muestran que, cuando el presidente dice una mentira evidente (es decir, una afirmación cuya falsedad ha sido determinada por PolitiFact), se siente más relajado que en otros momentos durante sus discursos y entrevistas.
Este podría parecer un problema muy desconcertante para los fieles, pues la Biblia asocia repetidamente la mentira con el demonio. Por mencionar solo uno de los muchos ejemplos de las Escrituras, el Evangelio de Juan 8:44 se refiere de este modo a Satán: “Cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira”. Ahora, recordemos que millones de fundamentalistas conservadores de raza blanca, quienes toman la Biblia literalmente, esperan el cumplimiento de su profecía sobre el Apocalipsis, el fin de los tiempos, en el que surgirá una fuerza maligna que gobernará brevemente el mundo. Tiene muchos nombres, entre ellos, el de Padre de la Mentira.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek