Si quieres una advertencia ominosa del impacto de la era de Trump en Silicon Valley, mira lo que otrora fue un gigante de la innovación estadounidense: Detroit.
Para 1908, cuando Henry Ford empezó a construir el Modelo T en una fábrica allí, el automóvil era la tecnología nueva más importante del mundo. La industria se unió en y alrededor de esa ciudad conforme inventores e inversionistas corrieron hacia la región. De entre un torrente de compañías incipientes —Cadillac Automobile Co., Dodge Brothers, Durant Motors, Mercury Cyclecar Co.—, unos pocos monolitos mundiales surgieron y se consolidaron. En las siguientes cuatro décadas, Ford, General Motors, Chrysler y el ecosistema de fabricación de carros de la ciudad dominaron todo aspecto de la industria automotriz mundial, y, si vamos al caso, la economía de Estados Unidos. Charles Wilson, quien era el presidente de GM antes de convertirse en el secretario de defensa del presidente Dwight D. Eisenhower, acuñó la frase “Lo que es bueno para General Motors es bueno para el país”.
La década de 1960 fue la cima de Detroit. A principios de la década de 1970, dudosas políticas económicas y exteriores de Estados Unidos llevaron al desastre cuando naciones de la OPEP iniciaron un embargo petrolero. La gasolina se volvió escasa y cara, y Detroit fue atrapado enfocándose en productos erróneos —ostentosos tragadores de gasolina— en el momento erróneo, dándoles a los fabricantes japoneses de autos pequeños una apertura en el mercado de Estados Unidos. Joseph White, historiador automotriz ganador del Pulitzer, escribió sobre dos errores catastróficos que empeoraron las cosas. “Detroit subestimó la competencia”, dijo él. Toyota y Honda se habían vuelto mucho más aptas de lo que pensaban los ejecutivos de la industria. Segundo, las compañías de Estados Unidos “manejaban el fracaso mejor que el éxito”. Las décadas de triunfo de Detroit establecieron la arrogancia, el desperdicio y las malas prácticas que llegaron a acecharle.
A partir de allí, fue un corto viaje a la pérdida de liderazgo en el mercado, despidos, cierres de plantas y una ciudad que se hundió en un deterioro desesperante.
¿Piensas que eso nunca podría sucederle a Silicon Valley? Como Detroit en la década de 1970, Silicon Valley parece estar manejando el éxito bastante mal. Mira el relajo retorcido en Uber y las guerras culturales que se están dando al interior de Google. Las valuaciones insanamente altas de compañías privadas empiezan a verse como un peligroso ardid piramidal que Bernie Madoff podría admirar. Los costos altos y la congestión cada vez peor están convirtiendo al Área de la Bahía de San Francisco casi inhabitable para todos menos los superricos. Al mismo tiempo, mucha de la tecnología estadounidense está subestimando la competencia, en especial de China y la Unión Europea.
Para empeorar las cosas, la administración de Trump parece estar haciendo todo lo que puede para ayudar a tirar a Silicon Valley de su pedestal. Las políticas de Trump en comercio, inmigración e inversión están dándoles a naciones competidoras aperturas para robar porciones importantes del liderazgo mundial de Silicon Valley, robándole talento y desviando capital hacia otros centros tecnológicos emergentes, incluso Francia. (Ya sabes, el país del que el presidente George W. Bush una vez dijo que ni siquiera “tiene una palabra para entrepreneur”.)
La industria tecnológica de Silicon Valley no va a derrumbarse súbitamente y desaparecer. La industria automotriz de Detroit tampoco desapareció. Pero hay un punto claro de demarcación a principios de la década de 1970, cuando la hegemonía mundial de Detroit terminó. Los directores ejecutivos, fundadores y genios de Silicon Valley estarían equivocados si piensan que son inmunes a que los tiren de su pedestal de forma similar.
LA PLANTA abandonada de Packard en Detroit. FOTO: TUDOR APMADOC/GETTY
EL SUEÑO POCO AMERICANO
Conocí a Stepan Pachikov por primera vez en Moscú en 1991. Él había fundado ParaGraph, una de las primeras compañías privadas de software en la derrumbada Unión Soviética. ParaGraph había desarrollado una manera de que las computadoras reconocieran la escritura a mano, lo cual no era fácil por esos días. Apple terminó licenciando el software para su infortunado Newton, una PDA manual. Antes de 1991, un ciudadano de la URSS apenas podía soñar con trabajar en Silicon Valley. “El principal obstáculo entre yo y el mundo era la Unión Soviética”, me dijo una vez Pachikov. Cuando los soviéticos ya no pudieron evitar que su gente se marchara, Pachikov corrió hacia el centro tecnológico más dinámico del planeta, mudando a su compañía y su familia al Área de la Bahía. En 1997, vendió ParaGraph a Silicon Graphics por $50 millones de dólares.
Pocos años después, Pachikov aprovechó su conocimiento en software de reconocimiento de caracteres y fundó una compañía de la que probablemente has oído hablar: Evernote. Domiciliada en Redwood City, California, en el corazón de Silicon Valley, Evernote hace una aplicación de productividad y tiene alrededor de 400 empleados. Ha recaudado 10 rondas de financiamiento de 15 inversionistas, incluida la importantísima compañía de capital de riesgo Sequoia Capital. La historia es la típico de Silicon Valley: atrae grandes inversionistas, haz disponible el capital, permite que la compañía incipiente aproveche el ambiente local de los mejores ingenieros, programadores y administradores de empresas, y ve cómo la empresa mueve al mundo unos cuantos pasos adelante.
Adelantemos un par de décadas. Incluido en la familia que Pachikov mudó a Estados Unidos estaba su hijo, Alex, ahora de 37 años. Alex Pachikov recientemente empezó Sunflower Labs, una compañía que une inteligencia artificial y drones para crear un nuevo tipo de sistema de seguridad hogareña. Pero para él, la escena tecnológica se ve diferente a la que abrazó su padre; ahora está diseminada por todo el orbe. “Mi oficina de investigación y desarrollo está en Zúrich”, dice él. “Mi diseño industrial, diseño gráfico y relaciones públicas están en San Francisco. Uno de mis asesores de inversiones está en Tokio. Nuestra fabricación será en China y Taiwán. Encuadrar todas las zonas horarias es un reto”.
El arco de los Pachikov sugiere que Silicon Valley, otrora el centro del universo tecnológico, ahora es solo una estrella en una constelación. La historia de creación de compañías de Pachikov se está volviendo más común. El inversionista tecnológico Andres Barreto dijo que tiene seis compañías incubándose dentro de Y Combinator en Silicon Valley, “pero sus equipos de ingenieros están en Latinoamérica o están construyendo equipos en Latinoamérica”. La transición se ve reflejada en las listas de empleos tecnológicos en Silicon Valley, que han bajado 5.9 por ciento en la primera mitad del año, según el sitio de empleos Indeed. Los inversionistas iniciales y providenciales de la región completaron alrededor de 900 acuerdos en el segundo trimestre de 2017, por debajo de los 1,100 en el mismo trimestre un año antes, según un informe de PitchBook, mientras que la creación de compañías está creciendo mundialmente.
La afamada analista tecnológica Mary Meeker señaló que 60 por ciento de las compañías más altamente valuadas en Estados Unidos fue fundado por estadounidenses de primera o segunda generación. Estas compañías emplean a 1.5 millones de personas e incluyen a Apple, Alphabet, Amazon y Facebook, cuatro de las compañías más valiosas de Estados Unidos. Imagina el impacto a largo plazo si más posibles inmigrantes a Estados Unidos lanzan sus compañías incipientes doquiera que están ahora, si la gente como Stepan Pachikov no hace el viaje. Las implicaciones son enormes para la economía de Estados Unidos, y podría afectar la posición de Estados Unidos en el mundo. Estados Unidos proyecta su cultura y sus valores a través de sus exportaciones tecnológicas. Miles de millones de personas mundialmente están en Facebook, usan iPhone y depende de Google, todo eso hecho en Estados Unidos. La próxima generación de tecnología, proveniente de naciones diferentes a Estados Unidos, podría verse y sentirse diferente.
ENTREPRENEURS DU JOUR: Detroit dominó la industria automotriz por casi un siglo al bombear autos Ford, Cadillac, Buick y Plymouth. FOTO: BETTMANN ARCHIVE/GETTY
EL FALSO UNICORNIO
Si el dominio de Silicon Valley declina, será en parte por lo que está haciéndose a sí mismo, y por lo que está haciendo Donald Trump.
¿Recuerdas todo el alboroto del año pasado sobre la explosión de los “unicornios” tecnológicos, esas compañías privadas de miles de millones de dólares? La trampa financiera detrás de esa tendencia amenaza el modelo de construir compañías en Silicon Valley.
A causa de las regulaciones en Estados Unidos y el cambio en las actitudes en la industria tecnológica, las compañías incipientes exitosas se mantienen privadas. Las ofertas públicas iniciales (IPO, por sus siglas en inglés) solían ser una manera común de que las compañías emergentes financiaran el crecimiento, pero en 2016, según un documento nuevo de la compañía incipiente de inversión Urgent International, solo 18 compañías de Estados Unidos completaron IPO que recaudaron menos de $50 millones de dólares, en comparación con 557 compañías en 1996. En otras palabras, en solo 20 años, ha sido bloqueado un camino importante para la expansión de compañías incipientes pequeñas y de rápido crecimiento en Silicon Valley. Más bien, las compañías dependen de rondas de financiamiento privado, las cuales inflan o embrollan las valuaciones, llevando a unicornios que no deberían ser unicornios. Urgent tiene un plan para explotar el problema de las IPO en Silicon Valley: está proponiendo una manera de hacer públicas compañías de Estados Unidos en otros mercados bursátiles alrededor del mundo. “Es una oportunidad enorme para nosotros como un fondo en medio de una farsa para las compañías tecnológicas de Estados Unidos”, me dice Jeff Stewart, de Urgent.
El relajo financiero en Silicon Valley se ve claramente en la confusión en Uber. El fundador Travis Kalanick, quien fue destituido como director ejecutivo, pero sigue siendo presidente de Uber, se negó a considerar hacer pública a Uber. Él también recaudó una ronda enorme tras ronda enorme de financiamiento privado, por lo que Uber ahora está valuada en $70,000 millones de dólares, más que Ford o GM. Pero, en algún momento, a la compañía se le agotarán los inversionistas “más bobos” que darán financiamiento en valuaciones aún más altas, limitando la capacidad de Uber de recaudar dinero. El nuevo director ejecutivo, Dara Khosrowshahi, dice que Uber podría hacerse pública alrededor de 2020, pero los mercados públicos podrían valuar a Uber más bajo que las valuaciones privadas, lo cual significaría grandes pérdidas para los inversionistas privados de Uber.
Esta tensión por una IPO fue la razón central por la cual uno de los principales inversionistas de Uber, la compañía de capital de riesgo Benchmark Capital, demandó a Kalanick en una lucha para controlar la compañía, conformando un escenario de enormes dimensiones: una de las compañías de capital de riesgo en tecnología más exitosas demandando al fundador de una de las compañías más exitosas; un equivalente épico en Silicon Valley de Brutus volviéndose en contra de César. De hecho, Shervin Pishevar, inversionista de Uber y partidario de Kalanick, desató en agosto una diatriba shakespeariana contra Benchmark: “Dejemos que nuestra causa justa dé qué pensar a quienes ni siquiera soñarían en emular jamás los chanchullos vergonzosos de estos hipócritas santurrones”, dijo furioso. No se ve eso a menudo en los círculos empresariales.
Al mismo tiempo, los problemas de sexismo y discriminación manchan la imagen de Silicon Valley como una tierra de oportunidades para todos. En Google, el ingeniero de bajo nivel James Damore escribió un manifiesto contra la diversidad que se hizo viral y retó la dirigencia del director ejecutivo Sundar Pichai. Un libro de Ellen Pao, quien se hizo famosa por demandar al gigante del capital de riesgo Kleiner Perkins por discriminación sexual, acaba de salir, rociando más líquido para encendedor en los carbones ardientes de ese problema.
En otra pista del circo de Silicon Valley, Elon Musk, director ejecutivo de Tesla, ha atacado a Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Facebook, burlándose de que su conocimiento de la inteligencia artificial es “limitado” después de que Zuckerberg acusó a Musk de hacer comentarios “irresponsables” con respecto a que la inteligencia artificial podría ser peligrosa para la humanidad. Esto sería tan entretenido como ver al conejo Bugs debatir la temporada de patos vs. temporada de conejos con el pato Lucas, excepto que refleja una división creciente y a veces hostil en la tecnología con respeto a si la inteligencia artificial necesita ser domada o dejarla suelta.
Lo más dañino de todo podrían ser las políticas de la administración de Trump, la cual ha implementado o propuesto una política tras otra que pone a la industria en una desventaja competitiva. Previamente este año, el presidente inició una revisión de las visas H-1B para trabajadores extranjeros, y las compañías tecnológicas dependían de estas para traer talentos. Más recientemente, la administración de Trump retrasó —y podría acabar con— la Norma Empresarial Internacional, la cual les facilitaría a los fundadores de una compañía extranjera traer sus compañías incipientes a Estados Unidos. “En un momento cuando países de todo el mundo están haciendo todo lo que pueden para atraer y retener individuos talentosos para que vayan a sus costas para construir y hacer crecer compañías innovadoras, la administración de Trump está dando a entender que su intención es hacer exactamente lo opuesto”, dijo Bobby Franklin, presidente y director ejecutivo de la Asociación Nacional de Capital de Riesgo.
Y a principios de septiembre, Trump dijo que dará fin al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), el cual les ha permitido quedarse a inmigrantes indocumentados quienes fueron traídos a Estados Unidos cuando niños. Ahora, podrían ser deportados. Algunos son empleados valiosos de compañías tecnológicas. Microsoft prometió pagar los gastos legales de cualesquiera empleados que enfrenten la deportación cuando DACA termine. Brad Smith, presidente de Microsoft, llamó a la decisión de Trump “un gran paso atrás para todo nuestro país”, y a la industria le preocupa que desaliente todavía más a extranjeros talentosos a venir a Estados Unidos.
Otros países han perseguido el talento internacional como tiburones rodeando a los surfistas al atardecer. “Yo espero que muchos de estos ingenieros vendrán a China a trabajar con nosotros”, dijo Robin Li, director ejecutivo del gigante tecnológico chino Baidu. El ministro de innovación de Canadá, Navdeep Bains, lanzó un programa de reclutamiento, diciendo: “Queremos estar abiertos a la gente”. El presidente francés Emmanuel Macron anunció que el talento tecnológico puede “hallar en Francia una segunda patria”.
Todavía más perjudiciales para la tecnología de Estados Unidos son otras dos decisiones de Trump: retirarse del acuerdo climático de París y desechar el acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés) de comercio con Asia.
La tecnología de energía limpia y las innovaciones que resuelvan el cambio climático estarán entre las mayores oportunidades comerciales de las próximas dos décadas. Trump dio a entender que Estados Unidos no dará la bienvenida a innovaciones de energía nuevas, lo cual, de nueva vez, abre el camino para que competidores extranjeros y hace menos factible que compañías estadounidenses desarrollen soluciones de energía para su mercado local. Un Estados Unidos de Trump solo seguirá extrayendo carbón que nadie más quiere.
Como lo señalan los expertos políticos, abandonar el TPP disminuye la ventaja de las compañías de Estados Unidos en los mercados tecnológicos en auge de Asia y más bien le entrega esas oportunidades a la industria tecnológica cada vez más poderosa de China. Estados Unidos ha fomentado monolitos como Apple, Google, Facebook y Netflix. Pero las tres grandes compañías tecnológicas de China —Baidu, Alibaba y Tencent— están persiguiendo a Silicon Valley más o menos de la manera que Toyota, Honda y Nissan ampliaron su alcance fuera de Japón y le dieron un golpe bajo a Detroit. Alibaba y Tencent son dos veces más valiosas que Intel o IBM.
Silicon Valley cobró protagonismo al bombear datos y atraer talento de todo el mundo, incluido Stepan Pachikov, quien trajo su compañía desde Rusia a mediados de la década de 1990. FOTOS: MICHAEL SHORT/BLOOMBERG/GETTY; ANN E. YOW-DYSON/GETTY IMAGES
EL ENFOQUE POCO INTELIGENTE
Por décadas, el mercado local ha sido una de las mayores ventajas para empezar una compañía tecnológica en Estados Unidos. En ninguna otra parte del planeta se podría hallar un solo mercado con tantísima gente, con medios pegados a internet.
China ahora tiene 750 millones de usuarios de internet, más del doble del tamaño de toda la población de Estados Unidos. India, con 1,300 millones de personas, presume de la población de internet de más rápido crecimiento, ahora con alrededor de 300 millones, y todavía tiene menos de un tercio de su gente conectada. Así, la ventaja de Silicon Valley de un gran mercado local para lanzar productos ha terminado.
¿Qué hay de su ventaja en investigación científica y magia técnica? Eso también se ve inestable.
El gobierno chino invierte en un plan de inteligencia artificial, gastando miles de millones de dólares en investigación y compañías incipientes. Un informe de octubre pasado de la administración de Obama halló que China superó a Estados Unidos como el productor más prolífico del mundo en artículos de investigación en publicaciones de aprendizaje profundo en algún momento en 2013, y la brecha continúa ensanchándose. El viceministro de industria y tecnología informática de China, Liu Lihua, informó que China ha presentado 15,745 solicitudes de patentes de inteligencia artificial. Un informe de la consultora estadounidense PwC predice que para 2030, el crecimiento relacionado con la inteligencia artificial aumentará el producto interno bruto global en $16 billones de dólares, y casi la mitad de ese crecimiento le corresponderá a China.
La clave para crear la mejor inteligencia artificial es ser capaz de alimentarla con cantidades enormes de datos sobre el comportamiento actual de los usuarios. La inteligencia artificial aprende con los datos y mejora. En ese terreno, quien tenga la mayoría y los mejores datos usualmente gana. Ahora que China tiene dos o tres veces más usuarios solo en su mercado local, tendrá más datos por un gran margen.
Las compañías tecnológicas de China atrajeron un récord histórico de $56,000 millones de dólares en inversiones divulgadas el año pasado, según Tech in Asia. Didi Chuxing, domiciliada en Beijing y una compañía similar a Uber, ha recaudado alrededor de $10,000 millones y compró las operaciones de Uber en China el año pasado después de que Uber se percató de que no podía competir en ese país.
Por lo menos la pujante escena de compañías incipientes chinas tal vez haya despertado a Silicon Valley. En septiembre, una importante conferencia tecnológica en San Francisco, TechCrunch Disrupt, cederá su escenario principal a entrevistas con altas compañías tecnológicas de China, incluida la compañía para compartir bicicleta Ofo, la compañía incipiente de educación VIPKid y la compañía de inversión ZhenFund.
Y si quieres un dato divertido con espeluznantes ecos históricos, considere que las compañías chinas fabricarán 49 de los 103 autos totalmente eléctricos que se espera estén en el mercado para 2020.
Aun cuando China le lanzará los retadores más probables a Silicon Valley, docenas de otros países están justo detrás de ella. Por años, otras naciones han tratado de emular a Silicon Valley, incluso adoptando algunas versiones de su nombre, como Silicon Roundabout en Londres. Ahora, los países cada vez más aprovechan sus fortalezas culturales y de mercado mientras señalan el clima político disfuncional en Estados Unidos y el alto costo de administrar una compañía en Silicon Valley. “Quiero que Francia atraiga nuevos empresarios, nuevos investigadores y sea la nación para la innovación y las compañías incipientes”, dijo Macron, de Francia, a CNBC. Él ha asumido posturas audaces que son un contraste con Estados Unidos, como delinear un plan para prohibir los autos de combustibles fósiles para 2040.
Finlandia ahora celebra la conferencia de compañías incipientes de más alto perfil fuera de Estados Unidos, llamada Slush. Atrae a 20,000 personas a Helsinki en diciembre, cuando nadie debería querer estar en Helsinki. Canadá tiene una creciente comunidad de inteligencia artificial y prometió $100 millones de dólares este año para desarrollar compañías de inteligencia artificial, y Canadá alberga D-Wave, la compañía incipiente mejor conocida que trabaja en la tecnología difícil, pero con el potencial de cambiar al mundo de la computación cuántica. Israel arroja 1,000 compañías incipientes al año y está en el segundo lugar mundial en innovación, detrás de Silicon Valley, según el Foro Económico Mundial.
CAVAR UN HOYO: La cultura de cuates de Silicon Valley —ve al exdirector ejecutivo de Uber, Kalanick— y el consentimiento de Trump al carbón desafiando las tendencias económicas, han abierto las puertas a las compañías tecnológicas chinas. FOTOS: QILAI SHEN/BLOOMBERG/GETTY; DOMINICK REUTER/AFP/GETTY
El hecho de que las compañías tecnológicas sean creadas en todo el orbe no es nuevo. Pero la inercia ha cambiado. Silicon Valley y sus regiones hermanas en Estados Unidos —Seattle, Boston y Austin, Texas— solían ganar todo el tiempo y hacer marchar su software y sus servicios en todo rincón del planeta. Hoy, ese tipo de victoria total no es seguro.
Es posible que el cambio en la inercia sea temporal. Tal vez el contragolpe cultural que se desarrolla en Silicon Valley acabará con la discriminación, y la postura inmigratoria de Trump sea revertida, y el talento mundial de nuevo sueñe con trabajar en una oficina abierta en Atherton, California. Tal vez una desaceleración financiera restaure las prácticas comerciales de la tecnología y haga a Estados Unidos cuerdo de nuevo. Tal vez todo eso pasará antes de que sea demasiado tarde, y Silicon Valley demuestra ser resistente.
“Mi lectura es optimista”, dice Enrico Moretti, autor de The New Geography of Jobs y profesor de la Universidad de California, campus Berkeley. “Las políticas de la administración actual, sin importar su incompetencia, posiblemente no hagan mucha mella en la concentración de empleos y compañías de tecnología en Silicon Valley, por lo menos en los próximos cinco a 10 años”. Pero Moretti señala que es probable que Silicon Valley se halle a sí mismo en una nueva era de compartir la industria tecnológica con otros.
Nadie a finales de la década de 1960 habría pensado que Detroit tendría que enfrentar un futuro más duro. En 1965, GM, Ford y Chrysler vendieron 90 por ciento de los autos en los caminos estadounidenses, según Ward’s Automotive. Ello ahora se ha reducido a alrededor del 40 por ciento. Entonces, en los años por venir, no te sorprendas si estás en la Ciudad de Kansas, Phoenix o Baltimore, y tienes que abordar un Didi mientras usas aplicaciones de Tencent. Incluso podrías, si las cosas se ponen en verdad locas, depender de un software de alguna compañía en Francia que fue empezada por alguien que los franceses podrían llamar un entrepreneur.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek