LOBSANG SANGAY creció y se educó en un campo de refugiados
ubicado en Darjeeling, India. En esta ciudad del estado de Bengala Occidental,
enclavado en los montes Shivalik, él y su familia hicieron frente a la pobreza
con apenas un acre de tierra, dos vacas y unos cuantos pollos. Cada noche,
durante más de una década, se alimentaron de arroz y lentejas. Con esta dieta
básica, tradicional de la cocina asiática, no solo paliaron el hambre, sino
también el frío. Ese inefable frío de los inviernos que pega al pie de la
cordillera de los Himalayas y muchos de los cuales sortearon sin zapatos ni
ropa abrigadora.
¿Alguna vez ese niño espigado, de ojos grandes y rasgados,
imaginó que un día se convertiría en el líder político del Tíbet? No, nunca.
Aunque siempre tuvo clara su vocación de servicio. Le palpitaba el pecho cada
vez que oía a sus padres hablar del exilio del pueblo tibetano. Atónito
permanecía cada vez que estos recreaban la historia de cuando tuvieron que huir
del Tíbet tras la invasión china. Esta inició en 1950, 18 años antes de que
Lobsang naciera, en la parte oriental del llamado “Techo del Mundo” y provocó
que más de un millón de tibetanos murieran víctimas de ejecuciones, tortura,
trabajo forzado y hambre. Él forma parte de las primeras generaciones nacidas
en el exilio. Una cadena de acontecimientos terminaría llevándolo, al paso de
los años, a convertirse en el primer mandatario electo democráticamente y, más
aún, en el sucesor político del XIV dalái lama, Tenzin Gyatso.
El padre de Lobsang tampoco llegó a imaginar, ni en sus
sueños más absurdos, que de adulto dejaría los hábitos de monje para volverse
guerrillero. Su vida dio un vuelco radical en 1956, cuando su monasterio fue el
primero en ser bombardeado y destruido por el ejército comunista chino.
Renunciando a sus votos monásticos, el monje se unió al movimiento de guerrilla
que luchaba a favor de la independencia del Tíbet. “Mira qué contradicción
—narra su hijo 61 años después de tal suceso—, a él le asignaron volverse el
responsable de las armas y municiones”. Con sus colegas guerrilleros, peleó en
contra de los chinos hasta que por fin logró escapar. Junto a miles de
tibetanos sobrevivió el peligroso cruce a través de la cordillera de los
Himalayas. Se refugió en territorios de la India, como la gran mayoría,
aunque otros más lo hicieron en Nepal y Bután. Para 1959 el choque entre los
ocupantes chinos y la población tibetana arrojó, solo en Lhasa, un saldo de
90,000 muertos. Los enfrentamientos en la región no han cesado desde entonces y
han pasado por periodos de extrema violencia.
Ya en el exilio, el padre de Lobsang siguió siendo un hombre
muy religioso. El chico creció viéndolo realizar sus plegarias matutinas y
vespertinas diariamente. Estas también formaban parte de su rutina escolar: en
su escuela para refugiados se instituyó un espacio de media hora de oración, al
arranque y cierre de cada jornada. Así, la tradición budista permaneció vigente
en los rituales cotidianos de las generaciones en el exilio. Esta dolorosa
condición ha sido un poco menos dura gracias a una figura central, “Su
Santidad, el dalái lama, a quien desde la infancia reverenciábamos; tenía
nuestro respeto dado que siempre lo vimos trabajando muy duro por todos
nosotros”, sostiene Lobsang Sangay.
Newsweek en Español charla en exclusiva con el presidente de
la Administración Central Tibetana en el exilio, quien por primera vez visita
nuestro país y, asimismo, pisa territorio latinoamericano. El doctor en leyes
por la Universidad de Harvad arribó a México justo cuando el presidente Enrique
Peña Nieto lo hizo a territorio chino con motivo de la IX Cumbre BRICS, a la
que pertenecen Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Nuestra conversación tiene lugar en uno de los principales
salones de la Casa Tíbet de la Ciudad de México, en la colonia Roma. Hace unas
horas estuvo con alumnos de la UNAM, en la Facultad de Filosofía y Letras. El
día previo el jurista tibetano departió con estudiantes de preparatoria del TEC
de Monterrey, con los que habló del presente y futuro del Tíbet, y de los obstáculos
que su administración en el exilio ha tenido que librar llevando a cabo una
lucha pacífica y no violenta.
El Dr. Lobsang Sangay porta un sencillo traje azul marino
que en la solapa muestra un fistol con la bandera del Tíbet. Su rostro es
afable, su sonrisa franca. Esta se desdibuja de su cara al narrar pasajes de su
vida y situaciones que, como estadista, le inquietan sobremanera. Es entonces
que su mirada se torna abstraída, en extremo concentrada. Mas sus ojos marrón
nunca dejan de proyectar calma y certeza. Bastan unos minutos para percatarse
de que el Dr. Lobsang Sangay cree, sabe y conoce con suficiencia todo lo que
dice. Como político es toda una excentricidad. Por poner solo un botón de
muestra: gana 450 dólares al mes (8,100 pesos). Lo que es más, es un político
cuyos dichos y acciones los sustenta la coherencia. Y su trayectoria de vida,
profesión y ejercicio pública prueban lo que el físico Albert Einstein
afirmaba: “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es
la única manera”.
En marzo de 2011 el dalái lama renuncia a su cargo como
líder político tibetano para ser solo líder espiritual. FOTO: GIUSEPPE
CACACE/AFP
—En su infancia
concibió la idea de volverse en el Sikyong (líder secular) del Tíbet.
—No, realmente… aunque siempre tuve el deseo de servir.
Cuando iba a la escuela, que formaba parte del sistema educativo en el exilio
del Tíbet, todos nuestros maestros nos instaban a que prestáramos nuestro
tiempo y talento al servicio de la causa. En ese sentido, siempre quise servir,
pero nunca lo imaginé siendo presidente. De hecho, esta es la primera vez que
me hacen esta pregunta.
Al respecto, agrega: “Si en efecto hubiera tenido en mente
el dirigir mi vida en esa dirección, mientras estaba en Harvard hubiera tomado
algunos de los seminarios que se dan en la Escuela de Gobierno Kennedy; pero no
lo hice. Y cuando empecé a hacer campaña para ser electo como presidente del
gobierno tibetano en el exilio, solo tomé alguno de estos seminarios como
oyente. Por ello algunas personas me llaman el presidente por accidente”,
explica sonriendo.
—¿Qué factores
confluyeron para tomar una decisión así de trascendente?
—Yo era un estudiante de la democracia; tenía un programa en
la radio libre de Asia, donde participaba una o dos veces a la semana. Por años
extendí críticas al sistema político y tibetano en el exilio. Porque nuestros
políticos nunca se acercaban a los tibetanos para cabildear su voto. Yo instaba
al pueblo a que les extendieran el costo político de lo que eso implicaba. En
aquel entonces había cinco candidatos muy fuertes que se estaban postulando
como candidatos por la presidencia de la administración central tibetana en el
exilio y todos eran candidatos muy fuertes —al punto en que ni siquiera mi
madre creía que yo tenía la posibilidad de ganar—. Pero pensé que yo debía ir a
la gente y empezar ese proceso democrático. Así que me acerqué a cada
asentamiento y cada escuela del sistema tibetano en el exilio y eso generó
interés y reconocimiento; no sé bien por qué, ya que los otros candidatos que
competían tenían un historial muy fuerte y mucho prestigio.
En la primera ronda el jurista obtuvo la mayor cantidad de
votos y, para la segunda, quedó claro ya quién era el candidato más fuerte. Ahí
decidió avanzar e impulsar lo que quería transformar. Previo a ser designado
candidato oficial, un amigo que había construido un sitio web con el objetivo
de enrolar a más tibetanos para competir por el cargo de “kalon tripa” —primer
ministro de la Administración Central Tibetana en el exilio—, bromeando
introdujo el nombre de Lobsang en la plataforma electrónica. En poco tiempo, el
juego se volvería el proyecto más serio de su vida. “Como decimos en la
tradición espiritual del Tíbet del budismo, todo es consecuencia del karma,
causas y consecuencias; mi carrera ha sido producto de esas condiciones
también”.
A propósito del budismo y de su relación con el dalái lama
cuenta cómo esta se fue estrechando al paso de su juventud. Recuerda que su
primera audiencia con él tuvo lugar cuando era “un genuino activista”, en el
sentido estricto de la palabra: tomaba parte de las manifestaciones frente a la
embajada china, las comisarías o las calles y, de hecho, fue electo presidente
local del congreso de jóvenes tibetanos en Nueva Delhi —un puesto que se
designa año con año—. Ahí se dio a conocer como un hombre de acción
política.
En 1993 tuvo lugar una sesión de este congreso en Dharamsala
a la que fue convocado. Sabiendo que podría conversar brevemente con Tenzin
Gyatso, antes de esta escribió en un papel varios puntos que quería discutir
con él. “Yo era un activista con puntos de vista muy fuertes”, precisa. Cuando
entró en el cuarto donde estaba el líder religioso, el activista quedó en
shock. “Apenas puedo recordar qué dije. Cuando volví a mí mismo, todo lo que
había ideado plantear se me había olvidado… Creo que este suceso prueba el tipo
de respeto que los tibetanos tenemos por Su Santidad.
Otro encuentro con él tuvo lugar en 1993, cuando obtuvo la
beca Fulbright. Por tradición, los graduados suelen tener una audiencia con el
dalái lama. “Para entonces yo había cambiado —dice sonriendo—, y en vez de
pensar en llegar a discutir varios puntos con él, simplemente le ofrecí mis
respetos”. Fue ahí que el monje budista le inquirió: “¿Tú eres el joven que
escribió un artículo en la gaceta del Tíbet?” El abogado se quedó sin palabras.
No podía creer que el premio Nobel de la Paz siguiera sus artículos. En el
verano de 1996 Sangay retornó a Dharamsala al concluir su maestría en EE. UU.
Una mañana se encontraba parado en la acera donde decenas de personas se
congregan a escuchar las enseñanzas del dalái lama. Este lo vio y lo
saludó: “¿Cuándo regresaste?”, dijo. Y de inmediato le solicitó: “Debes venir a
verme”.
“Como decimos en la
tradición espiritual del Tíbet del budismo, todo es consecuencia del karma,
causas y consecuencias”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
Dos días más tarde, en su oficina le preguntó sobre su
estancia, sus estudios pero, especialmente, se mostró interesado en saber si
había conocido estudiantes. “Me dijo que era muy importante hablar con ellos”.
En esa época contaba con dos o tres compañeros chinos de clase. Al volver a
Harvard, comenzó a entablar relación con todos los chinos que se le cruzaban
por el camino. Al finalizar su doctorado de nuevo volvió a la India y este tipo
de encuentros prosiguieron una o dos veces por año. El doctor en leyes luego
empezó a organizar encuentros entre estudiantes tibetanos y chinos. Y luego
conferencias y encuentros entre académicos chinos y tibetanos en el exilio.
“Durante los 16 años que estuve en Harvard —dice rememorando
su paso por la prestigiada universidad— me dediqué a ahondar en mi
entendimiento y estudios sobre China. Yo fui quien organizó la visita a Boston
del dalái lama en 1998 y, luego, la de 2002, en Harvard. De este modo creció mi
relación con él. Es ya una historia larga”.
—Cuéntenos cómo opera
el Kashag que usted encabeza y que tiene su base en Dharamsala.
—La mía es una posición democráticamente electa como la de
un presidente. Generalmente yo propongo a los candidatos para las posiciones de
ministros en mi gobierno —Kashag quiere decir consejo de ministros— y es el
parlamento tibetano el que los confirma.
El Kashag tiene juntas todos los martes y viernes que duran
todo el día. Ahí acontece “un trabajo muy democrático, no hay tema que no se
discuta”. A veces en la agenda hay 18 temas por analizar; otras veces hay 40 o
100 tópicos distintos. Es un proceso muy riguroso.
Dado que el Tíbet no cuenta con ningún tipo de
reconocimiento oficial, todas las relaciones que establecen siempre son de
corte informal —de Washington, D. C. a Brasil—. Como ningún Estado reconoce
formalmente la Administración Central Tibetana en el exilio, “nosotros nos
vemos forzados a construir nuestras relaciones de manera informal y debemos
trabajar de uno por uno, con los legisladores. La recaudación de fondos también
es una iniciativa que tiene que coordinar uno por sí mismo ya que, al no contar
con un territorio nacional, no tenemos recursos gubernamentales”.
Y a esto hay que añadir un pequeño detalle: la presencia y
presión de la República Popular China es omnipresente. Por ejemplo, hace unos
días, dando una conferencia en la Universidad de Nueva Zelanda, la embajada
china se comunicó en directo con las autoridades universitarias. Solicitaron
que cancelaran la conferencia del Dr. Lobsang Sangay. “Por supuesto no lo
hicieron, pero se los pidieron”, cuenta. A toda esta presión se agregan los
itinerarios frenéticos, viajando constantemente alrededor del mundo para
movilizar a más gente y proseguir la recaudación de fondos. Es ardua la tarea
de seguir intentando liberar al Tíbet del yugo chino.
—Complejo presidir un
gobierno en el exilio.
—Una frase que lo describe es que se trata de una lucha
diaria por la libertad, pero al ser una lucha por la libertad, la causa lo vale
todo.
—Más que lograr la
independencia del Tíbet de China usted apela porque obtenga una autonomía
genuina, lo que llama “la vía del camino medio”. Qué supone esto en las
condiciones actuales: cuando no existe, de facto, un diálogo oficial con China
desde hace siete años; cuando la causa tibetana atraviesa uno de los momentos
más difíciles de su historia.
—Nosotros somos budistas; las enseñanzas del Buda comienzan
con las cuatro nobles verdades que afirman que el sufrimiento es una parte
integral de la vida. Por lo tanto, en esta lucha por la libertad, los retos,
las dificultades incluso la tragedia son parte integral de nuestra lucha. En el
budismo intentamos abrazar el sufrimiento como una parte natural de la vida y
entonces esto resulta liberador dado que todo lo que podamos extraer de la
vida, nos permite trascender esos límites. Se convierte en un bono, en un
plus.
“Es cierto lo que menciona, hace siete años que no tenemos
continuidad de diálogo con la República Popular China. Pero de 2002 a 2010
tuvimos la oportunidad de coordinar nueve rondas de negociación con China. Uno
tiene que seguir persistiendo, pensar que quizá la semana que entra, el próximo
mes o el próximo año se reabrirán estas negociaciones y se debe seguir
trabajando mucho para ese fin”.
En el Tíbet, la presencia y presión de la República Popular
China es omnipresente. FOTO: ÓSCAR FERNÁNDEZ|CASA TÍBET MÉXICO
Como es sabido, el gobierno de Estados Unidos apoya
simultáneamente la política de una sola China, así como la propuesta del dalái
lama del “camino medio”. Por tal motivo, el máximo líder político del Tíbet
insiste: “Hay que seguir, persistir, y le pedimos a México y a cualquier otro
país que apoyen el diálogo, la propuesta del camino medio”.
Lobsang Sangay explica que tal propuesta supone arribar a la
mitad de dos posturas antagónicas. Ante la represión que China inflige al
pueblo tibetano, “le pedimos que por favor pare esta represión y que nos
otorgue una genuina autonomía, como lo garantizan la ley china. Y si logramos
este objetivo, nosotros renunciamos a cualquier reclamo de independizarnos de
China”. Dado que la República Popular China afirma que su soberanía y la
integridad de su territorio son temas no negociables, los tibetanos plantean
que aceptan esas condiciones, siempre y cuando se les dote de autonomía
genuina. El “camino medio” se refiere a arribar a un punto intermedio entre la
represión y la separación.
—En el más reciente
Informe de Derechos Humanos del Departamento de Estado de EE. UU. se destaca
que China continúa reprimiendo y vulnerando los derechos la población tibetana
de múltiples modos.
—Así es. Se siguen afectando los derechos humanos de pueblo
tibetano, en especial los de libre culto se describen como severamente
violados. Similarmente, Freedom House, la casa de la libertad que publica su
índice anual de libertad alrededor del mundo, hace dos años colocó a Siria como
el país menos libre del mundo y a Tíbet como el segundo. Todo mundo sabe de
Siria, pero nadie sabe nada acerca de Tíbet. La organización Reporteros Sin
Fronteras también ha denunciado que es más difícil para un periodista ingresar
en el Tíbet que, por ejemplo, en Corea del Norte. Todo mundo hoy sabe lo que
está ocurriendo en Corea del Norte, pero ¿cuántos saben que es más difícil que
un periodista ingrese al Tíbet y que pueda reportar libremente lo que ahí
ocurre?
“Por ello la situación en torno a los derechos humanos en el
Tíbet es en extremo seria” —enfatiza el presidente tibetano.
Esa terrible realidad ha propiciado que 149 tibetanos se
hayan autoinmolado en los últimos tres años.
“Nosotros, la administración central del Tíbet en el exilio,
el propio dalái lama, hemos instado a los tibetanos que habitan en el Tíbet que
evadan ese tipo de iniciativas —como budistas concebimos la vida humana como un
tesoro excepcional—. Aun así, en lo que va de este año, cuatro personas ya se
autoinmolaron. ¿Por qué alguien se lastimaría a sí mismo, es más, se
autoinmolaría? Esto refiere lo desesperados que están los tibetanos y cuán
represivo es el sistema en el que viven: no encuentran otra opción para llamar
la atención más que autoinmolarse”.
—Y recientemente se
volvió a estirar la liga, con la ocupación de una región aledaña a Bután. China
argumenta que Doklam (la llama “Donglang”) le pertenece desde tiempos antiguos.
¿Le suena esto familiar?
—Sí. De hecho, ese es un territorio que era parte de la
tierra del Tíbet. Ahora que el Tíbet está bajo la ocupación china, este país la
reclama como propia.
En este punto, el estadista tibetano, experto en la historia
de su país, trae a cuenta un pasaje muy revelador: “En la década de 1950 Mao
Tse Tung y luego otros líderes chinos han dicho que el Tíbet es ‘la palma de la
mano’. Ellos han expresado que van a tomar primero el control de la palma de la
mano y después el control de los cinco dedos. Lo que ven ustedes ahora es la
manifestación de esta estrategia que comenzó con la anexión del Tíbet a la
República Popular China en 1950.
—Y usted ha
mencionado que esta incursión prosigue mientras las potencias que podrían hacer
contrapesos a China están inmersas en sus propias agendas.
—Es cierto, porque ahora el expansionismo chino comenzó con
la construcción de estas islas en el mar del sur de China… y casi todos los
países vecinos de China tienen problemas con sus incursiones expansionistas.
Esto mientras Estados Unidos está distraído por todos los temas que ya sabemos,
al igual que los países europeos. Ellos [China] pensaban que era el mejor
momento para confrontarse con el país más grande de Asia; pero la India se
resistió a ese embate y ahora el ejército chino ya se retiró de Doklam. Pero
pienso que volverán por el resto de los dedos de la mano. Esto es una
estrategia de más de diez años que están ahora ejecutando: es parte de su
estrategia para convertirse en una superpotencia.
“Tenemos esperanza de
que el presidente Trump siga la tradición de cada administración de reunirse
con el dalái lama”. LOBSANG WANGYAL/AFP
—Ustedes sostienen
que el Tíbet siempre fue un país independiente; China dice lo contrario.
Conviene clarificarlo una vez más.
—Para empezar, el gobierno chino firmó un documento donde
reconocía al Tíbet como un país independiente. En el tratado sino-tibetano de
1821-23 se asentó que los tibetanos serán felices en la gran tierra del Tíbet y
los chinos serán felices en la gran tierra de China. El emperador chino de esa
época firmó ese tratado, al igual que los emperadores tibetanos. El mismo se
inscribió en piedra y yace frente al palacio del Tíbet y la catedral hasta
nuestros días. Hay más ejemplos: nosotros nunca pagamos ningún impuesto China,
tenemos nuestro propio sistema postal, nuestro propio sistema judicial —en la
historia solo un caso fue a China—; concluimos tratados con países aledaños
como el de Nepal sin la intervención de China, usábamos nuestra propia moneda,
lengua, etcétera. Así que todos los actores que comúnmente se consideran
indispensables para concebir un Estado soberano están presentes en la historia
del Tíbet.
El Dr. Lobsang Sangay precisa en este punto:
“China ha cambiado su historia muchas veces. Primero,
afirmaban que durante el siglo XIII el Tíbet se hizo parte de China —pero no
debemos de olvidar que esa fue la era de la dinastía mongola, invasora de
China, la dinastía Yuan. A este respecto tendríamos que decir que, si en efecto
el Tíbet le perteneció a alguien en aquel entonces, dada la filiación que el
Tíbet tenía con el imperio mongol, entonces el Tíbet sería parte de Mongolia,
no de China.
—Se les conoce como
expertos en cuentos chinos…
—Sí, es cierto. Porque como solía decir Mao Tse Tung, cuando
uno repite una mentira cien veces, se convierte en realidad.
—¿Qué esperar de EE.
UU. con Donald Trump al mando y de los países europeos donde cobran fuerza
movimientos de extrema derecha?
—En términos globales observamos un declive en el internacionalismo
y en el liberalismo; y también vemos el surgimiento del nacionalismo y el
extremismo; y ambos están condenados a confrontarse —como ya lo vemos con el
Estado Islámico en distintas naciones. Así que lo que estamos viendo es algo
muy distinto a lo acontecido al final de la década de 1980 con la caída del
Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría: ahí hubo espacio para el liberalismo
y el internacionalismo, para el diálogo y la discusión, para la diplomacia como
herramienta para resolver conflictos. Nuestro reto es ver cómo podemos
incrementar de nuevo el internacionalismo y el liberalismo para que el discurso
interno en distintas naciones lo determine estas relaciones.
“Por lo que concierne a la presidencia de Estados Unidos con
el nuevo gobierno de Donald Trump —acota— el secretario de Estado, Rex
Tillerson, durante su audiencia de confirmación en efecto afirmó que se
reuniría con su santidad el dalái lama y que apoya los derechos humanos para el
pueblo tibetano y el fortalecimiento de las condiciones para que se reanude el
diálogo de China con el Tíbet. Asimismo, el embajador de Estados Unidos en
China se ha expresado más decididamente en torno a la necesidad de trabajar con
los derechos humanos del pueblo tibetano. Tenemos esperanza de que el presidente
Trump siga la tradición de cada administración de reunirse con el dalái lama.
Sus predecesores, tanto Obama como Bush, se reunieron con el dalái lama cuatro
veces cada uno”.
—Mencionaba la
importancia de que otros gobiernos latinoamericanos, como el mexicano, se unan
a la causa del Tíbet, ¿cuál sería su petición en concreto para nuestro
gobierno?
—Ustedes saben que el gobierno norteamericano apoya la
política de una sola China y también apoya la aproximación del camino medio.
Hoy no hay contradicción entre apoyar una y otra causa. El gobierno mexicano
podría hacer lo mismo, al igual que otros gobiernos latinoamericanos, todos
pueden afirmar que apoyan la política de una sola china, pero también la del
camino medio que simplemente se centra en tener diálogos entre los enviados del
dalái lama y los representantes del gobierno chino para resolver el conflicto
del Tíbet de forma pacífica. Apoyando la no violencia, la paz y el diálogo. En
ese sentido esto también es una prueba para los gobiernos y líderes de
Latinoamérica.
“Esa terrible
realidad ha propiciado que 149 tibetanos se hayan autoinmolado en los últimos
tres años”. AFP/STR
—En la confrontación
entre Corea del Norte y EE. UU. se observa que no se apela a recursos de la no
violencia y el diálogo.
—Atestiguamos casi una réplica de las condiciones
internacionales que imperaban en el mundo en el periodo previo a la Primera y
Segunda Guerra Mundial. Porque, en efecto, los mecanismos e instrumentos del
liberalismo, del internacionalismo fueron sustituidos por los nacionalismos. Y
las lecciones que deberíamos de haber aprendido tanto de la Primera como de la
Segunda Guerra Mundial es que la guerra y la violencia no son la opción; la
diplomacia y el diálogo son la opción. La Primera y Segunda Guerra Mundial se
desencadenaron por eventos pequeños, pero que estaban enmarcados en un ambiente
permeado por la guerra, la violencia y el nacionalismo. La propuesta de Tíbet
se sustenta en el diálogo. Sé que somos pequeños, pero también sé que tenemos
razón, incluso en la actual discusión internacional. Por eso viajo de capital
en capital por el mundo, alzando la bandera del Tíbet a favor de la no
violencia y la paz.
—¿Qué puede aprender
México sobre la experiencia del Tíbet con China?
—Ustedes deben saber que la ocupación del Tíbet comenzó con
la construcción de una carretera. En aquel momento, el Partido Comunista China
prometió que con la construcción de esa carretera conectaría al Tíbet con
China; arguyó que la misma traería paz y prosperidad para ambos. Al Tíbet se le
pagó con monedas de oro y plata para que con el ejército chino construyeran
esta carretera. Los tibetanos estaban tan contentos que compusieron una famosa
canción en la que decían que China era como su padre o madre que los bañaba con
oro y plata. De hecho, el gobierno chino construyó en una casa de moneda, para
poder enviar la mayor cantidad de monedas de plata a Tíbet —sabían que toda esa
plata iba a volver a China pronto—. Luego de que construyeron esta carretera,
el amable y agradable personal chino, de la noche a la mañana, cambió su
personalidad: empezaron a apuntar con pistolas a los tibetanos, trajeron camiones,
tanques y fue así que perdimos nuestro país.
“Así que cuando hoy China habla de su nueva política, que
tiene por objetivo el construir líneas de comunicación entre China y el resto
del mundo —puertos navieros, aeropuertos y carreteras alrededor del mundo— a
los tibetanos nos recuerda cómo inició la diáspora tibetana. Cuando los chinos
construyeron luego la línea ferroviaria de China al Tíbet, en realidad, esta la
construyeron bajo especificaciones militares y ahora todos nuestros árboles,
oro y plata y nuestros diferentes metales son explotados en el Tíbet ya que
pueden traer maquinaria pesada mucho más compleja a través del tren y llevarse
todos nuestros recursos naturales. Cuando ocuparon Tíbet también muchos de
nuestros líderes fueron corrompidos por los chinos —en términos modernos se les
pagaron “cuotas de consultores”. Después de la ocupación, sin embargo, la
mayoría de ellos fueron aprehendidos. Este es el lado de China que nosotros
hemos visto: la cara sonriente hoy y la cara enojada mañana. Y esa carretera de
paz y prosperidad se convirtió en una de muerte y sufrimiento para los
tibetanos.
Cuando hoy el mundo habla de los aeropuertos que están
siendo construidos en estas islas al sur y al este del Mar de China, nosotros
los tibetanos ya tenemos cinco aeropuertos. Lo que vemos es simple y
sencillamente el plan que China ha venido reproduciendo a lo largo de los años
en diferentes partes del mundo, y cuando se ocupó al Tíbet fue ocupado en los
años 50 y 60, todos los países vecinos alrededor del mundo dijeron: esto es
algo muy triste, muy trágico y no podemos hacer mucho pero no nos va a pasar a
nosotros. Sesenta años después, está pasando en todas partes del mundo. Hoy
todos los países vecinos de China, como la India, están diciendo: qué está pasando.
Y los tibetanos les replicamos: les hemos advirtiendo que esto pasaría desde
hace 60 años. Ahora más gente quiere entender; personas en Taiwán y Hong Kong
hoy dicen “no queremos acabar como el Tíbet”. Pero insisto, aún nos genera
gran perplejidad el observar cómo muchos países no entienden lo que viene, lo
que es capaz de hacer China y la historia del Tíbet es relevante, porque si uno
desea genuinamente entender a China, uno tiene que entender la experiencia
tibetana.
“Se siguen afectando
los derechos humanos de pueblo tibetano, en especial los de libre culto se
describen como severamente violados”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
—Háblenos de los
problemas que enfrenta el Tercer Polo y por qué el mundo debe enterarse de lo
que ahí ocurre.
—Al Tíbet los climatólogos comúnmente le llaman el Tercer
Polo —porque después del Polo Norte y Sur, el Ártico y el Antártico, la meseta
tibetana contiene la mayor reserva de hielo en el mundo. La diferencia es que
en el Ártico y el Antártico, cuando el hielo glacial se derrite, lo hace en el
océano. Y cuando los casquetes glaciales se derriten en Tíbet, se derraman por
las montañas, las más altas del mundo y conforman los ríos más grandes de Asia.
Los diez mayores ríos del Asia fluyen del Tíbet. De hecho, el nombre India
viene del río Indo, que nace en Tíbet. El río amarillo, como todos sabemos, es
concebido como la cuna de la civilización China y empieza en el Tíbet. Es así
que 1.4 mil millones de personas en toda esta área dependen del agua fresca que
fluye en el Tíbet. El problema es de dos tipos: China cuenta con el 90 por
ciento de la población mundial y sin embargo posee solo el 12 por ciento del
agua fresca (dulce); hoy en día ya 400 millones de chinos se confrontan a la
escasez del líquido en el norte y noroeste de China. La situación en
Blangadesh, Pakistán e India es mucho más grave por lo que concierne al agua
fresca. Muchos países aledaños están extremadamente preocupados por la
intención que China tiene de desviar todos estos ríos a China y no compartirlos
como ha sido la historia con el resto de Asia. De la misma manera, China no ha
firmado la convención de las Naciones Unidas en torno a compartir el agua, lo
cual requiere que uno comparta el agua de los ríos que naturalmente fluyen más
allá de las fronteras nacionales. Inclusive los climatólogos y científicos
chinos han dicho antes que las guerras se peleaban por territorio, hoy se
pelean por los energéticos, por ende, los conflictos en el Medio Oriente, pero
mañana esas guerras se pelearan por el oro blanco que es el agua.
“El segundo problema —prosigue— es que en los últimos cien
años, 50 por ciento de los glaciales tibetanos se han derretido y desaparecido.
De acuerdo con la NASA, para el año 2100, el resto de 46,000 glaciales hoy
presentes en Tíbet también se derretirán y desaparecerán. Ello a causa de la
urbanización e industrialización de las áreas tibetanas. A su vez, los chinos
han construido tantas presas en los ríos tibetanos, siguen explotado
salvajemente los recursos minerales de la meseta tibetana sin ningún tipo de
control ambiental, contaminando el resto del agua. Y tanta población china está
siendo movilizada al Tíbet para colonizarlo que para se esto se tiene que
construir infraestructura urbana. Por ello el Tíbet es la región del mundo que
se está calentando más rápidamente. Por cada grado de incremento en la
temperatura en el resto del mundo, hay un incremento al doble en la meseta
tibetana. Si el 60 o 70 por ciento de los glaciales tibetanos desaparecen, ¿qué
van a hacer 1.4 mil millones de personas?
El Tíbet es llamado el “Techo del mundo”, es la meseta más
alta del planeta con las montañas más elevadas que actúan como un refrigerador:
el territorio que enfría los aires que circulan y cruzan por el resto del
mundo. Esas corrientes de aire no solo afectan al Tíbet sino al mundo entero
incluido México. Por ello los científicos de la Universidad de California
afirman, por ejemplo, que si uno de verdad quiere entender el calentamiento
global tiene que comenzar por entender el calentamiento de la meseta tibetana.
Los propios medioambientalistas chinos le están advirtiendo al gobierno chino
“debemos declarar que el Tíbet es el parque nacional del Tercer Polo y tenemos
que protegerlo”. Y como las selvas de lluvia de Latinoamérica, el medioambiente
del Tíbet es igualmente frágil. Se dice que si no se protege esta naturaleza
tan delicada, China, Asia y el mundo entero pagará el precio muy pronto.
Por ello, Tíbet es vital para el resto del mundo.
FOTO: ÓSCAR FERNÁNDEZ|CASA TÍBET MÉXICO
* * *
En su primera visita a México Lobsang se reunió con decenas
de jóvenes universitarios, varios que forman parte de la denominada generación
“millennial” y a ello dio un mensaje en particular. Le solicitamos nos lo
comparta, al cierre de nuestra conversación.
El presidente del gobierno tibetano en el exilio dice que
luego de referirles cuán compleja fue su infancia y adolescencia su vida tuvo
una transformación maravillosa:
“Hice una licenciatura en la Universidad de Dehli, gané una
beca Fulbright, hice mi maestría y doctorado en Harvard, trabajé en esa
universidad, en resumen, tenía una situación muy cómoda. Pero dejé todo eso y
volví a India para trabajar para la administración tibetana. Mi salario es de
450 dólares porque esta es una labor de amor, y este es un trabajo difícil
física y emocionalmente, en todos los grados y dimensiones”.
Por ello urge a esta generación a reflexionar en esta máxima
budista: “Naces y mueres”. La vida y la muerte son las dos caras parte la misma
moneda; si naces, no puedes evitar morir. Así que lo que uno hace en el medio
de nuestras vidas tiene consecuencias y es importante. Si hacemos algo para
nuestra comunidad, para nuestra familia, para nuestro país, para una región,
para el mundo, eso es algo por lo que vale la pena vivir.
Y continúa: “Es bueno tener una carrera exitosa, pero es
igual o más importante ser un buen ser humano. Si uno tiene éxito y es un buen
ser humano, por naturaleza uno se involucra en el bienestar de la humanidad en
general. Para que, cuando vayas a morir y hagas una visión retrospectiva de la
vida, puedas afirmar: hice mi mejor esfuerzo, traté de dejar este mundo en un
mejor lugar y eso es lo que finalmente la gente recuerda. Porque al morir no
podemos llevarnos nuestras posesiones. La generación de millennials está
expuesta a una nueva era de tecnología y comunicaciones que puede volver una
fuerza de enorme eficacia y rapidez para los cambios. La elección va a ser
entre una fuerza de bien o una fuerza de mal en esa transformación. Yo espero
que actúen como una fuerza de bien. Ese es mi consejo a esa generación: adonde
quieran que vayan, hagan un bien grande, sean buenos. Si ustedes están contentos,
el mundo estará contento”.