Como parte del Acuerdo de París en 2015, casi 200 líderes mundiales aceptar reducir las emisiones de gases de invernadero y esforzarse por mantener las temperaturas en 1.5 grados Celsius sobre los niveles previos a la industrialización con el fin de evitar un cambio climático peligroso e irreversible para finales del siglo.
Al momento, los científicos climáticos consideran el calentamiento de dos grados por encima de los niveles previos a la industrialización como el umbral del calentamiento global. Después de este punto, un clima extremo será más probable, aumentando los riesgos de tormentas, sequías y un aumento en el nivel del mar. Las consecuencias incluyen escasez de alimentos y agua, y un aumento en la migración conforme parte del planeta se vuelvan inhabitables.
Si las emisiones mundiales continúan en su trayectoria actual, algunos científicos calculan que rebasará el límite de dos grados para 2050. Y con Donald Trump listo para sacar a EE UU del Acuerdo de París, la posibilidad de lograr el objetivo impuesto se ve menos probable.
En décadas recientes, científicos de todo el orbe han discutido el potencial de la geoingeniería: la manipulación deliberada del medioambiente que podría, en teoría, enfriar al planeta y ayudar a estabilizar el clima.
Hay dos tipos principales de geoingeniería. El primero implica retirar dióxido de carbono de la atmósfera y almacenarlo. Esto y se hace a escala industrial, pero no es lo bastante efectivo al momento para compensar los niveles enormes de las emisiones. El otro tipo, el manejo de la radiación solar, es más radical: un intento de reducir la cantidad de luz solar absorbida por el planeta mediante reflejarlo lejos de él.
Se han propuesto muchas maneras de hacer esto. Una de las más ampliamente discutidas (y riesgosas) implica inyectar aerosoles reflejantes en la atmósfera superior. Este plan se basa en los efectos congelantes de los volcanes: el dióxido de sulfuro emitido en una erupción provoca la formación de gotas de ácido sulfúrico. Esto refleja la luz solar, creando un efecto congelante. Pero este plan también podría salir muy mal. El ácido sulfúrico podría eliminar la capa de ozono, dejando a la Tierra completamente expuesta a la radiación solar.
En un artículo publicado en la revistaScience, Ulrike Lohmann y Blaž Gasparini, del ETH Zúrich, Suiza, discutieron una variación de esta idea: adelgazar las nubes cirros para atacar la radiación de onda larga que llega a la Tierra.
Las nubes cirros son nubes delgadas y ralas que se forman en altas altitudes y no reflejan mucha radiación solar de vuelta al espacio, creando un efecto de invernadero. Cuanta más alta sea la altitud en que se forman, más grande es el efecto de calentamiento en el clima. Y en un clima más caliente, las nubes cirros se forman a altitudes más altas.
Entonces, ¿qué pasa si nos deshacemos de ellas? Estas nubes podrían ser adelgazadas —llevando a una reducción de su efecto de calentamiento— mediante sembrar partículas de aerosoles en ellas como ácido sulfúrico o nítrico, las cuales actúan como “partículas formadoras de núcleos de hielo”, o INP, por sus siglas en inglés. Si éstas son inyectadas en el nivel de la atmósfera donde se forman las nubes cirros, se alteraría la manera en que se forman, resultando en nubes más delgadas que tienen un menor efecto de calentamiento.
“El máximo potencial de sembrado en las cirros se lograría mediante eliminar todas las nubes cirros”, escriben ellos. “Si el adelgazamiento de las cirros funciona, sería preferible sobre los otros métodos enfocados en cambios de la radiación solar, como inyecciones de aerosoles estratosféricos, porque el adelgazamiento de las cirros contrarrestaría el calentamiento de los gases de invernadero más directamente”.
Pero Lohmann y Gasparini advierten que el plan tiene inconvenientes importantes. Ellos dicen que podría llevar a que se formen todavía más nubes cirros, exacerbando el calentamiento global en el proceso.
“La formación involuntaria de cirros es especialmente aguda si las INP sembradas empiezan a formar núcleos de hielo en humedades relativamente bajas… Si la siembra de cirros no se hace con cuidado, el efecto podría ser un calentamiento adicional en vez del enfriamiento buscado. Si se hace con cuidado, el efecto radiativo negativo de la siembra de cirros debería ser más fuerte en un clima más caliente, en el cual el efecto radiativo general de las nubes cirros sería mayor”.
Dados los peligros, los científicos dicen que cualquier plan de adelgazar las nubes cirros debería limitarse a tiempos y lugares específicos, donde sería más efectivo. “Al contrario de los métodos de manejo de la radiación solar, la siembra de cirros es más efectivo en latitudes altas que bajas. Por lo tanto, un despliegue a escala pequeña de siembra de cirros puede ser visualizado; por ejemplo, en el Ártico para evitar más derretimiento del hielo marino ártico”, dicen ellos, pero añaden que hay muchas preguntas que necesitan ser respondidas antes de que el adelgazamiento de las cirros pueda explorarse aún más.
“También es importante recordar que, como el manejo de la radiación solar, el adelgazamiento de las cirros no puede evitar el aumento de CO2 en la atmósfera y la acidificación resultante del océano”, concluyeron ellos. “Al momento, el adelgazamiento de las nubes cirros debería ser vistos como una disquisición teórica que ayuda a entender los mecanismos de formación de las nubes cirros”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek