En la nueva anormalidad que define a la era de Donald Trump
era, los oficiales del FBI se sientan por ahí, debatiendo si deberían decirle
al Presidente de Estados Unidos si es parte de una investigación sobre la
intervención rusa.
Pensemos en ello. La trama de la audiencia del Comité de
Inteligencia del Senado, realizada el 8 de junio, podría haber sido tan
sencilla de entender como la escena climática en el tribunal de cualquier
episodio de La Ley y el Orden: ¿A quién creerle, al testigo o al acusado? Y sin
duda, Donald Trump era del acusado ausente en Capitol Hill, mientras que el
testigo estrella James Comey prácticamente declaró que el presidente era
sospechoso de ser cómplice de Moscú.
Según el recuento del antiguo director del FBI, que fue
visto por cerca de 20 millones de personas, funcionarios de alto nivel del
organismo debatieron qué decirle a Trump sobre el avance de sus múltiples
investigaciones de contactos entre la inteligencia rusa y los socios del
presidente electo. “Uno de los miembros del equipo de líderes [del FBI] opinaba
que, aunque técnicamente era verdad [que] no tenemos un caso abierto de
contrainteligencia contra el entonces presidente electo Trump… Su conducta,
su comportamiento, entrarían dentro del alcance de ese trabajo”.
Traducción: agentes del FBI detectaron a un espía ruso
dirigiéndose hacia la Oficina Oval.
Tom Cotton, senador republicano de Arkansas, abogado y uno
de los más ardientes defensores del presidente, le preguntó a Comey, “¿Piensa
usted que Donald Trump se coludió con Rusia?”
Seguramente, Cotton esperaba obtener una estrecha respuesta
legal que generaría un encabezado en el que se exoneraría al presidente. Comey,
fríamente indignado por las “mentiras” que Trump había dicho acerca de un FBI
supuestamente desorganizado bajo su administración, no mordió el anzuelo. En
lugar de ello, respondió con un disparo de bazuca hacia la Oficina Oval. “Esa
es una respuesta que no creo que deba responder públicamente”, le dijo a
Cotton, revelando que podría tener mucho más que decir a puerta cerrada, armado
con información clasificada recopilada mediante espías estadounidenses e
intercepciones electrónicas de comunicaciones rusas. “Como dije, cuando salí
[del FBI], no teníamos una investigación enfocada en el presidente Trump. Pero
pienso que esa es una respuesta que será respondida por la investigación”.
Traducción: es posible que las investigaciones no hayan
estado “enfocadas” en Trump, pero los sabuesos del FBI están completamente
enfocados en sus socios más cercanos que muestran una extraña afinidad hacia
los piratas informáticos del Kremlin y los diplomáticos, espías y oligarcas
rusos cercanos a Vladimir Putin.
Comey respondió aún más directamente a la misma pregunta
sobre la “colusión” formulada por el senador Joe Mancin, el demócrata
conservador de Virginia Occidental. “No lo sé”, le respondió a Mancin. “El
trabajo de Bob Mueller consiste en determinar eso”, refiriéndose al
investigador especial que el subprocurador general Rod Rosenstein tuvo que
nombrar debido a los complicados enredos que el Procurador general Jeff
Sessions tiene con Moscú.
Traducción: Trump y su círculo bien podrían ser el objetivo
de una investigación de contrainteligencia extranjera que podría terminar
perjudicando aún más al presidente y a sus hombres que una investigación penal.
Un informe de contrainteligencia presentado por Mueller (que supervisó
investigaciones de espionaje durante 12 años como director del FBI) en el que
se involucrara a cualquiera de ellos en las intrigas rusas para intervenir en
la elección presidencial de 2016 podría hacer que se les acuse de
traición.
El Procurador General también podría ser uno de los
objetivos de Mueller, insinuó Comey, cuando le dijo al senador demócrata Ron
Wyden de Oregón, que agentes del FBI habían anticipado meses antes que Sessions
“inevitablemente se retiraría del cargo por distintas razones”. ¿Y cuáles
podrían ser esas razones? Estas se relacionaban con “hechos que no puedo
revelar públicamente, los cuales harían que su participación continua en una
investigación relacionada con Rusia resultara problemática”, señaló Comey.
Una y otra vez, Comey plantó dispositivos explosivos
improvisados en la ruta del presidente hacia un segundo período. “¿Qué es lo
que usted sabe acerca del banco ruso VEB?”, preguntó Angus King, senador
independiente de Maine, refiriéndose a la empresa financiera apoyada por el
Kremlin y dirigida por un compinche de Putin llamado Sergey Gorkov, un ex
agente de inteligencia.
“No es nada de lo que pueda hablar públicamente”, respondió
Comey, en lo que podría ser una mala noticia para Jared Kushner, yerno de
Trump. Los agentes federales descubrieron que el principal asesor y confidente
del presidente se reunió en privado con Gorkov tras la elección de Trump, hecho
que no reveló en su solicitud para una revisión de seguridad confidencial.
UNA DEFENSA QUE HACE AGUA: La respuesta de Trump al
explosivo testimonio en sesión abierta de Comey fue condenarlo como un “filtrador”.
FOTO: MANDEL NGAN/AFP/GETTY
De manera similar, cuando el senador republicano Richard
Burr de Carolina del Norte, presidente del Comité de inteligencia, le pregunto
a Comey acerca del tristemente célebre memorando sobre la “lluvia dorada”,
escrito por un experimentado ex agente británico de inteligencia y en el que se
involucraba a Trump en desagradables relaciones sexuales y de negocios con los
rusos, Comey volvió a dar indicios de que el FBI había obtenido pruebas del
hecho. “Si el FBI recibe una afirmación creíble de que existe algún intento de
cooptar, coaccionar, ordenar, o emplear de forma encubierta a un estadounidense
para actuar en nombre de una potencia extranjera”, respondió, “esa es la base
con la que se inicia una investigación de contrainteligencia”.
Burr, que había actuado lentamente para dotar de personal a
la investigación del Comité, presionó a Comey para declarar que gran parte de
ese informe era una sarta de afirmaciones no confirmadas, elaboradas para
descarrilar la candidatura de Trump. “Y cuando usted leyó el expediente”,
preguntó, “¿cuál fue su reacción, dado que estaba dirigida al 100 por ciento
contra el presidente electo?”
De nueva cuenta, Comey se mantuvo imperturbable como una
esfinge. “No es una pregunta que pueda responder públicamente, señor
presidente”, dijo.
Sin embargo, en un intento aparente de convertir esos cabos
sueltos en una narrativa coherente, el hombre del FBI añadió, “Es obvio, pero
si cualesquier estadounidenses ayudaron a los rusos a hacer eso”, (es decir,
inclinar la balanza en la elección), “para nosotros, se trata de un asunto muy
importante”.
Trump, indudablemente fortalecido por el firme apoyo de sus
electores durante los ataques cada vez más frecuentes contra su integridad,
desestimó despreocupadamente las insinuaciones de Comey durante una conferencia
de prensa realizada el 9 de junio en Rose Garden con el presidente rumano Klaus
Iohannis a su lado
“No hay ninguna colusión, no hubo ninguna obstrucción”,
respondió el presidente, optando por atacar a Comey por compartir
indirectamente con un reportero sus notas sobre sus problemáticas reuniones con
él. “Ayer no se mostró ninguna colusión, ninguna obstrucción”, repitió con una
sonrisa.
No está claro si el presidente y sus hombres comprenden la
cultura de cacería de espías de los agentes del FBI y de la CIA. Estos últimos
no son polizontes que cierran renuentemente investigaciones criminales porque
no tienen un caso que prevalezca en la corte, independientemente del peso de
las pruebas acumuladas. Ellos desbaratarían la Casa Blanca en busca de
“cualquier pequeña brizna, cualquier pequeña pista”, que los conduzca a la rata
que está vendiendo a su país, como dijo alguna vez Sandra Grimes, una
legendaria cazadora de espías de la CIA.
“La gran historia es la interferencia de Rusia en nuestro
proceso”, le dijo James Clapper, el recientemente jubilado director de
inteligencia nacional, a Anderson Cooper de CNN tras el testimonio de Comey. Y
prácticamente dijo que el presidente era un cómplice de los rusos. “Pienso que
el presidente mismo ha emprendido ataques, de manera intencional o no, contra
nuestras instituciones”, añadió. Cooper, claramente sorprendido, le pregunto a
Clapper si lo que estaba diciendo es que el presidente es “una amenaza para la
democracia”. Clapper hizo una pausa, ponderando claramente la implicación de
esa afirmación. Trump, dijo, es una amenaza para “nuestro sistema”.
Seguramente, Comey y sus asesores principales tenían esto en
mente en diciembre pasado, cuando debatieron qué decirle al presidente electo
Trump sobre los avances de su investigación sobre Rusia. Al final, Comey
decidió decirle que no era el objetivo de una investigación de
contrainteligencia. Eso fue literalmente cierto, pero en el mundo de los
cazadores de espías, significa muy poco. No dejarán de analizar “cualquier
pequeña brizna, cualquier pequeña pista” para descubrir al traidor.
En cuanto al FBI, al menos uno de los tenientes de Comey en
el organismo piensa que Trump debió haber informado el año pasado que la
investigación de contrainteligencia podría conducir a “la campaña y a la
persona que encabezaba la campaña”, en palabras de Comey. Ahora, Trump debe
tener pocas dudas al respecto.
—
Publicado
en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek