EL BIEN CUIDADO suburbio de Chevy Chase, Maryland, en Washington, D. C., es probablemente lo que los partidarios del presidente estadounidense Donald Trump se imaginan cuando piensan en drenar el “pantano” de la ciudad. Un enclave de altos ingresos de abogados, cabilderos, periodistas y burócratas gubernamentales que conducen Volvos, beben vino y escuchan la radio pública, Chevy Chase es un bastión liberal de tal magnitud que los republicanos locales dijeron el año pasado que tenían miedo de colocar carteles de campaña de Trump en sus céspedes.
Todo lo anterior hace que esa ciudad sea una improbable plataforma de lanzamiento para Ezra Cohen-Watnick, el repentinamente prominente funcionario del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca que se encuentra en el centro de una extraña maniobra secreta para proporcionar a Devin Nunes, presidente del Comité de Inteligencia de la Casa Blanca, documentos ultrasecretos sobre la vigilancia del gobierno. Se dice que Cohen-Watnick extrajo los documentos de una terminal clasificada de la CIA en el Edificio Eisenhower de Oficinas Ejecutivas cerca de la Casa Blanca y se los entregó a Nunes, un republicano de California que fue miembro del equipo de transición de Trump. Dichos documentos tenían como objetivo demostrar que el expresidente Barack Obama estaba “espiando” a Trump durante la campaña de 2016. Los documentos no lograron demostrarlo, concluyeron otros miembros del panel después de estudiarlos. Lo que sí mostraron fue que los organismos de Inteligencia de Estados Unidos tenían en el radar a varios socios de Trump, aunque solo por seguir la pista de varios agentes rusos.
El incidente provocó que el Comité de Ética de la Cámara investigara a Nunes y lo obligara a retirarse de la investigación de su propio panel sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016. Sin embargo, también suscitó preguntas por parte de experimentados funcionarios de inteligencia sobre cómo Cohen-Watnick, de treinta años y que en su currículo aparentemente contaba únicamente con un solo viaje de trabajo, supuestamente lleno de problemas, con la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) en Afganistán, logró apoderarse de uno de los puestos más trascendentales en la Casa Blanca: coordinar todas las operaciones de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos con la Oficina Oval y el Congreso. En menos de un año, Cohen-Watnick ha ascendido de un rango equivalente al de un capitán del ejército hasta el de un general de tres estrellas.
“Él se asegura de que se lleve a cabo el programa del presidente”, dice un antiguo funcionario del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, quien, al igual que todas las fuentes de inteligencia consultadas por Newsweek,declinó ser identificado al hablar sobre asuntos tan delicados. Y ese programa, como lo han dejado claro el presidente y sus hombres, consiste en disminuir el poder de la CIA.
La forma en que este joven amasó tal influencia ha dejado perplejos a muchos experimentados funcionarios de inteligencia.
La manera en que logró conservar su puesto después de que el teniente general del ejército H. R. McMaster, sucesor de Michael Flynn, el consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca que fue despedido, supuestamente trató de echarlo después del asunto de Nunes es otra pieza del rompecabezas.
DE JOVEN LARGUIRUCHO A ESPÍA
El improbable viaje de Ezra Cohen-Watnick desde el capullo liberal de Chevy Chase hasta los chanchullos secretos que realizó en la Casa Blanca de Trump fue más una línea punteada que una recta. Bien pudo haber comenzado con Frank Gaffney, exfuncionario del gobierno de Ronald Reagan, que ha surgido como uno de los principales teóricos conspiratorios y que cree que el gobierno estadounidense e, incluso, el Partido Republicano, han sido infiltrados por militantes musulmanes. En la secundaria de Bethesda–Chevy Chase, Cohen-Watnick fue muy cercano a la hija de Gaffney. Al pasar los años, frecuentó a los socios de Gaffney quienes, al final, lo llevaron a la Casa Blanca.
Cohen-Watnick estudiaba el segundo año el 11 de septiembre de 2001, cuando militantes de Al-Qaeda estrellaron aviones contra el World Trade Center y el Pentágono. Los ataques despertaron el fervor patriótico entre los jóvenes, muchos de los cuales se ofrecieron como voluntarios en los servicios militares y los organismos de inteligencia. El afable y larguirucho adolescente era demasiado joven para enlistarse, pero se unió al club de Jóvenes Republicanos de su escuela. Y en la Universidad de Pensilvania, a la que se incorporó en 2004, solicitó unirse al Curso de Entrenamiento para Oficiales de la Reserva Naval, de acuerdo con un relato publicado en el periódico escolar en 2006, The Daily Pennsylvanian.“Era muy importante para él poder corresponder a algo de lo que había obtenido algún beneficio, en este caso, la seguridad nacional, que ha mantenido seguras a varias generaciones de su familia”, dijo el diario.
El patriotismo manifiesto de Cohen encontró otras maneras de expresarse en Penn. Se unió al Union Club, que era solo para miembros y constituía “el bastión icónico del conservadurismo republicano”, de acuerdo con un columnista local. Sin embargo, Cohen también se alejaba de la corriente principal conservadora. En 2007, ayudó a organizar una “Semana de conciencia ante el terrorismo” (denominada originalmente “Semana de conciencia ante el islamo-fascismo”) junto con David Horowitz, aliado cercano de Gaffney cuya cruzada contra las “élites liberales” en el campus ha sido apoyada por Kellyanne Conway y Steve Bannon, asesores de alto nivel de Trump. En un momento dado, recuerda un amigo íntimo de la familia que pidió mantenerse en el anonimato a cambio de hablar acerca de temas personales, Gaffney le ofreció al floreciente joven halcón realizar sus prácticas profesionales en su grupo de analistas de Washington, D. C. denominado Centro para la Política de Seguridad. (Gaffney declaró a Newsweeken breve entrevista telefónica que apenas recuerda a Cohen-Watnick cuando estaban en la secundaria y que no ha tenido ningún contacto con él desde entonces.)
Algunos de los amigos liberales de la familia de Cohen, que pidieron no ser identificados para no poner en riesgo sus relaciones personales que datan desde hace mucho tiempo, se sintieron perturbados por lo que denominan su creciente fervor antimusulmán, especialmente cuando le escucharon expresar su simpatía a favor de los asentamientos ilegales en Israel y otros puntos de vista políticos de línea dura. Otro amigo de la familia intentó persuadir al joven de que Oriente Medio era mucho más complicado de lo que creía.
Independientemente de su visión política en desarrollo, Cohen-Watnick decidió evidentemente que una carrera con un uniforme de la Marina no era para él. Se retiró del programa ROTC en 2007, de acuerdo con un vocero del Comando de Entrenamiento del Servicio Naval. “Participó durante dos años y no [recibió] ninguna comisión”, declaró a Newsweek el teniente Sean Brophy. En lugar de ello, el joven encontró una vía más discreta para el servicio nacional: la Oficina de Inteligencia Naval, u ONI, por sus siglas en inglés.
En el semestre de la primavera de 2008, el programa de Penn en Washington enlistó a Cohen-Watnick como uno de entre la media docena de estudiantes que realizaban sus prácticas profesionales en la ONI, de acuerdo con caché del sitio web recuperado por Laura Rozen, una veterana corresponsal en Washington de Al-Monitor,un sitio web de noticias y análisis de Oriente Medio. De acuerdo con un amigo de Cohen-Watnick que habló con Rozen, este último no logró obtener un trabajo en la CIA y, en su lugar, se unió al Departamento de Defensa. El amigo le dijo a Rozen que aquel había “pasado un largo tiempo en Haití mientras trabajaba fuera de la oficina de Miami del Departamento de Defensa”.
Aparentemente, el mundo de la inteligencia le vino bien. En 2012 fue aceptado en el programa de entrenamiento del Servicio Clandestino de Defensa, el programa de espionaje encubierto en el extranjero de la DIA. Fue ahí donde conoció a un amigo mutuo de Frank Gaffney, el general Michael Flynn. Y entonces su carrera comenzó a elevarse.
Foto: JABIN BOTSFORD/THE WASHINGTON POST/GETTY
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HECHOS DE FLYNN Y PROBLEMAS EN LA CIA
Los relatos de la época de que Cohen-Watnick pasó con la DIA son imprecisos. El organismo no confirma sus fechas de asignaciones o de empleo. Sin embargo, de acuerdo con los recuentos fragmentarios de media docena de exfuncionarios de inteligencia, todos los cuales hablaron a cambio de mantenerse en el anonimato para poder analizar temas tan delicados, la carrera en la DIA de Cohen-Watnick no salió muy bien, excepto en un aspecto: su relación con Flynn.
En 2013, la DIA asignó a Cohen-Watnick a “la granja”, las instalaciones de entrenamiento de la CIA en las afueras de Williamsburg, Virginia, para aprender los rudimentos del reclutamiento y de la gestión de espías extranjeros, de acuerdo con dos fuentes de inteligencia. Durante esa época, su reputación entre sus compañeros “era mala”, señala un exempleado de la CIA. “No jugaba en equipo y también ‘filtraba’ información denigrante sobre sus compañeros de entrenamiento” a sus instructores, afirmó el exempleado. “Aunque esperamos que cada estudiante haga su propio trabajo, también exigimos que desarrollen habilidades de colaboración positivas y saludables”. Después del curso, Cohen-Watnick “fue asignado para viajar a Oriente Medio”, pero “se mostró reacio a hacerlo”, señala la fuente. En lugar de ello, hizo “una rotación” en la CIA. Dos fuentes señalaron a Newsweek que finalmente fue asignado a Afganistán con el rango de GS-12, equivalente al de capitán del ejército.
Flynn estaba creando agitación en la DIA con su impulsivo estilo de gestión y sus teorías conspiratorias, como su convicción de que Irán estaba detrás de los ataques contra la embajada de Estados Unidos en Benghazi, Libia. “Los hechos de Flynn”, les llamaban en tono de burla sus asesores, de acuerdo con un perfil publicado en The New Yorker. Varios años antes fue coautor de un artículo muy publicitado en el que se vilipendiaba el manejo de las operaciones de inteligencia de Estados Unidos en Afganistán, y se mostró particularmente crítico hacia la CIA por su apoyo al famosamente corrupto Ahmed Wali Karzai, hermano del presidente afgano Hamid Karzai. Cohen-Watnick desarrolló una antipatía similar para Langley, la cual no ocultaba, de acuerdo con un exfuncionario de inteligencia. Fuera de eso, Cohen-Watnick aparentemente trabajaba muy por debajo del radar de los oficiales clave que trabajaban intensamente en Afganistán. “Nunca me crucé con este chico, y conocía a Flynn y su equipo en Afganistán y en la DIA”, dice un exfuncionario del Departamento de Defensa que, al igual que todas las fuentes consultadas por Newsweek, insistió en mantenerse en el anonimato a cambio de hablar de temas clasificados.
Sin embargo, en 2014, en el cuartel general de la DIA, el estatus de Cohen-Watnick creció con Flynn. “Era un excelente presentador de resúmenes informativos”, dice un funcionario familiarizado con las operaciones de la DIA, lo cual significa que Cohen-Watnick tenía talento para presentarse a él mismo ante sus superiores y sintetizar información para su jefe. “Y eso impresionó a Flynn”.
CONFUSIÓN GENERAL: Cohen-Watnick (fotografía de la secundaria, izquierda) entabló una estrecha relación con Flynn, derecha, en la DIA y se sentía claramente cómodo con las teorías conspiratorias y los “hechos Flynn” del general. Foto: BETHESDA-CHEVY CHASE HIGH
‘PIENSO EN OLLIE NORTH’
En 2014, Obama despidió a Flynn, y desde entonces, los funcionarios del gobierno lo han denostado en la prensa. Pero la sorpresiva elección de Trump en noviembre de 2016 le dio a Flynn la oportunidad de redimirse (y vengarse). Con su creciente prominencia en la campaña de Trump, los adversarios de Flynn reciclaron historias sobre su expulsión de la DIA, pero ahora también había preguntas acerca de sus viajes a Moscú financiados por el Kremlin y su relación con cabilderos turcos. Y Flynn nadaba en aguas conspiratorias aún más profundas, ahora con activistas que afirmaban que el tirador del club nocturno Pulse de Orlando no había actuado solo, y que John Podesta, el director de la campaña de Hillary Clinton, estaba involucrado en una red de pedófilos que operaba detrás de un restaurante familiar de Washington, D. C. Cohen-Watnick se unió a él en el denominado “Pizzagate”, tuiteando sobre “la obsesión de Podesta con el ocultismo”. En otro tuit, se refirió a la “asquerosa y potencialmente criminal conducta de la mafia de Clinton”.
En enero, Cohen-Watnick asumió el cargo con Flynn y otros miembros del círculo de Gaffney, entre ellos, Bannon, Conway y Sebastian Gorka, otro antimusulmán de línea dura relacionado con un partido nazi húngaro. Mientras tanto, Cohen-Watnick se casó con una mujer que, al igual que Flynn y varios asesores de Trump, tenía lazos con Rusia. Rebecca Miller, cuatro años menor que Cohen-Watnick, había trabajado con la cuenta rusa en la oficina de Washington D. C. de Ketchum, la importante empresa global de cabildeo y relaciones públicas, de acuerdo con su madre, Victoria Fraser, directora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis. Durante un evento realizado en 2014 en la Sociedad Histórica Estatal de Missouri, Fraser dijo acerca de su hija que “su mayor desafío ahora mismo es que Ketchum es responsable de proporcionar servicios de relaciones públicas y marketingpara tratar de hacer que Rusia luzca mejor, lo cual es particularmente difícil cuando ese país invade otras naciones y cuando Putin está un tanto fuera de control”. Ketchum recibió un duro golpe de relaciones públicas cuando ProPublica informó que había “colocado artículos de opinión a favor de Rusia en publicaciones estadounidenses, escritos por empresarios y otras personas sin revelar la función del gobierno ruso”. Al año siguiente, recibió críticas por publicar en The New York Times un artículo de opinión supuestamente escrito por el presidente ruso Vladimir Putin, donde se afirmaba que los rebeldes sirios, y no el presidente Bashar al-Asad, eran los responsables de lanzar ataques químicos a la población civil. De acuerdo con un vocero de Ketchum, el trabajo de Miller en la cuenta de Rusia finalizó en septiembre de 2012. La empresa cortó sus lazos con la Federación rusa en marzo de 2015.
Cohen-Watnick y su esposa se han mostrado reacios a reconocer cualquier cosa acerca de sus vidas profesionales o de su historia en pareja. El 11 de noviembre de 2016, la Congregación Ohr Kodesh, una sinagoga conservadora de Chevy Chase, realizó un kiddush,es decir, una pequeña ceremonia social, en honor de su “inminente matrimonio”. Sin embargo, a pesar de tener familiares prominentes por ambos lados, no existe ningún relato de su matrimonio ni en The Washington Post ni en el St. Louis Post-Dispatch,el diario del pueblo natal de Miller. Asimismo, una investigación realizada en varios motores de búsqueda no arroja ningún resultado en relación con un acta de matrimonio de la pareja, que se casó en noviembre de 2016. Además, las búsquedas de registros no muestran que ellos viven juntos en Chevy Chase o en otra residencia que Cohen-Watnick tiene en Miami. (De acuerdo con los registros de voto de Florida, Cohen-Watnick está registrado en Miami como un “varón hispánico” republicano.) La Casa Blanca ha rehusado revelar siquiera una breve biografía de su director de inteligencia de alto rango en el Consejo Nacional de Seguridad.
Es un fantasma. Y parece gustarle. “Ezra es realmente un gran admirador de las cosas relacionadas con las acciones encubiertas”, declaró a The Washington Postun funcionario que trabajó con él en dicho Consejo, después de que “varios funcionarios estadounidenses en activo” señalaron a Cohen-Watnick como uno de los dos asesores de Trump que tuvieron acceso a los archivos de vigilancia ultrasecretos acerca de Nunes.
Sin embargo, mucho tiempo antes de ese incidente, varios funcionarios veteranos de seguridad nacional se sintieron sorprendidos por el nombramiento de un hombre con tan poca experiencia como asesor de alto rango del Consejo Nacional de Seguridad para temas de inteligencia. Entre sus predecesores se encuentran personas profundamente familiarizadas con las operaciones clandestinas, como los futuros directores de la CIA, Robert Gates y George Tenet (quien anteriormente había sido jefe del Estado Mayor del Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia). En ese puesto, afirma un antiguo funcionario de inteligencia de alto rango, “se necesita experiencia, no conexiones familiares”.
“Ninguna persona de su nivel podría tener la experiencia para convertirse en director de alto rango de programas de inteligencia; definitivamente, no hay manera”, dice Daniel Benjamin, miembro del personal del Consejo Nacional de Seguridad del gobierno de Bill Clinton y que posteriormente se convirtió en el principal funcionario antiterrorista del Departamento de Estado. “Así que el hecho de que haya obtenido ese trabajo y de que la CIA, que usualmente controla ese puesto, estuviera tan ansiosa de echarlo, dice mucho acerca de la peculiaridad de la situación”, declaró Benjamin a Newsweek.
Los principales méritos de Cohen-Watnick parecen ser ideológicos. “Es una versión de treinta años de Michael Flynn, desde su cariño por los rusos hasta su odio por Irán”, señala un exfuncionario de inteligencia de alto rango que trabajó con él. Y desde el comienzo mostró su enemistad con la CIA como si fuera una placa de honor, señala el funcionario.
“No hay ninguna duda de que durante la transición, él manifestó su hostilidad hacia la CIA”, dice el exfuncionario de inteligencia de alto rango que trabajó con Cohen-Watnick. “Tengo la impresión de que tenía un hacha que afilar, y de que esta era una oportunidad de demostrar quién mandaba”. También “dejó muy claro que tenía derecho… que tenía acceso… y que tenía una voz en las reuniones de política.
“Dejó muy claro —añade el exfuncionario— que hablaba a nombre de Flynn”. Un punto más a su favor, dice el exfuncionario de alto rango del Departamento de Inteligencia de Defensa, es que “sus padres conocieron a Jared Kushner”, yerno y confidente de Trump que surgía como una importante fuerza en el gobierno. “Flynn vio esto como algo extremadamente valioso”.
Flynn se iría pronto de la Casa Blanca, hundido por sus conversaciones no reveladas con el embajador ruso, Sergey Kislyak. Pero su salida no logró acabar con el periodo de Cohen-Watnick. Cuando McMaster, el sucesor de Flynn, trató de librarse de él, Cohen-Watnick acudió directamente a Bannon y Kushner, quienes, a su vez, persuadieron a Trump de indicarle a McMaster que diera marcha atrás, según informes.
Desde la salida de Flynn, Cohen-Watnick ha actuado para domesticar a la CIA al quitarle su primacía en las operaciones de acciones encubiertas, manejar una parte del Pentágono y llevar las decisiones de quién hace qué y cuándo en el interior del Consejo Nacional de Seguridad. “Buscaba llevar al ejército al espacio en el que operaba la CIA”, señala un exfuncionario de inteligencia que trabajó con Cohen-Watnick durante la transición. Y combatir a Irán (“apretar los puntos de presión”, en palabras de esa persona) tiene un lugar preponderante en su programa.
Todo lo anterior augura problemas, afirman exfuncionarios de seguridad nacional, señalando las calamidades que ocurrieron en gobiernos anteriores al politizar el proceso de inteligencia. La Casa Blanca de George W. Bush presionó a la CIA para que informara que había armas de destrucción masiva en Irak. Y esta encontró cómplices ideológicos en el Pentágono para producir informes de armas de destrucción masiva que le ayudaran a construir los argumentos (que resultaron falsos) para justificar la invasión a Irak, realizada en 2003. Décadas antes, un intento realizado por funcionarios de la Casa Blanca de Reagan de pasar por alto la prohibición del Congreso para otorgar ayuda a los Contras, los guerrilleros anticomunistas que luchaban para derrocar al gobierno izquierdista de Nicaragua, terminó en un desastre.
“Pienso en Ollie North”, dice un funcionario de alto rango de la comunidad de inteligencia, girando la mirada e imaginando el daño que puede hacer un miembro del personal impulsado ideológicamente. “Aquello salió bien”. North, coronel de la Marina del Consejo de Seguridad Nacional de Reagan, dirigió una extraña operación oculta para vender armas a Irán (designado oficialmente como patrocinador del terrorismo) a cambio de efectivo para apoyar a los Contras. Una vez que el tejemaneje fue expuesto, el revuelo resultante llevó al nombramiento de un fiscal especial y casi provocó la realización de un juicio político contra Reagan.
Ahora, casi treinta años después de que el Congreso comenzó las audiencias relacionadas con ese escándalo, Cohen-Watnick enfrenta una posible comparecencia en la investigación del Comité de Ética de la Cámara sobre el caso Nunes– Casa Blanca.
Sin embargo, en Chevy Chase, sus viejos amigos, incluidos varios opositores a ultranza de Trump, no están listos para abandonarlo. “Todos los miembros de nuestra familia le tienen mucho afecto a Ezra, a pesar de que nuestros puntos de vista políticos son casi diametralmente opuestos”, dice uno de ellos que conoce a Cohen-Watnick desde la secundaria. “En lo que respecta a nosotros, es un tipo adorable y siempre es maravilloso verlo”.
Otros viejos conocidos comparten ese afecto, pero les preocupa que no haya crecido mucho desde sus años formativos. “Ezra era impermeable —dice uno de ellos— a cualquier cosa que pusiera en duda su visión ideológica del mundo”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek