A pesar de todas las batallas en Twitter
de Donald Trump por Meryl Streep y las noticias falsas, la pregunta más grande
que se cierne sobre Washington es cómo investigar mejor los intentos de Rusia
de influir en la elección de 2016.
Algunos republicanos están abiertos a una
investigación limitada por varios comités congresistas existentes, pero pocos
han apoyado el tipo de indagatoria total que favorecen los demócratas: la
creación de un “comité selecto” especial que estudiaría las supuestas acciones
de Moscú para ver elegido a Trump, o un panel independiente como la Comisión
del 11/9, la cual fue celebrada por su trabajo exhaustivo, accesible y
bipartidista. Su informe fue tremendamente influyente, llevando a una
reorganización del gobierno federal, incluida la creación del Departamento de
Seguridad Nacional. El informe de la Comisión del 11/9 incluso se convirtió en
un libro muy exitoso. (Yo fungí en la Comisión Indagatoria de la Crisis
Financiera, la cual fue creada por el Congreso para investigar la calamidad
económica de 2008 que azotó a la nación. Su informe de 2011 también fue un
éxito de ventas.)
La historia está repleta de otros
ejemplos de investigaciones que han funcionado bien. El Congreso usó sus
poderes de citación en fecha tan remota como 1792, para llevar a cabo una
investigación sobre una derrota enorme de EE UU a manos de los indios en los
que ahora son conocidos como los Territorios del Noroeste. También ha habido
investigaciones congresistas muy celebradas sobre el crimen organizado, el
hundimiento del Titanic y el escándalo Teapot Dome que atormentó a la
administración de Warren Harding en la década de 1920. Cuando Harry Truman
todavía era un senador de Misuri, encabezó una investigación sobre la
especulación durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la mejor indagatoria fue la
del Comité del Senado para Watergate, reunido en 1973. Aun cuando los
reporteros Bob Woordward y Carl Bernstein fueron esenciales para formar la
causa que involucró los trucos sucios de la Casa Blanca de Nixon y su
encubrimiento criminal, el Comité del Senado para Watergate en realidad inició
el escándalo cuando preguntó a un asesor presidencial de mediano nivel,
Alexander Butterfield, si se grabó alguna conversación en la Oficina Oval.
Cuando él dijo que sí delante de millones de telespectadores, las audiencias se
convirtieron en una sensación de rating. La lucha legal por las cintas llegó
hasta la Suprema Corte, y los jueces le ordenaron a Nixon entregarlas, lo cual
finalmente llevó a su renuncia.
OPORTUNIDAD DE ORO: El Presidente Donald
Trump con su estratega en jefe Stephen Bannon, derecha, y Michael Flynn, exasesor
de seguridad nacional. Las supuestas acciones de Moscú para ver elegido a Trump
han enturbiado a Washington. FOTO: DREW ANGERER/GETTY
No sabemos lo que descubrirá una indagatoria similar al “Rusia-gate”. Pero sí sabemos cómo hacer las preguntas correctas y establecer un mecanismo para llegar a la verdad. También sabemos la manera correcta de obtenerla, y ello requiere de un panel con poderes de citación para llevar testigos allí, porque no hay nada como el castigo del perjurio para refrescar la memoria de un testigo.
Por lo general, dejarle tales investigaciones a uno de los comités permanentes —como el Comité de Servicios Armados del Senado, el cual vigila al Pentágono, o el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el cual vigila al Departamento de Estado— usualmente no es suficiente. No siempre tienen el tiempo o los recursos para rastrear testigos, recabar evidencia, preservar documentos y hacer todas las otras cosas que son esenciales para una investigación seria.
Hay excepciones. En la década de 1990, el
Comité Bancario del Senado hizo investigaciones muy importantes sobre
escándalos bancarios internacionales y el colapso de instituciones de ahorros y
préstamos en EE UU, no solo sacando a la luz abusos sino también formando la
causa para los fiscales. En la Cámara de Representantes, el Comité de Comercio
bajo la presidencia de Henry Waxman, desde hacía mucho congresista por
California, fue conocido por su persecución obstinada a la industria del
tabaco, incluida su famosa toma de juramento de todos los altos ejecutivos de
la industria. Su trabajo ayudó a impulsar un torrente de causas legales y
legislaciones que cambiaron la manera en que se vendían cigarrillos en EE UU.
Pero Waxman teme que los republicanos se
hayan vuelto demasiado partidistas como para manejar adecuadamente la
investigación de Rusia, señalando la proliferación de investigaciones sobre
Bengasi en el Capitolio —incluida la formación de un comité selecto en la
Cámara de Representantes sobre el asunto— e incluso un panel selecto de la
Cámara creado para investigar a Planned Parenthood. La influencia rusa en la
elección de 2016 “es una investigación muy importante que puede hacerse, pero
no estoy seguro de que el Congreso sea muy bueno en ella”, me dijo Waxman. “Un
comité selecto no es independiente”.
Waxman probablemente esté en lo correcto.
Dada la oposición entre los republicanos en el Senado a un comité selecto en
verdad bien administrado o una comisión independiente como la del 11/9, las
posibilidades son que no vayamos a tener el tipo de investigación exhaustiva
sobre el escándalo del hackeo ruso que merecemos.
Lo que le pasó a EE UU podrá permanecer
turbio, como un asunto para las agencias de inteligencia y las filtraciones
esporádicas, pero ¿por qué no seguir el ejemplo de los grandes comités de
antaño?