¿ME CONCEDE una entrevista sobre su trabajo contra el diablo? ¿Cómo llegó hasta ello?
La respuesta de don Paolo, un joven sacerdote que desde hace poco es exorcista, llega de último momento a través de un mensaje de texto. “Tenemos que renunciar a nuestro encuentro. Mi obispo me ha dicho que es mejor evitar”.
Es un día de otoño en Europa y le reitero que el reportaje es sobre la formación de los exorcistas. Que las preguntas, fíjese usted, serán sencillas y solo sobre el tema. Pero en Sacrofano, un pueblecito a 40 kilómetros de Roma, se viven evidentemente horas particularmente intensas y misteriosas. Allí se está celebrando la reunión anual de la Asociación Internacional de los Exorcistas, fundada en 1990 y la única organización reconocida por El Vaticano desde hace dos años y gracias a un papa que se llama Francisco. En el encuentro de estos días participan centenares de clérigos de todo el mundo. Y silencio es la palabra de orden. “Ha habido una comunicación en la que se pide evitar todo contacto con los medios de comunicación”, había explicado otro sacerdote algunos días antes, en una conversación telefónica. “El tema es que en el pasado algunos han manipulado nuestro trabajo, han dicho cosas que no eran verdad… Pero me parece importante seguir hablando con ustedes, con los periodistas, para explicar qué hacemos y por qué es importante”, había continuado. No obstante, el nieta don Paolo ha llegado.
César Truqui, 48 años, mexicano del estado de Sonora, afincado en Suiza, es exorcista desde 2012, fecha en que dejó la orden de origen mexicano de los Legionarios de Cristo. Ejercita en la diócesis de Coira y ya ha llevado adelante unos cien exorcismos desde que ha sido autorizado a luchar contra el diablo. Con anterioridad fue por cuatro años uno de los discípulos del recién fallecido Gabriele Amorth, quien en vida fuera el exorcista más famoso en el mundo y ha sido fundador del AIE. Truqui, hoy sacerdote diocesano, dice que no entiende esos recelos.
—El problema es que hay mucho tabú con toda la cuestión del exorcismo. Para mí son miedos absurdos.
INFOGRAFÍA: Newsweek en Español.
El mexicano ha sido docente del curso “Exorcismo y oración de liberación”, que desde hace 11 años organizan dos organismos italianos de formación para sacerdotes, el Sacerdos y el Gris. En los últimos años se ha sumado también la AIE. El evento, que es el mayor a escala mundial, se lleva a cabo en la Universidad Regina Apostolorum de Roma, también ligada a la Legión de Cristo. Se trata de una verdadera fábrica de exorcistas, por la que ya han pasado casi 2000 alumnos interesados en esta práctica y que, en su edición de abril de 2016, contó durante una semana con la presencia de unos 30 docentes, entre exorcistas, criminólogos, psiquiatras e investigadores. Las lecciones son sobre materias como la antropología del satanismo y la posesión diabólica y sobre el contexto histórico y bíblico.
Ante la inexistencia de escuelas de formación sobre el exorcismo e incluso por la escasez de los cursos de demonología en los seminarios después del progresismo que arrojó el Concilio Vaticano II, este curso, así como las reuniones de las asociaciones —además de la AIE, hay otro puñado de organizaciones de exorcistas en el mundo—, constituye el grueso de la formación teórica de las nuevas generaciones de exorcistas. Para la formación práctica, en cambio, la principal escuela son los viejos exorcistas, a los cuales se recomienda que acudan los candidatos antes de empezar a ejercer autónomamente. Pero no hay reglas precisas en la Iglesia sobre qué hacer para formar a sus soldados que luchan contra Satanás, y muchos prelados consideran que es mejor así. Como tampoco existen manuales. Los únicos textos son el antiguo Ritual romano, del papa Paulo V, que data de 1614 y rehabilitó el pontífice alemán Benedicto XVI en 2011, y el nuevo Ritual de exorcismo, aprobado en 2000 durante el papado del difunto papa polaco Juan Pablo II. Esos textos, ambos en latín, explican lo que se ve en las películas, es decir, la reacción de poseído ante la presencia de símbolos sagrados: como hablar en lenguas extrañas y exhibir una fuerza descomunal.
Don Paolo vuelve a llamar. Se ha informado sobre quién soy y, tras algunas insistencias, su obispo finalmente le ha dado la autorización. La cita es para el día siguiente en vía de la Conciliación, cerca de la basílica de San Pedro. Se presenta con una sonrisa, ostentando tranquilidad. Tiene 41 años, el pelo escaso, los ojos marrones. Es tímido en apariencia, la voz suave, pero firme en los principios, casi retador y carismático, una cualidad que se busca en los exorcistas. No pertenece a una congregación u orden religiosa, es un sacerdote diocesano y un profesor universitario especializado en teología y psicología. Ha sido encargado —los obispos son quienes tienen la facultad de autorizar esta práctica— hace apenas un año y desde entonces atiende todos los sábados tres casos de posesión demoniaca. Las sesiones duran unas tres horas cada una. La primera es una mujer que sufrió un maleficio y los otros dos son personas que han pertenecido a sectas satánicas. Fenómeno, este último, que él como otros exorcistas dicen que está creciendo en Italia y en todo el mundo a causa de la descristianización que está teniendo lugar en el viejo continente.
—Lo hemos logrado finalmente.
—Lo hago porque considero que esto es parte del patrimonio de la Iglesia desde siempre. Es decir, los exorcistas no nacen con las películas de horror, siempre existieron. Son parte del ministerio de la misericordia.
—Empezando por lo primero. ¿Cómo se interesó por la lucha contra el diablo?
—Mi formación está ligada al mundo universitario y al de los jóvenes. Fui capellán en tres universidades. Ahí descubrí muchos jóvenes fascinados por el esoterismo, entre ellos, una joven involucrada en (la corriente neopagana) el new age que manifestaba malestares. Entonces la llevé a la Escalera Santa [en la basílica romana de San Juan de Letrán] y a conocer a un exorcista franciscano. Esa fue la primera vez que asistí a un exorcismo. Ocurrió en el año 2008, cuatro años antes me habían ordenado sacerdote.
—¿Qué pasó luego?
—Le pedí al religioso franciscano que me explicara mejor en qué consistían los exorcismos y pactamos algunos encuentros. También seguí estudiando.
—¿No pensó en dejarlo?
—No lo excluyo… Lo cierto es que esto yo no lo pedí. Fue mi obispo que consideró que era oportuno que yo me ocupase de esto.
—Lo cierto es que incluso en la Iglesia hay muchos que no creen en el demonio.
—Es cierto que a menudo el exorcismo es identificado como algo originado en el retraso cultural, un resabio medieval. Pero yo soy joven y enseño en algunas de las universidades católicas más prestigiosas en el mundo. Eso desorienta.
Antes de despedirnos, le insisto a don Paolo en que esto es quizás una consecuencia también de que poco y nada se sabe en verdad de los enemigos del demonio. Ni se conoce con certeza cuántos hay en el mundo, ni cuántos exorcismos se realizan anualmente en todo el planeta. Y que, incluso, en muchos casos los obispos mantienen en secreto los nombramientos.
El padre José Antonio Fortea fue el primer exorcista en España y hoy ya pertenece a la vieja guardia. Su primer exorcismo fue en el año 2002. Foto: Especial.
“Hablar con un exorcista es difícil, algunos tienen las agendas ocupadas por seis meses. Con todo y esto, es cierto que muchos prefieren permanecer ocultos, a pesar de que poco a poco algunas aberturas se están produciendo”, me había explicado, días antes, el periodista David Murgia, quien desde hace años trabaja como conductor de Vade retro, un programa de televisión del canal de los obispos italianos, TV 2000. “El tema es que, a partir de los años 60 del siglo pasado, la tendencia fue la de abandonar estas prácticas. Pero eso está cambiando, el oficio está resurgiendo, esta vez con más énfasis en la formación”, añadió.
“No solo en Italia, ahora también en México y en Centroamérica se están nombrando exorcistas”, cuenta, por su parte, Pedro Barrajón, rector de la Universidad Europea de Roma y quien ha estado a cargo de la formación para exorcistas.
El laico italiano Giuseppe Ferrari, secretario del centro de formación sacerdotal de Italia Gris, conoce los pocos datos que existen, como los números de los alumnos que han pasado por el curso de exorcistas que se celebra en Roma. Cuyo éxito se debe, asevera, a que aún la materia se desconoce por dentro y por fuera de la Iglesia.
“En la última edición, los participantes fueron 228: de Italia, Estados Unidos, Filipinas, España y muchísimos de Corea”, cuenta Ferrari.
—¿De Corea?
—Sí, vienen de todas partes del mundo. Hemos tenido personas de 33 nacionalidades.
—¿Por qué es tan famoso este curso?
—Es el más concurrido y el primero que surgió. Pero últimamente también hemos organizado otros. Hubo uno en Sicilia hace poco y ahora nos han pedido organizar otro en Brasil.
“La Iglesia no gana nada haciendo exorcismos, pero sí tiene problemas si los hace. Por eso siempre he defendido que vivimos los últimos años del exorcismo en Europa”. Foto: GIULIO NAPOLITANO/AFP
—Italia para estar en primera línea en este ámbito.
—Sí, hay más exorcistas en Italia. Son unos 200, casi uno por cada diócesis, un verdadero hito si comparamos con otros países. El curso ha ayudado mucho a promover los nombramientos, aunque los exorcistas todavía son muy pocos en muchos lugares.
Un ejemplo es el español. A mitad de la década de 1990 no había en España ni un solo exorcista. Hoy se estima que suman unos diez que ejercitan activamente, varios de los cuales han sido nombrados en los últimos tres años. El padre José Antonio Fortea (Barbastro, 1968) fue el primero y hoy ya pertenece a la vieja guardia. Su primer exorcismo fue en el año 2002 y con ello Fortea fue en su momento noticia de primera página. También él, como Truqui, aprendió con el padre Amorth. Así y todo, con el pasar de los años, sus posturas han sido puestas en discusión, por sus prácticas experimentales. Tanto que desde 2012 ya no ejerce y, salvo algún caso puntual, se dedica a escribir libros, dictar conferencias y dar charlas. Cuenta que todo empezó en 1997, cuando su obispo le pidió hacer una tesis doctoral sobre el tema. Entonces fue cuando conoció a Amorth, aunque él asegura que no quería dedicarse a eso. De regreso a España, narra que pensó que lo dejaría, pero entonces le cayó un caso de una mujer poseída. Es así que, cuando lo contactamos, Fortea está de camino al obispado. Habla con confianza en sí mismo, como si el argumento fuera cosa de todos los días, algo común.
“Antes de responder a sus preguntas, le voy a dar una pista de cómo puede usted enfocar la investigación, de modo que sea más original que los reportajes repetitivos de siempre. Pues, sí, se necesitan más exorcistas, ya que en cada país hay poquísimos dedicados a esto en cada diócesis. El problema es que, y es lo que considero que es interesante para un artículo, es que los obispos no han sido formados y entonces se encuentran con que surgen los casos y ellos mismos han escuchado mil teorías acerca de este tema”, advierte.
—¿Qué quiere decir con esto?
—Es que la Iglesia no gana nada haciendo exorcismos, pero sí tiene problemas si los hace. Por eso, yo siempre he defendido que vivimos los últimos años del exorcismo en Europa. ¿Por qué? Pues porque hay gente que deja los procesos (de curación) y algunos psiquiatras les dicen a sus pacientes: ¿Ha pensado usted en demandar a la Iglesia por haberle metido en la cabeza que usted está poseído? Entonces, en cuanto tengamos dos o tres juicios de este tipo, que no cuestan menos de 20 000 euros y que el obispo tenga que ir a declarar y le hagan las fotos y salga en las noticias, usted puede estar segura de que en unos 15 años esto va a estar prohibido de facto.
En verdad ha habido casos de denuncias judiciales. Uno de estos ocurrió precisamente en España hace poco más de un mes, y el cura acusado fue condenado en primera instancia. Y se han reportado casos también en Alemania y en Italia donde, durante la redacción de este texto, un exorcista que ejercía en Sicilia fue arrestado y acusado de abuso sexual, en un caso que todavía tiene que ser aclarado.
En este marco, uno de los aspectos que llaman la atención es que no hay una precisa uniformidad en cómo se llega a ejercer de exorcista y cuáles son las prácticas durante los conjuros antidemonio. Sí hay, en cambio, exorcistas más conocidos que, por una razón u otra, se han ganado la admiración de parte de sus colegas y tienen discípulos.
“En el mundo anglosajón, uno muy conocido es el sacerdote Gary Thomas, que inspiró la reciente película El rito[de 2011, protagonizada por Anthony Hopkins]. En ambientes hispánicos, el padre Fortea es una institución. En México está Jesús Sánchez. En Italia, antes estaba el padre Amorth y ahora está el padre Francesco Bamonte”, explica el padre Truqui. “Lo que cambia es cómo se exorciza”, añade, al puntualizar que, a pesar de que hay muchas maneras distintas en el mundo de ejercer este oficio, los exorcistas europeos son más cerebrales y dogmáticos que los latinos.
Como consecuencia, también han existido condenas de la jerarquía religiosa. Una de estas se refiere al sacerdote Dirk Kranz, conocido popularmente como el padre Teo y quien en Colombia llegó a efectuar oraciones de liberación masivas (una versión lightdel exorcismo, por la que no se requiere la autorización de los obispos). Todo esto en estadios de futbol y ante miles de fieles que gritaban y se agitaban, emitiendo extraños alaridos, ante las plegarias de expulsión del diablo. “(El padre Teo) tiene prohibido ejercer cualquier tipo de actividad ministerial pública”, fue entonces la respuesta del nuncio en Colombia, Ettore Ballestrero, según reporteó la prensa colombiana. Y otro es precisamente el caso del padre Fortea quien, en años recientes, también ha elaborado un nuevo tipo de exorcismos: los magnos.
—¿Y qué es eso, padre Fortea?
—Los exorcismos magnos son exorcismos a ciudades, a inmuebles, a lugares. Yo escribí el rito, lo propuse y ya realicé dos exorcismos magnos, ambos en México. El primero en la catedral de San Luis de Potosí y el segundo, en Mexicali. Participó incluso un cardenal.
—¿Y esto no está autorizado por El Vaticano, pero tampoco vetado?
Como si fuera el creador de una nueva appo un nuevo servicio en línea para el cual no existe jurisprudencia, el padre Fortea responde: “Así es. Y me gustaría que un día se hiciese uno en El Vaticano. Tendría mucho relieve”.