LA HABANA, Cuba.— La
muchacha es morena, tiene menos de 20 años y el cabello recogido en una trenza.
Con lápiz azul, el mismo que eligió para pintar sus párpados, se escribió
“Fidel” en el rostro.
Junto a varias amigas
participa del “Acto de masas” que convocó el gobierno cubano para rendir
tributo a Fidel Castro Ruz. Dice “Excuse
me, please” y con Fidel en su rostro, valiéndose de una gran
sonrisa, se abre paso para llegar hasta las primeras filas. Desde allí observa
de cerca el acto central de despedida al líder de la Revolución Cubana.
Son cientos los
jovencitos que ocupan los lugares de privilegio. Muchos llevan uniforme
escolar, con entalladas camisas de color celeste destacan entre la multitud que
puebla la icónica Plaza de la Revolución. Los hay silenciosos, atentos a tres
horas de discursos políticos, y otros se distraen durante los primeros minutos,
cuando falla el equipo de sonido: platican, toman selfies y coquetean. “¡Más
respeto que esto es serio! —se enoja una mujer mayor. Huelo que alguno está
fumando”.
La reunión inicia
solemne pero el ánimo se eleva con los discursos de los presidentes Rafael
Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y Nicolás Maduro (Venezuela). Los
principales líderes de la tendencia política de izquierda en Latinoamérica son
quienes encienden a la concurrencia. “¡Que viva Cuba! ¡Que viva Fidel!”, grita
Morales y la multitud hace eco a las palabras del primer presidente indígena de
Bolivia.
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FOTO: Paula Mónaco Felipe / Newsweek en Español
Aplausos y voces
inundan este gran espacio delimitado por los rostros del Che Guevara y Camilo Cienfuegos, una plaza icónica que por tres
días tuvo silencio sepulcral mientras miles de personas desfilaban para dar su
último adiós a Fidel Castro.
Ahora, una despedida
multitudinaria incluye un evento político que bien podría competir con
cualquier asamblea general de Naciones Unidas porque en el templete hablan
desde presidentes sudamericanos hasta el primer ministro de Grecia, Alexei Tsipras;
también mandatarios y enviados de China, Namibia, Palestina, una extensa lista
de países de varios continentes.
Nicolás Maduro, de
Venezuela, es uno de los más aclamados por los asistentes. “Usted pertenece al
linaje de los que se quedan velando, seguiremos escuchando su voz como redoble
de conciencia”, dice en mensaje para el líder fallecido.
El solo mencionar a
suComandante Fidelemociona a cubanas y cubanos con más
años de vida. “Fidel fue como un padre para nosotros”, repiten sin poder esconder
su tristeza. A muchos se les quiebra la voz, lloran.
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Relatan historias que
siempre confluyen en un punto: las oportunidades. Quienes nacieron en tiempos
de la Revolución, es decir después de 1959, han tenido acceso a salud y
educación gratuitas a diferencia de lo que ocurrió en las vidas de sus padres.
Es el caso de María Rosa y Margarita Giral: “Aquí en Cuba no tienes que tener
un padre con dinero para poder tener una carrera. Nosotras venimos de una
familia humilde y somos abogadas, nuestra otra hermana es licenciada en
psicología”.
Raúl Castro, hermano
y sucesor en el poder del fallecido líder, es el último en hablar. Diferente en
todo sentido a Fidel, no destaca por ser extenso orador y toma el micrófono por
solo 15 minutos. Con nervios contenidos destaca los logros durante seis décadas
de régimen, recuerda campañas de alfabetización y realza que su hermano Fidel
“encabezó una Revolución por y para los humildes”.
Termina gritando
“¡Hasta la victoria siempre!” y la multitud le responde “¡Yo soy Fidel!”.
Después suena música en los altavoces, a todo volumen. Los asistentes desalojan
en orden mientras dura la canción: se van cantando. Se ven tristes pero
tranquilos, aseguran que Cuba no cambiará después de la muerte de Fidel, que la
Revolución Cubana logrará sobrevivir a la ausencia de su principal líder.