Dicen que la historia tiende a repetirse. No lo creemos; lo que existe es un paralelismo caprichoso de eventos. Margaret Thatcher irrumpió en 1979 para alterar el orden establecido en Gran Bretaña y, con la llegada de Reagan en 1980, el mundo entró de lleno en la era neoliberal e informática. La tendencia del libre comercio, el adelgazamiento del Estado, la era de las telecomunicaciones y las trasnacionales se expandieron rápidamente en un mundo interconectado y global.
En julio de este año el brexit británico quebró el statu quo de la integración económica neoliberal; cuatro meses después, Trump triunfa en las elecciones norteamericanas, tira los mercados de valores y provoca la mayor incertidumbre internacional ante la expectativa de los alcances que pueda tener la gestión de un personaje que llegó con un discurso pragmático, exaltando odio, racismo y misoginia.
El reacomodo geopolítico internacional parece que nos traerá nuevas sorpresas al experimentar en esta segunda década una alta volatilidad política. Preocupa cómo se va a dar la relación entre Donald Trump y el presidente ruso, Vladimir Putin. Porque para hacer un nuevo pacto o alianza, el primero tendría que reconocer la anexión de Crimea para poder organizar en conjunto la fractura del denominado Estado Islámico, o por lo menos para recortar el suministro financiero que mantiene esta organización terrorista. Bashar al-Asad, el presidente sirio, quedaría sujeto a negociación.
Se observa complicado que Donald Trump se aventure a otro conflicto bélico al no tener los recursos necesarios para mantener económicamente una guerra moderna convencional, quizás adopte la tecnología bélica a distancia para no entrar en conflicto con la opinión pública y, lo más interesante: veríamos cómo se ajustarían los precios del petróleo y flujo del gas —rusos ambos— para Europa, China e India como consumidores dependientes.
Se revive la era de hidrocarburos y el gas con mayor competencia y, si vamos a los acuerdos internacionales, el TLCAN entra a revisión, el TTIP muere y el Acuerdo de París entra en un impasse hasta que se definan las prioridades de geoenergía en el tablero internacional mientras que las tecnologías renovables se van a la congeladora por no alcanzar precios competitivos.
En el horizonte, dos escenarios pueden afectar la inminente “era Trump”…
Internamente, además del inmediato repudio al presidente electo, el movimiento Black Lives Matter puede encontrar combustible ideal si el tópico es el “racismo”.
La reunión con la OTAN para junio o julio de 2017, posiblemente en su nueva sede, puede ser una prueba de fuego para Trump en cuanto a su política exterior: el tema son las amenazas mundiales y el futuro de la Alianza Atlántica.
Mientras tanto, los mexicanos vamos expectantes en un carrito de montaña rusa; la amenaza de un muro, una deportación masiva de ilegales, incremento en las tasas de interés, menor crecimiento, reducción de empleos, una moneda devaluada y, peor, observamos un gobierno impávido.
Así, a botepronto, el futuro del siglo XXI se está escribiendo.