David Roberts, de Singularity University (SU), la
universidad de Silicon Valley creada en 2009 con el apoyo de la NASA y de
Google, considera que el negocio de las universidades tiene los días contados y
que sólo sobrevivirán aquellas que tengan una gran marca detrás.
El único objetivo de SU es formar líderes capaces de
innovar en aras de alcanzar el reto que se ha trazado la universidad desde su
creación, y que se resume en resolver los ocho grandes desafíos del planeta: alimentar
a la población, garantizar el acceso al agua potable, educación, servicios
sanitarios básicos, energía sostenible, seguridad, cuidar el medio ambiente y
acabar con la pobreza. Todo en menos de 20 años.
Cuenta Roberts que en 2011, Sebastian Thrun, profesor
de la Universidad de Standford, el mejor experto en inteligencia artificial de
Estados Unidos, se planteó impartir uno de sus cursos en internet, gratis y
para todo el mundo. Casi 160 mil estudiantes de más de 190 países se apuntaron,
y el porcentaje de alumnos que obtuvo una A (un sobresaliente) fue superior al
de las clases presenciales. Thrun dejó Stanford y montó Udacity, donde ha
desarrollado una metodología de enseñanza totalmente nueva. Además, ha creado
un nuevo modelo de negocio: si terminas el curso a tiempo te devuelven tu
dinero y si no consigues un trabajo tres meses después, también.
Y algo sabe del tema: reconocido como uno de los
mejores expertos en innovación disruptiva del mundo, David Roberts fue
vicepresidente de Singularity University y director de su programa Global
Solutions Program. Graduado en Ingeniería Informática por el Massachusetts
Institute of Technology (MIT), más tarde se especializó en Inteligencia
Artificial e Ingeniería Bio-Computacional y cursó un MBA en Harvard Business
School. Es presidente de la compañía de drones HaloDrop, de la primera empresa
de software para ordenadores quantum 1Qbit y asesor de Made-In-Space,
responsable de la creación del primer objeto fabricado con una impresora 3D
para la Estación Espacial.
“Las únicas universidades que van a sobrevivir son las
que tienen una gran marca detrás, como Harvard o Stanford; las marcas dan estatus
y eso significa algo para el mundo. El resto, van a desaparecer”, apunta
Roberts.
Dice que se ha enseñado a la gente de la misma forma
durante los últimos 100 años y, como se ha crecido en ese sistema, se considera
normal, “enseñamos en las escuelas matemáticas básicas para poder hacer
cálculo, literatura inglesa… Hoy no tiene sentido. Tenemos que enseñar
herramientas que ayuden a las personas a tener una vida gratificante, agradable
y que les llene”.
Roberts señala que hay una falta de personalización en
las aulas; cuando un profesor habla, para algunos alumnos irá demasiado rápido,
para otros muy despacio y para cuatro a la velocidad idónea; luego les evalúan
y su curva de aprendizaje no importa, les aceleran al siguiente curso.
“La idea de aprender mucho, sólo por si algún día hace
falta, es absurda”. Quizás se debería sustituir la idea de educación por la de
aprendizaje y permitir que la gente aprenda en tiempo real, según sus
necesidades. “La aspiración no debe ser que una empresa te contrate. Eso
significa que te van a pagar menos de lo que mereces. No tenemos que enseñar
cómo conseguir un trabajo, sino cómo crearlo”, concluye.