Con 25 dólares se puede tomar una
clase de vinsaya –serie de asanas (posturas) que se suceden con el fin
de crear un patrón específico o un flujo suave– y hacerlo sin ropa, dentro de
un salón con hombres y mujeres –igualmente desnudos–, principiantes o
avanzados.
El estudio Bold & Naked promueve este tipo de sesiones con un
objetivo, dicen ellos, alejado de la
evocación sexual, y más bien centrado en la incitación a las personas para que
se den la oportunidad de conocer sus cuerpos y confiar en ellos.
Los administradores del estudio
cuidan con esmero que todo salga como lo tienen planeado, evitan a toda costa
que se presenten individuos por razones equivocadas, razón por la que no
permiten observadores y prohíben las fotografías.
A los estudiantes se les pide que
firmen una especie de contrato de responsabilidad, haciendo énfasis en que “el
comportamiento ofensivo o sexual no debe ni será tolerado”, señalan en su sitio
web. Reconocen sin pudor, con mucha naturalidad, que se pueden presentar respuestas
físicas–como la erección– durante las
clases, sin embargo, “son algo que no importa y tampoco dura”, aclaran.
“Mientras que muchos equiparan estar
desnudo con el sexo, esto no podría estar más lejos de la verdad en una clase
de yoga desnudo”, dicen en su página oficial, y agregan que de lo que se trata
es de estar cómodos en la sola piel, y percibir la “increíble confianza” que
otorga. Señalan que la práctica de yoga desnudo “libera de sentimientos
negativos sobre el cuerpo y permite estar conectado y aceptar más y de forma
más profunda a uno mismo y el mundo que le rodea”.
En el estudio también ofrecen sesiones privadas de yoga desnudos, sólo con el instructor y el alumno, para “conocerlo mejor y dejarnos darle una experiencia inimaginable con atención, coraje y guía personalizada”. Además de masaje (yogassage, le llaman) tántrico, y programas de capacitación para maestros de yoga.