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Brunhilde Pomsel, la secretaria de Goebbels

Publicado el 22 de agosto, 2016
Brunhilde Pomsel, la secretaria de Goebbels

Una vida alemana es el documental
que recoge varias horas de plática con Brunhilde Pomsel, la persona que
convivió de manera estrecha con el ministro de Propaganda de Alemania.La cinta todavía no se exhibe en los
cines ni en la televisión, pero las declaraciones de la dama en cuestión han
llenado varias páginas en la prensa.

Brunhilde,
de 105 años, conserva una memoria prodigiosa que le ha ayudado a alimentar una
leyenda en torno a su persona. Como secretaria personal de Joseph Goebbels, el
fanático y brillante ministro de Propaganda de Hitler, la amable anciana se convierte
en personaje público tras dejarse entrevistar durante 30 horas por tres
realizadores alemanes que presentaron el documental Una
vida alemana 
en el festival de cine de Múnich.

En la charla,
Pomsel no pide perdón, pero deja entrever que su aparente ignorancia ante los
crímenes cometidos por el régimen era una complicidad disfrazada, compartida
por toda la población del país, que prefirió mirar hacia otro lado.

Pomsel comenzó
como secretaria de Goebbles en 1942. Al terminar la guerra fue capturada por el
Ejército Rojo; asegura que la pasó muy mal los cinco años que duró prisionera
de los soviéticos. Ya libre, trabajó 20 en la televisión pública alemana. Al
llegar a su cumpleaños número 100, ajustó cuentas con su antiguo jefe: “Fue un
cobarde, tomó el camino fácil”, sentenció al referirse a la decisión de
Goebbles de suicidarse.

En el
documental, Pomsel describe la rutina en las oficinas de uno de los hombres más
poderosos del Tercer Reich; señala que se bebía mucho en el Ministerio para
olvidar la realidad que les rodeaba, y asegura que su jefe era un actor
sobresaliente, de carácter voluble,que cuando se quitaba su
máscara de hombre culto y educado se volvía loco; “pasaba de
ser una persona civilizada a convertirse en un bravucón vociferante y
delirante”. Detalla
que se enteraba cuándo llegaba el jefe a la oficina, pero no lo volvía a ver
hasta que se marchaba. Tampoco sabía a qué se dedicaba exactamente la mano
derecha de Hitler.

La mujer comenta
que se afilió al Partido Nazi porque todo el mundo lo hacía y, añade con
ingenuidad, que sus compatriotas y ella misma creían que a los judíos se los
llevaban a los campos de concentración para “reeducarlos”. Dice que no se
considera culpable, “a no ser que se culpe a todos los alemanes por hacer
posible que ese Gobierno llegara al poder”.

El documental no se centra en la responsabilidad
particular de Pomsel. Sus directores persiguen otros objetivos. Dicen que “en
un momento en el que el populismo de derecha está en auge en Europa, quieren
que la cinta sea un recordatorio de la capacidad
de complacencia y de negación del ser humano”. Refrescar la memoria del
pueblo alemán, y de los vecino, en pocas palabras.

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