Hace unas cuantas semanas, justo antes del inicio del mes sagrado musulmán del Ramadán, el Consejo de Ideología Islámica de Pakistán se reunió en Islamabad. El programa para la reunión era bastante nutrido y 19 de los 20 miembros del Consejo estaban presentes. El principal tema de debate era la cuestión de si la Ley de Protección de las Mujeres contra la Violencia de 2015, aprobada por la Asamblea de Punjab a principios de este año, podía considerarse islámica o no. El miembro que no estuvo presente fue la única mujer que forma parte del Consejo, la doctora Sameeha Raheel Qazi.
Al terminar la reunión, el Consejo, bajo el liderazgo de su presidente, Maulana Sheerani, emitió un comunicado de prensa en el que declaraba que un hombre, en ciertas circunstancias, estaba autorizado para “golpear ligeramente a su esposa”. Entre esas circunstancias están los casos de “desobediencia conyugal”: el Consejo enumeró la negativa a tener relaciones sexuales, interacciones con otros varones, e incluso rehusarse a tomar baños de purificación después del coito o de la menstruación.
Esta declaración que permite golpear a la esposa fue parte de un documento de 163 páginas que el Consejo presentó como la versión islámicamente permisible de la Ley de Protección de las Mujeres contra la Violencia de 2015. En él, se consideró que el proyecto de ley existente, que ya ha sido aprobado por la Asamblea en febrero, y en el que se exige un mayor seguimiento de los casos de violencia doméstica (que ya son considerados como delitos según las leyes de Pakistán) y sentencias más severas contra los perpetradores, es contrario a los principios del Islam.
Pocas horas después del anuncio del Consejo, su repugnante prescripción con respecto a la permisividad de golpear a la esposa llegó a los titulares en Pakistán y en todo el mundo. Muchas agencias noticiosas extranjeras presentaron el anuncio como un ejemplo más del carácter retrógrado y misógino inherente al Islam. Pocas personas se tomaron la molestia de mencionar que el Consejo, establecido en la década de 1970 como consecuencia de una medida constitucional, sólo tiene una función de asesoramiento y no de obligatoriedad, y que de sus decenas de edictos y proyectos de ley propuestos, muy pocos han sido adoptados como ley por alguna legislatura pakistaní. Desde luego, ese es el tipo de detalles que se dejan fuera cuando surge algún encabezado sensacionalista, especialmente uno que establezca la proclividad del Islam hacia el medioevo y la misoginia.
Sin embargo, al mismo tiempo, la flagrante provocación del más reciente edicto del Consejo no puede ser explicada por los signos latentes de islamofobia que se reflejan en la cobertura que hacen los medios de comunicación acerca del tema. Aun cuando el Consejo pueda ser un organismo únicamente de asesoría, sus relaciones con los círculos oficiales y la popularización de su trabajo como la última palabra sobre el Islam en Pakistán sin duda ejercen un poder normativo en la sociedad pakistaní. Es posible que el varón pakistaní promedio no conozca o no preste atención a las débiles y pocas veces aplicadas penalizaciones a la violencia doméstica en Pakistán, pero el hecho de enterarse de este juicio supuestamente islámico puede justificar su dominio doméstico, su derecho a ejercer la violencia física.
Los detalles del edicto del Consejo de Ideología Islámica, generado por su función ordenada constitucionalmente de evaluar las leyes de Pakistán para ver si están de acuerdo con el Islam, podrían reflejar aspectos aún no resueltos en ese país con respecto a las leyes seculares en comparación con las leyes teológicas. Desde una perspectiva más amplia, sus generalidades señalan una controversia cuya persistencia ha sido una espina en el costado de las feministas musulmanas durante siglos.
El edicto del Consejo, al igual que aquellos redactados por otros estudiosos islámicos que sugieren que tales actos de disciplina contra las esposas es permisible, se basa en el Versículo 4:34 del capítulo Al-Nisa (Las mujeres) del Corán. Las traducciones y exégesis tradicionales de este versículo, todas ellas producidas por estudiosos varones que vivían en sociedades patriarcales, se centra en un solo término arábigo, “daraba,”, traducido como “golpear” en lugar de usar otros significados propuestos como “alejarse”. Aquellos miembros ligeramente menos misóginos de este grupo en ocasiones conceden que dicho golpeo debe ser “ligero” y que no se alienta a los hombres a practicarlo; su permisibilidad está reservada a ciertas circunstancias específicas.
Todos estos estudiosos están equivocados. Desde mediados y finales del siglo XX, mujeres estudiosas del Corán, como la feminista musulmana estadounidense Amina Wadud, han revelado cómo la aplicación de los principios hermenéuticos del Corán, en los que el texto se interpreta en conjunto y no versículo por versículo, invalida estas traducciones existentes. En términos sencillos, los principios generales de la igualdad espiritual establecidos en el todo el Corán exigen traducir y comprender que el Versículo 4:34 significa que la pareja de hombre y mujer deben alejarse de las situaciones de conflicto. Una comprensión contextualizada de este versículo, revelado como fue en una época en la que todo tipo de violencia extrema contra las mujeres era la norma, indica que representaba una restricción y no una autorización. En pocas palabras, no existe ninguna autorización en el Corán para que los esposos golpeen a sus esposas ni tampoco existe ninguna exigencia de que las esposas de dan “obedecer” a sus maridos.
En años recientes, Wadud, que también es una de las primeras mujeres musulmanas en dirigir oraciones con la participación de otros fieles, ha servido como ejemplo a otras musulmanas feministas como Zainah Anwar (Hermanas en el Islam), Laleh Bakhtiar (El sublime Corán) y Asma Lamrabet (Mujeres en el Corán: una lectura emancipadora). La crítica feminista, asentada en el contexto y la hermenéutica, enfrenta tres desafíos principales. En primer lugar, choca con las interpretaciones literales apoyadas y promovidas por los wahabíes tradicionalistas de todo el mundo musulmán. En segundo lugar, su enfoque armonizador no proporciona el tipo de encabezados sensacionalistas entregados con tal compa y aplomo por el Consejo de Ideología Islámica y, por lo tanto, recibe poca atención. En tercer lugar, la lógica ampliamente popular de que nada que esté centrado en las mujeres puede ser auténticamente islámico constituye un posible obstáculo a la popularización de las críticas feministas que buscan eliminar las perspectivas centradas en lo masculino, representadas en las traducciones y en la exégesis coránica.
La revisión de premisas exegéticas e incluso la abolición de ciertos versículos coránicos ha ocurrido históricamente y ha sido aceptada como válida por la mayoría de los estudiosos islámicos. Sin embargo, las cosas nunca son sencillas cuando se trata de las mujeres. Como resultado, las interpretaciones de los versículos como Surah-Nisa 4:34 en las que se eliminan las prescripciones para golpear a las esposas, realizadas por traductores y exégetas antifemeninos viejos y nuevos son difíciles de eliminar y deponer de la geografía moral del Islam. Puede ocurrir una victoria contra sus malas interpretaciones y distorsiones si la legislatura de Punjab se aferra a sus principios e insiste en aplicar la Ley de Protección de las Mujeres contra la Violencia (2015) en su forma original, en lugar de retroceder a una versión aceptable para el Consejo. Si lo primero ocurre, será una victoria no únicamente para las mujeres de Punjab, sino para todas las mujeres musulmanas del mundo.