
Publicado recientemente bajo el sello editorial Grijalbo, Échale la culpa a la heroína es una obra que expone una importante investigación que vincula la ruta del tráfico de heroína con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, en septiembre de 2014.
El autor del libro, el periodista e investigador José Reveles, documenta, al mismo tiempo, cómo la heroína se ha convertido en la droga más importante y peligrosa de México y exhibe que, hace por lo menos diez años, los narcos mexicanos desplazaron a los colombianos, mejoraron sus métodos y presumiblemente domesticaron una adormidera traída de Afganistán y del Triángulo Dorado del Sudeste Asiático. Posteriormente, con olfato empresarial, presintieron el cambio en las tendencias del consumo y migraron con destreza del negocio de la cocaína al más redituable de la heroína, fácilmente obtenida en México.
En esa dinámica, el estado de Guerrero es una entidad que ejecuta las peores prácticas criminales, mientras que el municipio de Iguala es el principal punto de concentración de heroína.
Con estas premisas, el experimentado reportero manifiesta que los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 entraron aquella noche, sin quererlo ni sospecharlo, en una zona de exclusión, en el reino podrido de la amapola, del opio, de la morfina y la heroína. Una geografía que no tolera presencias extrañas y en donde se produce más de la mitad de ese opiáceo que consumen los adictos estadounidenses.
“Ante la masacre del 26 de septiembre —manifiesta Reveles— uno se pregunta: ¿por qué pudo ocurrir esto en Iguala? ¿Qué es Iguala, qué son sus alrededores? Es el reino de la amapola. El lugar en donde los estudiantes cayeron no permite intromisión externa. En ese ámbito hay un dominio absoluto de cualquier movimiento: no ocurre nada, en toda esta zona, que no lo sepa la delincuencia organizada, los Guerreros Unidos en este caso. En esa zona de delincuencia hay muchísimos ‘halcones’, y tienen además taxistas, motociclistas, sicarios, narcomenudistas. Creo que esa es una de las razones principales por la cual hubo esta criminalización contra los ‘ayotzinapos’ y este ataque inmisericorde, que a cualquier gente normal le parece absurdo”.
FOTO: ANTONIO CRUZ / NW NOTICIAS
—¿Desde el momento mismo de los hechos olía a heroína todo este entramado criminal?
—Se empezó a difundir la versión de que uno de los autobuses secuestrados por los muchachos estaba cargado, y no está mal esa hipótesis, es muy probable, pues cómo sacas de Iguala toneladas de heroína y opio, en qué la sacas, es un contrabando hormiga. Pero luego viene la investigación de Chicago, en donde durante un año espían los teléfonos de un grupo de mexicanos, que ahora se dice son los Guerreros Unidos, y les cachan, de fines de 2013 a 2014, que adonde más llaman es a Iguala. Y que tenían dos empresas de autobuses que terminan por utilizar para el transporte de droga.
“Ahora bien, yo perseguía la pista de la heroína desde hacía mucho, por eso en el libro desarrollé el contexto de que la zona es la mayor productora de amapola de todo el continente, así como los datos de la importancia mundial de México como productor de heroína”.
—¿Ha detectado usted alguna causa, alguna razón, para esta infame grandeza?
—Desde 2006 seguí mucho a los pilotos que hicieron denuncias formales en el Congreso con papeles, con cartas, y ante el presidente Fox contra Macedo de la Concha [exprocurador general de la República] porque le estaba bajando el nivel de persecución aérea a los cultivos diciendo que los militares distraían el rumbo, atacaban el sur mientras el norte era el que estaba produciendo, o atacaban el norte mientras el sur estaba en jauja. Y todo lo tengo por escrito. Dejaron de erradicar vía aérea y lo hacen a mano, pero así los batallones no cubren el crecimiento exponencial de los campos. El fondo está en que México tiene asignado el papel mundial de surtidor de drogas para Estados Unidos de dos drogas, mariguana y opiáceos. La cocaína nunca se ha dado aquí, afortunadamente, pero sigue pasando por aquí, fácilmente 500 o 600 toneladas por año.
—Pero para que una empresa criminal de esta naturaleza pueda operar requiere de una complicidad gubernamental a grados extraordinarios…
—Hay permisividad, el gobierno, con el solo hecho de no atacar los cultivos, lo que está haciendo es propiciar más producción. Cómo es posible que particularmente los dos gobiernos panistas, y el priista ahora, declaren la guerra al narcotráfico y, al mismo tiempo, estemos produciendo más droga que antes. No es sólo absurdo, sino criminal.
—¿Cómo se puede definir el antes y después de lo sucedido aquella noche en Iguala?
—Se puede definir un antes y un después a partir del tema de los desaparecidos. Los desaparecidos sigue siendo el pendiente más grave de este país. Es el delito más cruel, el que más afecta a la gente. Un desaparecido implica la afectación de seis personas, por lo menos, en una familia, y si hay decenas de miles de desaparecidos, hay cientos de miles de afectados.
—¿El tema de los desaparecidos resurgió vigorosamente a partir de esa noche?
—El tema ya existía, ya se discutía, se exhibió en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad de Javier Sicilia, y no se diga con los históricos familiares de los desaparecidos del Comité Eureka, que los reclaman desde hace 40 años. El asunto de los normalistas sacó el reclamo nuevamente, lo puso en el primer lugar de la preocupación de la sociedad y de la opinión pública internacional. Fue tan aberrante, tan grave, que puso el tema encima de la mesa, un asunto que estaba ahí y que se iba dejando a la desmemoria, a la desatención, al poco a poco se irán cansando los familiares.
Y agrega: “Ahora, cuando pasa lo de los muchachos, el tema repuntó, al grado de que se está discutiendo una ley para el problema de los desaparecidos, aunque los familiares ya empezaron a decir que no vaya a ser una ficción como la ley de víctimas, que es una vacilada. Ese es el antes y el después para mí, el tema de los desaparecidos. En México se maquillan las cifras del verdadero número de desaparecidos, hay simulación porque se va a hacer una ley, y antes de que se apruebe la ley ya nombraron el día de los desaparecidos el 26 de septiembre; me parece hasta ofensivo para los muchachos de Ayotzinapa: ya es desaparecido, ya lo conmemoramos”.
—¿Pero entonces qué pasó con esos muchachos, dónde quedaron sus cuerpos?
—Mientras no haya una evidencia creíble y confiable de la autoridad de que esos muchachos fueron asesinados, seguirá viviendo la esperanza y la exigencia. Pero ese es el punto en donde uno no se puede meter y no debe meterse, uno no puede especular con el resultado. Realmente a quien le toca es a la autoridad: si dice que están muertos que demuestre dónde están porque no se evaporaron. Lo que quiso hacernos creer la autoridad es que se evaporaron, que se hicieron polvo, cenizas. Pero eso no lo cree la gente.
FOTO: ANTONIO CRUZ / NW NOTICIAS