Desde hace algunos años, la Casa Blanca ha observado con creciente frustración cómo Turquía –su supuesto aliado en la guerra contra el grupo militante Estado Islámico (ISIS)- ha dejado casi desprotegida una parte crucial de su frontera sur. A puertas cerradas, los funcionarios estadounidenses han instado al presidente Recep Tayyip Erdogan para que haga algo y detenga a los combatientes extranjeros que corren hacia Estambul, de donde cruzan la frontera con Siria para engrosar las filas del grupo yihadista. También quieren que Erdogan bloquee los camiones cargados de municiones y explosivos que retumban por su frontera, y extermine a los intermediarios turcos que participan en el contrabando de petróleo, el cual reporta al autoproclamado califato cerca de 1.5 millones de dólares diarios. Todo ha sido en vano.
Pero tras los ataques del mes pasado en París, donde uno de los atacantes viajó de Siria a Europa a través de Turquía, Estados Unidos ha empezado a manifestar su inconformidad en público, y casi acusa al líder turco de doble juego. “He tenido varias conversaciones con el presidente Erdogan acerca de la necesidad de cerrar la frontera de Turquía y Siria”, dijo el presidente Barack Obama el 1 de diciembre, en la capital francesa. “Si hay combatientes extranjeros… que regresan a sus países de origen, son los candidatos probables para participar en el tipo de ataques terroristas que vimos aquí”.
Los nexos de Estados Unidos con Turquía han sufrido tensiones desde la Guerra de Irak de 2003, cuando Ankara se negó a permitir que las fuerzas estadounidenses invadieran desde territorio turco. Sin embargo, con el surgimiento de ISIS y la guerra en Siria, la relación ha empeorado considerablemente. En repetidas ocasiones, los funcionarios turcos han negado estar apoyando al grupo yihadista, pese a los alegatos en contra: hace unos seis meses, una redada estadounidense contra ISIS en Siria condujo, presuntamente, a la obtención de documentos que revelaron fuertes vínculos entre Turquía y los militantes islamistas en Raqqa. En cualquier caso, analistas dicen que Ankara considera que ISIS y demás grupos rebeldes sirios son enemigos útiles en la guerra contra sus adversarios principales: el presidente sirio Bashar al-Assad y los militantes curdos al otro lado de su frontera. Pero con su cercanía a Medio Oriente, Turquía es un aliado crítico de OTAN y por ello, la Casa Blanca no ha podido doblegar a Erdogan. “Turquía comparte una frontera de 800 kilómetros con Siria y es la avanzada OTAN más próxima al conflicto”, escribió Steven Cook, experto en Medio Oriente del Consejo sobre Relaciones Exteriores. “[Esa] es la baza de Erdogan”.
Sin embargo, Obama podría tener algo de ventaja ahora. A fines de noviembre, Turquía derribó un avión de combate ruso que bombardeaba rebeldes apoyados por Ankara que operaban cerca de la frontera turco-siria. En respuesta, el enfurecido presidente Vladimir Putin prohibió las importaciones agrícolas turcas, detuvo un gasoducto de 10 mil millones de dólares que conduciría gas ruso hacia Europa a través de territorio turco, y exigió disculpas. Erdogan defendió el derribamiento y convocó a una reunión OTAN de emergencia, donde recordó a los países miembros su obligación de proteger a Turquía en caso de que la confrontación escale.
Aunque Obama ha afirmado, públicamente, el apoyo estadounidense para Turquía, un funcionario estadounidense, que pidió el anonimato citando reglas de la administración, dijo a Newsweek que el derribamiento y la posibilidad de represalias rusas tiene nerviosas a las autoridades de Ankara. En consecuencia, dijo el funcionario, “han recurrido a nosotros para calmar las cosas” entre los dos países.
No será fácil. Si bien es poco probable que estalle una confrontación militar directa entre Rusia y Turquía, el voluntarioso Putin no parece dispuesto a la reconciliación. “Se arrepentirán de lo que hicieron, más de una vez”, juró el mandatario en su discurso a la nación del 3 de diciembre, desde el Kremlin.
Algunos analistas opinan que Putin cobrará su venganza en Siria, donde Erdogan apoya a las milicias turcomanas que combaten contra Assad. Afirman que mientras Putin apuntale, militarmente, al dictador sirio, hay pocas posibilidades de que sea expulsado del poder. De modo que la única manera como Erdogan podrá tener alguna influencia en el futuro de Siria, será asegurándose un lugar a la mesa de negociaciones. No obstante, Soner Cagaptay, experto en Turquía en el Instituto Washington para Políticas del Cercano Oriente, dice que la silla de Turquía solo estará asegurada si sus agentes turcomanos pueden conservar el control del territorio en el noroeste de Siria. Y desde el derribamiento, los bombarderos rusos han incrementado sus ataques contra dichos combatientes.
“Ahora, el sueño de Putin es expulsar a esos rebeldes de Siria, un escenario que podría significar la derrota absoluta de la política siria de Ankara”, escribió Cagaptay para War on the Rocks, sitio Web enfocado en temas de seguridad nacional. Añadió que, cuanto más bombardeen los rusos, más probable es que otra oleada de refugiados inunde Turquía, sumándose a los cerca de 2 millones de sirios que ya han cruzado la frontera.
De persistir esta lucha con Turquía, los analistas consideran que Putin podría proporcionar armas a los militantes curdos de Siria, a fin de que tomen la franja de 95 kilómetros de que tanto se ha quejado Obama. De esa manera, los curdos sirios tomarían el control de toda la frontera con Turquía, un escenario de pesadilla para Erdogan, quien teme que los curdos de su país puedan unirse a sus hermanos sirios para formar un estado separatista.
Por supuesto, Erdogan también tiene opciones. Podría responder cerrando el Bósforo, estrecho canal que separa Europa y Asia, y es la única salida de la flota rusa del mar Negro hacia el Mediterráneo. Incluso podría permitir que los combatientes musulmanes de las comunidades chechenas y del Cáucaso Norte de Turquía crucen a Siria para combatir contra los rusos.
Pero mientras persista la disputa Putin-Erdogan, la Casa Blanca cree que puede presionar a sus aliados turcos para asegurar la frontera con Siria. Fuentes estadounidenses dicen que la administración ahora pretende que Turquía despliegue hasta 30,000 soldados para contener el flujo de combatientes y petróleo, de una vez por todas.
Y parece que Turquía está prestando atención. El 3 de diciembre, el primer ministro Ahmet Davutoglu dijo que Ankara haría todo lo posible para controlar la frontera con Siria, incluyendo construir “barrera físicas” para cerrarla. Pero también advirtió a los críticos que no esperaran resultados rápidos. Cualquier arreglo fronterizo tendría que permitir el tránsito de refugiados sirios, aclaró, agregando que los combatientes ISIS de la zona todavía podrían hacer intentos de cruzar. “No hay nada más difícil que proteger una frontera donde no existe autoridad política al otro lado”, declaró Davutoglu.
En lo que parece una medida para aplacar a los estadounidenses, hace poco Ankara envió varios centenares de efectivos turcos al norte de Irak, con la misión de entrenar soldados curdos para una eventual contraofensiva para retomar la ciudad iraquí de Mosul, capturada por militantes ISIS en junio de 2014. “Es parte de la lucha contra Daesh”, dijo a Reuters un importante oficial turco, el 4 de diciembre, usando el acrónimo árabe de ISIS.
Funcionarios estadounidenses recibieron con agrado la contribución de Turquía, pero la administración Obama sigue preocupada por el tema de la continuidad. La última vez que Turquía hizo una promesa semejante, la incumplió. En julio, luego de meses de negociaciones, Erdogan y Obama acordaron un plan para que las fuerzas conjuntas de Estados Unidos y Turquía bombardearan a ISIS, preparando el camino para que los rebeldes sirios, respaldados por Estados Unidos, tomaran el control de la franja fronteriza. Pero Erdogan, al parecer, se arrepintió, temeroso de que al eliminar a ISIS beneficiaría a los enemigos de Turquía: Assad y los curdos sirios. Días después, la inteligencia turca supuestamente alertó a los rebeldes islamistas, lo que permitió que secuestraran a un grupo de combatientes entrenados por Estados Unidos minutos después de entrar en el país. Cosa nada sorprendente, Ankara niega el informe. Como sea, funcionarios de la administración dicen que el doble juego de Turquía continúa.
Estados Unidos espera que pronto termine.
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Publicado en cooperación conNewsweek/ Published in cooperation withNewsweek