Aquila, Mich.—El corazón de la zona indígena de Santa María de Ostula, en el municipio de Aquila, ha sido testigo de la resistencia de un pueblo que se niega a entregar sus recursos naturales, las minas, el bosque y sus playas.
La lucha social y legal inició en 2009, con la recuperación de 1300 hectáreas de tierra comunal que ya estaban en posesión de pequeños propietarios de La Placita. Así, de golpe, sin permiso, los comuneros “levantaron” el poblado de Xayakalan.
Este conflicto por la posesión de las tierras sigue dirimiéndose por la vía legal en el Tribunal Agrario del Estado de Colima. Son 2500 comuneros y sus hijos los que velan por esta superficie, y siete pequeños propietarios que también se dicen posesionarios.
“Desde entonces, cuando decidimos recuperar este paraje ya contábamos con el apoyo de Cemeí. Él nos motivó a darle pa’delante”, dice Gregorio Santos refiriéndose al líder de las autodefensas locales Cemeí Verdía Zepeda. Santos es un comunero, originario de la paradisiaca playa La Ticla, que a diario hace guardia en la barricada del Xayakalan.
Desde tiempo atrás, Verdía opinaba sobre el conflicto que era una tarea difícil, complicada, porque en el rescate de las fértiles tierras el pueblo se estaba enfrentando contra los caciques de La Placita.
“Los comuneros sabemos que la tierra nos pertenece, todos tienen sus carpetas básicas, sus títulos, les pertenecen por resolución presidencial, pero el gobierno ha hecho documentos que han favorecido a pequeños propietarios”, dijo Verdía antes de ser detenido, el 19 de julio pasado.
Con sólo 35 años y sexto año de primaria, Cemeí Verdía, el Gallo de la Costa, gustaba de hablar con la prensa. A periodistas nacionales y extranjeros les contaba su historia porque buscaba “dejar constancia” de lo que se vivía en la región.
Era abril de 2015. Verdía atendió una reunión de los llamados grupos de autodefensa, en la playa de Mezcala, en el municipio de Coahuayana.
“Yo estuve desplazado de mi comunidad por casi cuatro años, me sacaron los del crimen organizado, me dieron unas horas para irme.” La voz se le quebró al recordar que sus tíos y primos murieron a manos del crimen organizado.
“Miraba cómo nos estaban acabando a todos. Era el crimen, era el gobierno, los caciques. Y entonces decidí meterme de lleno a la Policía Comunitaria, la de usos y costumbres, que operaba ya desde antes que salieran los autodefensas”, contaría en una entrevista posterior.
En febrero de 2014, motivados por los grupos de civiles armados y autodefensa que habían surgido en Tierra Caliente, en Tepalcatepec y La Ruana, en Buenavista, con personajes como José Manuel Mireles e Hipólito Mora, la autoridad comunal, la llamada asamblea, lo eligió como líder de la Policía Comunitaria de Ostula, y quedaron bajo su mando “los comunitarios” de Aquila, Chinicuila, Coalcomán y Caleta de Campos, del municipio de Lázaro Cárdenas.
Recibió por parte de la Secretaría de Seguridad Pública la licencia para portar arma, el alta como miembro de la “Fuerza Rural”. Y después de dos atentados que sufrió, el gobierno del estado le proporcionó una camioneta blindada.
Se ganó la simpatía de los pobladores indígenas de Santa María de Ostula, Xayakalan, Pómaro, El Coire, La Huahua, San Miguel de Aquila, pero también de los mestizos que viven en La Placita, tierra dominada por Federico González Medina, el Lico, jefe de plaza de Los Caballeros Templarios.
“Cemeí tenía claras sus metas: quería acabar con el Lico,que es gente de Los Caballeros Templarios y que tiene control de las minas, de las tierras y de las playas. Pero también quería que las minas explotadas legalmente dejaran más dinero a la comunidad”, explica Germán Ramírez Sánchez, el Torito, quien asumió el control de la Policía Comunitaria de Ostula tras la detención de Verdía.
Ramírez Sánchez sostiene que el general Felipe Gurrola Ramírez, mando especial de seguridad y titular del Grupo de Coordinación Michoacán, conocía por voz de Cemeí Verdía cuáles criminales seguían operando en la zona, “pero nunca hizo nada, ese Gurrola prefirió atacarnos a nosotros como pueblo”.
LAS DROGAS SALEN SOBRANDO
Cemeí Verdía sufrió dos emboscadas, el 16 de diciembre de 2014 y en mayo de 2015. De acuerdo con la investigación que realizó la Procuraduría General de Justicia de Michoacán, se acreditó la probable responsabilidad del entonces presidente municipal de Aquila, Juan Hernández Ramírez, y del encargado del grupo de autodefensas de la zona indígena de Huahua, José Antioco Calvillo.
Durante las diligencias se estableció que José Antioco y Juan Hernández sostuvieron encuentros en varias ocasiones, tanto en Maruata como en Aquila, con integrantes de la delincuencia organizada para planear la muerte de Cemeí Verdía, y también aceptaron tener contacto con Federico González Medina, el Lico.
La Procuraduría de Justicia determinó que en el mes de junio del año 2013, el entonces presidente municipal, Juan Hernández, asistió a una reunión con Servando Gómez Martínez, quien fuera el líder de Los Caballeros Templarios. Se realizó en la población de Tumbiscatío, con la finalidad de acordar la forma de explotación de las Minas de Pómaro, actividad para la que veían a Cemeí Verdía como “un obstáculo” para obtener regalías. Sin embargo, el 19 de julio la historia giró por completo. Las fuerzas federales, mediante un operativo, detuvieron a Verdía en La Placita, a unos cuatro kilómetros de distancia del Xayakalán.
El líder comunero es acusado de violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, además de delitos del fuero común como destrucción de material electoral —por la reciente jornada comicial del 7 de junio—. A los delitos originales le agregaron el de asociación delictuosa y robo de minerales.
“Tenemos una denuncia en relación con el robo de minerales y la otra todavía no podemos definir el delito, podría ser asociación delictuosa”, informó en conferencia de prensa la delegada en Michoacán de la Procuraduría General de la República (PGR), Berta Paredes Garduño.
Tras el segundo atentado, Verdía sugirió el contubernio entre autoridades y criminales en su detención.
“Es la cuestión minera lo que les pesa a las autoridades y a muchos, pero yo no voy a permitir que roben a los comuneros, hay personas de la política y gente del crimen organizado que quieren explotar minas en la comunidad indígena de Pómaro en forma ilegal, sin el consentimiento de los comuneros, y nadie va a permitir eso.”
EN POS DE LOS METALES
El municipio de Aquila se caracteriza por su alto potencial en producción de fierro y, en menor medida, plata, zinc y plomo. A unos veinte kilómetros de distancia del Xayacalán se localiza la población indígena de San Miguel de Aquila, en donde tiene presencia la empresa minera Ternium, que es la responsable de la explotación de la mina Las Encinas.
Por décadas, San Miguel de Aquila ha sufrido conflictos, desacuerdos entre los comuneros y las autoridades comunales, porque unos están a favor de la operación del yacimiento minero, y otros en contra. Pero la alerta se prendió cuando algunos comuneros empezaron a denunciar —casi a escondidas— que el crimen organizado, a través de sus tentáculos, mantenía el control de las regalías que generaba la extracción de material férreo.
Agotados, cansados por tener que pagar “una cuota fija” de las regalías a Los Caballeros Templarios, en mayo de 2013 los pobladores crearon un “grupo de autodefensa”, liderado por el expresidente del Comisariado de Bienes Comunales, Agustín Villanueva Ramírez, y algunos de sus hermanos.
En su gestión, Agustín Villanueva enfrentó a la transnacional Ternium y exigió un convenio con la empresa para que el pago de regalías fuera más “justo” y la minera se comprometiera a impulsar el desarrollo social y humano en la comunidad; con esta medida se ganó el respaldo popular y todos lo siguieron para fortalecer el “grupo de autodefensa”.
Sin embargo, en agosto de 2013, durante el mandato del gobernador interino Jesús Reyna García, quien está preso acusado de asociación delictuosa, sorpresivamente Villanueva Ramírez fue detenido junto con otras 45 personas y se les acusó de varios delitos de fuero común como secuestro y lesiones, y del fuero federal como portación ilegal de armas.
En mayo de 2015, Villanueva Ramírez fue condenado a 47 años de prisión y una multa de 159 588 pesos por los delitos de secuestro agravado y lesiones. El Juzgado Quinto de lo Penal del Poder Judicial del Estado de Michoacán resolvió que los tres hermanos Villanueva Ramírez
—Vicente, Agustín y Efraín— eran culpables de delitos cometidos en agravio de Celerino Ontiveros Palominos y José Antonio Ramírez López.
El riesgo de un brote de violencia en San Miguel de Aquila persiste, señala José Jorge Campos Murillo, delegado en Michoacán de la Procuraduría Agraria (PA), debido a que los comuneros siguen divididos, unos a favor de que siga operando la empresa minera Ternium y otros que se oponen debido a que —según su criterio— la empresa no ha cumplido con los acuerdos pactados, y se carece además de autoridades o asamblea comunal sólida para que ello ocurra.
En San Miguel de Aquila se tiene un padrón de 614 comuneros y algunos se sienten agraviados por la minera Ternium porque contamina el medioambiente y no cumple con los términos del contrato firmado ni con las regalías a sus trabajadores, dice el funcionario federal.
La mina Las Encinas extrae en promedio diez mil toneladas diarias de mineral de hierro, y mensualmente cada comunero recibe entre 12 000 y 15 000 pesos por concepto de regalías.
PERSECUCIÓN Y MUERTE
“De un plumazo nos han quitado a nuestros líderes, a los guías. El gobierno y grupos paramilitares no se han dado cuenta de que Aquila es mucho más, que no vamos a dejar esta lucha —tonta si tú quieres—, pero que tiene el objetivo de defender los derechos de las comunidades indígenas, Xayakalan, Pómaro, Coire, La Huahua. Y las playas, esas ya no serán usadas para el tráfico de drogas, todo eso se acabó”, dice Germán Ramírez Sánchez, el Torito, nuevo líder de la Policía Comunitaria de Ostula.
Desde 2009 a la fecha han sido desaparecidos, asesinados o aprehendidos 33 comuneros de la comunidad indígena de Santa María de Ostula, así como de San Miguel de Arcángel de Aquila. Los casos más representativos fueron los de Trinidad de la Cruz Crisóstomo y Pedro Leyva Domínguez, ocurridos en 2011, cuando arribó a esta zona la Caravana del Movimiento por la Paz y Justicia con Dignidad del poeta Javier Sicilia.
No hay bala ni gobierno ni grupos armados que los asusten. Los nahuas son fieles a sus usos y costumbres y han advertido que no cesarán en su lucha.
Lo más triste, lamenta Ramírez, el Torito, es que en toda la región costera y la sierra sigue operando el grupo delictivo de Los Caballeros Templarios. No son reductos como lo hace ver el general Gurrola, dice refiriéndose a Felipe Gurrola Ramírez, el comisionado de seguridad y titular del Grupo de Coordinación Michoacán.
“Todos los líderes criminales siguen actuando y los del ejército no hacen nada. ¿De qué nos sirve a nosotros que haya un retén militar si se cruzan de manos cuando ven a los delincuentes? El ejército solamente ha servido para matar a nuestra gente; no hay que irnos lejos, nos mataron a un niño y eso es imperdonable”, señala el Torito.
Y es que, el fatídico 19 de julio, después de la detención de Cemeí Verdía Zepeda, los comuneros emprendieron bloqueos carreteros, hubo roces con las fuerzas federales y quema de automóviles; a decir de los pobladores, hubo disparos de arma de fuego por parte de los soldados, y eso cobró la vida del menor de doce años Hidilberto Reyes García, quien se “resguardó” de las balas en el restaurante Costa de Michoacán.
“Hay un grupo delincuencial en la Sierra-Costa, el general Gurrola (Felipe Gurrola) sabe dónde está, en una reunión se le expuso el caso de quienes están operando en San Pedro Naranjestil, en La Huahua, y cerca de Caleta de Campos, allá están los líderes criminales y están actuando en contra de nosotros, y esto no es un caso aislado”, expone el Torito.
Algunos de los líderes de grupos criminales que operan en la zona costera son: Carmelo Núñez Vargas y Honorio Núñez Vargas de Coahuayana; Fernando Cruz Birrueta, el Tena; Pablo Toscano Padilla, el Quinientos; y Federico González Medina, el Lico.
Todos viven con la muerte detrás.