Insistente ha sido el reclamo de habitantes de los barrios altos de Pachuca y del pueblo mágico de Real del Monte para que se haga efectivo y ponga en vigencia el tan traído atlas de riesgo, para salvaguardar la vida e intereses de innumerables personas.
La publicidad desplegada por algunas dependencias gubernamentales respecto de que ya se cuenta con el dichoso atlas de riesgo, queda anulada cuando sobreviene algún acontecimiento.
Por ejemplo, en el año 2009, sobrevino el hundimiento de un tiro minero en el patio de una casa de la calle Peñúñuri, en pleno corazón del populoso barrio El Arbolito. Dicho evento sólo produjo un herido en la persona del policía municipal que fue a tomar nota del desastre, quien se precipitó varios metros abajo.
Los habitantes de esa vivienda tuvieron que mudarse a otra casa, pues el hoyanco amenazaba con ampliarse y tragar la vivienda entera.
Las investigaciones sobre esos hechos determinaron que esa casa y otras de la calle Peñúñuri estaban sobre un rebaje de la mina El Cuixi, o El Porvenir, que dejó de operar en la década de 1950.
El reblandecimiento del subsuelo provocado principalmente por las aguas domésticas y de lluvia, debilitaron los pilares del antiguo laborío minero, lo que originó un deslizamiento y dejó un hueco, que meses después fue rellenado con piedras y tierra para salvar las viviendas.
Ese fue uno de los muchos avisos de alerta que hicieron recordar que los barrios altos de Pachuca están sentenciados a desaparecer.
No son pocos los ejemplos que ilustran el aserto anterior pues en treinta años han ocurrido hundimientos, con pérdidas de casas, en los cerros La Magdalena, San Cristóbal y Las Ánimas de Cubitos, cerca de la vieja mina El Álamo, provocados por el derrumbe interno de túneles y rebajes.
El 25 de marzo de 1995 cuando sobrevino el desplome de cuatro viviendas en las faldas del cerro Cubitos, al “sentarse” un viejo “salón” de la mina El Álamo, provocó la cancelación de 68 casas por estar situadas en zona de alto riesgo.
En Real del Monte sucedieron frecuentes “sentadas” de cerros en las décadas de 1950-1960 y 1970, que afectaron muchas casas de los barrios La Quebradilla, Santa Teresa, Santa Águeda y Guadalupe, en gran medida porque las explotaciones se hacían a pocos metros de la superficie, “ casi a flor de tierra” expresaban los vecinos, quienes denunciaban en ese entonces como responsables a la Compañía Real del Monte y Pachuca y a los contratistas de terreros, estos porque sacaban más tepetate que mineral y no les importaba que se cayeran las casas.
En los barrios La Quebradilla y San Francisco las viviendas fueron tragadas por los derrumbes dejando como huella grandes hoyancos que, como el de Santa Teresa fue utilizado durante mucho tiempo como basurero.
Los hundimientos sin tiempo
En 1995, a raíz del siniestro registrado en la colonia Cubitos que afectó a varias decenas de vecinos, una comisión de ingenieros realizó un estudio e indicaron que cuando los laboríos son abandonados, como es el caso de lo que ocurre en Real del Monte y Pachuca, donde todas sus minas han cerrado, no se pueden predecir los desplomes. No hay una regla al respecto, dijeron, porque a través de 500 años de explotación minera, no se puede decir cuándo o dónde ocurrirá alguno, salvo con estudios especiales.
Recomendaron que en las zonas consideradas de riesgo, como ocurrió en Cubitos y se mantiene latente en El Arbolito, los vecinos deben estar atentos y si escuchan algún ruido extraño o notan que alguna casa se comienza a fracturar, deben salir de inmediato.
La inocente polvorita / Anselmo Estrada Alburquerque