Ya se sabe que el mono hace lo que ve y Sam, el mono ardilla,
ve y hace más que la mayoría. Para empezar, consume una mayor variedad de
alimentos y le gustan los vegetales verdes, como espinacas y col rizada. Es
cierto: antes evitaba los alimentos verdes. De hecho, le disgustaban.
Pero entonces, unos científicos convirtieron a Sam en un
fanático de la salud.
En general, los machos de su especie no pueden distinguir
tonalidades verdes y rojas; son lo que llamamos daltónicos. El género
sudamericano Saimiri carece de un gen que permite que las células del ojo
sensibles al color, denominadas conos, distingan el rojo y el verde del gris,
mientras que otros colores, como azul, marrón y naranja, pierden su intensidad.
Sin embargo, Sam era uno de dos machos en el grupo experimental de un
revolucionario estudio oftalmológico implementado en 2009 en el Centro Nacional
para Investigación en Primates de Washington, Seattle. Un equipo científico,
integrado por el matrimonio de investigadores Jay y Maureen Neitz, inoculó a
Sam y su colega de laboratorio, Dalton, con un vector viral que depositaron
detrás de las retinas (parte del ojo que responde al color), y el virus
contenía el código genético del ojo humano para el pigmento rojo, lo que dio a
los monos una clase de cono fotorreceptor adicional.
Sam y Dalton fueron entrenados para “decir” a los
investigadores cuáles colores podían ver y aprendieron a detectar manchas de
puntos coloreados sobre fondos de puntos grises. A tal fin, los investigadores
diseñaron una pantalla táctil de computadora para que los animales perfilaran
los patrones de color y cuando señalaban correctamente, los recompensaban con
jugo de uva. Al cabo de 20 semanas, las destrezas de reconocimiento de color
habían mejorado de manera impresionante.
A diferencia de cualquier otro Saimiri sciureus, ahora Sam
puede ver todo el espectro de color (por desgracia, Dalton murió por su
avanzada edad). “Sam parece disfrutar de su vista”, comenta Jay Neitz acerca de
la innovación tecnicolor del primate.
El mes pasado, los Neitz se unieron a Avalanche Biotechnologies
en Menlo Park, California, para desarrollar la primera cura al daltonismo
humano, seguros de que la terapia con genes puede reemplazar las proteínas
faltantes en los conos de los ojos de individuos con este padecimiento. Si todo
marcha como pretenden, las pruebas con personas podrán iniciar en un par de
años. “No me cabe duda de que funcionará”, comenta Maureen Neitz quien, como su
marido, es profesora de oftalmología en la Universidad de Washington.
Los Neitz han trabajado juntos desde 1986, cuando obtuvieron
sus doctorados en la Universidad de California, Santa Barbara, y comenzaron a
interesarse en la genética de la enfermedad oftálmica durante sus estudios
postdoctorales. En 1989, las investigaciones de Jay Neitz en Santa Barbara
confirmaron el daltonismo de los perros y dos años después, él y su esposa
comenzaron a trabajar con el Colegio de Medicina de Wisconsin, en Milwaukee y
se lanzaron a la búsqueda de una cura para el trastorno.
Igual que el sabor amargo o el tacto suave, el color es una
sensación. Los Neitz no sabían con certeza cómo responderían los daltónicos monos
araña ante sensaciones que nunca habían experimentado, de modo que les
sorprendió descubrir que los animales tenían las vías neurales necesarias para
interpretar la información. Eso significaba que después de proporcionarles el
nuevo cono podrían percibir los mismos colores que los primates no daltónicos.
En 2009, la revista Time situó su hallazgo en el tercer lugar de la lista de
los 10 descubrimientos científicos más importantes del año. En el caso de los
humanos, los Neitz tienen contemplada una técnica distinta que desarrollaron en
la Universidad de California, Berkeley: inyectarán los genes en el humor
vítreo, sustancia gelatinosa y transparente que llena casi la totalidad del
ojo. Thomas Chalberg Jr., cofundador y director ejecutivo de Avalanche, describe
el tratamiento como un “esqueleto proteico, una especie de Caballo de Troya que
da acceso a la célula” y una vez adentro, “hace que el ADN produzca el
fotopigmento necesario”.
Algunas personas tienen acromatopsia; es decir, no perciben
color alguno. Pero eso es muy raro: sucede a 1 de cada 33,000 individuos. Casi
todos los que padecen problemas de visión a colores no distinguen entre verde y
rojo. Facebook es azul porque el cofundador, Mark Zuckerberg, padece de
daltonismo rojo-verde y para él, el color azul es el “más rico”.
Este defecto congénito afecta a más de 10 millones de
estadounidenses, en su mayoría varones: 1 de 8 hombres presenta daltonismo
rojo-verde, y la causa es un albur genético. Sucede que el cromosoma X contiene
los genes que codifican las opcinas para los fotopigmentos sensibles al rojo y
verde, mas esos genes no son funcionales en los daltónicos. Sin embargo, si
eres mujer tienes dos cromosomas X, así que cuentas con un juego extra de genes
en el caso de que uno no funcione. Pero los hombres solo tienen una oportunidad
y si tu cromosoma X es defectuoso, desarrollarás daltonismo.
El daltonismo puede tener consecuencias trágicas y Jay Neitz lo
ha comprobado. Uno de sus pacientes ocasionó un accidente automovilístico
mortal porque no pudo ver una luz roja intermitente; otro no alcanzó su sueño
de convertirse en piloto aviador. ¿Sabías que los daltónicos de Rumania y
Turquía no pueden obtener una licencia de conductor? Hasta hace unos años, el
daltonismo total o parcial descalificaba para el servicio militar
estadounidense y, de hecho, sigue siendo impedimento para las carreras de
diseño gráfico, desarrollo de computadoras, policía o farmacéutico, entre
otras.
Jay Neitz considera que, gracias a su labor con Avalanche, la
cura del daltonismo está cerca. Descarta las “revolucionarias” gafas que
presuntamente mejoran la visión y prometen dar color a los daltónicos. Dice
que, amén de costosas (por ejemplo, los anteojos EnChroma cuestan 440 dólares
en Amazon), no funcionan. “Cada 10 años, casi como reloj, alguien inventa unas
lentes que curan el daltonismo”, comenta. “Lo que hacen esos productos es
bloquear parte del espectro luminoso. Si te pones unas lentes que bloquean todo
lo verde, los rojos se vuelven más oscuros y cuando un daltónico mira con esos
vidrios, piensa, ‘Ah, estoy curado’”.
El interés en la sociedad Neitz-Avalanche ha vuelto más de
10,000 miradas hacia el sitio Web ColorVisionAwareness.com desde su
lanzamiento, en marzo 25. Con todo, lo que realmente ha convertido a Jay Neitz
en una sensación de los medios sociales es “The Dress”. Cuando la fotografía
del vestido blanco y oro (¿o azul y negro?) se hizo viral, en febrero 26,
“comenzó a recibir telefonemas cada tres minutos” pidiendo que explicara el
fenómeno y como le dijo a la revista Vice, con tono sarcástico: “Pensé que iba
a curar la ceguera, pero creo que ahora tendré que hacer esto”. Al día
siguiente, su hija de 26 años informó, “Papá, ya eres tendencia”.
Por supuesto, algunos daltónicos no quieren curarse, pues creen
que su padecimiento les confiere una ventaja. El artista de Nuevo México, Mario
Toscano, es célebre por sus pinturas de globos aerostáticos, en las que utiliza
tonos ocre y ladrillo (paleta asociada con una perspectiva melancólica) para
representar vibrantes tonalidades verdes y rojas. Los Neitz sospecharon de
daltonismo tan pronto como vieron su obra. “Mario nos dijo que lo habían
diagnosticado”, dice Jay Neitz, “Pero se alegra de su visión artística, así que
no traté de disuadirlo. Sus creaciones son asombrosos ejemplos del mundo a
través de la visión daltónica”.
El ámbito oftalmológico se encuentra enfrascado en un candente
debate sobre los colores de nuestra visión. “¿Qué pasaría si alguien inventara
la manera de añadir colores? ¿Alguien los querría?”, cuestiona Jay Neitz.
Además de los conos para rojo, verde y azul, se cree que 12 por ciento de las
mujeres tienen un cuarto cono en las retinas. Aunque ese fotorreceptor
adicional a menudo no es funcional, se expresa en algunas mujeres causando
tetracromatismo; es decir, ese cuarto cono activo les permite percibir una
dimensión de color que la mayoría no podemos ver. En 2010, un estudio británico
sobre esta mutación identificó a la primera mujer con tetracromatismo. Para
ello, le practicó una prueba con una computadora que creó un color visible solo
a individuos con esa condición.
Este tipo de visión sobrehumana permite ver 100 millones de
tonalidades, 100 veces más que el resto de nosotros. Más mujeres
tetracromáticas han aparecido a partir de la investigación de 2010, entre ellas
Concetta Antico, artista australiana residente de San Diego y la reportera
neoyorquina, Maureen Seaberg. Antico, quien pinta la naturaleza en tonalidades
muy diversas y abigarradas, ha sido objeto de numerosos estudios sobre tetracromatismo
en la Universidad de California, Irvine. “Las piedras saltan hacia mí en
colores anaranjados, amarillos, verdes, azules y rosados”, explica. “Me
sorprende descubrir que otras personas no ven lo mismo”. Como ironía, la hija
de Antico es daltónica.
Los Neitz también han recibido propuestas para mejorar la
visión en color de los perros. Si Sultán el Lazarillo pudiera reconocer más
colores, podría interpretar los señalamientos rojos y verdes de tránsito. No
obstante, los Neitz dudan que la terapia con genes pueda funcionar con los
canes. “Su sistema neurológico lo impediría”, explica Jay Neitz. “Aunque
reciban el fotopigmento adicional, es posible que no obtengan la visión”. Las
vías neurales de Sam, el mono araña, eran muy particulares, por ello fue el
conejillo de Indias ideal.