Se cree que este
estimulante es la causa de una reciente epidemia de extraños incidentes en Fort
Lauderdale, Florida. En febrero, un hombre que presuntamente utilizó la
sustancia trató de irrumpir en una estación de policía derribando la puerta a
patadas; en marzo, otro aficionado a flakka trató de escapar de las autoridades
y terminó empalándose en una cerca; y en abril, uno más corrió desnudo por las
calles hasta que fue arrestado. Sin embargo, como el uso de la droga parece
extenderse por el estado y en otras partes, solo Dios sabe qué veremos este
mes.
Poco se sabe
sobre esta droga, cuyo nombre químico es alfa-pirrolidinopentiofenona
(alfa-PDP). Para empezar, nadie tiene idea de dónde proviene el nombre
“flakka”, aunque se especula que puede derivar del vocablo español “flaca”
debido a que uno de sus efectos es que suprime el apetito. Incluso algunos sugieren
que es un homenaje al rapero de Atlanta, Waka Flocka Flame, si bien nada
confirma este hecho. Entre tanto, diversos informes indican que es más adictiva
y potente que las sales de baño, grupo de estimulantes que induce conductas muy
extrañas y violentas.
Un estudio
publicado este mes en la revista Pharmacology
refuta dicha afirmación y argumenta que es solo tan adictiva como el químico
primario que contienen las sales de baño, conocido como MDPV. Sin embargo, como
es evidente, los autores no sugieren que sea una sustancia segura. “Nuestra
investigación demuestra que flakka es tan potente como MDPV, lo que le convierte
en un buen estimulante, pero con un potencial adictivo más grave que el de la
metanfetamina”, declaró Tobin Dickerson, coautor del estudio y miembro del
Instituto de Investigación Scripps.
Para llevar a
cabo su evaluación, los científicos montaron un experimento de laboratorio con
ratas, en el cual los roedores podían auto-inocularse cualquiera de las dos
sustancias con solo empujar una palanca. Cuando los sujetos descubrieron que al
empujar la palanca recibían la droga, comenzaron a golpearla cada vez con más
frecuencia. Después, los científicos cuantificaron la cantidad de veces que las
ratas activaban la palanca para recibir una dosis y descubrieron que las dos
drogas producían un nivel de deseo semejante, lo que demostró que las
sustancias son igualmente –y gravemente- adictivas.