Luke dio un gran respiro y lo exhaló lentamente. “Okay, de
plano te lo voy a preguntar. ¿Qué se necesita para llegar a primera base
contigo, Nora? Has estado evitando mis…”
“¿Qué consideras primera base?”
La expresión inocente en el rostro de Nora hizo que Luke
quisiera patearse por hacer una pregunta tan ordinaria. ¿Ella esperaba que él
le explicase hasta el último detalle? ¿O ella estaba ocultando que no sabía qué
significaba la primera base?
Ésta no es una conversación entre adolescentes candorosos sino
entre dos adultos, en la novela romántica amish Harvest of Blessings, de
Charlotte Hubbard. La siguiente línea es la revelación involuntaria, ya que
Luke se pregunta si Nora se perdió algunas lecciones de romance después de “ser
enviada lejos a los 16 para que tuviera un bebé”.
Por si la política sexual no fuera de por sí confusa, dele un
fondo amish y se vuelve más intrincada y complicada. En las novelas románticas
amish, no hay sexo, pero sí muchísimos bebés; nada de desnudez, pero sí capa
tras capa de ropa retirada; nada de contacto físico entre parejas sin casarse a
menos que, quizá, Dios lo disponga mediante un tornado, el incendio de una
casa, o un accidente en calesa —y, bueno, parece que eso pasa muy seguido entre
los solteros amish atractivos.
Al apearse con inseguridad de una calesa en Amish Redemption,
una novela de Patricia Davids, la protagonista, Mary, pierde el equilibrio pero
rápidamente es rescatada en brazos por un posible pretendiente, Joshua. “Ella
se habría caído si él no la hubiera tomado por la cintura y la hubiera jalado
hacia él. Ella se aferró a los hombros de él para recuperar el equilibrio. Él
miró sus ojos grandes mientras la bajaba lentamente al suelo, renuente a
soltarla”. (Alerta de revelación: parece que ocurre una gran cantidad de
pérdidas de equilibrio entre las parejas alrededor de las calesas.)
En un mercado saturado de imitaciones de Cincuenta sombras de
Grey, podría sorprender el hallar libros que ofrecen excitación casta y se
producen en masa en ediciones rústicas para Wal-Mart (donde estos dos libros se
venden rápidamente). Pero las secciones de novelas rosas de las librerías están
cada vez más dominadas por lo que los editores en EE UU llaman cariñosamente
“rasga papalinas”.
En esta era de sexo desechable cual comida chatarra, el
atractivo de la novela rosa amish no es un misterio, dice Wanda Brunstetter,
una de las autoras que fundaron el género. “Cuando la gente lee mis libros, los
lleva a una forma de vida más simple”, dice ella. “Colgar ropa en el tendedero,
cocinar comidas con lo básico, apagar el televisor y los teléfonos celulares y
sólo ir de visita. Hemos perdido esa forma de vida. Pienso que mis lectoras
ansían eso. También, los amish sentaron un precedente para nosotros en cuanto a
que sus relaciones están basadas en la familia, la iglesia y la comunidad, no
sólo en la parte sexual de las cosas”.
Por supuesto, hay una parte sexual de las cosas, pero estos
libros tienen una manera más sutil de expresarla que E.L. James, autora de 50
sombras. Se deja más a la imaginación, y el eso, al que la cultura popular le
robó su importancia hace algún tiempo, reclama su encanto. Por ejemplo, en
Amish Redemption, un beso tórrido se desarrolla por tres páginas, con varias
páginas más comprometidas a la pareja que compartió el beso dándole vueltas a
ello, y el pretendiente autoflagelándose por ser “impulsivo” y leyendo
atormentadamente pasajes de la Biblia.
En Going Home, de Brunstetter, se requiere de 327 páginas de
acaramelamiento sobre postres suntuosos y horas de rezos antes de que Noah
finalmente le pregunte a la chica de quien está ilusionado, Faith, si puede
cortejarla; momento en el que se le escapa que la ama. A partir de allí,
Brunstetter se mueve rápidamente hacia un epílogo donde vemos a la pareja dos
años después, casada y con un hijo, Isaiah. Faith le dice a Noah: “Dios ha sido
bueno y bendijo nuestro matrimonio”. Brunstetter dice: “Podemos mostrar que las
parejas consuman su matrimonio sin dar detalles. Para mis lectoras, es más
revigorizante leer entre líneas y no oír paso a paso lo que sucede. Todos
sabemos lo que sucede”.
Al mismo tiempo, puede ser más bien discordante que, mientras
se echa un vistazo en una librería, ver las portadas de hombres con el torso
descubierto mezcladas con ilustraciones de piadosas mujeres amish en vestidos
largos, el cabello recogido bajo el kapp (su cofia típica), junto a hombres de
pantalones largos y tirantes. (De hecho, que estén una junto al otro los hace
parecer mucho más sucios.) Pero el género erótico y el amish comparten muchas
cosas en común: ambos retratan a mujeres jóvenes desagarradas por deseos profundos,
cuyas mejillas se sonrojan, ruborizan y arden. Abundan las mujeres que muerden
labios y los hombres que blanden látigos (salvo que en la ficción amish sólo a
los caballos capones se les pone arnés y se les latiguea). Y de forma similar a
la serie de Cincuenta sombras, los momentos climáticos son irritantemente
enfatizados con jubilosas exclamaciones femeninas de “¡Oh, Dios!”, sólo que
estas están salpicadas de pizcas de alemán de Pensilvania y alto alemán.
Brunstetter y la otra precursora de la ficción amish, Beverly
Lewis, han vendido cada una más de 200,000 copias de sus libros alrededor del
mundo en los últimos 12 meses, según Nielsen BookScan. El total combinado de
los libros vendidos de ambas autoras desde que empezaron a publicar novelas rosas
amish a finales de la década de 1990 está cercano a la marca de los 30
millones. Otras regiones que generan ventas son Sudamérica, India, Italia y
Nueva Zelanda. El Reino Unido es el segundo mayor mercado después de Estados
Unidos.
Brunstetter y Lewis, junto con otras escritoras de novelas
rosas amish, son frecuentes en las listas de los más vendidos del New York
Times y USA Today, y han visto un puñado de sus libros convertidos en
largometrajes, películas del Hallmark Channel e incluso documentales de National
Geographic. “Al momento, estoy trabajando en mi cuarta película con el director
Michael Landon Jr. para el Hallmark Channel”, dice Lewis a Newsweek. (Sip, ella
se refiere al hijo de Michael Landon, famoso de TV en las décadas de 1970 y
1980 por La pequeña casa de la pradera.)
Aun cuando la ficción amish se remonta a principios del siglo
pasado (Barnes & Noble reimprimió recientemente Sabina: A Story of the
Amish, de Helen R. Martin y publicada en 1905), una pizca de autoras amish ha
entrado al mercado en los últimos años, con docenas de títulos amish llegando a
las librerías cada mes, dice Melissa Parcel, quien encabeza la sección de
ficción motivacional de RT Book Reviews (antes Romantic Times), una reseñadora
de libros domiciliada en Brooklyn, New York, que se publica mundialmente cada
mes. “Ellas están muy cotizadas en el mercado de ficción motivacional; yo diría
que suman tanto como la mitad de lo que aparece en ficción cristiana al
momento”, dice ella.
Jane Love, una compradora en la categoría de libros religiosos
y motivacionales para Barnes & Noble en Nueva York, está de acuerdo. Ella
dice que la más reciente novela amish de Lewis, The Love Letters, publicada en
marzo por Bethany House, parte del Grupo Editorial Baker en Ada, Michigan, se
vende “maravillosamente”, incluso si el mercado amish se piensa a punto de la
saturación.
“Seguimos preguntando: ‘¿éste será el último libro amish que va
a venderse bien?’,” dice Love. “Pero las lectoras sólo siguen comprándolos”. En
cuanto a 2014, la categoría motivacional/religiosa generó un aproximado de $720
millones de dólares en ventas al año, según la Asociación de Escritores de
Novelas Rosas de América, convirtiéndolo en el tercer género más redituable
después de la novela negra, que apenas y se colocó por encima, y la novela
erótica, que alcanzó casi los $1,500 millones de dólares en el mismo período.
La mayor parte del público de las novelas rosas amish la
conforman mujeres mayores de 40 años que no son amish sino cristianas
evangélicas. “Estas son lectoras que aman las novelas rosas pero quieren una
lectura sana que no tengan que ocultar de sus hijos”, dice Shannon Marchese,
alta editora de la editorial evangélica WaterBrook Multnomah en Colorado
Springs, Colorado, una división de Penguin Random House.
Las autoras de ficción amish admiten abiertamente que tampoco
ellas son amish. “Sólo puedo pensar en una escritora amish que conozca”, dice
Lewis, quien consideró importante vivir con familias amish para aprender más
sobre ellas. “Ella es una amish de la vieja guardia, Linda Byler, y tiene un
obispo que le dio permiso de escribir novelas amish. Ella tenía una máquina de
escribir eléctrica reconfigurada para usar baterías, las cuales están
permitidas en la cultura amish”.
Cindy Woodsmall, quien ha vendido 1.5 millones de novelas rosas
amish desde que su primer libro salió en 2006, dice que aun cuando los
cristianos no necesariamente se consideran unos a otros como los mejores
abanderados de libros “orientados a Dios”, “ellos aceptan como un hecho que los
amish tienen verdadera responsabilidad y creencias moralmente rectas”. (Como
las fans de la ficción amish, las autoras tienden a tener afiliaciones
cristianas y rinden homenaje a la forma de vida amish.)
Los amish tienen “una visión literal de la Biblia”, dice
Woodsmall. “Nada de sexo premarital, nada de control de la natalidad incluso
después del matrimonio y nada de educación sexual en absoluto, excepto quizá en
tu noche de bodas”. Todo ello permite algunas narrativas únicas que apenas
serían creíbles en algún otro contexto (como la mujer con un bebé que no sabe
el significado de la primera base). “Casi se remonta a tus novelas rosas de la
era victoriana, donde hay todas estas pasiones profundamente arraigadas que
debes ocultar, y aun así puedes resultar embarazada”, dice ella.
A pesar de los paralelos con la novela erótica, uno de los
grandes atractivos de la novela rosa amish es que hay reglas muy estrictas para
aumentar el drama. En una comunidad que prohíbe todo, desde el sexo y los niños
fuera del matrimonio hasta los aparatos eléctricos y los instrumentos
musicales, los personajes en estos libros luchan con algo más que la cantidad
usual de deseo prohibido. “Como mi hijo de 21 años siempre dice, cuanto más
reprimes algo, más estás invitando a hacerlo”, dice Woodsmall.
Mary Alice Yoder, una espabilada mujer amish que vive en el
norte de Indiana y reseña libros para The Connection, un periódico mensual
distribuido a hogares amish y menonitas a lo largo y ancho de EE UU y Canadá,
dice que muchos amish “no leen ficción en absoluto”. Al calcular que sólo
alrededor del 50 por ciento de los amish que ella conoce ha leído algo de
ficción amish, ella dice a Newsweek: “Ellos son muy quisquillosos. Si la
portada se ve como un error, sabemos que el autor no estaba informado de lo que
él o ella escribió y es una sarta de mentiras inventadas”.
¿El aspecto positivo para los amish de estar bajo los
reflectores? “Ello podría permitirle a alguien vislumbrar cómo se puede
disfrutar de la vida sin TV, autos, etc., y llevarle a elegir una vida más
simple”, observa Yoder. “Si el libro es sobre vivir piadosamente, da un buen
ejemplo. Es una mucho mejor lectura que los libros rosas llenos de lujuria”.
Una de las mayores quejas cuando se habla de novelas sobre “los
Sencillos”: demasiadas similitudes en las tramas, dice Parcel. “Hemos agotado
las narrativas de ‘¿vas a dejar la comunidad amish o no?’ y de ¿vas a guardar
tu secreto o no?’” Por lo mismo, el surgimiento en los últimos dos años de
“chupasangres con papalinas”, como Amish Vampires in Space y The Amish
Bloodsuckers Trilogy. Aun cuando dichos títulos podrían sonar jalados de los
pelos, dice ella, son una desviación bien recibida del típico producto amish,
del que “la mayoría de mis reseñadores se está cansando”.
Muchos conceptos aquí también son exagerados (de nuevo,
usualmente con el fin de facilitar el romance prohibido): el contacto
inapropiado entre solteros alrededor de graneros, calesas y caballos
asustadizos; fantasías que las parejas albergan en la iglesia, y (mi favorito)
la incómoda fijación oral durante la comida familiar, como en Harvest of
Blessings, donde “él se halló observando la forma en que ella mordía su
hamburguesa y lamía el queso derretido debajo del bollo. Él deseó ser su
servilleta cuando ella se limpió la boca”.
Entonces, ¿quién es el arquetípico Fabio amish? “Vas a reírte
de esto, pero si hablas con muchachas amish, la cosa No. 1 que buscan en una
pareja es que sea trabajador”, dice Lewis. “Ellas hablan de un hombre sano,
fuerte y robusto, no necesariamente bien parecido, porque van a tener muchos
bebés, uno tras otro; ese es su papel. Como no hacen proselitismo, así es como
hacen crecer la iglesia”.
Con la comunidad amish aumentando a 300,000 personas y sus
asentamientos expandiéndose a casi todo estado en EE UU, la popularidad de la
novela rosa amish parece estar fortaleciéndose junto con la virilidad de la
comunidad.
“La familia promedio tiene ocho hijos”, comenta Lewis. “Y
conozco dos familias que tienen 22 hijos, todos biológicos”.
Eso es muchísimo romance amish.