Jim Clyburn estaba lívido. En febrero, poco
después de enterarse de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu,
daría un discurso ante el Congreso de EE. UU. criticando la diplomacia nuclear
del Presidente Barack Obama con Irán, el asistente de la Cámara de
Representantes se unió a un pequeño grupo de demócratas importantes para una reunión
a puerta cerrada en el edificio del Capitolio con Yuli Edelstein, portavoz del
parlamento israelí. Edelstein, de apariencia juvenil y miembro del partido
gobernante Likud, había volado desde Jerusalén a reducir el furor que se
encendió por el discurso planeado de Netanyahu.
Por lo regular, las reuniones entre
legisladores estadounidenses y funcionarios israelíes en el Capitolio son
amistosas. Pero esta fue tensa. Los demócratas sintieron que era escandaloso el
que un líder extranjero usara el Congreso de EE. UU. como una tarima para retar
a su presidente, y estaban especialmente enfurecidos por la manera en que
Netanyahu y los líderes republicanos habían arreglado el discurso a espaldas de
Obama. Pero Clyburn, desde hace mucho un miembro del Caucus Negro del Congreso,
fue todavía más lejos, añadiendo un inequívoco tono racial a la ofensa de
Netanyahu. Según unos asesores, el demócrata de Carolina del Sur le dijo
abiertamente a Edelstein que él consideraba el inminente discurso del primer
ministro como una “afrenta al primer presidente negro de EE. UU.”.
Desde esa reunión, el encono entre los
demócratas negros y Netanyahu se ha intensificado. Alrededor de 57 demócratas
—incluida la mayoría de los legisladores negros en D.C. —no se presentaron al
discurso del 3 de marzo del líder israelí en protesta. Dos semanas después se dieron las elecciones
parlamentarias de Israel, cuando Netanyahu renegó de su apoyo a algo básico en
la política de EE. UU. para Oriente Medio: una solución de dos estados al
conflicto israelí-palestino. Después de su reelección para un cuarto período,
Netanyahu trató de dar marcha atrás a su comentario, pero Obama dijo que le
“tomaba la palabra” a Netanyahu y que no reevaluaría su enfoque en el proceso
de paz de Oriente Medio. La relación entre EE. UU. e Israel sufrió otro golpe
el 24 de marzo después de que un informe en el Wall Street Journal citó a
funcionarios estadounidenses anónimos diciendo que Israel había espiado las
negociaciones con Irán, para luego filtrar detalles manipulados al Congreso con
el fin de meterle prisa a las conversaciones.
Pero para los demócratas negros como
Clyburn, fue la advertencia cifrada de Netanyahu el día de las elecciones de
que los ciudadanos árabes de Israel se dirigían a las urnas “en manada” para
votarlo fuera del cargo lo que los pasó de la ira a la indignación. Netanyahu
luego se disculpó por su comentario, pero su contrición no pareció tener efecto
en Clyburn y compañía. “El Caucus Negro del Congreso se ha ido”, dijo un asesor
demócrata del Congreso a Newsweek, refiriéndose al apoyo para Israel con
Netanyahu en el gobierno.
Conforme los negociadores de EE. UU., Irán
y cinco grandes potencias continúen trabajando en un marco para un acuerdo
nuclear, la pérdida de Netanyahu del apoyo negro en el Capitolio probablemente
signifique que él ha perdido su apuesta de convencer al Congreso para que
apruebe un proyecto de ley que bloquease un acuerdo. “Bibi”, dice un asesor del
Congreso, usando el apodo de Netanyahu, “se aseguró que no habrá una mayoría a
prueba de vetos en la Cámara de Representantes”.
La lucha por 40 votos
Hay dos de tales acciones bipartidistas en
el Senado de EE. UU.. Una, presentada por el republicano Mark Kirk, de
Illinois, y el demócrata Robert Menendez, de Nueva Jersey, automáticamente
impondría sanciones adicionales a Teherán si no se acuerda un marco; una acción
que los analistas dicen que tiene la intención de torpedear el acuerdo. En
abril, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado está programado para votar
un segundo proyecto de ley sobre Irán; este exige que el presidente obtenga la
aprobación del Congreso para cualquier acuerdo nuclear con la República
Islámica.
La Casa Blanca ha jurado que vetará ambos.
Esa amenaza ha provocado que los republicanos predigan invalidaciones de los
vetos: una traba legislativa formidable que requiere mayorías de dos tercios en
ambas cámaras. Ello significa 67 votos en el Senado y 287 votos en la Cámara de
Representantes.
Es posible que los 54 republicanos del
Senado puedan hallar 13 demócratas e independientes dispuestos a pasarse a su
bando. Después de todo, el Comité de Asuntos Públicos Estadounidenses e
Israelíes, el principal grupo de cabildeo a favor de Israel, está en contra del
naciente acuerdo con Irán. Y el grupo todavía tiene una influencia enorme con
los donantes a favor de Israel, cuyas contribuciones a menudo dictan la manera
en que votan los legisladores en la legislación relacionada con Israel.
Pero aun asumiendo que la mayoría de los
247 republicanos en la Cámara de Representantes voten para invalidar un veto de
Obama, todavía necesitarían que se les unan 40 demócratas. El Caucus Negro del
Congreso, la mayoría de cuyos miembros no recibe muchas donaciones de campaña a
favor de Israel, tiene 46 legisladores, de los cuales la gran mayoría defenderá
ferozmente la acción distintiva de Obama en política exterior. Se les unen
alrededor de 100 de los 188 demócratas restantes que posiblemente también se
unan para evitar una invalidación del veto. En otras palabras, los republicanos
posiblemente no alcancen los votos necesarios.
Para empeorarle las cosas a Netanyahu y sus
partidarios, ningún republicano en la Cámara de Representantes ha ofrecido una
legislación análoga a las dos acciones relacionadas con Irán en el Senado. El
Senado podría aprobar uno o ambos proyectos de ley, pero sin una legislación
idéntica que pase por la Cámara de Representantes, no habría proyecto que el
presidente tenga que vetar. Por supuesto, ello podría cambiar; pero en el
problema nuclear de Irán, los miembros de la Cámara de Representantes han sido
mucho más moderados que sus colegas en el Senado. Y a menos que la Cámara de
Representantes intervenga con un proyecto de ley, cualquier cosa que haga el
Senado es el equivalente legislativo de aplaudir con una sola mano.
“Todas las partes han acordado comprar la
casa”
Como a Netanyahu, a los críticos
republicanos de Obama les preocupa que un acuerdo nuclear le dé a Irán un
alivio significativo en sus sanciones sin ponerle suficientes restricciones a
su capacidad de enriquecer uranio a niveles apropiados para armas. Bajo
cualquier acuerdo, Obama podría condonar temporalmente las sanciones mandadas
por el Congreso y levantar otra capa de sanciones impuestas por mandato del
ejecutivo. Cualquier cambio permanente a las sanciones del Congreso exigiría
una nueva legislación, y Obama no piensa que eso vaya a suceder.
Otra queja de los republicanos es que Obama
planea presentarle cualquier acuerdo al Consejo de Seguridad de la ONU, el cual
presumiblemente acepte levantar una tercera serie de sanciones internacionales.
Tal alivio amplio, arguyen estos críticos, sólo reforzará la inclinación de
Teherán a incumplir el acuerdo y seguir financiando a grupos terroristas
internacionales.
Sin embargo, en este punto, sus críticas
tal vez sean poco más que ruido para la Casa Blanca (como dicen en Oriente
Medio, los perros ladran y la caravana continúa su camino). Las negociaciones
han cobrado ímpetu, con todas las partes reportando progresos y los expertos en
control de armas mostrándose optimistas con respecto a un acuerdo. “Los
opositores políticos del Presidente Obama tratan de bloquear todo lo que él
hace”, dijo Joseph Cirincione, presidente del Fondo Ploughshares, una fundación
de seguridad global, a NPR. “Pero pienso que lo central del sistema
estadounidense de seguridad está sólidamente detrás del acuerdo como se ha
delineado… Pareciera como si todas las partes han acordado comprar la casa, y
sólo estamos negociando los costos de cierre”.
Todo esto deja a las relaciones entre EE.
UU. e Israel en uno de sus puntos más bajos desde el nacimiento del estado
judío en 1948. En su conferencia de prensa del 24 de marzo, Obama dejó en claro
que EE. UU. seguirá cooperando con Israel en seguridad e inteligencia, pero
como Netanyahu se negó en el día de las elecciones a una solución de dos
estados, EE. UU. revaluará su relación con Israel. “Lo que no podemos hacer es
pretender que hay la posibilidad de algo que no está allí. Y no podemos seguir
sustentando nuestra diplomacia pública en algo [una solución de dos estados]
que todos saben que no va a suceder por lo menos en los siguientes años… [Por]
el bien de nuestra propia credibilidad, debemos tener la capacidad de ser
honestos al respecto”.
En el Capitolio, ese mensaje pareció
resonar más entre los aliados demócratas negros de Obama. Hubo una vez antes
del discurso de Netanyahu en que muchos miembros del Caucus Negro del Congreso,
algunos de los cuales están empapados del Viejo Testamento, veían su reflejo en
la lucha de Israel. Pero después de los exabruptos de Netanyahu en contra de la
diplomacia de Obama y sus comentarios sobre los árabes israelíes, parece que
esos días se han terminado. Como lo dice un asesor demócrata: “Va a ser muy
difícil recuperarlos”.