En el año de su elección, 2013, sorprendió
al catolicismo y al mundo; al siguiente puso en marcha el proceso de renovación
del Vaticano, y el actual debe servirle para aterrizar la reforma a la Curia
Romana y para renovar la Iglesia. Así, en 2015 el papa Francisco deberá pasar
de las palabras y los proyectos a los hechos.
Él mismo reconoce que la tarea no será nada
sencilla, pero el esfuerzo ha comenzado a rendir frutos. El primero de ellos,
el más visible, se dio a conocer apenas el 1 de abril: Italia y la Santa Sede
firmaron un convenio para eliminar el secreto bancario y gravar las ganancias financieras
de quienes hayan depositado fondos en el Instituto para las Obras de Religión
(IOR), a partir de 2014.
Con esta medida, el Banco del Vaticano
dejará de ser un paraíso fiscal y transparentará sus decisiones, muy a pesar de
sectores poderosos de la Curia, “los lobos del Vaticano”, a quienes se atribuye
la renuncia de Benedicto XVI, en febrero de 2013.
Para lograr este objetivo, su santidad creó
dos organismos: el Consejo Económico compuesto por ocho cardenales y siete
especialistas no religiosos cuyo principal objetivo era establecer las nuevas
políticas financieras.
El otro es la Secretaría de Economía que
deberá poner en práctica esas grandes directrices, fiscalizar las inversiones y
el manejo de los capitales. Ambas oficinas buscan que haya transparencia y
rendición de cuentas, y dejar atrás los escándalos de corrupción.
El más reciente se dio en julio de 2013
cuando el director y el subdirector del IOR, Paolo Cipriani y Massimo Tulli,
respectivamente, renunciaron a sus cargos luego de que monseñor Nunzio Scarano
fue detenido por la Fiscalía de Roma acusado de fraude y corrupción.
Scarano era el responsable del servicio de
contabilidad que gestiona los bienes del Vaticano y su arresto se debió al
presunto traslado de 20 millones de euros en un jet privado procedente de Suiza
y que pertenecían a “amigos” del religioso, en una operación que tiene todas
las características de lavado de dinero.
Pero el financiero es solo un capítulo de
la reforma que encabeza Francisco.
La nueva constitución apostólica
El papa Francisco reunió a varios
cardenales de su absoluta confianza para crear el “C-9” o “Consejo de la
Corona”, encargado de llevar a buen puerto una radical reforma a la estructura
del Vaticano por medio de una nueva Constitución Apostólica.
El grupo dejó en claro que no se busca una
actualización del documento vigente “Pastor Bonus”, que promulgó el papa Juan
Pablo II en 1988, sino dar pie a una nueva constitución con cambios de fondo
que modificarán la actual estructura de la Curia Romana y de los organismos que
auxilian al gobierno de la Iglesia católica.
La intención de los cardenales es subrayar
que la Curia debe prestar servicio a la Iglesia universal y local “en
términos de subsidiariedad, más que de ejercicio de poder centralizado”.
Luego de reuniones periódicas dos o tres
meses y de analizar más de cien documentos provenientes de diversas partes del
mundo, se presentó un primer borrador que el obispo de Roma dibujó en un
histórico discurso pronunciado el 22 de diciembre de 2014.
El papa hizo referencia a 15 enfermedades
de la Curia, entre ellas el “alzhéimer espiritual”, refiriéndose a la pérdida
progresiva de las facultades espirituales; la indiferencia hacia los demás; la
acumulación de bienes materiales; y la rivalidad y la vanagloria.
Como parte de esta renovación, en junio de
2014 se dio a conocer el Instrumentum laboris donde se resume la postura que
defiende Jorge Bergoglio ante temas polémicos como el control de la natalidad,
el divorcio, las nuevos matrimonios, la homosexualidad, las relaciones
prematrimoniales y la fecundación in vitro.
El texto señala su preocupación por el
aborto y la “cultura de la muerte” que promueve la sociedad actual; por los
casos de pedofilia y los escándalos sexuales que debilitan significativamente
la credibilidad moral de la Iglesia, y por la “cohabitación” o las uniones
libres.
Sin embargo, también establecía posturas
revolucionarias como la posibilidad de segundas nupcias para los divorciados,
la redefinición del matrimonio y el llamado para tratar a los homosexuales “con
respeto y delicadeza, evitando todo signo de discriminación injusta”.
Y serán precisamente esos temas los que
traerán al papa al continente americano.
Francisco, ¿el gran elector?
Uno de los eventos más esperados por la Iglesia
en este año es el Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará del 22 al
27 de septiembre en la arquidiócesis de Filadelfia, en Estados Unidos.
En este marco, el presidente Barack Obama
recibirá al Pontífice el 23 de ese mes. Según la Casa Blanca, durante este
encuentro se tocarán diferentes temas de interés para ambas partes como
pobreza, migración, la economía y el medioambiente.
Además, hablará ante las Naciones Unidas
durante su 25 Asamblea Anual y visitará el Capitolio para dirigirse al Congreso.
El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner calificó este hecho
como “histórico”, a través de su cuenta de Twitter.
“El mensaje de compasión y dignidad humana
del papa Francisco ha conmovido a gente de todas creencias y orígenes. Sus
enseñanzas, oraciones y su mero ejemplo nos traen de vuelta a las bendiciones
de las cosas simples y a nuestras obligaciones con el otro. Esperamos recibir
calurosamente a su santidad en el Capitolio y escuchar su mensaje a nombre de
la gente de Estados Unidos”, posteó.
Pero ya hay quien ve trasfondos electorales
en esta visita, ante la sucesión presidencial de 2016. Y es que la popularidad
del papa Francisco entre los fieles estadounidenses sigue en alza: según una
encuesta del Centro Pew, nueve de cada diez lo apoyan.
El sondeo arrojó que 90 por ciento de los
católicos de Estados Unidos tiene una opinión “favorable” del pontífice,
incluido casi el 60 por ciento de ellos que tienen una opinión “muy favorable”.
“El porcentaje de católicos que tienen una
opinión favorable del papa Francisco es comparable con la popularidad que tenía
Juan Pablo II en las décadas de 1980 y 1990, y ha sobrepasado los índices de
popularidad de Benedicto XVI”, explicó.
Por lo pronto, en México nos quedaremos con
las ganas de que nos visite aunque desde aquí seguiremos muy de cerca la lucha
que protagonizará el papa ante el sector más conservador de la Iglesia que
buscará frenar cualquier reforma que la regrese a sus orígenes. Yo apuesto a
que estos grupos no tendrán éxito y a que 2015 será el año de Francisco.
¿Ustedes qué opinan?