Los latinoamericanos nos globalizamos
expulsados y expulsando; en carácter de migrantes, productos culturales y
deudores. El orgullo de ser latinos lucha constantemente con estigmas sociales,
y lamentablemente, prima el desencanto. El español cruzó la frontera y allá
enfrentó una educación que lo excluye a ser una lengua minoritaria e idioma que
se hereda. Especialmente las segundas generaciones de inmigrantes luchan
diariamente por mantener vivos los valores y la lengua de su casa, e incorporar
los nuevos valores de la escuela y sociedad de la que ahora son parte. Muchas
veces cuando pensamos en los que se fueron, lo más doloroso parece la expulsión
y el viaje; sin embargo, ya allá el reto de insertarse en un mundo distinto
continúa. En los años escolares muchos niños son discriminados por su lengua
con implicaciones terribles, y para sobrevivir deben desconectarse de su pasado
y adoptar una cultura que se presenta como superior.
En general, la educación multilingüe no se
ha potenciado. Se puede ver un cambio en la actualidad, gracias a
investigaciones, maestros y universidades que han impulsado la creación de
clases de español como lengua heredada. Parecen ser mucho más que una
maravillosa oferta académica, también parte de un proceso de respuesta a las
necesidades particulares y socio-afectivas de estos latinoamericanos. Buscan eliminar
sus miedos e inseguridades sobre el manejo del idioma y fortalecer sus vínculos
con su comunidad. La importancia de esto es evidente cuando entendemos la
dimensión de la población hispana en Estados Unidos, que en julio del 2013
constituía el 17 por ciento del total —en la actualidad son más de 50 millones—.
Se espera que para 2020 ya represente el 21 por ciento y para el 2060 el 31 por
ciento, según el United States Census Bureau. Este grupo y sus necesidades
constituyen la mayor minoría étnica en el país.
A lo largo de su historia, EE. UU. se ha
construido como un país angloparlante. La doctora María Luisa Parra, Spanish
Senior Preceptor del Departamento de Romance Languages and Literatures de la
universidad de Harvard, nos explica en entrevista cómo en EE. UU. es muy
difícil generalizar la aceptación o discriminación del latino y su lengua:
“El tema de la educación bilingüe ha
sido muy ambivalente, por un lado se quiere apoyar a los inmigrantes y, por
otro, está ese miedo debajo del agua, que determina qué tanto hay que apoyarlos
sin que se ponga en peligro una idea de nación. La verdad es que no hay
programas que apoyen una educación bilingüe, hay programas de transición para
que los niños aprendan inglés, pero programas que realmente apoyen el
desarrollo de ambas lenguas son mínimos, y en general se ha votado en contra de
este tipo de educación bilingüe.”
A pesar de la falta de políticas, e incluso
discriminados, los hispanohablantes aumentan. De 1990 al año 2014, el número de
latinos que hablaban español en sus hogares creció un 117 por ciento, es decir,
37.6 millones. Contra el gran temor por la sustitución del idioma de ciertos
sectores conservadores, más de la mitad domina el inglés. En los últimos años
las clases de español como lengua extranjera han recibido más alumnos que
ningún otro idioma con casi 20 millones de alumnos; para 2050 EE. UU. será el
primer país hispanohablante del mundo. A pesar de la importancia del idioma, la
intolerancia lingüística ha caracterizado las posturas: English Only, U.S
English, la proposición 227 aprobada en California en 1998, otras similares como
la de Arizona en el 2000 y en Massachusetts en el 2002, han contribuido a
afianzar el inglés como lengua de Estados Unidos y erradican toda posibilidad
de políticas inclusivas que contemplen población con legados culturales y
lingüísticos distintos.
La doctora Parra señala: “Desde muy
pequeñitos el mensaje en los medios de comunicación, en compañeritos, en
maestros e incluso en las familias es: sí hablas español te discriminan. Es
crecer en un ambiente muy complejo, los niños tratan de protegerse y los papás intentan
proteger a sus hijos. Hay un sentimiento de cierta vergüenza, no sé si siempre,
o una conciencia de no ser aceptados.”
Estados Unidos como potencia receptora,
parece tener una necesidad de preservar la nación con un idioma considerado
superior. Se puede decir que responde a una conciencia de supremacía.
Recurriendo al trabajo de Walter Mignolo, esto ha sido una presión constante
desde hace ya cinco siglos para otros países. La supremacía blanca nos
diferenció como mestizos, lógicas raciales y política justificaron la separación
de América. Se nos impuso una retórica de la modernidad que diferenció el
desarrollo y el subdesarrollo. Nosotros, subdesarrollados, vimos cómo ciertas
subjetividades nos privaban de oportunidades de participación. Por ejemplo,
nuestro español, en todas su variantes, fue y sigue siendo una justificación
para discriminarnos. El contemplar cursos para “heritage speakers”
abre un campo de aceptación a una minoría cada vez mas fuerte. Aunque los
grados de escolaridad no son los ideales, son más los latinos graduados de
abogados, ingenieros o licenciados; muchos ya ocupan altos cargos e, incluso,
existen hispanos en la política; la influencia que tendrán ellos y su idioma en
el futuro de Estados Unidos y la relación con nuestros países es innegable.
La importancia del idioma ya sobrepasa a
EE. UU., es la segunda lengua del mundo por número de hablantes y el segundo
idioma de comunicación internacional. A Estado Unidos llegó en gran medida con
los migrantes; sin embargo, la presencia del idioma es parte de la historia
misma de la nación de aquellos territorios que un día fueron parte de México y estados
que fueron colonias españolas. En 2008, el instituto Cervantes publicó la
Enciclopedia del Español en los Estados Unidos, a pesar de la antigua presencia
del idioma, en esta publicación Ricardo Otheguy afirma que en la actualidad es
una lengua casi exclusivamente de inmigración, ya que son pocas las familias de
antiguos asentamientos que la conservaron; realmente el traspaso generacional
es inseguro cuando llega el turno de la tercera generación, el multilingüismo
aun no es algo común y aceptado en la totalidad del país.
El miedo que en ciertos sectores despierta
el multilingüismo y la criminalización que han sufrido ciertos hablantes,
particularmente indocumentados, sumado a la poca conciencia de la importancia
de preservarlo y aprovecharlo, incluso potenciarlo, genera expectativas cuando
profesoras como la doctora María Luisa Parra, buscan generar programas de
educación bilingüe que no solo adapten al inmigrante, sino que lo integren y
consideren sus particularidades.
El gran reto actual es educar maestros y
propiciar una continuidad que abarque todos los niveles de escolaridad. Hay más
de 50 millones de latinos y pocas veces han sido considerados en el diseño
curricular. Aquellos que estudian español están vinculados a cuestiones
étnicas, al refuerzo de una identidad, a lazos compartidos con el resto del
mundo hispánico y a un pasado heredado.
Según la Dra. Parra, “el cambio
principal es que los estudiantes latinos llegan con todas esas ideas que ellos
han incorporado, de un discurso público, que su español no es bueno, no es el
correcto. Lo que nosotros llamamos en academia internalizar un ideología sobre
la lengua, el proceso que hacemos en clase es justamente darles las herramienta
para que ellos se den cuenta de que su español es bueno, es valioso, y el
trabajo es expandir no discriminar”.
Latinoamérica está fragmentada, lo que
somos y dónde estamos incluye a esa gran población que emigró. Para Néstor
García Canclini esto se responde desde esa condición de territorio desbordado.
América Latina no está completa en América Latina, nuestras culturas e idioma
se han expandido más allá de la región. Somos el resultado de ese desencaje
doloroso, repetidos descalabros económicos, violencia y desconfianza en el
futuro. Recuperar nuestro orgullo implica el que nosotros mismos valoremos
nuestra hibridación, la particularidad del español popular de cada país, incluido
el llamado “espanglish”.
Son muchos quienes se fueron, Latinoamérica
no se puede entender sin integrarlos. La doctora Parra menciona: “Son
chicos que acá son criticados porque no hablan bien el inglés y allá son
etiquetados de gringos porque no hablan bien el español. Han crecido haciendo
un esfuerzo monumental por manejar ambos sistemas de cultura y mantener los
dos. En nuestros países hay que educar a nuestra gente sobre estos chicos y el
tipo de apoyo que ellos necesitan también desde América Latina.”
En estos meses la migración a Estados
Unidos y los inmigrantes continúan siendo tema de debate y discusión en el
Congreso de Estados Unidos; reconocer el valor de toda nuestra comunidad y
nuestro idioma puede ser un camino para promover un futuro donde saludemos la
globalización como constructores y participantes. Tal vez aún existan muchos
retos pendientes, pero la consideración de las necesidades particulares de esta
gran minoría y la inclusión de clases de español como lengua heredada al
sistema educativo realmente serían un triunfo.