El último aliento de Peter Fechter fue una
exhalación de libertad, lo último que vieron sus ojos fue un Berlín libre más allá del Muro, lo último que pudo escuchar fueron las voces del pueblo alemán
en contra de la opresión. Durante una hora fue libre, el tiempo en que la sangre y la vida tardaron en abandonar su cuerpo, abatido a tiros por la
guardia fronteriza de la República Democrática Alemana, la Alemania del bloque soviético. Murió con la dignidad del hombre libre en la frontera entre dos mundos y ante los ojos desesperados de cientos de berlineses que constataban cómo las ideologías eran más importantes que los seres humanos. Peter Fechter, un ser humano, murió libre y sin ideologías. No fue el primero ni el último.
Era agosto de 1962, la ciudad había sido dividida con el Muro justo un año antes, el 13 de agosto de 1961. Muchos habían intentado la huida desde entonces y muchos más lo harían después. Miles lo lograron, cientos murieron en el intento; pero el caso de Peter Fechter conmocionó más que ningún otro y le dio la vuelta al mundo, pues expresaba perfectamente el drama humano de la Guerra Fría, justo ahí en su símbolo más conocido y evidente: el Muro de Berlín.
Fechter era un obrero de Berlín oriental de 18 años de edad, quien junto a un compañero de trabajo intentó escapar de esa prisión que era la Alemania Oriental y todo el bloque comunista. La orden era clara contra los fugitivos: disparar a matar. Los dos jóvenes trabajadores habían logrado atravesar la zona fronteriza tras burlar los controles militares y llegar hasta el primer muro. Lo escalaron. Frente a ellos unos 100 metros los separaban de la libertad, los 100 metros de la zona de la muerte, el espacio abierto que tenían que recorrer a toda velocidad para llegar al segundo muro, la verdadera frontera; los 100 metros que tenían los francotiradores para cazar seres humanos. Detrás de la pared estaba Berlín Occidental y el llamado mundo libre.
Unos metros, unos segundos… eso era todo lo que los separaba de la quimera. Veintiún balas terminaron violentamente con el sueño. Peter pudo ver a su amigo escalando el segundo muro al tiempo que su cuerpo se desplomaba con heridas en el vientre y la espalda del lado occidental de Berlín. Era libre. Eso fue lo último que supo. Durante los siguientes 50 minutos, la Policía del lado oriental impidió cualquier intento de rescate para el joven agonizante.
Los civiles gritaban consignas, los inermes policías occidentales estaban amenazados por los rifles orientales, y los soldados estadounidenses, responsables armados de la seguridad en la zona, no quisieron hacer nada que encendiera más los candentes ánimos de la Guerra Fría. Tras 50 minutos de agonía pública, Peter murió en la frontera de la libertad, su cadáver fue regresado al lado oriental por la policía comunista. Las ansias de control y dominio van más allá de la muerte.
Mientras existió el Muro hubo unas 5000 fugas y unas 250 personas murieron por disparos al intentar cruzar. La pesadilla terminó la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, cuando el pueblo berlinés se adelantó a los planes de las autoridades, y cientos de miles de personas se dieron cita en la puerta de Brandemburgo para cruzar por el muro. Las tropas no hicieron nada y la gente comenzó a llegar con todo tipo de material de destrucción. Los alemanes derribaron el muro que los dividía desde hacía 28 años.
TODOS CONTRA ALEMANIA
En 1914 un serbio mató en Bosnia al archiduque de Austria, y según nos cuenta la versión de los ganadores, esa fue la razón para comenzar una guerra entre Alemania, el Imperio
Austriaco y el Imperio Turco, contra Inglaterra, Francia, Rusia y Estados Unidos. Un serbio mata en Bosnia al heredero de Austria, en consecuencia
Alemania pierde colonias y territorio, hasta que finalmente es partida en dos. No tiene sentido alguno, pero así nos han contado la historia desde entonces, y como decían los nazis, una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, algo en lo que son expertos los estadounidenses a la hora de contar la historia.
Así como nos dijeron que asesinar 80 000 inocentes en cinco segundos con el poder del átomo fue necesario para acabar con la guerra, siempre se nos ha dicho que Alemania fue la culpable de las dos guerras mundiales, y que su separación fue necesaria por el peligro que ese país unido significaba para la paz mundial. Nada más lejos de la verdad, pero la verdad histórica la decide el vencedor.
El pueblo alemán había buscado su unidad desde el siglo XVI, y siempre se enfrentó a la
oposición de las potencias de la época, que siempre vieron el potencial de una Alemania unida para desplazar a los demás países. De 1618 a 1648 se dio la Guerra de los Treinta Años, donde varios países europeos atacaron al entonces Sacro Imperio Germánico y lo despojaron de varios territorios; uno de ellos fue un símbolo por siglos: Alsacia y Lorena, que fue tomado por Francia y se
convirtió desde entonces en fuente de conflicto con los alemanes.
En los siguientes siglos se impidió la unidad de Alemania. Lo intentaron en 1815 en el Congreso
de Viena, en el que se reorganizó Europa tras las guerras napoleónicas, pero Inglaterra, Francia y Rusia lo impidieron. Finalmente, a partir de 1864 el canciller del reino alemán de Prusia, Otto von Bismarck, decidió que la unidad de la nación no podía esperar, y a base de conquistas comenzó la unificación alemana. El que se opuso en ese momento fue Napoleón III, emperador francés, quien le declaró la guerra.
Bismarck ganó y culminó la unificación del Imperio Alemán al
anexarse de regreso Alsacia y Lorena. Era 1871 y el Imperio Alemán acababa de nacer. Francia e Inglaterra eran los dos grandes imperios industriales que dominaban casi todo el mundo. Ambos venían construyendo ese dominio desde el
siglo XVI, contra todos y entre ellos. Para 1871 eran dueños de casi todo, y su dominio mundial, que compartían con el Imperio Ruso, estaba asegurado. Ese año nació Alemania como potencia industrial, una potencia que desplazó de inmediato a Inglaterra, Francia y Rusia, los tres más interesados en destruir Alemania, los tres que le declararon la guerra… los tres que la destrozaron, y junto
con Estados Unidos, los tres que la dividieron.
En 1990 fueron las cuatro
potencias que tuvieron que autorizar la reunificación. Se culpa a Alemania de la Primera Guerra Mundial, cuando en realidad es tan culpable como Rusia, Francia o Inglaterra, pero como ellos ganaron, quedaron eximidos de toda responsabilidad. En la Paz de Versalles se destrozó a Alemania, se le quitó territorio, población y recursos, y se le impuso una deuda impagable de 200 000 millones de francos, que todo lo que buscaba era detener todo posible crecimiento de la
mutilada nación. Pero Alemania se levantó, se reconstruyó, volvió a ser potencia, recuperó territorios arrebatados… e Inglaterra y Francia le
declararon la guerra una vez más.
LA CARRERA POR BERLÍN
De la Primera Guerra Mundial nos dicen que comenzó por el asesinato de Franz Ferdinand, a pesar de lo absurdo de dicha versión. De la segunda guerra nos cuentan una historia similar: Hitler invade Polonia, y en consecuencia hay guerra entre Alemania, Italia y Japón contra Inglaterra, Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética… de pronto comenzó a importar Polonia, el país que era
tradicionalmente dividido y repartido entre los poderosos para limar asperezas.
Tras la invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, Inglaterra y Francia comenzaron la guerra
contra la Alemania Nazi, Estados Unidos se declaró neutral, y en la Unión Soviética, Stalin ya había firmado un pacto de no agresión con Hitler, a través
del cual se repartían Polonia… no era la primera vez que Rusia y Alemania se comían dicho país. Para 1941 Hitler tenía un dominio absoluto de Europa, y tomó la peor decisión de su vida: invadir la URSS. Fue el principio del fin.
A partir de 1941, y ya con los soviéticos como aliados, comenzó la debacle alemana. Ese mismo año, después del ataque a Pearl Harbor, Estados Unidos se sumó a la contienda. Para 1944 eran los soviéticos, principalmente rusos y ucranianos, los que habían muerto por millones para derrotar a los nazis, pero en junio de ese año, los aliados occidentales desembarcaron en Normandía y comenzó el ataque contra Alemania en dos frentes. Comenzó también la carrera por Berlín.
Los aliados occidentales, Estados Unidos, Inglaterra y Francia, no tenían nada que ver con
la Unión Soviética, de hecho sus sistemas políticos y económicos eran antagónicos y enemigos por naturaleza. Lo único que tenían en común era el enemigo alemán, pero para 1945 quedaba ya claro que una vez derrotados los nazis, los aliados
se tornarían enemigos. Por eso era importante llegar primero a la capital alemana.
Estados Unidos avanzaba a pasos agigantados con el Proyecto Manhattan, pero la URSS y Alemania tenían sus propios programas nucleares, y todo el uranio enriquecido del proyecto alemán estaba en Berlín, junto con los científicos responsables de la investigación. La URSS y los Estados Unidos sabían muy bien que la carrera por
Berlín era la carrera por el poder del átomo. Fue así como muchos criminales de guerra, en vez de ser juzgados, recibieron nacionalidad estadounidense o rusa.
El 2 de mayo de 1945, ya con Hitler muerto, los soviéticos terminaron de tomar Berlín. El día 8
llegaron los aliados y se firmó la paz. La guerra en Europa había terminado. Quedaba pendiente el tema de qué hacer con Alemania, y en la Conferencia de Potsdam, en junio de 1945, se decidió dividirla en cuatro zonas
administrativas, una para cada potencia vencedora.
Berlín, la capital, quedaba al centro de la zona de ocupación soviética, pero se decidió que a
pesar de eso, la ciudad también debería ser partida en cuatro. Ese es el origen de un Berlín oriental, bajo mandato soviético, y un Berlín Occidental dividido entre Inglaterra, Francia y Estados Unidos, pero con este último país como verdadero mandatario. Alemania fue el botín de la guerra.
Nunca hubo una conferencia de paz para terminar con la Segunda Guerra Mundial, y aunque
tampoco hubo una declaración de guerra, era evidente el estado de beligerancia entre los dos países que emergían como nuevos dueños de ese nuevo mundo: Estados Unidos y la Unión Soviética. La Guerra Fría no fue más que medio siglo
de conflicto por el dominio del mundo, sus personas y sus recursos, el llamado mundo bipolar que se dividió precisamente en las dos Alemanias.
UN MURO DIVIDE EL MUNDO
La división de Alemania hecha en 1945 tenía carácter de provisional mientras los vencedores
tomaban una resolución definitiva, resolución que nunca pudieron dialogar, pues los antiguos aliados ya eran los nuevos enemigos. Francia quería destruir a Alemania y llegó a sugerir partirla en ocho estados agrícolas, los ingleses hablaban de una división en dos, soviéticos y estadounidenses querían una sola Alemania, pues sabían que era el motor económico del continente, pero cada uno
la quería en su bando.
Tras cuatro años de indecisión, los aliados occidentales decidieron fusionar sus tres sectores en un solo país al que dotaron de constitución en mayo de 1949. Nacía en ese momento la República Federal Alemana, dominada y vigilada por Estados Unidos, con una boyante economía capitalista y nueva capital en la ciudad de Bonn. En consecuencia y como reacción, los soviéticos convirtieron su parte de Alemania en la República Democrática Alemana, de economía socialista y vigilada por Moscú, su capital era Berlín. Habían nacido las dos Alemanias que coloquialmente fueron conocidas como Occidental y Oriental.
La frontera entre las dos Alemanias era el símbolo de la división del nuevo mundo surgido de la Segunda Guerra Mundial, la división entre el capitalismo y el comunismo, la separación entre los dos mundos de esa nueva Guerra Fría. Pero Berlín, en medio de la zona soviética, de la Alemania oriental, tenía su isla de capitalismo en Berlín Occidental, que era en realidad un signo de resistencia y de propaganda capitalista.
La ciudad permanecía unida, pero cada vez era más difícil moverse sin salvoconductos de un lado al otro, y cada vez más personas trataban de huir a la parte occidental para de ahí ir a lo que para entonces se llamaba El Mundo Libre. Berlín era la puerta hacia Occidente y se calcula que entre 1949 y 1961, tres millones de personas de Europa oriental escaparon por ahí. Por eso las autoridades soviéticas tomaron una decisión tajante.
La noche del 12 de
agosto de 1961 los berlineses se fueron a dormir como cualquier otro día, pero
esa noche, el ejército de Alemania oriental y las tropas de ocupación soviética extendieron una alambrada a lo largo de toda la ciudad para dejarla oficialmente dividida en dos. Antes de que amaneciera, todo Berlín Occidental estaba rodeado
por alambres y soldados. El 13 de agosto los alemanes amanecieron y pudieron ver horrorizados la primera etapa del Muro de Berlín. De un día para otro, familias enteras quedaron separadas por un muro ideológico.
El 15 de junio de 1961, Walter Ulbricht, presidente de la Alemania socialista, hizo una tajante declaración: ¡Nadie tiene la intención de levantar un muro! Dos meses después un muro dividía al mundo. La noche del 12 al 13 de agosto, a la 1:05 de la mañana se apagaron las luces de la Puerta de Brandemburgo, frontera entre los dos sectores de Berlín. La policía de la Alemania Oriental comenzó a cerrar calles y extender alambradas. En la parte occidental se creyó que la RDA iba a invadir Berlín Oeste, pero la Policía se quedó en el límite, tan solo supervisando una operación muy extraña: un alambrado comenzaba a ser tendido alrededor de todo el sector occidental de Berlín.
A partir del 13 de agosto de 1961 se produjo una carrera macabra entre los que huían y las Tropas Fronterizas que intentaban que las alambradas fueran cada vez más difíciles de
pasar. Los que querían huir saltaban alambradas, se arrastraban por debajo de las barreras de separación, se estrellaban en automóvil a toda velocidad contra la alambrada o se arrojaban al río Spree para cruzar a nado. Con el tiempo hubo todo tipo de huidas: túneles, escapes por el río, cables de estilo tirolesa y hasta globos aerostáticos.
Al terminar su construcción, el muro se extendía por 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos, y 115 kilómetros más que rodeaban esa mitad de la ciudad, para separar la parte occidental de la ciudad del territorio de la RDA. El muro era
evidentemente una estrategia para que nadie saliera de la Alemania socialista, pero siempre se dijo que era exactamente al revés: un muro de protección antifascista, para que los capitalistas no intervinieran. Pero nunca en la historia del comunismo hubo proletarios occidentales tratando de escapar hacia el paraíso proletario.
El Muro tuvo tres grandes etapas constructivas; la primera fue de 1961 a 1968 y comenzó con la
alambrada que poco a poco se transformó en un muro de bloques de hormigón. Entre 1968 y 1980 se elevó al muro hasta cuatro metros, se hizo más espeso, y se demolieron viviendas en la zona fronteriza para crear la zona de la muerte, ese espacio vacío entre dos muros para apostar francotiradores y abatir a los
fugitivos. Entre 1981 y 1989 hubo una tercera etapa en la que las cámaras y diversos equipos tecnológicos se agregaban a la inmensa pared.
En 1989 la Alemania Socialista cumplía 40 años de existencia, y una de las “celebraciones” sería perfeccionar el Muro con la más alta tecnología. Al comenzar ese año, el 19 de enero, el presidente Eric Honecker declaró: este muro existirá 100 años más. A finales de ese año el Muro había dejado de existir.
LA VIDA DESPUÉS DEL MURO
En 1985 Mijail Gorbachov tomó el poder en la Unión Soviética y fue el primer y único mandatario de la potencia comunista que decidió aceptar la realidad: que la potencia comunista estaba quebrada, que el sistema no funcionaba y que era necesario aplicar una serie de reformas modernizadoras de la economía. La China comunista había aceptado lo mismo en 1979, cuando Deng Xiaoping tomó el poder.
Gorbachov decidió detener el programa nuclear y comenzar a desmantelar el arsenal, en gran medida debido a la crisis económica. Por esa misma razón decidió, en 1989, que la URSS
retiraría sus tropas de todo país ocupado. Se retiraron de Afganistán y varios lugares más de Asia y África, y comenzó la desocupación del bloque de Europa Oriental. La Alemania socialista se quedó sin el apoyo soviético y se hizo evidente que el sistema no funcionaba sin dicho apoyo. El presidente Honecker renunció a su cargo el 18 de octubre de ese año; tres semanas después, el muro
que duraría 100 años más había sido derribado por el pueblo.
El Muro de Berlín no comenzó a caer en Alemania sino en otros países del lado oriental. Hungría y Checoslovaquia habían abierto sus fronteras hacia occidente, y gente de todos
los países del bloque huía legalmente por ahí. La existencia del Muro era ya totalmente inútil. Los alemanes orientales comenzaron a presionar por libertad de tránsito hacia otros países, y el débil gobierno provisional anunció que se darían visas y que sería posible cruzar la frontera del Muro inmediatamente. El anuncio se lanzó el 9 de noviembre y el clamor del pueblo alemán no se hizo
esperar.
Alemania se hizo una sola persona y comenzó a escalar el Muro de Berlín, que ante la impotencia de las autoridades, quedó oficialmente abierto el 10 de noviembre. Los grandes bloques de hormigón comenzaron a caer, los desconocidos se abrazaron en los caminos, la cerveza gratuita inundó las calles, las familias se reencontraron, los ciudadanos arremetieron contra la pared con lo que tuvieran a la mano, y las dos Alemanias comenzaron a negociar la reunificación.
No fue fácil. Reunificar Alemania no era una decisión que pudieran tomar los alemanes por sí
mismos, pues necesitan la autorización de las cuatro potencias que la dividieron. Inglaterra, Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética tuvieron que estar de acuerdo. El Tratado Dos Más Cuatro (las dos Alemanias y las cuatro potencias vencedoras), o Tratado sobre el acuerdo final con respecto a Alemania, fue firmado el 12 de septiembre de 1990 en Moscú. La reunificación
alemana se dio de forma oficial el 3 de octubre de 1990, hoy fiesta nacional del país.
Alemania aprendió del pasado, los muros de todo tipo han sido derribados, y el Berlín de hoy es una ciudad de paz, concordia, pluralismo, multiculturalidad, diversidad y respeto que sería la pesadilla del Führer. Sea bajo tierra donde estaba su búnker, en Moscú donde según dicen se llevó su cadáver Stalin, o en Buenos Aires donde dicen los conspiradores que huyó, Hitler debe estar revolcándose en su tumba. Alemania es plural, Berlín absolutamente cosmopolita, se hablan varios idiomas, se ven manos de todos los colores estrechándose, hay un memorial para los
judíos y la venta de Mein Kampf[Mi lucha, libro de Adolfo Hitler] está prohibida. Paradójicamente, la verdadera grandeza alemana se ha construido sobre los sueños rotos de su Führer.
Los Estados Unidos que dividieron a Alemania siguen levantando muros, el Israel de los judíos que lamentan el holocausto, los levanta también. Muy poco aprende la humanidad.