Cortázar fue un trotamundos, un luchador social de países heridos como Argentina, Chile, Nicaragua y Cuba.
Y ustedes, ¿de qué manera se enamoran?
A mí me gustaría hacerlo como describe Cortázar que se enamoran los cronopios, aquellos seres verdes y húmedos de su libro Historias de cronopios y de famas: perder la cabeza, dejar de escribir en el papel para redactar poemas en todas partes y, por supuesto, cortar margaritas.
Hoy los cronopios de todo el mundo, que seguro se cuentan por millones, están de fiesta. Este martes 26 de agosto celebran el centenario del nacimiento de su creador: Julio Florencio Cortázar.
Julio Cortázar nació en Ixelles, un suburbio en el sur de Bruselas, Bélgica, producto de la unión de Julio José Cortázar y María Herminia Descotte. Su padre era agregado comercial de la embajada de Argentina en Bélgica.
Años después, él mismo describiría ese acontecimiento así: “Las circunstancias de mi nacimiento fueron nada extraordinarias, pero sí un tanto pintorescas, porque fue un nacimiento que se produjo en Bruselas como podría haberse producido en Helsinki o en Guatemala: todo dependía de la función que le hubieran dado a mi padre en ese momento. El hecho de que él acababa de casarse y llegó prácticamente de viaje de bodas de Bélgica hizo que yo naciera en Bruselas en el mismo momento en que el káiser y sus tropas se lanzaban a la conquista de Bélgica, que tomaron en los días de mi nacimiento. De modo que ese relato que me ha hecho mi madre es absolutamente cierto: mi nacimiento fue un nacimiento sumamente bélico, lo cual dio como resultado a uno de los hombres más pacifistas que hay en este planeta”.1
Durante la Primera Guerra Mundial, los Cortázar huyeron a Suiza y luego a Barcelona. Cuando Julio tenía cuatro años, volvieron a Argentina donde transcurrió su infancia en Banfield, en el sur del Gran Buenos Aires.
Debido a las constantes enfermedades, pasó mucho tiempo en cama, por lo que su única distracción era la lectura, afición en el que su madre lo guió a través de las historias de Julio Verne, Víctor Hugo y Edgar Allan Poe. Además, el pequeño dedicaba horas al Pequeño Larousse. Tal era su pasión por los libros que algunos llegaron a considerarla una enfermedad.
Las letras lo llevaron a convertirse en maestro normalista en 1932, y en profesor de Letras en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta tres años después. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. En 1944 publicó su primer cuento, Bruja, en la revista Correo Literario.
Divertimento, su primera novela, fue escrita en 1949, y para muchos es un anticipo de la obra que le daría fama mundial, Rayuela, de 1963. Dentro de la treintena de libros de su autoría, otros también muy populares son: Las armas secretas, Todos los fuegos el fuego,Queremos tanto a Glenda, Bestiario, Final del juego y Octaedro.
Sobre su actividad primaria, la escritura, Cortázar aclaró: “No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman pensamiento y que hace la prosa literaria u otra. Hay primero una situación confusa, que solo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto, y si lo que quiero decir (si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal: la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro”.2
Convertir un apellido en adjetivo
Algunos autores han reconocido abiertamente que escribían para ser queridos. A diferencia de ellos, Cortázar no lo dijo, pero lo logró. Su casa editorial relanzó su obra en la década de 1990 con una campaña cuya frase principal era: “Queremos tanto a Julio”. Resultó tan exitosa que permitió reavivar en las nuevas generaciones una devoción hacia sus textos.
En el contexto de este centenario, propios y extraños han analizado sus libros y aportaciones. Se han detenido en su afición al box y en su trabajo como traductor. Han hablado de la pipa que fumó, de sus anteojos, de la trompeta con la que atormentaba al vecindario. De la Olivetti, esa vieja máquina de escribir con la que produjo magia, y hasta de su gato Franelle. Lo han llamado innovador, descarado, talentoso y hasta cínico.
Pero de todo ello me quedo con dos apuntes. Uno es de Rosalba Campra, autora de Cortázar para cómplices: “Julio es de los pocos autores que han convertido su apellido en un adjetivo; como hay kafkiano, hay cortazariano”. Atribuye esa cualidad a que sus escritos parecen sueños que nadie se atreve a explicar, ya que “escribió con una magia que perdura”.
El otro apunte es de Jezreel Salazar, Premio Alfonso Reyes de Ensayo 2004: “Cuando una persona se acerca a sus cuentos, se despierta. Leerlos es abrir los ojos. Y en esa circunstancia muy pocos escritores pueden competir con él”.
Cortázar fue un trotamundos, un luchador social de países heridos como Argentina, Chile, Nicaragua y Cuba. Fue un “vividor”, en el buen sentido de la palabra: “Si me paso más de 10 minutos sin hacer algo, sea lo que sea, tengo la impresión de que soy ingrato con ese hecho maravilloso que es estar viviendo, tener ese privilegio de la vida”.3
Este año, en el que también se cumplen 30 de su muerte, acaecida el 12 de febrero de 1984, me asumo como una legionaria más de la Internacional Cronopia. De esos que cuando se enamoran, pierden la cabeza y cortan margaritas.
1, 2 y 3. Citas tomadas de Cortázar de la A a la Z, edición de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga.
Hannia Novell es periodista y conductora del noticiario de la televisión mexicana Proyecto 40. @HanniaNovell