Los juegos de la paz se celebran en un escenario de guerra.
“Te puedo dar una garantía para proteger los Juegos Olímpicos de Invierno del próximo año. Los chechenos que amenazan la seguridad de los juegos son controlados por nosotros”. Esta fue la amenaza que el príncipe Saud, Bandar bin Sultan, lanzó al zar de todas las Rusias en agosto del 2013, si Vladimir Putin no aceptaba la derrota de Siria y la caída de dicho régimen. Una amenaza terrorista que al parecer se cumplió en Volgogrado los últimos días del 2013, y que se mantiene latente sobre los Olímpicos de Invierno de Sochi de 2014.
Los juegos de la paz se celebran en escenario de guerra, más que nunca la sombra del terrorismo amenaza a una sede olímpica, y mancha el espíritu de los juegos con miles de millones de barriles de petróleo, y ambición de control y dominio. Las fiestas de la paz se han convertido en herramienta y plataforma política…, y los políticos resultan ser mucho más expertos, e interesados, en el conflicto que en la paz. Un réquiem por el espíritu olímpico, ahora rehén de las más bajas ambiciones humanas, escaparate de regímenes y dictadores, recurso geopolítico, y pretexto de terrorismo y violencia.
Pocas regiones del mundo son hoy tan conflictivas como el Cáucaso, donde confluye el terrorismo de Chechenia y Daguestán con los separatismos de Osetia y Abjasia dentro de Georgia, mezclados a su vez con conflictos étnicos y odios religiosos. Todo esto ocurre, casualmente, en la zona del mundo donde la Federación Rusa y Estados Unidos luchan por mantener el control de ese inmenso negocio que son los oleoductos; la región del planeta donde Putin pretende ser el único que mueva los hilos, y donde el imperialismo ruso añora los tiempos soviéticos.
Entre los necesarios despliegues de seguridad y el exhibicionismo político de Putin, e inflado por la corrupción de Estado, los juegos de Sochi 2014 se han convertido en los olímpicos más caros de toda la historia, superando incluso el derroche chino del 2008. Unos juegos donde la sociedad internacional del simulacro mandará a sus atletas a fingir humanismo y armonía a escasos kilómetros de un conflicto que tratarán de ignorar, al mismo tiempo que lo condenan, un conflicto donde se mezcla el odio religioso con el racial, el terrorismo islamista contra el terrorismo de Estado, y donde Rusia, Georgia, Estados Unidos y Arabia Saudí juegan al Monopoly con vidas humanas de por medio, pero, ¿qué es lo que pasa en el Cáucaso?
Entre oleoductos y terroristas
El Cáucaso es zona de paso de oleoductos, y eso lo convirtió en zona de paso de terroristas, unos con apoyo saudí-americano, otros con apoyo ruso. En ambos casos creen que luchan por la libertad, por la patria o por Alá, y en ambos casos son títeres al servicio de la expansión imperial y los intereses petroleros.
La zona es una cordillera entre los mares Negro y Caspio; este último es una reserva de petróleo de unos 100 000 millones de barriles, de donde se extraen unos 6 millones al día. Una fuente nada despreciable que hasta el 31 de diciembre de 1991 era en exclusiva del dominio soviético…, al día siguiente, tras la disolución de la URSS, se convirtió en el centro geopolítico del juego petrolero. Nacían independientes países como Turkmenistán, Kazajstán y Azerbaiyán, con muchas necesidades, y como nuevos propietarios de las costas del mar Caspio, con mucho petróleo, pero sin dinero para extraerlo y transportarlo. Los magnates petroleros del mundo estaban de plácemes.
Durante la era soviética, no solo el Caspio y sus hidrocarburos eran de la potencia comunista, sino que todos los oleoductos que transportaban ese petróleo también lo eran. En tiempos de Guerra Fría, era impensable disputarle ese dominio a Rusia, pero tras el colapso del imperio del martillo y la hoz, esa gran parte del tablero de ajedrez quedó a disposición de los estadounidenses.
Como el Caspio es un mar cerrado, los ductos son de vital importancia en el negocio petrolero, y Estados Unidos tenía proyectado dos muy importantes: el Turkmenistán-Afganistán-Pakistán, para lo cual hacía falta un gobierno estable en Afganistán, razón por la cual el gobierno de Clinton apoyó a los talibán para hacerse del poder en 1995; y el Azerbaiyán-Georgia-Turquía, para lo cual hacía falta un gobierno a modo en Georgia, lo que se logró con una rebelión en 2003.
Para 1995 Estados Unidos tenía control de las reservas de Irak, gracias a la operación Tormenta del Desierto, las grandes empresas norteamericanas extraían el petróleo del Caspio, y el gobierno de Estados Unidos negociaba con los talibán la construcción del tramo afgano del oleoducto (negociación fallida que fue la causa de la invasión del 2001).
El 18 de noviembre de 1998, Bill Clinton estuvo en Turquía para firmar un importante acuerdo con cuatro países de la zona, un triunfo para Estados Unidos y sus planes de controlar los campos petrolíferos. Los gobiernos de Turquía, Georgia, Azerbaiyán y Kazajstán firmaron un pacto para la construcción de un oleoducto desde este mar hasta el puerto de Ceyhán, en la costa mediterránea de Turquía.
La participación de los cuatro países era vital; Kazajstán porque gran parte del petróleo a extraer está principalmente en sus aguas territoriales; Azerbaiyán, que además de sus grandes reservas es el punto de partido del ducto, ya que el resto de la costa occidental del Caspio es de Rusia. Georgia es un país de paso obligado para llegar al punto final, Turquía, la puerta de entrada a Europa, el cliente principal de ese lado del mundo.
Los rusos habían sido los grandes monopolizadores del transporte de crudo en la zona del mar Caspio y el Cáucaso durante la era soviética. Ahora la Federación Rusa veía cómo los estadounidenses se afianzaban en una zona del mundo que tradicionalmente había sido de su propiedad, y cómo amenazaban su propio negocio petrolero. Rusia posee un oleoducto que también sale de Azerbaiyán, entra a territorio ruso por Daguestán, y continúa por Chechenia hacia el mar Negro. Así pues, un oleoducto de intereses rusos pasa por Chechenia, donde estadounidenses y saudíes patrocinan el terrorismo, y un oleoducto de intereses americanos pasa por Georgia, donde los rusos patrocinan los movimientos separatistas.
El conflicto del Cáucaso
El Cáucaso es una zona muy pequeña, es justo la unión entre Europa oriental y Asia occidental, en el reducido espacio entre los mares Negro y Caspio. Es además una zona muy montañosa, geográficamente compleja, donde diversas comunidades humanas han convivido en relativo aislamiento unas de otras, desarrollando características étnicas diferentes, así lenguas y religiones distintas, principalmente una serie de variantes de cristianismo e islam. Es también una zona de pueblos que siempre han luchado por su libertad contra tres grandes imperios: el persa, el ruso y el turco.
Desde el siglo XVI esta zona del mundo se convirtió en choque de fronteras entre dichos imperios. La expansión de los turcos se encontró con la expansión de los rusos, y una variedad de pueblos, como armenios, georgianos, chechenos, osetios y azeríes, eran propiedad de unos u otros según los caprichos históricos.
A lo largo del siglo XIX, los rusos se fueron definiendo como propietarios del Cáucaso Norte, y los turcos, del Cáucaso Sur. Es en esta época cuando el Imperio Ruso conquistó a los chechenos e incorporó el reino de Georgia al Imperio. La caída del zar en 1917 provocó movimientos de independencia entre los pueblos caucásicos, y efímeras repúblicas existieron entre 1918 e inicios de la década de 1920… cuando los bolcheviques y su ejército rojo integraron la zona dentro de su nuevo experimento comunista: la Unión Soviética.
En 1922, Georgia, Azerbaiyán y Armenia quedaron unidas en la República Federal Socialista Soviética de Transcaucasia, dentro de la URSS, a pesar de ser pueblos con conflictos étnicos, religiosos y lingüísticos entre sí. Fue en 1936 cuando cada uno de esos tres territorios adquirió por separado el estatus de república soviética socialista, como entes federados dentro de la Unión Soviética.
En diciembre de 1991, en la ciudad kazaja de Alma Ata, las repúblicas que aún formaban la decadente URSS firmaron el protocolo donde se establecía su disolución para el 31 de diciembre a la media noche. Fue así como 1992 amaneció con 15 países nuevos y sin Unión Soviética. Cayó el bloque comunista, se disolvió el Pacto de Varsovia y terminó la Guerra Fría. El Cáucaso y todos sus recursos estaban abiertos al llamado mundo libre.
Del colapso soviético nacieron, pues, Georgia, Azerbaiyán y Armenia como los conocemos hoy, pero no pasó lo mismo con otros pueblos caucásicos como los chechenos. Cuando se derrumbó el imperio del zar en 1917, los chechenos buscaron su independencia, pero fueron absorbidos por los bolcheviques; cuando cayó el imperio bolchevique, buscaron de nuevo su autodeterminación, pero fueron absorbidos por la nueva Federación Rusa.
Y es que, así como Georgia, Azerbaiyán o Armenia eran repúblicas integrantes de la URSS, Chechenia, y su provincia vecina Daguestán, también separatista, eran desde entonces parte de la República Soviética Socialista de Rusia, por eso es que la Federación Rusa nacida en 1992 mantuvo el territorio… por eso, y para conservar mayor cantidad de costas en el mar Caspio, con su correspondiente petróleo, así como las rutas de oleoductos, que para mayor desgracia de los chechenos, atraviesa precisamente por Grozny, su capital. En 1992 exigieron su independencia, en 1994 comenzó una guerra que aún no termina.
Vayamos con Georgia, país fundamental para las estrategias, tanto rusas como estadounidenses. Comenzó su vida independiente en 1992, gobernada casi desde el principio por Edvard Shevardnadze, quien durante la etapa soviética fue ministro del Exterior bajo el régimen de Gorbachov, de quien era muy cercano. Un hombre de origen soviético y comunista, lo cual le permitió hacerse del poder por 11 años con métodos que en nada se alejaban de la era soviética.
En 2003, rumores generalizados de fraude en las elecciones parlamentarias provocaron varios conflictos, y cientos de miles de personas exigieron la dimisión del presidente. Ese año, con el 11/9 como pretexto, Estados Unidos ya había destruido Afganistán y comenzaba su operación en Irak; al mismo tiempo, la construcción del oleoducto Bakú (Azerbaiyán) – Tiflis (Georgia) – Ceyhán (Turquía) seguía su marcha rumbo a Georgia, donde los norteamericanos preferían un nuevo presidente, más cercano a Estados Unidos que a Rusia. Era momento de quitar a Shevardnadze.
El líder de los opositores era Mijail Saakachvili, un abogado de 36 años con tendencias pro occidentales, y que de hecho se educó en Estados Unidos. Tras varios enfrentamientos y manifestaciones, Shevardnadze renunció a su cargo y en las elecciones de principios de 2004 salió electo Saakachvili como presidente de Georgia, cargo que ejerció hasta noviembre de 2013.
Saakachvili siempre fue partidario de alejarse lo más posible de Rusia, y de un Vladimir Putin que siempre ha tenido la intención de recuperar el área de poder de lo que fue la Unión Soviética, y de esa zona tan estratégica para el negocio petrolero que es el Cáucaso. Para ello, orientó su política externa a ser un gran aliado de Estados Unidos, así como buscar su adhesión a la OTAN.
La OTAN y la nueva Guerra Fría
Desde que Mijail Sakaaschvilli tomó el poder en Georgia, la postura de su país fue absolutamente pro estadounidense, y fue el gran aliado de Washington en la zona del Cáucaso, por la que circula el 50 por ciento del petróleo mundial, también desde entonces anunció su intención de adherirse a la OTAN, lo cual nos lleva a otro punto fundamental, sin Guerra Fría, sin URSS y sin Pacto de Varsovia, ¿por qué sigue existiendo la OTAN y qué tiene Georgia que hacer ahí?
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) surgió en 1949 con un pretexto legítimo entonces; ante la posibilidad de que la naciente ONU no bastara para poner orden mundial, los países de la cuenca atlántica garantizaban por lo menos la paz en su lado del mundo, el hemisferio occidental, autoproclamado también como el Mundo Libre. En realidad estaba comenzando la Guerra Fría y la Organización del Tratado del Atlántico Norte era el bloque militar del occidente capitalista contra la expansión del comunismo.
En 1955 la Unión Soviética respondió con la creación del Pacto de Varsovia, un pacto militar de la URSS y sus satélites; si bien el acuerdo militar comunista surge como reacción de defensa ante la OTAN, la existencia de ambos los legitimaba de forma recíproca, es decir, el bloque occidental quedaba más justificado aún ante la alianza militar de los soviéticos y viceversa. Un lado era comandado por Estados Unidos y otro por la URSS, había unas 50 000 cabezas nucleares por bando, suficiente para aniquilar el mundo unas 100 veces, y a esa Mutua Destrucción Asegurada (MAD por sus siglas en inglés) le llamaban el equilibrio del terror.
Pero nadie soltó sus bombas, y en 1991 la Unión Soviética dejó de existir. Para ese momento la potencia comunista ya había sido bautizada como el Imperio del Mal y se le culpaba de todos los conflictos mundiales, de patrocinar el terrorismo alrededor del orbe y de tener a todo el planeta al borde de la guerra total. Pero la URSS dejó de existir, Estados Unidos quedó como potencia única, y los conflictos no solo no terminaron, sino que arreciaron, creció el terrorismo y las guerras locales en todos los rincones del mapamundi.
Con la disolución soviética dejó de existir el Pacto de Varsovia, única razón de ser de la OTAN, pero esta no solo
no desapareció, sino que comenzó a fortalecerse. ¿Por qué si el temible Imperio del Mal había dejado de existir, era necesario hacer crecer el bloque militar occidental?
La URSS, la Guerra Fría y el Pacto de Varsovia dejaron de existir en 1991, y comenzó entonces la mayor expansión de la OTAN hacia Europa Oriental, antes enclave soviético, y que desde luego no tiene nada que ver con el Atlántico Norte. En 1999 se integraron Polonia, República Checa y Hungría, y en 2004 lo hicieron Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia, Rumania y Bulgaria. Georgia y Ucrania coquetearon con la idea.
Estados Unidos lleva años rodeando militarmente a Rusia, tal y como en los viejos tiempos de Guerra Fría. Hay bases norteamericanas en Turquía, en Israel, en Irak, en India, en Japón y en Alaska. El ingreso de Georgia a la OTAN significaría otra base norteamericana, ahora en frontera con Rusia, así como a 100 kilómetros del otro gran estorbo en este ajedrez petrolero: Irán.
Cabe señalar que la OTAN impone requisitos para poder ingresar a la organización, y uno de ellos es que el país aspirante no debe tener conflictos separatistas y territoriales. Eso es justo lo que Rusia le ha organizado a Georgia en las regiones de Osetia del Sur y Abjasia. El objetivo de Vladimir Putin es claro: dejar a Estados Unidos y la OTAN lo más lejos posible del Cáucaso, y en general de todo aquello que en el pasado fuera influencia soviética.
Chechenia, Osetia y Abjasia
Nuevamente la historia comienza con el colapso soviético. En 1992, estas tres regiones caucásicas exigieron el reconocimiento de su independencia, en los tres casos fue negada, y en los tres significó el inicio de una serie de conflictos, donde, una vez más, la geopolítica y los intereses de los poderosos son los que mueven los hilos.
Los rusos llegaron a Chechenia en 1834 y los pueblos montañeses de la zona fueron sometidos al Imperio; buscaron su independencia en 1917, pero fueron derrotados por los bolcheviques; para 1991 era parte de la República Soviética de Rusia, el año siguiente, tras la disolución, pertenecía a la Federación Rusa, que no reconoció la proclamación de independencia. En 1994 el conflicto se convirtió en guerra directa y sangrienta, cuando el presidente ruso Boris Yeltsin desplegó el ejército y bombardeó Grozny, dosis que repitió en 1999.
Dato curioso y suspicaz: en la primera guerra de Chechenia, en 1994, los rebeldes enarbolaban una bandera nacionalista; exigían su independencia en calidad de pueblo checheno, étnica y lingüísticamente distinto de los rusos, y proclamaban una república. En la segunda guerra de Chechenia, en 1999, los rebeldes eran islamistas y proclamaban un régimen islámico. No se reivindicaban como pueblo checheno, sino como seguidores de Mahoma y creyentes de Alá.
La guerra nacionalista de Chechenia no importaba a nadie, la guerra islamista de Chechenia les interesa a todos los islamistas, sin importar su origen nacional. En la primera guerra luchaban rebeldes solitarios, en la segunda luchaban muyahidines de todas partes del mundo, y Al Qaeda. No es de extrañar que algunos líderes separatistas de la primera guerra se hayan vuelto pro rusos en la segunda. Entre 1994 y 1999, alguien involucró a los islamistas en un conflicto que nada tenía que ver con ellos.
A partir de ese momento, la Casa Saud se convirtió en la principal patrocinadora de los terroristas chechenos. Ahí está uno de los grandes campos de entrenamiento terrorista a nivel mundial, ahí, en Chechenia, se originan los terroristas a los que Estados Unidos les declaró la guerra, patrocinados por el principal socio petrolero de Norteamérica: Arabia Saudí.
El caso de Osetia y Abjasia se remonta a tiempos de la Perestroika de Gorbachov. Osetia del Sur y Abjasia eran parte de la República Soviética de Georgia, a su vez parte de la URSS; ambas provincias, más relacionadas con los rusos, habían pedido ser incorporadas dentro de la República Soviética de Rusia. Para 1991 esa situación no se había atendido, y así, cuando la URSS dejó de existir, Osetia del Sur y Abjasia quedaron dentro de la nueva Georgia independiente. De inmediato proclamaron su separación, rechazada desde el principio.
Desde 1992, el ejército de Georgia comenzó a atacar ciudades y población de Osetia del Sur, lo cual provocó la intromisión del ejército ruso para apoyar a los separatistas. En Abjasia se repitió la misma historia. El presidente georgiano, Shevardnadze, se apresuró a comenzar negociaciones con la Rusia de Yeltsin, y tanto Osetia como Abjasia fueron ocupadas por fuerzas de paz de la ONU…, soldados que resultaron ser todos rusos.
Desde 1994 así quedaron las cosas, Osetia del Sur y Abjasia exigen una independencia que Georgia no otorga, pero ambas regiones se mantienen semiautónomas y defendidas por soldados rusos. Cabe señalar que el oleoducto georgiano, ese que le compite al ruso, pasa muy cerca de la capital de Osetia del Sur. El estatus de las cosas cambió muy poco hasta el 2008.
2008: la guerra de Georgia
El conflicto clave de los Olímpicos de Invierno 2014 comenzó en los del verano de 2008. El 8 de agosto de ese año, mientras el mundo se maravillaba con la inauguración de los juegos de Pekín, tropas rusas entraron a Georgia e invadieron la mitad del país. Después se supo que eso fue solo la respuesta a la agresión original, que el día anterior, 7 de agosto, atacó a los soldados rusos de los cuerpos de paz destacados en Osetia del Sur.
Estados Unidos culpó a Rusia, Rusia culpó a Georgia, Bush amenazaba con convocar a la OTAN para castigar a los rusos; y Nicolás Sarkozy, presidente francés, y para entonces presidente en turno del consejo europeo, habló de sanciones comerciales a Rusia. En ese momento el presidente ruso, para ese entonces Dimitri Medvedev, amenazó con cortar el suministro de gas a Europa… y entonces poco a poco el discurso europeo comenzó a suavizarse.
La guerra fue breve, el 7 y 8 de agosto se dio la agresión georgiana y la respuesta rusa; para el día 12, Medvedev declaró el fin de las acciones bélicas y aceptó el plan de paz europeo, que incluía retirar las tropas rusas de Georgia.
Días después, el 26 de agosto, la Federación Rusa anunció al mundo que reconocía las independencias de Osetia del Sur y Abjasia…, y entonces comenzó la retirada de tropas rusas, pero los soldados no regresaron a Rusia, sino que entraron en estas dos nuevas repúblicas, reconocidas únicamente por Rusia, Venezuela y Nicaragua. Desde el punto de vista de Georgia, las tropas rusas siguen en su territorio, pero desde el punto de vista ruso, sus tropas están en las recién nacidas repúblicas de Osetia del Sur y de Abjasia, amigas y aliadas de Rusia, que pidieron apoyo militar.
Terminaron las Olimpiadas de Pekín y concluyó la guerra, se declaró que Georgia fue la culpable del conflicto, y se retiró su candidatura para entrar a la OTAN que, hay que señalarlo, había sido aceptada tan solo unos meses atrás, en abril de ese mismo año. Hay que señalar también que, un mes antes de la guerra, las tropas georgianas, con apoyo del ejército de Estados Unidos, habían hecho prácticas de combate en la frontera con Rusia.
El asunto es que el Cáucaso es tierra de paso de oleoductos que conducen petróleo del mar Caspio hacia el Mediterráneo para abastecer Europa; y Estados Unidos y Rusia son los países que desde el principio se lanzaron a la competencia de ser quienes operaran dichos oleoductos. Ningún conflicto dentro de esta zona es fruto de las casualidades; un conflicto permanente en Georgia les conviene a los imperialistas rusos y un conflicto permanente en Chechenia les conviene a los imperialistas norteamericanos.
Es ahí, en este hervidero caucásico donde se festejaran las Olimpiadas de Invierno, es este panorama el que tiene al terrorismo como la principal preocupación. Es, en estos juegos de paz en zona de guerra, donde las potencias fingen que se interesan en la concordia y la buena voluntad, y donde los grandes mandatarios se dan las manos y se otorgan sonrisas fingidas. En estos petroolímpicos de invierno, algunos de los terroristas estarán sentados dentro de los estadios, en los asientos de honor.
Juan Miguel Zunzunegui es licenciado en comunicación y maestro en humanidades por la Universidad Anáhuac, especialista en filosofía por la Iberoamericana, master en Materialismo Histórico y teoría crítica por la Complutense de Madrid, especialista en religiones por la Hebrea de Jerusalén y doctor en Humanidades por la Universidad Latinoamericana. Ha publicado cuatro novelas y varios libros de historia; pueden seguirlo en @JMZunzu y en su página www.lacavernadezunzu.com